México/ Memoria, justicia y reparación: la guerra sucia contra mujeres trans. [Kau Sirenio]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 29 13:51:26 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

29 de diciembre 2023

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México

 

Memoria, justicia y reparación: la guerra sucia contra mujeres trans 

 

Ellas, igual que un número aún indeterminado de estudiantes y disidentes
políticos, fueron víctimas de un sistema que las criminalizó y las torturó
sólo por ser quien eran durante, quizás, la época más oscura de México. Esas
mujeres trans que un día fueron víctimas, hoy levantan la voz para exigir
memoria, justicia y reparación del daño

 

Kau Sirenio, Ciudad de México *

Pie de Página, 28-12-2023

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Durante el periodo de la Guerra Sucia, que duró al menos cuatro décadas
(1960-1990), el Estado mexicano desató una persecución en contra de todas
las expresiones de la disidencia: guerrilleros, universitarios,
sindicalistas, profesores y mujeres trans, a manos de militares y la
entonces Policía Judicial, que actuaron con total impunidad, dejando heridas
que no han podido sanar. 

 

Todas las personas que eran llevadas al centro de detención de Tlaxcoaque,
sede de la extinta Dirección de Policía y Tránsito del entonces Distrito
Federal, fueron torturadas por el temible Miguel Nazar Haro, quien dirigió
la Dirección Federal de Seguridad (DFS) de la Secretaría de Gobernación
entre 1978 y 1982. 

 

Conocida como la policía política del país, sus integrantes recorrían las
calles de la Ciudad de México en busca de quienes consideraban disidentes,
cuando no lograban encontrar algún estudiante con propaganda, recurrían a la
detención de mujeres trans, a pesar de que no estaban inmiscuidas en ese
tipo de actividades.

 

Así lo cuenta Ema Yessica Duvali, de 62 años, activista sobreviviente del
sistema de represiones del Estado mexicano: “La policía tenían una cuota
humana, los jefes les exigían a los subjefes que tenía que detener un número
de personas, yo por ser un chico de cabello largo podía ser alguien que
estuviera fumando mota o disidente; solo por eso me detuvieron”. 

 

En la calle de Puente de Alvarado y calzada México-Tacuba esas redadas eran
recurrentes: “Pudiera ser alguien que caminara en la calle, pero
definitivamente a las mujeres trans nos pusieron el dedo, el dedo porque
éramos muy visibles y porque salíamos de trabajar a la 1 o 2 de la mañana”,
explica Duvali.  

 

“El sistema, a mí me cuartó la posibilidad de crecimiento personal, la
posibilidad de poder ser una mujer trans sin vivir tanta violencia, de haber
tenido una vida productiva como persona”, sostiene en entrevista y agrega:
“el sistema me reprimió, en lugar de una escuela, un trabajo y servicios
médicos me mandó las a fuerzas policiacas y militares porque el trabajo
sexual, vestirse de mujer, era un delito, a nosotras nos dijeron que éramos
criminales y no tuvimos mayor oportunidad de un crecimiento personal humano
y como mujeres”. 

 

En estas detenciones arbitrarias, la policía política de la DFS arrasaba con
quien se encontrara en las calles, a las mujeres trans las llevaban a
cárceles clandestinas donde les cortaban el cabello, luego las llevaban para
servicio sexual; primero pasaba el jefe de la policía, seguían los custodios
y los judiciales; a veces eran 10 o hasta 20 los que abusaban de ellas;
cuando no cedían las pateaban y violaban. 

 

“Trabajábamos ejerciendo el trabajo sexual, como éramos muy notorias fuimos
la carne de cañón, ellos detenían de a 75 personas, una noche se llevaban 50
mujeres, era la cuota; después venían los verdaderos criminales: eran
verdaderos violadores, sí, eso eran”, narra con un nudo en la garganta
Duvali. 

 

Las mujeres que se oponían a la humillación de los policías, eran desnudadas
y ahogadas en tambos con agua: “Me tocó ver esas torturas en contra de
mujeres trans, gay y mujeres genéricas; había estudiantes que no soportaban
las golpizas. Lo peor de todo, si no estabas políticamente ideologizado y
ser de una comunidad no binaria, la tortura era más cruel”.

 

Entre la plática sale la madeja que lleva a otro paisaje de la historia de
la represión política: “Viví con trauma, cada que salía a la calle volteaba
de un lado a otro y cuando topaba con un coche que traía vidrios ahumados,
sin placa y con dos o tripulantes era traumático; recibí terapia psicológico
para quitarme la idea que ellos me metieron a la cabeza; que yo era una
criminal por eso viví con culpa creyendo que en mi casa había un criminal
que se vestía de mujer, eso me lo provocaron a mis 17 años”.

 

Duvali pone la mirada hacia el reportero y agrega: “Tenían permiso para
cometer esas atrocidades en contras de mujeres trans, fue muy doloroso,
porque muchas de nuestras compañeras estaban solas, sin familiares ni amigos
que las hicieran fuerte, tuvieron que levantarse de las mazmorras para decir
aquí estamos”. 

