Nicaragua/ Los últimos días del mítico Comandante Uno en El Chipote. [Wilfredo Miranda - Testimonios]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Feb 16 15:03:36 UYT 2023


  _____

Correspondencia de Prensa

16 de febrero 2023

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

  _____



Nicaragua



Los últimos días del mítico Comandante Uno en El Chipote



En este relato inédito de la gravedad de Hugo Torres en El Chipote, sus
compañeros de celda narran a Divergentes la crueldad policial contra un
hombre de la tercera edad, cuya salud empeoró en cuestión de meses. “Lo
miraba envejecer cinco años al día”, dice Alex Hernández, reo desterrado,
hasta que el general en retiro se desplomó y fue trasladado tardíamente al
hospital donde falleció. La muerte del exguerrillero sandinista en manos de
la dictadura Ortega-Murillo pudo ser evitada con atención médica oportuna,



Wilfredo Miranda Aburto, desde Virginia, Estados Unidos

Divergentes, 15-2023

https://www.divergentes.com/



“Hugo, Hugo, ¡Hugo!… ¿Está bien?”



Las molestias, en específico ese dolor profundo en la espalda y en sus
piernas, resultaron insoportables para el general en retiro Hugo Torres la
noche del 12 de diciembre de 2021. Más temprano, los carceleros de El
Chipote le dieron por fin un medicamento prescrito por un especialista,
después de casi dos meses y medio de una desmejoría notable de su salud. El
hombre de 73 años se levantó de la colchoneta y con dificultad se sentó al
filo del camarote de concreto, apoyándose en ambas manos, descansando su
agobiado cuerpo. Clavó la mirada al piso, desorientado, incapaz de discernir
la pregunta que su compañero de celda le hacía con creciente desespero.



– Hugo, Hugo, ¡Hugo! ¿Está bien? – insistía Alex Hernández.  



El general se desplomó. Esa fue la respuesta…



Se desvaneció y por suerte, dice Hernández, estaba en el lugar preciso: “le
puse una mano en el abdomen y lo empujé contra el muro, sino se hubiese
desbaratado la cara contra el piso”, relata el preso político a Divergentes
en Virginia, Estados Unidos, donde sus captores, Daniel Ortega y Rosario
Murillo, lo desterraron junto a 221 reos este 9 de febrero. Hernández
intenta que el relato no le quiebre la voz y que sus ojos negros no le
agüen. Para él, no sólo se trataba de un compañero de celda, sino de un mito
frente a él en una de las mazmorras lúgubres de El Chipote: El ‘Comandante
Uno’, el protagonista de la toma de la casa de Chema Castillo (1974) y el
Asalto al Palacio (1978), dos de las gestas definitorias de la guerrilla
sandinista y que condujeron al derrocamiento del somocismo.



“Lo acosté como pude. Hugo estaba, no sé, convulsionando… Temblando porque
creo que estaba sintiendo algún tipo de dolor: apretaba los puños y se
escuchaba que le rechinaban los dientes”, reconstruye Hernández. El preso
político temió lo peor al percatarse que los ojos del general en retiro
estaban abiertos, desorbitados, moviéndose sin sincronía el uno con el otro.




“Como soy cristiano lo primero que hice fue encomendarlo a Dios. Le dije:
‘Hugo, si me escuchas, le estoy diciendo al Señor que te lleve con bien. Que
el Señor te reciba. Hugo, en el nombre del Señor pido que se te perdonen
todas tus culpas pendientes… Hugo, yo sé que el Señor te va a recibir porque
todo este sacrificio no va a ser en vano’. Se me estaba muriendo frente a
mí”, recuerda Hernández. Corrió hacia las rejas a llamar al centinela de
turno: “¿Me escuchás? ¡Vení, vení ve!”.



