África/ Golpes de Estado: Mali, Burkina Faso, Níger. [Daniel Gatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ago 11 23:30:04 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

11 de agosto 2023

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África



Golpes de Estado en Mali, Burkina Faso y Niger



Cuando el patio trasero vuelve a rebelarse



En una zona con un rol geopolítico clave y rica en yacimientos de uranio,
vuelven a escucharse proclamas anticoloniales y ultimátums imperiales.
Mientras Francia retrocede, Rusia y China avanzan.



Daniel Gatti

Brecha, 11-8-2023

https://brecha.com.uy/



El 26 de julio, militares reunidos en un Consejo Nacional para la
Salvaguardia de la Patria (CNSP) derrocaron al presidente de Níger Mohamed
Bazoum, justo una semana antes de que se celebrara en el país africano el
63.o aniversario de la independencia de Francia. Una «nueva independencia»
de la misma potencia fue precisamente una de las consignas de los
sublevados, que de inmediato denunciaron los acuerdos de seguridad con
París, exigieron el retiro de la base aérea y de los alrededor de 1.500
soldados franceses estacionados en el país, y suspendieron las exportaciones
de uranio hacia la antigua metrópolis colonial.



Francia respondió que desconocería esas decisiones («solo el gobierno
legítimo de Níger puede tomarlas», dijo el Ministerio de Defensa) y que
mantendría su base y sus tropas. También anunció la suspensión de la llamada
ayuda al desarrollo. La Unión Europea en su conjunto hizo lo mismo, también
Estados Unidos, que es, además, el otro país que mantiene bases militares y
tropas (1.000 soldados) en Níger. Al comentar el cese de la cooperación
estadounidense, el hombre fuerte de la junta nigerina, el general Omar
Tchiani, ironizó: «Que se queden con esa asistencia y que se la den a los
millones de personas sin hogar en Estados Unidos, que la solidaridad empieza
por casa». Sumadas, las «ayudas al desarrollo» occidentales representan, de
todas maneras, un alto porcentaje del PBI de este país, ubicado entre los de
menores ingresos del mundo. (1) Utilizadas como palanca para hacer presión
sobre el gobierno, buena parte de ellas era dirigida a proyectos que
beneficiaban fundamentalmente a empresas occidentales; otra se perdía en los
meandros de la corrupción o iba a manos de las élites locales.



***



Algunas escenas que se vivieron tras el golpe fueron las propias de las
desbandadas poscoloniales, con una evacuación precipitada y desordenada de
los nacionales de la potencia dominante (París lo seguía siendo en Níger,
como lo ha sido en buena parte de África desde la descolonización de los
años sesenta y setenta). Y hubo otras escenas: multitudes reunidas en apoyo
al derrocamiento de Bazoum –un presidente en funciones desde comienzos de
2021 tras elecciones denunciadas en su momento como fraudulentas–, ataques a
la embajada francesa, izamiento de banderas rusas. En las capitales europeas
occidentales, en Estados Unidos, las reacciones fueron unánimes: se trataría
de un golpe de Estado más de esos que periódicamente se repiten en la
descarriada e ingobernable África y se estaría ante un ataque intolerable a
la estabilidad y la paz en la región, que favorecería al ascendente
yihadismo.



El presidente francés, Emmanuel Macron, sacó a relucir los tonos monárquicos
y hasta imperiales que acostumbra: París, dijo, «no tolerará ningún ataque
contra sus ciudadanos y sus intereses», y, si se produjeran, su reacción
será «inmediata e implacable». La Comunidad Económica de Estados de África
Occidental (Cedeao) se dividió entre una mayoría de países dispuestos a
intervenir militarmente para reponer al depuesto Bazoum (con Nigeria, Benín,
Costa de Marfil y Senegal como puntas de lanza) y una minoría opuesta a la
guerra. Entre estos últimos países, Mali y Burkina Faso –excolonias
francesas que recientemente expulsaron nuevamente a las tropas del país
europeo de su territorio tras sendos golpes militares– dijeron que, si
hubiera intervención contra Níger, lo tomarían como una declaración de
guerra contra ellos. Guinea y, por fuera de la Cedeao, Chad y Argelia,
también otrora naciones colonizadas por París, respaldaron al binomio.
Sudáfrica, ajena a la comunidad pero una de las principales potencias
regionales, se puso en el medio, en una suerte de «ni intervención ni
golpe».



