Análisis/ Tras la invasión rusa de Ucrania: desestabilización de las repúblicas exsoviéticas. [Vicken Cheterian]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Nov 30 00:01:26 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

30 de noviembre 2022

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Análisis



Tras la invasión rusa de Ucrania: desestabilización de las repúblicas
exsoviéticas



Vicken Cheterian

A l´encontre, 19-11-2022

https://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info/



En septiembre de este año, la situación en materia de seguridad en el
Cáucaso y en Asia Central registró una escalada dramática de la violencia.
El 12 de septiembre, las fuerzas armadas de Azerbaiyán lanzaron un ataque
masivo en seis direcciones distintas en el interior del territorio de la
vecina Armenia. Después de 48 horas de encarnizados combates se
contabilizaron cerca de 300 personas muertas (en cifras oficiales: 207
soldados armenios y 80 azeríes).



En el mismo periodo, del 14 al 20 de septiembre, y a unos 3.000 kilómetros
más al este, se produjeron violentos enfrentamientos en la frontera entre
Kirguistán y Tayikistán, al sudeste del valle de Ferganá. El número de
muertos es objeto de controversia, pero las cifras oficiales sobrepasan el
centenar, mientras que tan solo en el lado kirguiso de la frontera fueron
evacuadas  140.000 personas.



Numerosos analistas han relacionado el estallido de violencia en el Cáucaso
y en Asia Central con el debilitamiento de Rusia a raíz de la guerra en
Ucrania. Mientras que el plan inicial de Putin era ocupar Ucrania y reforzar
la influencia rusa en el espacio postsoviético, un comentarista ha escrito
que “Moscú acelera activamente el declive de su influencia en toda Eurasia,
incluidos los antiguos países soviéticos del sur del Cáucaso y de Asia
Central”. Marlene Laurelle, en un artículo publicado en Foreign Affairs,
incluso ha ido más lejos: no solo Rusia pierde influencia en el espacio
postsoviético, sino que “no parece que pueda seguir sirviendo de garante de
la seguridad regional para los regímenes de la región […] y varias potencias
–principalmente China y Turquía– tienen todas las de ganar”.



El debilitamiento de la posición rusa en el Cáucaso y en Asia Central ha
venido acompañado de informaciones según las cuales Rusia iba a retirar
tropas de sus bases sitas en esas repúblicas postsoviéticas para
desplegarlas en Ucrania. Por ejemplo, en septiembre, nuevos informes
sostienen que Rusia había retirado a unos 1.500 militares tan solo de
Tayikistán. En otras palabras, a causa de la guerra actual en Ucrania, el
ejército ruso se ha debilitado y su influencia sobre el terreno ha menguado
mucho.



Es preciso aclarar dos cuestiones. En primer lugar, los conflictos en el
Cáucaso y en Asia Central se remontan a mucho antes de la invasión rusa de
Ucrania. Los enfrentamientos más recientes en el Cáucaso son las réplicas de
la guerra de Karabaj de 2020, cuando Azerbaiyán lanzó una nueva ofensiva
contra las fuerzas armenias desplegadas en Karabaj y en Armenia. Además, el
conflicto de Karabaj tiene una prehistoria que hunde sus raíces en el
periodo de colapso de la URSS, ya que este conflicto estalló en 1988, cuando
la población armenia de la región solicitó un cambio de estatuto de su
región autónoma, una reivindicación que dio pie a una guerra total cuando
Armenia y Azerbaiyán accedieron a la independencia (1992-1994).



Asimismo, ya en la primavera de 2021 se produjeron choques fronterizos entre
Kirguistán y Tayikistán, es decir, antes de la invasión rusa de Ucrania,
causando decenas de víctimas. Además, el valle de Ferganá ha sido escenario
de rivalidades en relación con sus recursos naturales como la tierra y el
agua, generando tensiones interétnicas a causa de la emergencia de fronteras
internacionales que datan de los últimos años de la URSS.



La segunda aclaración necesaria es la siguiente: Rusia no era la guardiana
de la paz, ni una parte que favorecía la resolución de conflictos. De hecho,
Rusia trató de mantener su influencia procurando establecer un equilibrio
entre las partes enfrentadas, tal como hizo también en el conflicto entre
Armenia y Azerbaiyán. La presencia militar rusa en Armenia no impidió que
Azerbaiyán lanzara la segunda guerra de Karabaj. Cuando este juego de
equilibrios no es posible, Rusia opta por una intervención militar directa,
como en Georgia en 2008. Tampoco hay que demonizar demasiado el papel de
Rusia en los conflictos postsoviéticos. Los actores locales también son
responsables de la transformación de las tensiones y los problemas políticos
en conflictos armados.