Los gritos de Hernández espabilaron a los presos políticos que estaban en
las celdas contiguas del pabellón de aislamiento de varones, unos aún
despiertos y otros ya casi dormidos. Dora María Téllez, la única mujer que
estaba confinada en esa galería, escuchó “la bulla” que provenía de la celda
seis, la de Hugo Torres, su excompañero de armas, y con quien en los noventa
rompió con el Frente Sandinista “secuestrado” por Daniel Ortega para fundar
el Movimiento Renovador Sandinista (MRS). Un partido político conformado por
“traidores”, según la visión del caudillo sandinista, al punto que fue uno
de los primeros ilegalizados en 2008, una década antes de que las protestas
sociales de 2018 cimbraron a Nicaragua.



Desde el cisma en el Frente Sandinista en los noventa, Torres y Téllez han
sido perseguidos por su excompañero de armas. Ortega y Murillo señalaron,
sin pruebas, a estos míticos exguerrilleros de intentar un “golpe de Estado
en su contra” y de “conspirar para cometer menoscabo a la integridad
nacional”. La pareja presidencial inició una cacería de opositores en junio
de 2021 para conseguir una elección sin competencia y en ristre estuvieron
“los MRS”.( Movimiento Renovador Sandinista, que luego pasó a denominarse
Unión Democrática Renovadora: ndr). Así fueron arrestados el 13 de junio de
2021 los Comandantes Uno y Dos. Téllez trató de ver hacia la celda seis,
donde provenía la “bulla”, es decir los gritos de Alex Hernández,
atravesando hasta donde pudo su cabeza entre dos barrotes. El campo de
visión era limitado. Ella usó los anteojos como espejo y vio al centinela
que venía corriendo por el pasillo.



Era el guardia al que Hernández alertó, pero que no pudo abrir de inmediato
la celda porque no tenía la llave. Llega otro policía a corroborar la
situación y tampoco abrió la celda porque no llevaba la llave. Varios
minutos perdidos. “Después abren la reja y otro imbécil que estaba allí le
dice a Hugo ‘vamos’, le decía que se levantara, como que él podía… Entonces
con mi compañero de celda lo suspendimos hasta el portón de la celda y otro
oficial bastante grande se lo llevó cargado”, describe el preso político, y
recuerda que una oficial femenina lloraba. “Era una oficial que apreciaba a
Hugo; nos dijo ‘cálmense, muchachos, Huguito va a estar bien’. Ella le decía
Huguito de cariño porque respetaba su figura. Habían seres humanos en El
Chipote, aunque claro, estaban otros seres aborrecibles”, agrega.



Telléz reconoció de inmediato al Comandante Uno cuando el oficial lo llevaba
a cuestas: “Cuando pasan frente a mi celda, Hugo va con el brazo izquierdo
arrastrándose por el piso, exánime… Yo veo esa imagen y sé que eso no es un
desmayo común; era diferente a un desmayo. Era como un blackout, como que le
bajaron los breakers”.



“Lo miraba envejecer cinco años al día”



Alex Hernández fue apresado el 23 de agosto de 2021. Hugo Torres ya tenía
dos meses y diez días confinado en El Chipote. El joven de 32 años estuvo
primero compartiendo celda con el líder campesino Medardo Mairena. Fueron
quince días, hasta que fue trasladado con el general en retiro.



Hernández encontró a un hombre mayor, ya afectado por el confinamiento, pero
en buen estado de salud y emocional. Un Hugo Torres bromista y dispuesto a
echar mano al joven que ingresó devastado a El Chipote. “Él sólo tomaba una
pastilla, una vitamina Centrum. De hecho fue Hugo quien me condujo a hacer
ejercicios porque llegué con sobrepeso. Me dijo que teníamos que hacer
ejercicio, ocupar el encierro para ‘transformarnos mentalmente tanto como
físicamente’. Que algo tenía que dejarnos este lugar. No sólo hacer pechadas
y caminar en la celda, sino ejercicios mentales para no dejarnos contaminar
de malos pensamientos, de venganza… ‘Hay que aprender a perdonar’, repetía
Hugo, ‘a dormir con la conciencia tranquila’. A finales de octubre es que él
empieza a sentirse mal”, relata el preso político desterrado.



