Nicaragua/ Dora Téllez, un símbolo molesto para la dictadura. [Pablo Pozzolo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 14 13:01:27 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

14 de octubre 2022

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Nicaragua



Dora Téllez, un símbolo molesto



Nicaragua al calabozo



El gobierno de Daniel Ortega continúa con la persecución a la oposición y
los movimientos sociales. La huelga de hambre de una de las históricas
dirigentas sandinistas, hoy prisionera del régimen, es una nueva muestra de
una resistencia que no se doblega.



Pablo Pozzolo

Brecha, 14-10-2022

https://brecha.com.uy/



Más de un año lleva presa Dora María Téllez en la cárcel nicaragüense
conocida como El Nuevo Chipote. Más de un año en condiciones tan duras
–aislamiento total, pésima alimentación, visitas muy esporádicas de
familiares y abogados, por ejemplo– que a fines de setiembre inició una
huelga de hambre junto con otros dos presos políticos. Lo que ella pide es
que cese el aislamiento y que le permitan acceder a material de lectura.
Otro de los huelguistas, Miguel Mendoza, reclama que lo dejen ver a su hija,
a la que no ve desde que fue detenido, hace unos 16 meses.



Téllez no es cualquiera en la historia política reciente de Nicaragua. No es
cualquiera tampoco en la historia del sandinismo. Comandante guerrillera
durante la lucha contra la dictadura de los Somoza (la llamaban Comandante
2), fue quien lideró, como jefa del Estado Mayor del Frente Norte, la toma
de León, la segunda ciudad del país, un episodio clave en el proceso
revolucionario. Antes había combatido en Managua y en las montañas y la
selva. Se había integrado muy joven al Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN), luego de haber estudiado medicina y haberse formado como
cirujana de guerra en Cuba. Tras el triunfo de la revolución fue ministra de
Salud, en el marco de un gobierno cuyas principales figuras acabaron siendo
purgadas del FSLN cuando este terminó en manos de la pareja Daniel Ortega y
Rosario Murillo, actuales presidente y vicepresidenta de Nicaragua. Fue
también vicepresidenta del Consejo de Estado y diputada, y nunca abandonó la
militancia social y la producción intelectual. La universidad francesa
Sorbonne Nouvelle le otorgó un doctorado honoris causa por su «excepcional
trayectoria política y científica».



Su disidencia con el oficialismo sandinista comenzó hace largo tiempo, en
los años noventa, cuando el aparato orteguista terminó de apoderarse del
FSLN y comenzó a implementar alianzas sociales y políticas diametralmente
opuestas a las que defendía en los setenta. En 2008 Téllez ya había
protagonizado una huelga de hambre en pleno centro de Managua para denunciar
alguna de las tantas redadas represivas lanzadas por Ortega, que estaba
entonces en su segundo mandato.



La rebelión social de 2018, cuya represión causó centenas de muertos, la
encontró en primera fila. Fue detenida en junio de 2021, poco antes de las
elecciones de noviembre y después de una nueva oleada de protestas
callejeras contra las políticas del gobierno. La condenaron a ocho años de
prisión. Téllez siguió así el camino de muchos otros exsandinistas para
quienes el FSLN actual es una fotocopia de pésima calidad de aquel que se
había propuesto construir una nueva Nicaragua y que concentraba el odio del
gran empresariado, los sectores más ultramontanos de la Iglesia y Estados
Unidos. Al detenerla, la acusaron de «traición a la patria», el mismo delito
que le endilgaron a otra serie de exsandinistas que marcharon a la cárcel
junto con ella, como el general Hugo Torres y el excanciller Víctor Hugo
Tinoco. Torres, que en 1974 participó en una operación militar que derivó en
la liberación de presos sandinistas, entre ellos Daniel Ortega, y cuatro
años después en la toma del Congreso, junto con Téllez, murió en febrero en
la cárcel de El Chipote, sin la atención médica que necesitaba, según
denunciaron sus familiares.



Sandinismo sin sandinistas



En su momento, otra excomandante sandinista, Mónica Baltodano, hoy exiliada,
dijo que las detenciones de Téllez y Torres pintaban al orteguismo en toda
su desnudez. De la de Téllez en particular comentó que era una de las
«peores infamias», de un grado similar de «indignidad» que la persecución a
la que fue sometido el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, integrante
también del primer gobierno sandinista y luego acorralado por el FSLN
reconvertido, hasta su muerte, en 2020. «Aquella fuerza que fundó Carlos
Fonseca con propósitos de justicia social, liberación y avanzar en la
democracia ya no existe. Ha sido pervertida por el orteguismo, así como lo
ha hecho con el Ejército, la Policía, el Poder Judicial y todas las
instituciones. Todo funciona como una correa del poder familiar», apuntó
Baltodano en un escrito en el que denunciaba la situación de Téllez y de
otros presos políticos en Nicaragua.



