Feminismos/ "La fascistización es una estrategia y una política que da más y más poder al capital". [Silvia Federici - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 5 22:38:18 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

5 de abril 2023

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Feminismos



Entrevista a Silvia Federici, activista, historiadora e investigadora
feminista



“La fascistización es una estrategia y una política que da más y más poder
al capital”



Verónica Gago *

Ctxt, 2-4-2023

https://ctxt.es/es/

Traducción de María José López.



Silvia Federici (Parma, Italia, 1942), autora del libro Calibán y la Bruja
(Tinta Limón, Buenos Aires, 2016), señala los crecientes ataques contra la
reproducción de la vida, el incremento brutal de la explotación y el despojo
de tierras, aguas y tiempo. Nos habla del fascismo económico que se oculta
en la confrontación entre bloques políticos y de la importancia del gozo en
la lucha feminista.



-En estos últimos años hemos asistido a un período de movilización, de
protesta y de expansión exponencial de los feminismos. ¿Cómo podemos leer
este “crecimiento político”? ¿Es esa la expresión que mejor describe lo que
pasa? ¿En relación a qué ejes y problemas podemos pensar en esta
efervescencia?



Bueno, yo creo que cuando hablamos de crecimiento político no hablamos del
movimiento feminista en general. Este crecimiento no es algo visible en
todos los lugares. Lo que ha sucedido y sucede en América Latina es
especialmente importante. Pienso que el impacto de las políticas del
feminismo popular –lo que llamamos feminismo popular– es tan fuerte que
también ha impactado en otros movimientos mucho más allá, como en Europa,
por ejemplo.



Ha habido un crecimiento de conciencia que se ve reflejado en los discursos
y estrategias que los movimientos intentan conseguir, son retos que no se
pueden lograr a menos que vivamos un proceso de cambio social realmente
amplio. Uno de los primeros elementos es el anticapitalismo, que ha estado
en el trasfondo de gran parte de la historia del movimiento feminista. Pero,
hoy día, el anticapitalismo está cada vez más en primer plano. Muchas de las
luchas que hemos visto estos últimos años se han dirigido directamente al
mundo empresarial, particularmente las luchas contra la privatización de la
tierra y contra la expulsión de millones de personas de sus territorios.



La imposición de programas de ajuste estructural ha creado austeridad y
empobrecimiento masivos, así como devastación ecológica. El movimiento
feminista ha asumido algunos de las cuestiones fundamentales que cualquier
movimiento debe afrontar para crear otro tipo de sociedad, incluyendo el
gran problema de los cercamientos capitalistas de la vida.



Hoy el feminismo no está limitado sólo a los cambios en las condiciones de
las mujeres. Las feministas tienen algo que decir sobre absolutamente todo,
sobre cada aspecto de la vida. Hemos visto perspectivas feministas sobre la
deuda, sobre la ecología, sobre el sistema de justicia –el sistema de
injusticia– en Estados Unidos.



Hemos visto la formación de un movimiento feminista abolicionista que ha
luchado contra el encarcelamiento y por retirar el financiamiento a la
policía (defund the police). Además, el feminismo cada vez da más
importancia a la lucha contra la colonialidad, contra el sistema, y al papel
de las feministas negras, las feministas anticoloniales.



-He estado pensando en la combinación entre masividad y radicalidad como una
característica de este ciclo de feminismo. ¿Cómo podemos pensar en ciclos y
ritmos diferentes, en momentos en que la masividad no es tan fuerte? No sé
si deberíamos hablar sobre momentos de retaguardia activa o si deberíamos
pensar en una geometría diferente de movimientos y fuerzas. También me gusta
pensar sobre las diferentes formas de lo masivo que no siempre son públicas.



Primero está establecer una visión de hacia dónde vamos, qué tipo de
sociedad queremos construir. Obviamente nuestra imaginación colectiva está
todavía muy limitada por todo el capitalismo que interiorizamos y el tipo de
sociedad en la que vivimos. Es necesario experimentar.