El primer malestar del general en retiro inició en la espalda. Pidió a los
carceleros de El Chipote otra colchoneta que le fue negada en varias
ocasiones, hasta que accedieron a darle un ibuprofeno. Hernández afirma que
el proceso de entrega de medicamentos en la mazmorra “tardaba mucho”. Apura
a decir que los médicos eran solícitos, atentos con los presos políticos,
pero los medicamentos de las recetas no eran aprobados. “En El Chipote los
médicos están sometidos quien sabe a qué autoridad, porque uno de los
oficiales nos dijo una vez que nada de lo que nos pasaban a las celdas lo
aprobaban sus jefes, sino en otro lado; hasta la escoba que nos permitían
era una orden de afuera de El Chipote”, dice Hernández.



La salud de Torres estaba ya golpeada y su compañero de celda lo supo el 20
de noviembre, cuando el general en retiro hizo sus últimas 150 sentadillas.
Cinco días antes los presos políticos tuvieron visita y él le informó del
malestar a sus familiares. “A partir de noviembre Hugo dejó de ser el Hugo
que conocí. Pasó una semana sin hacer ejercicio. Él decía que era el nervio
ciático y le dieron un tratamiento nervioso; no me acuerdo el nombre de la
pastilla. Le aprobaron otra colchoneta, pero me sorprendió cómo en la cárcel
una persona de setenta años puede convertirse en un mes en una de noventa”,
cuenta Hernández.



Torres ya no podía estar recostado en el camarote. Se quejaba del dolor. Los
oficiales ingresaron a la celda una silla de escritorio, con ruedas, para
moverlo con más facilidad al baño. Los médicos de El Chipote le recetaron un
analgésico cada ocho horas, pero los carceleros le daban la primera dosis y
las siguientes no, hasta dentro de dos o tres días. Una vez lo llevaron al
consultorio de la mazmorra para inyectarlo, pero lo regresaron a la celda
porque “no había jeringa”.



“Te soy sincero, miraba preocupación en los ojos de los médicos”, afirma
Hernández. A inicios de diciembre de 2021, Alex Hernández y el tercer
compañero de celda (que por seguridad omitimos su nombre) comenzaron a
turnarse para cuidar al Comandante Uno. “Hacíamos turnos de noche y de día
para cuidarlo porque no podía dormir. Lo llevábamos empujado al baño porque
no podía ni bajarse el pantalón. Tenía mucho dolor y allí fue cuando miraba
a Hugo envejecer por lo menos cinco años al día”, dice con consternación el
reo político desterrado.



Antes de perder el habla, Torres le dijo a Hernández que le hablara de
religión. En los primeros días del encierro el Comandante Uno le relataba al
joven de la historia de Nicaragua y las andanzas guerrilleras, de la
montaña. “Hugo contaba muchos chistes y un día me dice: ‘vos que conocés
mucho de Dios, y yo no soy tan creyente, contame de él. Considero que soy
buena gente. Alex, ¿vos creés que eso me alcance para estar entre los
escogidos’, me decía”, recuerda el joven. El 7 de diciembre, día de la
Gritería de la Purísima, Torres empeoró.



La tiradera de bombas afectó su trémulo estado. Tuvo una crisis y lo
trasladaron a la clínica de El Chipote, donde lo inyectaron, y regresó a la
celda más aliviado. Pero la mejoría duró hasta el 11 de diciembre. Fue una
madrugada de desvelo y preocupación para Hernández. Al siguiente día, cuando
los católicos cantan a la Virgen de Guadalupe, los médicos le dieron un
medicamento recomendado por un especialista… o eso al menos le dijeron los
carceleros a Hernández. “Calculo que eran como las 10:30 de la noche cuando
Hugo logra sentarse, la empieza a pasar mal, y se desvanece…”.



– Hugo, Hugo, ¡Hugo! ¿Está bien?



No lo estaba.



Sorpresivamente para los presos políticos, el general en retiro regresó
caminando a la celda. Aunque “caminar” es mucho decir, recuerda Dora María
Téllez. Torres se iba tambaleando y dos oficiales lo asistían. “Se terminó
de deteriorar en la celda. Comía poco, hablaba poco y con desánimo”, acota
la exguerrillera sandinista.



