Uruguay/Feminismos/ Pionera, desobediente, histórica: Elvira Lutz, símbolo de la lucha por los derechos sexuales y reproductivos. [Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 20 10:27:59 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

20 de enero 2023

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Uruguay/Feminismos



Pionera, desobediente, histórica: con Elvira Lutz, símbolo de la lucha por
los derechos sexuales y reproductivos



A sus 87 años, la referente feminista hace un repaso de su trayectoria como
partera, educadora sexual y militante por la autonomía de las mujeres.



Stephanie Demirdjian

La Diaria, 20-1-2023

https://ladiaria.com.uy/feminismos/



“Yo soy una luchadora de siempre, desde que tengo conciencia, por los
derechos de las mujeres y de las personas”. Eso es lo primero que responde
Elvira Lutz al enfrentarse a un pedido que, según confiesa, no le han hecho
muchas veces en sus 87 años: presentarse. No debe ser fácil hacerlo cuando
sos parte viva de la memoria feminista de tu país.



En entrevista con la diaria, dijo que siempre fue “una desobediente de las
normas, de las pautas, de los criterios convencionales” y que eso de
“ponerse en los zapatos de la otra” lo vivió toda la vida como un
imperativo. “Primero, para entender, y, luego, para ayudar a buscar
caminos”, explicó. Es por eso que se involucró “muy intensamente en todo el
tema del feminismo y la lucha por los derechos”.



Elvira también contó que estudió obstetricia en la Escuela de Parteras de la
Facultad de Medicina (Universidad de la República), se recibió en 1964 y
ejerció durante 11 años, aunque “muy desconforme con una serie de aspectos
circundantes en relación con el tema y sintiendo además las carencias”. Por
eso, eventualmente, se dedicó a trabajar en el área de derechos sexuales y
reproductivos. Se formó como educadora sexual y docente en el Comité
Regional de Educación Sexual para América Latina y el Caribe (Cresalc),
integró la Asociación Uruguaya de Planificación Familiar y llegó a presidir
la Sociedad Uruguaya de Sexología. Todo esto en una larga lista de
organizaciones que integró y que integra hasta el día de hoy.



Aunque le cueste reconocerlo, fue pionera en muchas luchas que buscaron
ampliar derechos para las mujeres: en materia de anticoncepción, en el
acceso al aborto legal y, sobre todo, en reivindicar el derecho de las
mujeres al placer y al autoplacer sexual. Esta última cruzada la lideró
especialmente con la promoción del autoexamen vaginal en talleres y cursos.
Es autora, además, de muchísimos textos sobre sexualidad femenina, educación
sexual, parto humanizado e incluso violencia sexual. Una de sus
publicaciones más recientes es Provocaciones de una partera: pasado,
presente y futuro, que presentó en 2018.



Elvira también fue una de las 3.000 mujeres latinoamericanas que se juntaron
en la ciudad argentina de San Bernardo en 1990, en el Quinto Encuentro
Feminista de América Latina y el Caribe, y lanzaron lo que más tarde se
convirtió en el Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro,
que se conmemora cada 28 de setiembre.



“Pero, además, soy madre, tengo cinco hijos, tengo nietas, me he vinculado
con redes y con grupos interesantísimos, y siempre estoy creciendo,
aprendiendo, transmitiendo, que es lo que a mí me interesa: el juego ese de
dar y recibir, eso me ha enriquecido muchísimo y es lo que cultivo
permanentemente”, aseguró, como si su trayectoria, por sí sola, ya no lo
dejara claro.



-¿Cómo iniciás el camino para ser educadora sexual?



