Grecia/ La huelga general del 9 de noviembre y su impacto político. [Antonis Davanellos]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Nov 20 15:48:32 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

20 de noviembre 2022

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Grecia



La huelga general del 9 de noviembre y su impacto político



Antonis Davanellos *

A l´encontre, 15-11-2022

http://alencontre.org/

Traducción de Enrique García – Sin Permiso

https://sinpermiso.info/



El 9 de noviembre de 2022, las confederaciones sindicales del sector público
(ADEDY) y privado (GSEE) declararon una huelga general en un momento crítico
para la clase trabajadora y las capas populares en Grecia.



Según las cifras oficiales, en septiembre la inflación se situó en el 12%.
El Banco de Grecia advierte que el índice probablemente podría permanecer
por encima del 10% en 2023. Estos datos son obviamente importantes, pero el
coste de vida efectivo soportado por los hogares es mucho mayor: en 2022, en
los últimos diez meses, el precio del pan (y otros productos a base de
harina) aumentó un 19,3%, el de la carne en un 17,3%, el de los productos
lácteos en un 24,2%, el aceite de cocina en un 16,6%, el gas natural un
68,4%, el diesel el 20,8% y el coste de los transportes un 30%. La ola de
aumento de precios erosiona rápidamente el poder adquisitivo de los
salarios. Un estudio sindical reveló que en los hogares con el salario
mínimo (750 euros), la disminución del poder adquisitivo efectivo supone el
40% de los ingresos mensuales. Hay que tener en cuenta que los salarios en
Grecia se han estancado en los niveles de 2010, que las pensiones se han
reducido (¡hasta un 40%!) en comparación con 2010. Mientras que las
contrareformas promulgadas por los tres memorandos consecutivos han llevado
a que el salario de una parte muy importante de la clase trabajadora no
supere los niveles del salario mínimo. [Ver sobre la situación social en
Grecia el artículo publicado el 12 de octubre de 2022.]



Estas condiciones ejercieron presión sobre las direcciones de la burocracia
sindical de las dos grandes confederaciones para convocar una huelga general
de 24 horas. Otro factor que llevó a esta decisión es el ejemplo
internacional: las noticias relacionadas con las huelgas en Gran Bretaña,
Alemania, Francia, Bélgica, etc. Estas últimas se vuelven muy populares
entre los trabajadores, que comienzan a considerarlas como un “modelo” a
seguir.



La huelga se convocó bastante pronto, lo que dio mucho tiempo (más de un
mes) para trabajar en su preparación. No había que esperar una importante
movilización preparatoria por parte de la burocracia sindical. Después de
muchos años de inercia, ahora es poco creíble que puedan movilizar partes
importantes de la clase trabajadora, incluso aunque lo quiera puntualmente.
El llamamiento a la huelga fue retomado por las fuerzas de izquierda en los
sindicatos, principalmente el Partido Comunista y las organizaciones de la
izquierda radical / anticapitalista, que hicieron lo que pudieron (al
máximo) para preparar la huelga y movilizar a los asalariados.



Este esfuerzo consciente fue de la mano de una ira y una indignación
generalizadas dentro de la clase que se tradujeron en muchas “pequeñas”
luchas dispersas. Por ejemplo, la lucha en un establecimiento vinícola
llamado “Malamatina” contra los despidos y el intento de romper el
sindicato; la lucha en las minas de ferronickel Larco contra su
privatización; la lucha de los trabajadores de los barcos y transbordadores
contra las condiciones de trabajo brutales; la lucha pionera de los
repartidores de E-Food y Wolt [grupo finlandés]. El esfuerzo de movilización
también ha encontrado un eco favorable en las filas de los empleados del
sector público en el que se expresa una resistencia, principalmente en
hospitales, escuelas, transporte público y entre los trabajadores
municipales, que constituyen la columna vertebral del trabajo asalariado
organizado en Grecia.



***



El resultado final fue un éxito significativo de la huelga. Fue la más
importante desde la derrota del movimiento social, tras la traición del
gobierno de Alexis Tsipras del resultado del referéndum de julio de 2015
[61,31% habían votado no a las “propuestas” de los acreedores]. Más allá de
los bastiones sindicales del sector público, la huelga también se ha
desarrollado en el sector privado.



Las manifestaciones de los huelguistas en Atenas, Tesalónica, Patra y otras
75 pequeñas ciudades estuvieron marcadas por una gran afluencia y una
expresión militante de la indignación de la clase trabajadora. En Atenas, la
policía contó 20.000 manifestantes, pero la verdad es que la manifestación
fue al menos dos veces mayor. Las cifras siguen siendo importantes, pero hay
otros elementos más cualitativos y políticos. Por primera vez después de la
victoria de la derecha en julio de 2019, la composición de la movilización
huelguista no se limitó principalmente a los activistas organizados /
politizados de la izquierda. Era evidente la presencia de capas más amplias
de trabajadores y trabajadoras bajo las banderas de sus sindicatos, gritando
sus consignas y expresando sus reivindicaciones.