La fecha del ultimátum pasó, sin que por ahora haya habido despliegue de
tropas en la zona. El lunes 7 el gobierno de Macron había vuelto a advertir
al CNSP nigerino para que «se tome en serio» la posibilidad de una
intervención y Níger, que cerró su espacio aéreo, denunciaba que ya había
una decisión de «invadir» el país. Un día después, Radio Francia
Internacional informaba que la fuerza de intervención contaría con unos 25
mil hombres, la mitad de ellos provenientes de Nigeria, que la comandaría.
Pero, al mismo tiempo, operaba la diplomacia. El martes 8, autoridades de la
junta nigerina recibían en Niamey a Victoria Nuland, subsecretaria de Estado
para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, es decir, la número dos
de la diplomacia estadounidense. «Fue una conversación extremadamente franca
pero muy difícil y con pocos avances. Les dimos varias opciones para la
vuelta al orden constitucional, aunque me dio la impresión de que no las
consideraron», comentó la diplomática. La Cedeao estaba reunida ayer jueves
en Abuya, la capital de Nigeria, «analizando la situación».



***



Las manifestaciones de apoyo al golpe en Niamey fueron organizadas por un
movimiento llamado M62, que reúne a varias centrales sindicales y a una
veintena de organizaciones de la sociedad civil nigerinas que, unos meses
antes del levantamiento, ya habían reclamado el desmantelamiento de las
bases militares extranjeras. «Nuestro movimiento», dijo al diario italiano
Il Manifesto (1-VIII-23) Abdourahmane Ide, integrante de la dirección del
M62, «nació hace algunos años para protestar contra el gobierno de Mahamadou
Issoufou, primero, y contra el de Bazoum, después, por su política económica
y sobre todo por la presencia de soldados extranjeros en el país. Tras el
fin de la operación Barkhane en Mali [en 2022] varios miles de soldados
franceses llegaron a Níger para sumarse a los que ya estaban, algo para
nosotros inaceptable».



Ide explicó que el ejército nigerino se basta para «hacer respetar la
seguridad nacional» y que, si se trata de combatir a los integristas
musulmanes de Al Qaeda, el Estado Islámico y Boko Haram, que se han
expandido por toda la zona del Sahel, la operación Barkhane francesa se ha
mostrado totalmente ineficaz. Hay quienes piensan, incluso, en Níger, en
Burkina Faso, en Mali, que las tropas francesas son cómplices del yihadismo,
y que lo han usado como pantalla para perennizar su presencia en estas
tierras y expoliar sus recursos, consignó en marzo en Le Monde Diplomatique
Rémi Carayol, un periodista que publicó hace algunos meses un amplio trabajo
de investigación sobre las intervenciones militares francesas en su patio
trasero africano, Le Mirage sahélien: la France en guerre en Afrique («El
espejismo saheliano: Francia en guerra en África»).



Uno de quienes así piensan es Alassane Sawadogo, coordinador del Frente de
Defensa de la Patria burkinés. «¿Cómo explicar que, con los medios de que
disponen, los franceses no hayan sido capaces de derrotar a grupos
armados?», en los ocho años que duró la operación Barkhane, se preguntó el
dirigente. El año pasado Mali acusó en Naciones Unidas a Francia de armar a
los yihadistas, recordó Carayol. Sin llegar a tanto, el nigerino Ide piensa
también que el combate al integrismo musulmán ha sido una excelente excusa
para franceses y estadounidenses «para montar bases militares en Níger con
complicidad de los gobiernos nacionales y expoliar los recursos del
subsuelo», según dijo a Il Manifesto. Y agregó que su movimiento pretende
«colaborar con Mali y Burkina Faso, que, desde que expulsaron a los
franceses [entre el año pasado y este] y se aliaron con los rusos, han visto
mejorar sus condiciones de vida. Los rusos no nos han explotado como lo han
hecho los franceses, y para combatir el peligro del fundamentalismo islámico
es también más conveniente confiar en ellos» que en los occidentales.



En Mali, en Burkina Faso, en Guinea, en República Centroafricana, es
fundamentalmente Rusia, pero también China, quienes han reemplazado a
Francia y a Estados Unidos como potencias hegemónicas, en el plano
económico, en el comercial y también en el militar. Los paramilitares rusos
de Wagner se mueven con libertad en esos países y estarían jugando un papel
central en el combate al yihadismo. Según afirmó el canal de televisión
árabe Al Jazeera, la junta nigerina habría pedido formalmente ayuda a Wagner
en caso de ataque occidental. Carayol no cree, sin embargo, como tampoco lo
creen varios investigadores africanistas consultados por el portal francés
Mediapart, que Moscú esté detrás del golpe en Níger. Aunque lo beneficie.



***



Frenar la influencia rusa y asegurarse el control de riquezas, como el
uranio, mucho más que cualquier preocupación por la «consolidación de la
democracia» en la región, aparecen entre los factores principales que
alentarían una intervención militar contra Níger liderada y ordenada por los
países occidentales y protagonizada por soldados africanos. Níger es el
séptimo productor mundial de uranio, un metal fundamental en el
funcionamiento de las centrales atómicas, básicas para el abastecimiento
energético de países como Francia, cuya matriz energética es esencialmente
nuclear (70 por ciento).



Hasta muy recientemente, Níger era el primer abastecedor de Francia en
uranio (en 2022 fue desplazado por Kazajistán, primer productor mundial del
mineral) y el cuarto abastecedor de la Unión Europea. Una empresa francesa
(Orano, ex-Areva) controla la producción del mineral en suelo nigerino.
Hasta 2014, en virtud de los acuerdos de «cooperación» firmados entre París
y Niamey, la compañía apenas pagaba un 5,5 por ciento de regalías sobre el
uranio producido en las minas nigerinas. Desde entonces pasó a pagar un 12
por ciento. Una miseria de todos modos para una empresa cuyos ingresos más
que duplican los de Níger, un país en el que, además, menos del 20 por
ciento de la población tiene acceso a la electricidad, pero cuyo uranio
contribuye a encender una de cada tres lamparitas en Francia. Frutilla de la
torta: cuando los precios del uranio en el mercado internacional caen, Orano
cesa la producción. Poco le importa que «toda una región de Níger quede en
situación de precariedad extrema», como poco le importan las consecuencias
ambientales y sanitarias de esta explotación minera, de la que es la primera
beneficiaria, dijo a Mediapart (6-VIII-23) la historiadora francesa Camille
Lefebvre, directora de investigación en el Centro Nacional de Investigación
Científica de París y especializada en la ocupación colonial en Níger a
fines del siglo XIX.



***



Desde que fue electo presidente, Mohamed Bazoum fue un fiel aliado de
Occidente, y en particular de Francia, consignó el miércoles 2 en Le Monde
Diplomatique el investigador especializado en África Philippe Leymarie. Tras
la ruptura de Burkina Faso y Mali con París, Níger era hasta ahora, junto
con Chad, el único de los diez países de la región del Sahel favorable a la
permanencia de tropas francesas. Liquidada en noviembre pasado la operación
Barkhane, instituida en 2014 por París para combatir la insurgencia
islamista en la zona, Niamey se había convertido en el corazón de una suerte
de Barkhane 2, con su base aérea de donde despegaban drones y cazas, y sus
1.500 soldados. Níger era también un aliado económico incondicional de
Occidente, una condición que el presidente de Estados Unidos Joe Biden le
había reconocido expresamente a Bazoum en diciembre pasado. Y, para la Unión
Europea, un país clave en su dispositivo de contención de la inmigración
africana hacia sus fronteras. Hay hoy en Níger –«país de llegada, tránsito y
partida de refugiados», según un reciente informe de la Organización
Internacional para las Migraciones– unos 300 mil refugiados provenientes
mayoritariamente de Nigeria. Para la Unión Europea se trata de retenerlos
lejos de su «jardín», y con ese fin firmó con Niamey el mismo tipo de
acuerdos que estableció con otros países ubicados fuera de la fortaleza
Europa.



***



Luego de ir perdiendo, una a una, su veintena de colonias africanas, entre
1958 y fines de la década siguiente, París recompuso un sistema de
relaciones con su patio trasero que se tradujo en lo que se conoció como
Francáfrica, una suerte de superestructura neocolonial dotada de
instrumentos políticos, económicos, acuerdos de seguridad y mecanismos
monetarios. La mayor parte de sus excolonias se incorporó a ese sistema, en
virtud del cual Francia se reservaba la posibilidad de intervenir
militarmente para garantizar la «estabilidad» de sus aliados. Desde hace al
menos un par de décadas se dice en París que la Francáfrica es cosa del
pasado y que el país ha ido construyendo un nuevo tipo de relaciones con sus
excolonias, supuestamente más respetuoso de su autonomía.



Pero está lejos de ser esa la realidad, remarcó por estos días, entre muchos
otros, el doctor en Historia y militante africanista Amzat Boukari-Yabara.
«El acta de defunción de la Francáfrica sigue sin aparecer», dijo el
investigador a Mediapart (6-VIII-23). «El caso de Níger es probablemente más
significativo que el de Mali o Burkina Faso, puesto que ha sido presentado
como un aliado estable de París, un cerrojo de seguridad en el Sahel y un
socio de las políticas migratorias de la Unión Europea». Con su posición
geográfica, Níger tiene un papel central en el sistema de dominación de
Francia en la subregión, y el golpe de fin de julio «les ha servido a los
militares franceses para reforzar su tesis de un efecto dominó que habría
que evitar» para impedir el contagio hacia Chad, Costa de Marfil, Congo,
Togo, Camerún, Gabón, agregó el historiador. Francia ha tratado siempre el
tema de sus relaciones con su patio trasero desde la defensa de sus propios
intereses, sean económicos o militares, y poco le ha importado la realidad
de esos países, en especial su extrema pobreza producto en gran parte de la
colonización, señaló, además, Boukari-Yabara.



«Eso ha generado odios, resentimientos, rebeliones», controladas con
intervenciones militares y gracias a la complicidad de las élites locales,
observa Camille Lefebvre. «Desde hace diez años Francia está en guerra en
este país y esta región sin haber hecho esfuerzo alguno para comprender lo
que allí sucede», y embarrando aún más la cancha, denunció la historiadora.
En todo el Sahel, indicó a su vez Boukari-Yabara, «se están viviendo todavía
las consecuencias de la intervención en Libia» de hace más de una década,
conducida por Estados Unidos y con participación de tropas francesas,
británicas y de otros países europeos, que provocó la desestabilización
profunda de la región. «Existe también una forma de arrogancia profundamente
colonialista ejemplificada en las declaraciones de Macron sobre la
fecundidad de las mujeres nigerinas como causa de la imposibilidad de
desarrollar el país. Son viejos lugares comunes que reaparecen y que no
llevan precisamente a que los nigerinos quieran a Francia.»



Los militares franceses –pero no solo ellos, también una buena parte de la
dirigencia política– están imbuidos todavía de la idea de que, si ellos se
van, los africanos van derecho a la catástrofe y quedarán a merced del
yihadismo. Ni siquiera perciben –destaca Lefebvre– que la propia presencia
militar extranjera, es decir, la suya, «puede ser un elemento que refuerce
la incidencia de los islamistas». Y qué decir del pasado colonial, destaca
la historiadora, autora en 2021 de L’Empire qui ne veut pas mourir: une
histoire de la Françafrique («El imperio que no quiere morir: una historia
de la Francáfrica»). Hacen como si eso pasado ya no contara, pero en Níger,
como en todo el Sahel, los africanos «llevan en su cuerpo, en su memoria, y
se transmiten de generación en generación los horrores de los asesinatos
masivos, de las violaciones colectivas» que marcaron los sesenta años o más
de dominio imperial.



La bronca contra sus propios gobiernos –depredadores o cómplices de la
depredación–, combinada con el rechazo al neocolonialismo y a la presencia
de las bases militares extranjeras, ha conducido a esta nueva realidad de
rebeliones en cadena en el patio trasero francés, apunta Lefebvre. Aunque el
viejo imperio no lo quiera ver.



Nota



1. La asistencia humanitaria –que alcanza a unos 4,5 millones de personas,
una quinta parte de la población total del país– por el momento se mantiene.

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