Argentina/ Lo dijo y lo hizo. El decreto de Milei: un salto al vacío. [Ezequiel Ipar]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Jue Dic 28 14:19:40 UYT 2023
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Correspondencia de Prensa
28 de diciembre 2023
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Argenrina
El DNU de Milei: un salto al vacío
Lo dio y lo hizo
Estamos frente a un presidente que confundió el mandato de ordenar la
macroeconomía con la tarea mesiánica de refundar la sociedad sobre las bases
de un libertarianismo conservador. Pero estamos, también, frente a una
sociedad civil que mayoritariamente votó un programa de extrema derecha
jugando con la fantasía de que no haría “las cosas que dijo que iba a
hacer”. Este tipo de derechas radicales les ofrecen a esos sujetos
frustrados devolverles el protagonismo a través de un repliegue narcisista y
un autoritarismo paranoico que señala chivos expiatorios hacia todos lados.
La co-responsabilidad de los ciudadanos —escribe Ezequiel Ipar— es una
condición del debate público, la crítica social y la reflexión abierta sobre
alternativas políticas.
Ezequiel Ipar *
Revista Anfibia, diciembre 2023
https://www.revistaanfibia.com/
Es muy probable que estemos frente a un presidente que confundió el mandato
de ordenar la macroeconomía con la tarea mesiánica de refundar la sociedad
sobre las bases de un libertarianismo conservador. Pero hay que señalar —y
es importante insistir en esto— que también estamos frente a una sociedad
civil que mayoritariamente votó un programa de extrema derecha jugando con
la fantasía de que no iría a hacer “las cosas locas que dijo que iba a
hacer”.
Cuando advertimos que existía un riesgo democrático debajo de la candidatura
de la derecha radical vernácula nos referíamos exactamente a que sucediera
lo que acaba de pasar: un decreto de necesidad y urgencia (DNU) que modifica
y deroga más de 300 leyes que se refieren a aspectos trascendentales de la
vida social, económica, cultural y política de nuestro país. Sabemos que en
el pasado se han votado delegaciones de facultades y se han aprobado normas
que intentaban responder a situaciones de emergencia económica. En todos los
casos, tratándose de medidas discutibles, eran normas que provenían de
acuerdos políticos y que fueron sancionadas en el parlamento siguiendo los
procedimientos legales que estipula la constitución. El decreto que tenemos
delante nuestro es un auténtico estado de excepción en materia de sanción
normativa y, lo que es aún peor, una habilitación al uso desenfrenado de la
autoridad política delegada.
Milei se aprovecha, sin dudas, de una reglamentación que establece un
control débil y mal pensado para este tipo de decretos. La ley que regula
los DNU genera objetivamente incentivos para legislar sobre problemáticas
importantes a través de herramientas libradas a la discrecionalidad del
presidente. Resulta incoherente que la indiferencia de una cámara sea
suficiente para aprobar una norma que de lo contrario requeriría de la
deliberación y la aprobación de las dos cámaras.
El antecedente que dejará este decreto en particular tiene consecuencias
sistémicas mucho más amplias, tanto para el juego político como para la
estabilidad de las normas jurídicas. Si estas grandes transformaciones de la
sociedad se pueden hacer recurriendo a esta herramienta legal
extraordinaria, todo el sistema jurídico se debilita en el tiempo y, al
mismo tiempo, la competencia por el poder político se transforma
radicalmente. ¿Qué sentido tendría, a partir de ahora, disputar el poder
legislativo de los senadores y diputados o las funciones interpretativas de
los tribunales de justicia si el presidente puede derogar, modificar y
aprobar una extensa cantidad de leyes cuando lo desee? Este precedente
caótico no se borraría ni dentro del propio sistema jurídico ni en los
hábitos de los actores políticos, reorganizando el conjunto de la vida
pública en un sentido posdemocrático.
Todas estas anomalías y excesos ponen de manifiesto múltiples fracasos.
Muchos de ellos ya han sido glosados hasta el cansancio, empezando por el
desempeño del gobierno anterior en un contexto de múltiples crisis que lo
desbordaron. Pero en términos políticos es muy notorio el fracaso del
parlamento para llegar a acuerdos sobre temas importantes para la sociedad y
la economía en momentos de crisis. Muchos dirigentes políticos y
legisladores de diferentes partidos del campo democrático vislumbran la
necesidad de estos acuerdos. No es razonable que con cada cambio de gobierno
cambie el régimen monetario, los niveles permitidos de endeudamiento público
o la estructura del sistema tributario. El parlamento también es
co-responsable del orden macroeconómico. De lo contrario, todos los cambios
de gobierno se transforman en una oportunidad para “el negocio del caos
político”, que puede ofrecer sorprendentes beneficios económicos según como
se hayan hecho las apuestas y el poder de influencia que se tenga sobre los
nuevos funcionarios. Cuando el parlamento no delibera ni decide sobre
cuestiones relevantes para la sociedad termina arrinconado en un doble
fracaso: desprestigiado frente a los ciudadanos y delegando las decisiones
que eran motivo del desacuerdo político en la figura del presidente. Hacia
adelante resultará fundamental recordar que los legisladores democráticos
son aquellos que colaboran con ideas nuevas para enfrentar problemas
públicos y que logran crear las condiciones de negociación política para
evitar ese tipo de dilemas en los que ambos caminos conducen al precipicio.