Lo que pasó fue que cuando me recibí, en 1964, y empecé a ir al Hospital
Pereira Rossell como partera, descubrí la Asociación Uruguaya de
Planificación Familiar, que funcionaba ahí. Era una organización no
gubernamental, pero era admitida, tenía convenios con el Ministerio de Salud
Pública [MSP] y funcionaba en una de las salas del hospital. Yo ingresé como
partera colaboradora en el consultorio médico, por mi especialidad.
Entonces, en la actividad que desarrollábamos en policlínica teníamos que
darles charlas a las mujeres que venían a solicitar métodos anticonceptivos,
y las charlas estaban muy vinculadas con lo reproductivo y con la
información sobre la genitalidad, el útero, los ovarios. Pero cuando
terminábamos de dar esas charlas, las mujeres salían y nos preguntaban otras
cosas que no tenían nada que ver ni con el útero ni con los ovarios. Nos
hacían preguntas relacionadas con su sexualidad, con la sexualidad que
estaban viviendo con sus parejas, sobre lo que les pasaba, las que estaban
bien, las que estaban mal, las que estaban dudando, las que tenían
desconocimiento, y una cantidad de aspectos vinculados con la excitación,
con el orgasmo. Eso no tenía nada que ver con lo que nosotras teníamos que
hacer. Y yo, tan crítica siempre, pensé: no podemos trabajar en
planificación familiar, es decir, transmitirles a las mujeres conocimientos
sobre los métodos anticonceptivos que van a utilizar en sus relaciones
sexuales, si no trabajamos el tema de la sexualidad. Noté que había un
divorcio muy grande en todo eso y me vinculé –junto con mi compañero
[Arnaldo Gomensoro], que también trabajaba en planificación familiar– a la
Sociedad Uruguaya de Sexología. Paralelamente, empecé a participar de
encuentros, de seminarios, y estuve haciendo mi formación también en
Colombia, en el Cresalc, un centro de educación sexual para América Latina y
el Caribe donde hice mi aprendizaje como educadora sexual. A partir de ahí,
empecé a tener muchísima más fuerza y a vincularme con gente, no solamente a
nivel de educación sexual, sino a nivel de planificación familiar en
general. Empecé también a observar que la mayoría de los eventos que estaban
relacionados con estos temas estaban todos dominados por la masculinidad,
eran totalmente androcéntricos. Mi lucha del feminismo un poco empieza ahí.
Milité mucho en la Federación Anarquista Uruguaya y había un compañero que
me decía que yo había salido de la vagina de mi mamá con un puño así [alza
el puño para arriba] porque siempre sentí la necesidad de luchar por la
libertad y por la autonomía, y sabía que las mujeres teníamos la sartén por
el mango y el mango también si queríamos, pero no si nos quedábamos
esperando que otros hagan y decidan por nosotras.



-¿Fue en ese momento que empezaste a autopercibirte feminista?



Cuando estudiaba en el pueblo donde nací, en Trinidad [Flores], tuve un
profesor de Filosofía que despertó en mí tremenda inquietud sobre el
conocimiento, la reflexión, el análisis. Por ese profesor yo descubrí a
[Jean-Paul] Sartre y, siguiendo ese rastro, descubrí a la Simone de
Beauvoir, como nombre, como autora, como pensadora, sin profundizar
demasiado. En 1966, en uno de mis cumpleaños, el que después fue mi
compañero de vida por 50 años me regaló El segundo sexo, de Simone de
Beauvoir, que yo me lo quería comprar y no había podido porque en esa época
eran dos tomos bastante caros. Entonces, empecé a leerlo y a identificarme
en una cantidad de cosas con esta mujer europea, y yo decía “entonces yo no
estaba tan loca”. Porque en algún momento sentía que me percibían como que
era bastante chiflada, por las cosas que planteaba, que eran totalmente
fuera de lugar, y me fui acostumbrando a eso. Pero eso para nada me bloqueó,
yo seguí para adelante, pensando y estudiando. Fue a partir de mi lectura
con la Simone de Beauvoir que empiezo con el tema del feminismo, y de ahí no
tuve retroceso; si en algún momento retrocedí, fue para tomar impulso.
Entonces, seguí trabajando todo el tema de la sexualidad y de la educación
sexual. Porque además en mi formación de partera sentí otro bache brutal,
que es que no había en ese momento formación en sexualidad y en educación
sexual, cuando la concepción de un ser humano es –en términos generales– a
partir de la relación de dos personas en un vínculo sexual. ¿Cómo era que no
teníamos nosotras ninguna formación en ese sentido? Fue mi primer quiebre
con la formación que tenía. Después las compañeras me citaron, me pidieron
un programa para la escuela [de parteras] y lo hice.



-¿Cómo era hablar de sexualidad femenina en esos años? ¿Había resistencias?



Por parte de las mujeres, no; porque también tuve una oportunidad bien
interesante cuando tuve que coordinar un proyecto sobre la condición de la
mujer en la Asociación Uruguaya de Planificación Familiar. Empezamos a hacer
talleres y encuentros, y muchísimas de las mujeres que participaron ya
estaban con la sensibilidad del tema del feminismo. Cantidad de amigas mías
en esa época formaron grupos y organizaciones no gubernamentales, empezaron
a trabajar en el tema del feminismo, sobre todo en derechos sexuales y
reproductivos y en la lucha por la legalización de la interrupción
voluntaria del embarazo, que estaba en el marco de la ilegalidad y del
circuito clandestino en esas épocas.



Te preguntaba lo de las resistencias porque hoy en día el debate sobre la
educación sexual en los centros educativos genera la oposición en ciertos
sectores conservadores y fundamentalistas.

Nosotros tenemos muchos trabajos sobre eso y estudiamos mucho, porque cuando
nos enfrentamos con toda la temática desde la Sociedad de Sexología y desde
la Asociación Uruguaya de Planificación Familiar, con mi compañero empezamos
a investigar qué pasaba en los demás países, en América Latina y en Europa,
y descubrimos que en la mayoría de los países no existía la educación sexual
estatal, formal. También descubrimos que los únicos países donde se hacía
verdadera educación sexual era donde los gobiernos estaban en la línea esa
de “open mind”, de enseñar y hablar de todo desde la escuela. ¿Qué países
eran? Suecia y Holanda.



Conseguimos material sobre lo que se puede enseñar en la escuela a los niños
abiertamente, no de los genitales, sino de la otra cantidad de cosas que
tienen que ver con la sexualidad como la actuación, el sentir, la
diversidad, y temas como la anticoncepción y el aborto. Pero acá no querían
nada de eso. En la época que empezamos a trabajar se hablaba sólo de
homosexualidad masculina, de lesbianismo no se hablaba nada; se hablaba de
la masturbación masculina, pero no de la masturbación femenina. Todas esas
cosas eran puro tabú. Yo empecé a sacar todo para afuera y, con mi
compañero, que escribía como loco siempre, abrimos camino tremendamente.



Es bien importante el tema, porque la gente a la que le parece
importantísima la educación sexual cree que se puede hacer educación sexual
a nivel formal, pero no se puede. ¿Sabés por qué? Porque la mayoría de las
personas que están en los niveles de decisión son conservadoras,
retardatarias, y no admiten un montón de aspectos que se deben trabajar en
la educación sexual. Porque no es hablar de los genitales, hablar de
anatomía y fisiología, eso está en los libros; la educación sexual tiene que
ver con otra cosa: con la actitud, con los vínculos, con el desarrollo de la
sensibilidad, del placer, de la sexualidad, del erotismo, con las formas
diferentes, la diversidad. Tengo testimonio de proyectos que se frenaron por
la actitud de los directivos de los centros de enseñanza o del Ministerio de
Educación y Cultura en nuestro país. Por ejemplo, en el 2000, se editó en el
MSP una revista interesantísima que hacía una introducción sobre la
sexualidad, la educación sexual, y también se insinuaba el tema del aborto,
la homosexualidad masculina, el lesbianismo. Nada del otro mundo, pero era
interesante y se iba a distribuir a todos los liceos. El ministerio hizo
miles de ejemplares, pero pasó por la censura de un director de Salud, no me
acuerdo ahora quién, que dijo que esto no podía salir, entonces lo
archivaron.



-¿Qué enseñabas en aquellos talleres de sexualidad femenina?



Yo fui cofundadora de Cotidiano Mujer con otras compañeras y ahí fue que
hicimos el primer taller de autoconocimiento genital, con una médica que
vino de España. Hablábamos de la importancia que tenía el conocimiento del
cuerpo para sacarlo del dominio del patriarcado y del falocentrismo de los
médicos. Lo primero es la aceptación de nuestro cuerpo como mujeres y el
conocimiento de todo nuestro cuerpo, pero básicamente de nuestra genitalidad
y esto de no entregársela al enemigo –el médico ginecólogo, el marido, el
novio, el amante–. ¿Tú qué sabés de tu cuerpo? ¿Te conocés, no te conocés?
Empecemos por ahí. Esa es la herramienta más importante del feminismo. ¿Para
qué sirve el autoexamen genital femenino? Para conocernos, para saber cómo
somos, para no esperar que la otra persona nos descubra; para saber qué
tenemos, dónde está el orificio, si tenemos un orificio, dos o tres. Hay
gente que sigue pensando que orinás por la vagina, no saben que tenemos el
meato urinario arriba, no saben que tenemos el clítoris, para qué es o cómo
es la verdadera formación, porque no es esa cosita que vemos ahí, es un
órgano que tiene dos ramas internas y que tiene una enervación increíble.
Pero, además, cada vez tenemos más información y más elementos como para
saber cómo nuestro cuerpo sexual es impresionante, porque el útero es un
órgano sexual impresionante, por ahí empieza el orgasmo, eso que sentimos
imponente que no sabemos cómo frenarlo hasta que llegamos al clímax. Y no se
habla de eso. Mismo en el tema de la formación de las parteras no se hablaba
de que el útero era un órgano sexual.



-¿Cómo ves el hecho de que hoy en día los feminismos estén poniendo el tema
del goce, el placer, el deseo de las mujeres, en el centro de la agenda?



Antes no se hablaba casi de esos temas, pero fueron entrando, y en la medida
que se fueron incorporando mujeres con otra mirada, estos temas empezaron a
salir y me parece que es importantísimo.



-En 1985, en el primer número de Cotidiano Mujer, escribiste una página
entera sobre el aborto.



Sí, se llamaba “¿Por qué sólo los hombres tienen la palabra?”, porque me
daba una rabia. ¿Quiénes eran “los hombres”? Los médicos y los curas, que
eran los que opinaban sobre esto. Y yo pensando siempre en el derecho que
tenemos de ejercer, de decidir, de hacer, de vivir, de gozar, de disfrutar,
y pensaba: no puede ser. Y me encontré en muchos lugares que había mujeres,
por ejemplo, que no tomaban decisiones, pudiéndolas tomar y pudiendo
participar, pero los que tomaban las decisiones eran los hombres, eran los
que dirigían, como directores, integrantes de comisiones directivas. En la
Sociedad de Sexología, empecé a vincularme en las actividades que se hacían,
muy prontamente pasé a integrar la Comisión Directiva, en un momento
determinado fui secretaria, en otro momento fui presidenta, y cuando fui
presidenta me tocó presidir el Tercer Congreso Uruguayo de Sexología. Para
mí y para muchísimas compañeras fue tremenda experiencia, porque lo di
vuelta. Los congresos eran todos académicos, con muchos doctores que venían,
médicos de acá, de allá, del otro lado, y yo dije: no, este congreso tiene
que abordar la condición de la mujer y vamos a invitar a todos los grupos de
mujeres feministas que están trabajando sobre el tema de la mujer acá y en
América Latina. Y vinieron muchas de Argentina, de Ecuador, de Venezuela, de
Colombia. Fue impresionante.



-Volviendo al aborto: en 2022 se cumplieron diez años de la aprobación de la
ley en Uruguay. ¿Te parece una buena ley?



Me parece que no sé hasta dónde se está implementando como se debería
implementar, por una cantidad de razones. Hay grupos acá que están
trabajando mucho más intensamente que lo que puede ser mi opinión, como MYSU
[Mujer y Salud en Uruguay]. A mí pareció que estaba buenísima [cuando se
aprobó] porque, con toda la experiencia que yo tenía, de años de vivir lo
que era el circuito clandestino, de toda la problemática de las mujeres, de
ir a los consultorios de los médicos que hacían abortos y cantidad de
mujeres esperando para ser atendidas, era muy doloroso y muy complicado.
Para mí fue muy importante porque además yo he vivido situaciones
personalmente con el tema del aborto, viví experiencias, porque empecé a
tener vida sexual muy tempranamente en mi vida y tuve embarazos que tuve que
interrumpir, entonces yo sabía de qué se trataba, y ahí me puse en los
zapatos de la otra, y acompañé también a mujeres que necesitaban asistencia
en el circuito clandestino. En muchísimas circunstancias, resolver ese tema
es una liberación. Entonces, me pareció que estaba buenísima la ley. Ahora,
cuando empiezan a actuar los actores, empezamos a encontrar una cantidad de
cosas, como los famosos objetores que empiezan a negarse a atender a las
mujeres o la cadena de información y de atención a la mujer, que a veces se
va complicando, porque no es tan fluida como debería ser.



Pienso que no podemos quedarnos en que tenemos la ley; hay que seguir
observando y seguir viendo qué es lo que está pasando, qué es lo que se
cumple, qué es lo que no se cumple, y por dónde están los huecos, las
fallas. El trabajo en el feminismo y vinculado con los derechos sexuales y
reproductivos es permanente, no podemos dormirnos en los laureles; no te
podés conformar, siempre hay que estar atentas y hay que hacer un
seguimiento. Ese es el papel del feminismo, el de enfrentar, cuestionar,
exigir que se garanticen los derechos, que se cumplan las leyes, y de
denunciar.



-¿Te considerás pionera?



Yo pionera, no; con muchas de mis compañeras y amigas, que somos una banda.
Ahora formo parte de un grupo que se llama Mujeres con Historia: somos esas
las pioneras. Somos cerca de 30 y estamos trabajando para hacer cohousing,
para vivir juntas. La intendencia [de Montevideo] nos dio una casa que era
de Pacheco, que está en la calle Buenos Aires y Brecha. Es una casa
antiquísima, pero está en ruinas, así que hay que ver cómo sigue la cosa.



-¿Qué consejo le darías a las chiquilinas que están empezando a transitar el
camino del feminismo?



Puedo mostrar el camino, puedo dar algunas ideas, pero no doy consejos.



***



En la pantalla



Por su trayectoria y por las luchas que ha liderado, Elvira Lutz fue
protagonista de varios homenajes, incluido el de Ciudadana Ilustre en 2019.
El más reciente es el documental Elvira Lutz, una iniciativa del grupo de
Memoria y Feminismos del Sur del Centro de Estudios Interdisciplinarios
Feministas (Ceifem) de la Universidad de la República, realizado por
Ernestina Vidal y Romina Bentancur, estudiantes de la Facultad de
Información y Comunicación. La pieza audiovisual fue presentada por primera
vez en octubre, en el marco de las Jornadas de Estudios Feministas que
organizó el Ceifem en Salto, y la idea es que se presente públicamente en
los próximos meses.

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