Hernández forró con trapos la baranda del camarote para que Torres reposara
su cabeza desde la silla. La mañana del 13 de diciembre sus compañeros de
celda voltearon al enfermo hacia el patio sol, para que viera pasar gente y
no se deprimiera más. De acuerdo al relato de Hernández, esa fue la última
vez que el Comandante Uno vio a la Comandante Dos.



“A Dora la llevaron ese día a tomar sol y ella pasó lo más cerca que pudo de
la reja de nosotros, sin decir nada. También ese día fue el último que Hugo
estuvo con nosotros. Lo llegaron a sacar de la celda para llevarlo
supuestamente a la clínica de El Chipote, pero ya no lo regresaron. Hugo
salió tambaleándose por el pasillo”, rememora el reo desterrado.



“Te tengo una noticia: murió Hugo”



“El preso político Hugo Torres, general del Ejército en retiro y figura
histórica del sandinismo, murió este sábado 12 de febrero en manos de la
dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo”. Así empecé la noticia ese día
en San José, Costa Rica. El fallecimiento del Comandante Uno sacudió a los
familiares de presos políticos y fue traumático para los exiliados, quienes
venían denunciando las condiciones inhumanas en El Chipote. Su muerte lo
confirmaba. A través de un escueto comunicado en el que no se detallaron las
razones de su deceso, el régimen aseguró que “por razones humanitarias,
pidió a la autoridad judicial la suspensión definitiva del inicio del juicio
oral y público, lo que fue autorizado por el judicial”. Ya era más que
tarde, los gestos “humanitarios” se necesitaron en El Chipote. (Los presos
políticos desterrados aseguran que la atención médica en El Chipote mejoró
tras el fallecimiento del Comandante Uno).



Torres era uno de los más de 20 presos políticos de la tercera edad, varios
de ellos valetudinarios, pero Alex Hernández no lo recuerda como un anciano,
sino como un hombre mayor con buena salud. El preso político desterrado no
duda que la mala atención médica influyó en la muerte de “su amigo de
celda”. Dado el enconado aislamiento en el que estaban los presos políticos
en El Chipote, Hernández no sabe qué día exacto le comunicaron la muerte de
Torres. Pero se lo dijo otro reo desde una celda contigua, en un susurro:
“Te tengo una noticia: murió Hugo…”.



Hernández y su compañero no se sorprendieron, pero se hundieron en tristeza,
al ver el camarote vacío en el que uno de los comandantes fundamentales de
la Revolución Sandinista, uno de los claves en las gestas de liberación de
Nicaragua, pasó sus últimas días sufriendo una agonía lenta y evitable,
hasta los estertores que llegaron en el Hospital de la Policía.



“No sé si fue el mismo día que nos dimos cuenta de su muerte, pero empezamos
a cantar… a Cantar Pescador…”, y comienza a tararear, bajito, en el frío
hotel de Virginia.



Tú has venido a la orilla

No has buscado ni a sabios ni a ricos

Tan solo quieres que yo te siga

Señor, me has mirado a los ojos

Sonriendo has dicho mi nombre

En la arena he dejado mi barca

Junto a ti buscaré otro mar

Tú sabes bien lo que tengo

Que en mi barca no hay oro ni espadas

Tan solo redes y mi trabajo



Los otros presos en las celdas de confinamiento contiguas los siguieron. Los
carceleros de El Chipote enmudecieron; la prisión fue engullida por ese
cántico de esperanza y rabia. “Después de su muerte me sacaron varias veces
a entrevistas y los policías me decían que los presos políticos mentíamos
sobre nuestra salud, que hacíamos el show, como excusándose. En fin, yo sé
que Hugo está en un mejor lugar. Lo que hizo no fue morir, sino adelantarse
a la libertad”, dice con seguridad Alex Hernández.

  _____





--
Este correo electrónico ha sido analizado en busca de virus por el software antivirus de Avast.
www.avast.com

------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20230216/1f452674/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa