Argentina/ Tesis preliminares sobre la victoria de la ultraderecha. [Sergio Sommaruga}

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 1 13:35:32 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

1 de diciembre 2023

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Argentina

 

Tesis preliminares sobre la victoria de la ultraderecha 

 

Sergio Sommaruga

Brecha, 1-12-2023

https://brecha.com.uy/

 

Del hastío de la eterna postergación surgió el tánatos liberador. Las
promesas incumplidas son fábricas de defraudaciones en las que se produce el
hastío de esperar lo que ya se sabe que no va a venir. Millones de personas,
de los más de 14 millones que votaron a Milei, lo hicieron hartos de esperar
una buena vida que no llega, mientras los arrastra con fuerza la realidad de
las promesas incumplidas.

 

Lo primero, tras conocer los resultados de las elecciones del pasado domingo
19, fue el asalto de las emociones. Luego, con su rumiante trajinar, viene
la razón y su pelea contra la pereza del enfado y el beneficio siempre
generoso del reparto de culpas ajenas.

 

Estas tesis, preliminares, son el comienzo del lento rumiar de la razón en
busca de sentido, de la construcción de explicaciones que ayuden a entender
y de aprendizajes que permitan colocar la mirada en el día después… que
siempre es ahora.

 

I.

 

Del hastío de la eterna postergación surgió el tánatos liberador. Las
promesas incumplidas son fábricas de defraudaciones en las que se produce el
hastío de esperar lo que ya se sabe que no va a venir. Millones de personas,
de los más de 14 millones que votaron a Milei, lo hicieron hartos de esperar
una buena vida que no llega, mientras los arrastra con fuerza la realidad de
las promesas incumplidas.

 

En Argentina, solo en los últimos cuatro años de gobierno, la transferencia
regresiva de ingresos del trabajo al capital superó los 70.000 millones de
dólares. Cómo enojarse con el desencanto, si lo que todos ven es que pasa un
gobierno y otro y otro y la pendiente no deja de pronunciarse.

 

¿Qué ofrece el sistema en la vida real? Más pobreza, más desigualdad, más
violencia y más inestabilidad en el día a día. Las bonanzas del mercado
miope y los servicios limitados del Estado solo les llegan a los integrados,
y esos son cada vez menos. El resto de los «invitados» a la mesa –la nueva
mayoría en crecimiento– ya no tiene ni las migajas. El mundo de los
excluidos crece a una velocidad mayor que lo que el biempensante puede
permitirse aceptar. El sistema capitalista es un fabricante en serie de
promesas que no puede cumplir, y de esas frustraciones acumuladas y masivas
se alimenta la ultraderecha.

 

Así las cosas, Milei, que sin duda alguna es el representante más prístino
del sistema, se transformó en la opción predilecta para representar el
fastidio de la misma gente a la que el sistema le fastidia la vida. Dejar
vacío de significados ese malestar desde el pensamiento crítico es igual de
dañino que quedar pegado al sistema que lo produce.

 

Dos errores estratégicos, regalados en bandeja a las nuevas derechas del
mundo.

 

II.

 

Es temerario decir que el triunfo de Milei es el triunfo ideológico de la
extrema derecha, pero no hay testigo que desmienta que Milei ganó diciendo
lo que piensa. Nunca ocultó la radicalidad ideológica que anima su
pensamiento capitalista. Expresó, sin atenuantes, su odio a la justicia
social, su negacionismo del terrorismo de Estado y su apología del
pensamiento único. No ahorró insultos ni amenazas para quien pensara
distinto a él. Fue particularmente agresivo contra el pensamiento de
izquierda y las organizaciones de derechos humanos. Ni la letanía keynesiana
quedó a salvo de su inquina autoritaria. Incluso, llegó a deslizar la tesis
paleolibertaria de Rothbard, su mentor ideológico, acerca de la legitimidad
de la venta de niños y del mercado de compraventa de órganos humanos.