En segundo lugar, está la importancia de construir estrategias. Una vez
tenemos una idea, viene después la cuestión de la estrategia. Una estrategia
implica entender y construir debates, investigación y otras vías para
entender a dónde va el capitalismo. ¿Qué está planeando el capital? ¿Cuál es
el punto más débil del capitalismo? ¿Cuál es el terreno más crucial para
unificar el movimiento, donde podamos superar la manera en la que hemos sido
divididas?



Y tercero: ¿qué herramientas necesitamos? Ya sean proyectos de medios,
películas o documentales... ¿Cómo construimos esta red? ¿Cómo construimos un
terreno común? Los momentos en que el movimiento no está en la calle o no
está confrontando directamente al Estado y al capital son momentos de
construcción. Ésta es una cuestión estratégica clave. La lucha no puede ser
sólo de oposición, tiene que ser positiva y constructiva. Esa positividad,
esa construcción, es el terreno de la experimentación.



-¿Puedes hablar un poco más sobre esta experimentación?



Nuestras actividades reproductivas nos permiten reproducir la lucha en
aquellos momentos en los que no estamos presentes en las calles de forma
masiva. El hacer común es una condición para la reproducción de una lucha.
De hecho, es una forma de medir nuestro éxito, de medir nuestro poder
feminista. ¿En qué medida podemos desplazar nuestra actividad reproductiva
de la reproducción de la fuerza de trabajo a la reproducción de nuestro
poder de lucha? De alguna forma, ésta es la medida de cuánto estamos
logrando en nuestro crecimiento. Creo que, en esos momentos en que no hay
tanta movilización en las calles, hay mucho trabajo invisible. El trabajo de
construir conexiones y fortalecer las relaciones afectivas entre las
personas.



-¿Cómo caracterizas el rechazo al feminismo en este momento de
neoliberalismo extremo? Y ¿cuáles son las diferencias entre hoy y las
represalias a las luchas feministas de los años setenta?



Hay diferencias importantes.Pasó mucho tiempo antes de que los hombres de la
izquierda empezaran a mostrar respeto al movimiento feminista



Obviamente hay similitudes también, pero tal vez la principal diferencia es
que, en los años setenta, tuvimos que pelear no sólo contra la derecha sino
también contra la izquierda. Pasó mucho tiempo antes de que los hombres de
la izquierda empezaran a mostrar siquiera un atisbo de respeto o a admitir
que podrían tener algo que aprender del movimiento feminista. Algunas de las
primeras respuestas [de nuestros compañeros de lucha] fueron escandalosas.
En los años sesenta se silbaba a las mujeres, la respuesta fue a menudo muy
hostil. Eso ha cambiado.



Hoy, la respuesta de la derecha es casi más violenta porque ha habido un
larguísimo proceso en la derecha en este país, Estados Unidos. Ha habido un
proceso de fascistización muy complicado. Pienso que el movimiento feminista
necesita analizar este proceso mucho más cuidadosamente de lo que lo hemos
hecho hasta ahora.



-¿En qué sentido usas fascistización?



Hay una especie de concepción congelada de lo que es la derecha. Producimos
esquemas tomados del periodo fascista, del periodo nazi, etcétera, donde hay
una ala derecha y luego hay otra de centro. Hoy esto es mucho más complicado
y las dos alas están mucho más entremezcladas de lo que parecen. Ha habido
una fascistización de la economía. La fascistización es una estrategia y una
política que da más y más poder al capital. Reduce la inversión en la
reproducción y los espacios de poder de la clase obrera, y crea nuevas y más
profundas divisiones entre las personas alrededor de las líneas de clase y
raza.



La idea de dos bloques, el centro (o la izquierda) y la derecha, de los
demócratas y republicanos, por así decirlo, puede ser muy engañosa. En todos
los países se está produciendo una fascistización general y debemos verla
como algo que está continua e inseparablemente producido por políticas
económicas.



-Esta idea de la fascistización de las economías arroja luz sobre las
violencias cotidianas. Al mismo tiempo hablas sobre militancia gozosa, pero
esto no significa que las condiciones para organizarnos sean fáciles.



La militancia gozosa es otra forma de decir que la revolución es ahora. Ya
basta de esta idea de la revolución que sucederá en el futuro, para que
algún día los hijos de mis hijos vivan mejor. No. La revolución es ahora.
Tenemos una vida. Cada día es precioso. No podemos pensar en la revolución
en el futuro. Si luchamos es porque la vida que tenemos es insoportable y
dolorosa. La lucha no puede aumentar nuestro dolor. Tiene que mejorar
nuestras vidas.



Tenemos que averiguar qué significa hacer algo positivo. Lo primero que
quiere decir es salir del aislamiento. Luchar significa conectar con otras
personas, no tener que enfrentarse sola al sistema y al dolor y al
sufrimiento en tu vida. Significa sentir que tienes alguna protección.
Existe la idea de generar una nueva afectividad emocional que vaya más allá
de la asfixia y la soledad de la familia nuclear. Adquirir nuevos
conocimientos, adquirir nuevos amantes, no sólo en el sentido sexual, sino
en personas que cuidas y que te dan fortaleza. Eso se convierte en un tejido
que permite conectar con otras personas. Ésa es la revolución, y si no
tienes eso, no tiene sentido luchar.



-Creo que podemos decir que una de las principales cuestiones en el
movimiento es la cuestión del trabajo, y especialmente del trabajo
reproductivo, que fue posible por la práctica colectiva de la huelga
feminista. Mencionaste la reciente huelga de enfermeras en Nueva York, ¡y su
victoria! También está surgiendo un debate en torno a la palabra ‘cuidados’.
¿Puedes explicar un poco más qué significa esto? ¿Qué piensas sobre la
cuestión del trabajo como parte del movimiento feminista?



La lucha de las enfermeras ha sido emblemática. Es una lucha especialmente
importante porque es una lucha sobre el terreno de la reproducción, que
tradicionalmente ha sido visto por el movimiento revolucionario como un
terreno sobre el que no se puede construir poder anticapitalista. Esta lucha
se ha topado con grandes obstáculos debido al chantaje que se ha ejercido
contra las enfermeras, que es también el chantaje contra todas las mujeres
que trabajan en el hogar. El chantaje consiste en la idea de que si tú dejas
de hacer tu trabajo, vas a lastimar a las personas más cercanas a ti o vas a
hacer daño a las personas a tu cargo. Esta ha sido una herramienta muy
poderosa para sofocar la lucha de las mujeres en el hogar y de las
enfermeras en los hospitales. Y las enfermeras han podido romper con esto,
se han negado a ser chantajeadas. Han dejado de trabajar y han exigido
mejores condiciones. Al aumentar las horas de trabajo y reducir la
compensación, los patrones han creado una situación en la que toda la fuerza
de trabajo está agotada y con más probabilidades de no poder prestar los
servicios que se necesitan. Desmitificar esto es parte del trabajo que
intentamos hacer en la campaña de ‘Salarios por el trabajo doméstico’
(https://www.plutobooks.com/9780745338675/wages-for-housework/) El trabajo
que las mujeres hacen beneficia sobre todo a los empleadores. Negarse a
hacer ese trabajo y rechazar las condiciones que nos imponen es una forma de
limitar la reproducción de las personas como trabajadores explotables.