En la tradición establecida en años anteriores, en tales ocasiones hay
distintos lugares de concentración, que reflejan los diferentes “clusters”:
uno en torno al Partido Comunista y su organización PAME (frente sindical);
otro en torno a las dos grandes confederaciones sindicales (ADEDY y GSEE);
un tercero de las fuerzas de la izquierda radical / anticapitalista. Pero
esta vez, la magnitud de las concentraciones previas condujo a una
unificación de facto de los diferentes “bloques” en una sola corriente de
huelguistas que invadió las calles del centro de Atenas durante horas.
Dentro de esta corriente de huelguistas podían nadar “como peces en el agua”
los estudiantes que luchan contra la presencia permanente de la policía en
los campus, las corrientes feministas organizadas que luchan contra el
sexismo omnipresente, los pequeños comerciantes preocupados por su
desaparición, etc.



***



Es obvio que la huelga del 9 de noviembre probablemente pueda ser el
comienzo de una progresión en las luchas de los trabajadores en el próximo
período. Así que la cuestión crucial es a dónde vamos a partir de ahora.
Esta cuestión no es muy relevante para los líderes de la burocracia sindical
que han convocado la huelga principalmente para liberarse de sus
responsabilidades y desactivar la presión de la base. Estos líderes,
principalmente del GSEE y ADADDY, están satisfechos con el éxito del 9 de
noviembre y se niegan a organizar cualquier debate sobre los próximos pasos
a dar. Sin embargo, la cuestión es crucial para los sindicalistas de
izquierda que fueron los que movilizaron para el 9 de noviembre y ahora
deben afrontar la cuestión de la unidad de acción en los sindicatos [muy
marcados por las presencias estructuradas de fuerzas políticas], como
requisito previo para impulsar un fortalecimiento de las luchas.



No será un paseo fácil. El gobierno de Kyriakos Mitsotakis ha protegido el
sistema con una legislación que dificulta aún más la organización sindical
en el lugar de trabajo y especialmente la huelga. Los cambios brutales en
las relaciones laborales también dificultan la perspectiva de expresiones
espontáneas de activismo de la clase trabajadora. Pero el éxito del 9 de
noviembre demuestra que, al parecer, hemos alcanzado un punto de inflexión
en este proceso.



El éxito de la huelga general tendrá inevitablemente repercusiones
políticas.



En primer lugar, se trata de una rotunda impugnación de una importante
pretensión gubernamental de que Mitsotakis es capaz de promover las
contrarreformas neoliberales más provocadoras, al tiempo que logra mantener
al movimiento obrero paralizado e inactivo. El “mensaje” de que esta
situación puede revertirse es alentador para grandes estratos de la
población. Pero también es una advertencia para los poderes existentes.



Porque el despertar de la clase trabajadora el 9 de noviembre se produjo en
un momento muy “delicado” para el gobierno de Mitsotakis. El país está
sacudido por las revelaciones sobre la amplia vigilancia de muchas
personalidades (policías, periodistas, líderes empresariales, etc.) por el
Servicio Nacional de Inteligencia (EYP, bajo la supervisión inmediata de la
oficina del Primer Ministro), en colaboración con empresas privadas que
venden software espía como Predator (el producto de una empresa israelí que
se estableció en Atenas con Chipre como intermediario). Cuando se reveló que
el EYP estaba utilizando el software espía Predator para vigilar al líder
del PASOK Nikos Androulakis, el primer ministro se vio obligado a sacrificar
al coordinador de su Oficina y al jefe del EYP para intentar salir adelante.
La continuación de las revelaciones demostró que entre los vigilados se
encontraban ex ministros y políticos de SYRIZA, el ex primer ministro y ex
líder de la Nueva Democracia, Antonis Samaras, así como el actual ministro
de Asuntos Exteriores, Nikos Dendias. La gran sorpresa llegó cuando se
reveló que entre las víctimas de Predator también estaba el oligarca Vagelis
Marinakis (armador, magnate de los medios y propietario del popular club de
fútbol Olympiakos), así como familiares de la familia Vardinogianis
[presente en el sector del petróleo y el gas, el transporte marítimo, etc.],
que es sin duda el grupo capitalista más poderoso de Grecia.



Vagelis Marinakis ya ha mostrado su indignación contra el gobierno,
apuntando a Mitsotakis por permitir el establecimiento de una “red fascista”
dentro del gobierno, en violación abierta de la Constitución. La coherencia
del Partido Nueva Democracia y la supervivencia del gobierno dependerán de
los próximos episodios del escándalo del espionaje.



Pero la sincronización de una crisis por arriba (la explosión de
contradicciones y conflictos dentro de la clase dirigente...) con un aumento
del activismo por abajo (con la huelga del 9 de noviembre como señal) es un
escenario de pesadilla para Mitsotakis. Los días despreocupados de su
dominio sin obstáculos, cuando solo tenía que enfrentarse a la débil y
modesta oposición de SYRIZA, han terminado. En el ámbito político, vivimos
el principio del fin para un gobierno extremadamente reaccionario y
peligroso. La cuestión central es si el movimiento obrero y popular
encontrará la manera de transformar la crisis gubernamental en una
oportunidad para avanzar las necesidades y reivindicaciones de los
trabajadores y luchar por imponerlas. El éxito de la huelga general del 9 de
noviembre nos permite considerar esta cuestión de forma más optimista. 



* Antonis Davanellos  periodista, sindicalista y miembro de Izquierda Obrera
Internacionalista (DEA), organización que rompió con Syriza tras la firma
del tercer memorándum para constituir la coalición Unidad Popular (LAE).

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