 

Milei ganó con la mochila del desencanto de la gente ante el reinado de la
precariedad, sí, pero ganó diciendo lo que piensa. Ganar, a pesar de tanto
alarido endemoniado, fue posible, mal que nos pese, porque la ultraderecha
se quedó socialmente con el discurso que impugna y solivianta. La
ultraderecha se convirtió en la voz del hartazgo, frente a una
socialdemocracia que le hablaba de «movilidad social ascendente» a una
sociedad que cría a dos terceras partes de las niñas y los niños en la
pobreza y en la expropiación de derechos fundamentales. La ultraderecha, con
su relato oscuro, autoritario y de odio exacerbado, se convirtió en la
interpelación a una sociedad con una pobreza del 40 por ciento y un aumento
de precios descontrolado (140 por ciento de inflación anual). La
ultraderecha se apoderó del hastío, pero sobre todo del deseo de entrar de
los millones que el propio sistema deja afuera y va a seguir dejando afuera.

 

El centrismo y todos sus cultores, que repiten el mantra de que solo se gana
al llegar al centro político, se quedó con un éxito lleno de fracasos, ante
un pueblo que ya no les creía. Ni siquiera como último y desesperado refugio
ante el miedo al abismo. La socialdemocracia y buena parte de la izquierda
contemporánea están llenas, repletas de esa verdad sagrada que la extrema
derecha acaba de devorarse.

 

Es deseable y necesario que esa autocrítica y esa interpelación vengan, que
se pongan en palabras y que el consenso centrista asuma su responsabilidad
política e ideológica. Si no se cuestionan los dogmas, el pensamiento queda
encerrado, sin posibilidades de hacer nada para cambiar las cosas. Renunciar
a impugnar el sistema capitalista, a explicar sus fallas y sus
contradicciones, mientras se brinda en las altas copas de la ideología de la
gestión y las virtudes de la buena administración, es pegarle un golpe de
gracia a la política y, en ese mismo acto, dejar la mesa servida para los
lobos hambrientos y sus secuaces.

 

El consenso centrista no comprende el mundo socialmente existente e induce
al pensamiento crítico a dejar de hablar con sus palabras, de pensar con sus
categorías y de hacer pedagogía política con la esperanza de su visión del
mundo. He aquí una de las condiciones de posibilidad del resurgimiento de
las nuevas derechas.

 

III.

 

La izquierda fracasa en su tarea pedagógica y en su función estratégica. No
explica bien, no convence, no emociona. O no lo hace lo suficientemente bien
como lo hace la extrema derecha.

 

Milei es el hijo predilecto del sistema, pero es el único que aparece como
antisistema. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo hizo el hacha para convencer a todo
el bosque de que se necesitaban más hachas para frenar la deforestación?
Algo le está saliendo mal y no alcanza con echarles la culpa a todos los
demás.

 

La falta de un programa de transición, con perspectiva histórica, con
mediaciones subjetivas con el pueblo realmente existente y con audacia
táctica para enfrentar las asimetrías de poderes fácticos a las que se debe
enfrentar el proyecto emancipador es el lastre de una práctica política que
tiende a limitarse a la denuncia y la resistencia, cuando no al confort del
autoconsumo ideológico.

 

IV.

 

La gravitación de las extremas derechas capitalistas está lejos de
extinguirse. Las derrotas de Trump y Bolsonaro fueron emblemáticas, pero no
fueron el cierre de un ciclo histórico.

 

Es menester advertir un desafío inminente. El estiramiento del límite de lo
decible y de la aceptabilidad social del odio que la ultraderecha necesita
como el aire requiere de una vigorosa reinvención política y cultural de las
cosmovisiones críticas y anticapitalistas para cortar ese metabolismo. Hay
que reinventarse y volver a las raíces, con la imaginación en el futuro,
porque las nuevas derechas no se van a ir y desde el consenso centrista no
se las va a detener. Hay que recuperar el humanismo radical, el sentido de
lo comunitario y el amor por el bien común. Y luchar, sin pausa ni tregua,
por recuperar la libertad de las fauces del egoísmo.

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