 

De acuerdo con los testimonios que víctimas de la Guerra Sucia narraron en
los distintos Diálogos por la Verdad, que organizó el Mecanismo para el
Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico de las violaciones graves
a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990, se supo que las agresiones
vinieron de Fuerzas Armadas, corporaciones policiacas y otras instituciones
de seguridad.

 

Verónica, otra de las víctimas, así narra su experiencia: “Llegué muy chica
a la Ciudad de México tuve que vivir en las calles porque no tuve
oportunidad por ser trans; se me abrieron las puertas, pero para ir a la
calle a trabajar en el trabajo sexual o a la prostitución, en ese entonces
el régimen del Negro Durazo –Arturo Durazo Moreno o “El Negro Durazo”, jefe
del Departamento de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal,
durante el sexenio del presidente José López Portillo– tenía una policía
equiparada con la Gestapo”. 

 

“Era una policía muy dura y violenta que nos hizo mucho daño a nosotras las
mujeres trans, fuimos humilladas, discriminadas, violentadas física y
moralmente, muchos compañeros quedaron muertos en manos de esos despiadados
agentes; vi cómo tantos compañeros cayeron muertos en las calles por esos
hombres. 

 

“Fue mucha violencia, nos llevaban a las carreteras para violarnos y
dejarnos tiradas, nos llevaban a la Diana cazadora –un conocido monumento en
la CDMX–, ahí nos tenían desnudas en horas, a pesar del frío que hacía en
diciembre; nos dejaban desnudas en las calles de las colonias Morelos,
Guerrero y Peralvillo. 

 

“Nos quitaban todo, en ese entonces no podíamos tener una casa o
departamento digno, porque ellos llegaban a nuestras casas y se llevaban
todo y no podíamos levantar la voz, si uno protestaba era uno golpeada; por
tantos golpes perdí el oído, de verdad era un horror lo que vivimos. Quedé
mal de mis oídos dónde me golpearon, quedé mal de mis piernas por tantas
patadas que recibí, perdí la dentadura por tantos golpes; tenía 15 años
cuando ellos me tiraron mis dientes.

 

“Yo trabajaba en la calle, ellos llegaban y te subían, era parejo, nos
llevaron a los sótanos de Tlaxcoaque, era sótanos muy fríos, cuando entrabas
al estacionamiento e ibas bajando las escaleras te daba mucho escalofrío,
porque era un frío tremendo que se sentía en medio de la oscuridad.

 

“No sabía si era de día o de noche, ahí estuve semanas, muchas compañeras
salieron muertas, otras salieron enfermas o las sacaban para morir, nunca
volvimos a saber de ellas”, narra Verónica.

 

La reparación 

 

Una vez las mujeres trans recuperaron su libertad, muchas de ellas se
refugiaron en el alcohol para sobrevivir al trauma que llevaban a cuestas
por la forma en que las querían desaparecer; sin embargo, varias de ellas
recuperaron fuerzas para continuar con su lucha y por la defensa de los
derechos humanos. 

 

“Primero buscamos terapias psicológicas para restablecer nuestro estado de
ánimo, porque salimos golpeadas, era mucho el dolor que sentíamos en contra
del Estado mexicano porque nos trataron como criminales por el solo hecho de
ser mujeres trans”, reclama Verónica. 

 

Agrega: “Tenemos colectivos de mujeres trans, son  defensoras de los
derechos humanos de nosotras las mujeres trans; ahora estamos organizadas,
hay muchas compañeras activistas que levantan la voz en contra de esa
violencia que vivimos en los años de López Portillo, de Durazo Moreno, de la
policía del DF, bueno levantamos la voz y nos escuchan”.

 

Con voz pausada, Verónica reconstruye cada pedazo de su pasado, de cuando no
había organizaciones de derechos humanos o colectivos de derechos humanos
que las escucharan: “Los colectivos nacen hace como 15 años, antes no
teníamos quien levantara la voz por nosotras, no teníamos quien nos
escuchara”. 

 

Entre las nuevas luchas de las mujeres trans víctimas de la guerra sucia en
la Ciudad de México es demandar la reparación del daño, el cual incluye
vivienda digna, una pensión que les permita vivir en los últimos años de
vida porque la tortura que fueron sometidas les dejó secuelas y no pueden
trabajar. 

 

“Qué padre que no va a volver a suceder, que nunca más vuelva a suceder,
pero nosotras sí demandamos una reparación del daño y que esto sea
económico”, dice Duvali pero añade tajante que: “Los daños que nos causaron
son irreparables, después de las detenciones y liberación, lo único que
podíamos hacer era el trabajo sexual; pudimos sobrevivir de muchas otras
maneras, pero el estigma era muy fuerte, es por eso que la reparación del
daño sea económica, porque no pude tener la posibilidad de una pensión”. 

 

La violencia política en contra de los movimientos sociales y víctimas de la
guerra sucia es investigada por la la Comisión para el Acceso a la Verdad,
el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones
Graves a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990, sin embargo, sus
integrantes han denunciados que los militares no han entregado todos los
archivos que permitan conocer quiénes son los perpetradores y cuáles fueron
las razones para cometer los agravios en contra de la población civil. 

 

* Kau Sirenio, periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero.
Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero,
locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y
Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en
lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.

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