Quiero añadir que la lucha de las enfermeras no es la única
lucha.(https://www.ojala.mx/es/ojala-es/ensanchar-el-piso-comun-de-nuestras-
luchas)  A nivel internacional hemos visto desde hace años, particularmente
en España, la construcción del movimiento de trabajadoras domésticas, de
trabajadoras del hogar. Es un movimiento internacional que está muy
organizado. Muchas de ellas son inmigrantes y luchan en condiciones
especialmente precarias. Aquellas que viven con una familia (trabajando como
internas), cuya libertad está muy limitada, viven una explotación sin fin.
Aun así, sus movimientos se están expandiendo y han logrado cambios en las
leyes internacionales, como el famoso Convenio 189 de la de la Organización
Internacional del Trabajo
(https://www.ilo.org/dyn/normlex/es/f?p=NORMLEXPUB:12100:0::NO::P12100_ILO_C
ODE:C189), que básicamente dice que las trabajadoras del hogar tienen
derecho a los mismos beneficios que cualquier otro trabajador, como una
jornada laboral regular con pensión, vacaciones y demás. Esta es mano de
obra de mujeres que están siendo explotadas y que, al mismo tiempo, han sido
capaces de construir un movimiento y convertir su explotación en poder.



Todavía necesitamos un mejor análisis de la genealogía del concepto de
trabajo de cuidados. Es un concepto que nunca usamos en los años setenta.
Muchas organizaciones de trabajadoras del hogar lo han usado para demostrar
que el trabajo que hacen –particularmente con las infancias– no sólo es
trabajo físico, sino que tiene implicaciones más amplias. Hay un debate
aquí. Una de las aportaciones más importantes en Estados Unidos es el de la
feminista negra Premilla Nadasen, que escribió una crítica del concepto de
trabajo de cuidados (https://muse.jhu.edu/article/793676). Sostiene que usar
el término trabajo de cuidados en relación al trabajo de las empleadas
domésticas resta importancia a los derechos laborales de las mujeres. Existe
una visión en la que tendrían que tener derechos y no estar tan explotadas
porque realizan trabajos de cuidados y no porque son trabajadoras y tienen
derechos laborales. Y esto impone una nueva carga a las mujeres
trabajadoras. No basta con que estas mujeres hagan el trabajo, sino que
además se espera que trabajen con una disposición emocional particular.



Nadasen argumenta que este es un mal uso del concepto de cuidado y que
tenemos que ser precavidas al usar ese término. Ha trabajado mucho sobre la
historia de las trabajadoras del hogar en Estados Unidos, particularmente
las trabajadoras domésticas negras.
(https://www.penguinrandomhouse.com/books/250538/household-workers-unite-by-
premilla-nadasen/) Hablar de ellas como cuidadoras significa que son mujeres
que serán reconocidas solo porque tienen un apego emocional a las personas
para las que trabajan.



Pienso que en el mundo postcovid-19, la crisis de las mujeres que hacen
trabajo reproductivo, tanto en el hogar como en las instituciones –como las
enfermeras que arriesgan sus vidas en el trabajo–, se ha vuelto más visible.
Ahora muchas de ellas hacen huelga porque les indigna lo que han visto y
cómo las han tratado, y cómo se trató a la gente en los hospitales.



-Otro tema central es la cuestión de la justicia y la justicia reproductiva.
Es importante tratar el problema de la reacción negativa al feminismo y cómo
se relaciona con la idea del punitivismo. ¿Cómo pueden las demandas de
justicia del movimiento feminista evitar contribuir a la expansión de
“soluciones” basadas en el castigo?



La cuestión de la justicia reproductiva es muy, muy importante. En Estados
Unidos, el Tribunal Supremo ha eliminado el precedente legal Roe contra Wade
(https://www.elsaltodiario.com/aborto/tribunal-supremo-eeuu-elimina-derecho-
aborto-), pero este es el último acto de un larguísimo proceso que tiene
muchos elementos, muchos episodios y muchas etapas: el asesinato de médicos
que practican abortos, la introducción estado tras estado de leyes que
restringen el derecho al aborto... Incluso antes de que interviniera el
Supremo, en muchos lugares el aborto ya era inexistente. Se creó un
movimiento que ha perseguido a las mujeres que buscan abortar, con personas
que van a la puerta de las clínicas gritando “¡asesinato! ¡asesinato!
¡asesinato!”.



La cuestión del aborto en la historia del capitalismo está conectada con la
cuestión de la reproducción de la fuerza de trabajo. El Estado se atribuye
el derecho a controlar el proceso de procreación, a fin de forzar a las
mujeres a reproducirse y a garantizar un número adecuado de trabajadores. En
años recientes hemos visto también otro aspecto de esto. Hoy tenemos una
clase capitalista internacional que tiene a su disposición muchos más
trabajadores que, por ejemplo, en el siglo XVI, debido a que muchísimos han
sido expulsados de sus tierras, desencadenando movimientos migratorios
masivos.



Hoy se dispone de una fuerza de trabajo mucho más amplia. Y así vemos
también otra función del aborto y del control estatal de la procreación de
los cuerpos de las mujeres, del comportamiento de las mujeres, que tiene que
ver con la cuestión de la disidencia sexual. Negar el aborto implica
disciplinar los cuerpos y la sexualidad de las mujeres. Es un poder que se
otorga a los hombres. Los hombres se convierten en policías de los cuerpos
de las mujeres.



Por otra parte, no podemos luchar con eficacia por el aborto si no luchamos
también por el derecho de las mujeres a tener hijos. En Estados Unidos,
hemos visto que la negación de la maternidad ha sido tan poderosa como la
negación del aborto, especialmente para las mujeres negras, a quienes, desde
la esclavitud hasta el presente, se les ha negado la maternidad. Hoy, para
una mujer negra, especialmente una mujer negra pobre, embarazarse es un
riesgo. Corre el riesgo de ser arrestada, encarcelada y perseguida. Se ha
creado un sistema de vigilancia que conecta hospitales, médicos y enfermeras
con la policía, de manera que si algo parece anormal durante el
procedimiento médico que atraviesa una mujer embarazada, corre el riesgo de
ser criminalizada.



Muchos estados han legislado algo que se conoce como leyes de protección
fetal. Algunos han llegado al extremo de decir que, desde el momento en el
que estás embarazada, puedes deducir el embarazo de tus impuestos. Es muy
importante evitar caer en la posición de algunas mujeres en los años
setenta, cuando las feministas declararon precipitadamente que el derecho al
aborto era el elemento central del derecho a decidir. Necesitamos decidir en
el ámbito de la reproducción. Decidir significa poder tener hijos y poder no
tenerlos. El auténtico control de nuestros cuerpos es la posibilidad de
hacer ambas cosas.



Sobre la cuestión del punitivismo, creo que este es otro problema
fundamental en el movimiento de las mujeres. Durante la primera fase del
feminismo en Estados Unidos, la respuesta a la violencia contra las mujeres
fue exigir penas más severas [para los agresores]. Cada vez está más claro
que las penas severas siempre se aplican contra las personas que ya son
vulnerables: personas negras, inmigrantes y personas ya sobreexpuestas al
encarcelamiento y a la brutalidad policial. Alejarse del punitivismo es un
gran avance que impulsaron las mujeres negras, que experimentaron de primera
mano el efecto de las políticas punitivas en sus comunidades. Las mujeres
negras han entendido desde siempre lo que hace la policía y lo que hace el
supuesto sistema de justicia. Ahora esa conciencia se está expandiendo,
gracias a este trabajo de las feministas negras. Ahora tenemos un movimiento
feminista abolicionista, que lucha por abolir las cárceles y prisiones y
abolir la policía. Me parece que la próxima tarea es construir alternativas,
construir formas de justicia basadas en la comunidad.



* Verónica Gago, es militante feminista, profesora en universidades públicas
de Argentina y editora.Esta entrevista fue publicada originalmente en la
revista mexicana Ojalá:
https://www.ojala.mx/es/ojala-es/silvia-federici-la-revolucion-es-ahora

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