Si analizamos el decreto desde el punto de vista de la voluntad política que
construye por esta vía excepcional —desconociendo mientras escribimos esto
el destino final que tendrá— lo que aparece es la aventura de un salto al
vacío en términos normativos, que pretende reflejar especularmente el salto
al vacío al que se invitó a los ciudadanos al momento de canalizar las
adhesiones hacia el candidato de la derecha radical. Es notable la forma
ideológica y marcadamente autoritaria de toda la construcción. La imagen del
candidato exaltado que rápidamente habría sido transformado a través de la
mediación de Macri en un presidente pragmático duró apenas una semana, menos
de lo que duró la misma fantasía con Trump o Bolsonaro.
Con poco más de diez días en el ejercicio del poder ejecutivo Milei ejecuta
lo que imagina que es la refundación de la sociedad mediante un único acto
creador: el de su voluntad como soberano iluminado. En el fondo de esta
decisión late la creencia mágica, muy probablemente compartida con muchos de
sus simpatizantes, en el carácter absoluto del poder simbólico. Como si los
símbolos que el sujeto cree que puede manipular con destreza tuvieran la
capacidad omnipotente para atravesar lo real recreándolo desde la nada, este
refundacionalismo delirante capta algunos de los efectos que dejó la
pandemia y un mal gobierno en los sujetos. Lo mismo sucede con la
interpretación de la idea de urgencia que invoca el decreto, que parece
extraída de los manuales de teología política de Carl Schmitt y no de una
lectura concreta de los problemas urgentes de la sociedad argentina. El
modelo sobre el que viene insistiendo para hablar y decidir el presidente
Milei sigue la idea básica de lo que Kant llamaba autocracia: el régimen
político que tiene una única relación, la relación de un único sujeto
(soberano legislador) con el pueblo (súbdito obediente). No se ve cómo de
ahí pueden salir respuestas para las dificultades de una sociedad compleja y
plural como la sociedad argentina.
La construcción de la confianza de los desconfiados (aquellos que no creían
que Milei haría lo que decía que iba a hacer) también hay que analizarla en
sus pliegues subjetivos e ideológicos. Entre la megalomanía de este tipo de
candidatos y las fantasías que llevan los ciudadanos al cuarto oscuro
existen muchas mediaciones y relaciones de poder que inciden. Pero en las
democracias no se puede rehuir en ese vínculo a la cuestión de la
responsabilidad. Si queremos evitar que todo el edificio del autogobierno
del pueblo se desmorone, la co-responsabilidad de los ciudadanos es una
condición del debate público, la crítica social y la reflexión abierta sobre
alternativas políticas.
Las democracias occidentales tienen que lidiar hoy no sólo con el malestar
de una globalización opaca y desigual en la asignación de oportunidades,
sino también con la frustración de una ciudadanía que no encuentra
respuestas en las instituciones desde hace mucho tiempo. Las derechas
radicales como la que encarna Milei en Argentina les ofrecen a esos sujetos
frustrados devolverles el protagonismo a través de un repliegue narcisista y
un autoritarismo paranoico que señala chivos expiatorios hacia todos lados.
Las masas neoliberales tienen una afinidad estructural con este tipo de
soluciones políticas que hoy se encarnan en el puño de un gobierno cesarista
y la melodía mitológica de la lucha de la alt-right contra el socialismo y
la justicia social.
Va a ser muy difícil, en este contexto, recrear la promesa igualitaria de la
democracia sin acuerdos a la altura del desafío político, sin ideas que
saquen a la ciudadanía de la frustración, sin responsabilidades
institucionales en los otros poderes públicos y, fundamentalmente, sin el
coraje de dirigentes políticos que sean capaces de desengrietar viejos
conflictos y crear nuevas alternativas frente a las arbitrariedades del
poder ejecutivo.
* Sociólogo (UBA), Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos
Aires (UBA) y Doctor en Filosofía por la Universidad de Sao Paulo (USP). Es
Investigador del CONICET y profesor en el área de teoría sociológica en la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente dirige el LEDA-UNSAM
(Laboratorio de estudios sobre democracia y autoritarismos) y el GECID-UBA
(Grupo de estudios críticos sobre ideologías y democracia). Sus principales
áreas de investigación son: la teoría crítica de la sociedad de la Escuela
de Frankfurt, la sociología de la democracia y la crítica de las ideologías.
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