La guerra en Ucrania y el fin del modelo autoritario de Putin



Al invadir Ucrania, Putin ha erosionado los dos fundamentos de su régimen
autoritario. El primero era la proyección de la fuerza, a menudo asociada a
la fuerza militar. Putin prometió hacer de Rusia nuevamente una potencia
mundial y ganarse el respeto de Occidente, sobre todo de EE UU. La
propaganda oficial rusa se orienta en este sentido, con imágenes de nuevas
máquinas de guerra, desfiles militares en la plaza Roja y campañas militares
(en particular aéreas) rusas en Siria. Sin embargo, los dirigentes rusos
también eran conscientes de su inferioridad con respecto a la potencia
militar estadounidense, de ahí la insistencia en la doctrina de la guerra
híbrida. Al invadir Ucrania, Putin ha fragilizado los pilares de su régimen
autoritario.



Todo sistema autoritario se basa de hecho en un acuerdo tácito con la
población. En el caso de Putin, se trataba de asegurar estabilidad a cambio
de la confiscación de la esfera pública. Los años de inestabilidad durante
dos presidencias anteriores –la de Mijaíl Gorbachov con su perestroika y la
de Boris Yeltsin con su transición interminable– produjeron el hartazgo de
la población rusa con los cambios. Putin prometió que no habría más cambios,
sino estabilidad –incluido el fin de las reformas internas indispensables–,
y en contrapartida la población debía mostrarse apolítica. Con su guerra en
Ucrania, y sobre todo con la movilización masiva, Putin socava un segundo
pilar de su autoritarismo.



Finalmente, el impacto de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 es
cualitativamente distinto del que tuvo la ocupación rusa de Crimea en 2014.
Putin consiguió entonces generar una ola de entusiasmo nacionalista que
sirvió para hacer olvidar a la opinión pública las elecciones presidenciales
de 2012, en las que el intercambio de sillas de Putin y Medvédev había
contrariado a una parte del electorado.



Después de haber cultivado pacientemente, durante una veintena de años, una
apariencia oficial de fuerza y conservadurismo, Putin ya ha sido derrotado
en su guerra contra Ucrania. Cuando la oposición ciudadana en el interior de
Rusia está prohibida y se enfrenta a una dura represión, muchas personas
rusas votan con los pies: más de 700.000 han abandonado el país desde que
comenzó la operación especial.



Conflictos regionales y competición entre grandes potencias



La derrota en Ucrania reducirá sin duda la influencia rusa en el Cáucaso y
en Asia Central. A título comparativo, en enero de este año la elite kazaja
solicitó una intervención militar rusa para sofocar una revuelta interna.
Tras la invasión en Ucrania, la elite kazaja se muestra más cautelosa con
Putin y su proyecto expansionista, que cuestiona la soberanía de los Estados
postsoviéticos, no solo la de Ucrania.



La invasión de Ucrania y el fracaso ruso ya dibujan los contornos de la
sucesión de Putin. Rusia saldrá muy debilitada, al igual que su ejército, y
su influencia internacional quedará mermada. Además, la máquina de ganar
dinero en que se basaba la estabilidad de Putin –las exportaciones de
petróleo y gas– se verá drásticamente reducida debido a las sanciones
occidentales. El ejército ruso podría tratar de replegarse a raíz de su
fracaso en Ucrania, mientras que la elite política podría adoptar un enfoque
cada vez más aislacionista. Después de Putin, Rusia deberá recuperar dos
decenios de reformas que Putin se había negado a llevar a cabo.



Una Rusia más débil y aislacionista no implica que los conflictos en el
Cáucaso, en Asia Central o en Oriente Medio vayan a encontrar una solución
más fácil. Constatamos ya un refuerzo de la competencia entre grandes
potencias en el Cáucaso, cuya importancia estratégica como corredor entre
las economías asiáticas y los mercados europeos no deja de crecer. Tampoco
cabe pensar que la influencia rusa vaya a desaparecer en estas regiones.
Incluso una Rusia más débil seguirá siendo un actor importante en los
territorios vecinos de la propia Rusia.

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