«El problema que los sandinistas tienen con Téllez es que ella sigue siendo
sandinista», escribió la semana pasada el escritor y periodista uruguayo
Fernando Butazzoni en una columna de opinión (La Diaria, 6-X-22) en la que
presenta a la exguerrillera como «quizá la presa política más ilustre de
América Latina, la más amenazada y la más radical». Un par de días antes,
esta semana, más de 200 académicos y periodistas americanos y europeos
(fundamentalmente de Argentina, Francia, México, Canadá, Estados Unidos y
Uruguay), ligados en su mayoría a la izquierda intelectual, reclamaron la
libertad de Téllez en una carta abierta, la segunda en el mismo sentido en
pocos meses (la primera había recibido alrededor de 70 adhesiones).



En junio de 2021, pocos días después de la detención de Téllez, en otra
carta pública (difundida por Brecha, 25-VI-22), intelectuales, académicos,
dirigentes políticos, militantes sociales identificados comúnmente con la
izquierda denunciaban los «zarpazos» represivos de Ortega y, de manera
general, el «largo proceso de deterioro» del gobierno nicaragüense y del
FSLN, «que registra episodios de corrupción, abandono de principios,
enriquecimiento ilícito, maniobras y acomodos junto con la peor derecha,
destinados a amasar fortunas y a perpetuarse en el poder».



Retórica vacía



Entre los suscriptores de esta última columna figuraba William Robinson,
profesor de Sociología, Estudios Globales y Latinoamericanos en la
Universidad de California que en los ochenta colaboró con el primer
sandinismo e integró el claustro de la Universidad Centroamericana de
Managua hasta 2001. En una entrevista que concedió a la publicación The Real
News pocos días después del inicio de la cuarta gestión presidencial
consecutiva de Ortega (Viento Sur la transcribió en español, 18-XI-21),
Robinson hace un largo análisis sobre el derrotero del sandinismo en el
poder, las distancias entre su retórica y su práctica y el tinglado del
supuesto enfrentamiento a muerte entre el FSLN y Estados Unidos, alimentado
por ambos, pero desmentido en los hechos.



«Desde 2007 hasta 2018 hubo un pacto de cogobierno entre la clase
capitalista y Ortega, y el 96 por ciento de la economía de Nicaragua está en
manos de la clase capitalista nicaragüense y transnacional», dijo Robinson
en la entrevista. «Ortega abrió las compuertas al saqueo del país por parte
de las empresas transnacionales. El sector agrario, la industria, los
servicios, el sector financiero, todo está dominado por el capital
transnacional y sus homólogos nicaragüenses, la clase capitalista y una
nueva burguesía sandinista. El círculo más cercano a Ortega-Murillo se ha
enriquecido fabulosamente. Han invertido cantidades importantes en las
maquilas, esas empresas donde se sobreexplota a la gente. En la
agroindustria, en el sector financiero, en el comercio exterior, en el
sector turístico. Este círculo íntimo que ahora gobierna el país se ha
integrado en la elite nacional, en la clase capitalista del país.»



Estados Unidos se ha acomodado muy bien a este estado de cosas, pautado por
la cooperación estrecha de Nicaragua con la DEA (Administración de Control
de Drogas en inglés), el Comando Sur o la migra estadounidenses, a pesar
–otra vez– de declaraciones que van en sentido contrario. Ninguno de los
gobiernos estadounidenses, ni republicano ni demócrata, quiso modificar ese
cuadro, que perduró hasta 2018, cuando la represión a las protestas
sociales, protagonizadas por la base histórica del sandinismo (campesinos,
trabajadores, desocupados, estudiantes) más organizaciones ecologistas y
feministas, fue tan brutal que Washington se vio obligado a implementar
algunas sanciones ya contempladas en leyes que estaban en vigor, pero no
habían sido aplicadas.



Recién en 2018, apunta Robinson, «Washington rompe su estrecha relación con
el gobierno». «Pero ni siquiera entonces, ni en los últimos tres años, ha
decretado sanciones comerciales contra Nicaragua, y los negocios florecen
entre los dos países. Estados Unidos es el principal socio comercial de
Nicaragua y este hecho no se ha visto afectado para nada por la retórica
antisandinista que emana de Washington. De hecho, desde 2018 el Banco
Centroamericano de Integración Económica ha proporcionado al régimen
créditos de más de 2.000 millones de dólares. Y, tan solo en 2020 y 2021, el
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo le han concedido varios cientos de millones de dólares en ayudas.
Washington no ha bloqueado ninguno de ellos ni tiene problemas con alguno.»
(La guerra en Ucrania, que reforzó la dinámica intervencionista
estadounidense, puede estar alternando este marco.)



Dora Téllez no paró de denunciar las inconsistencias del discurso
revolucionario del FSLN orteguista. «Era un blanco obvio, cantado,
privilegiado», comentó Baltodano.



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Nicaragua – En defensa de Dora María Téllez:
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