Israel/ "¿Desobediencia civil contra el gobierno fascista, sin palestinos?" [Dossier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ene 24 14:37:13 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

24 de enero 2023

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Israel



"¿Desobediencia civil contra el gobierno fascista, sin palestinos?"



Orly Noy

A l’encontre, 23-1-2023

http://alencontre.org/

Traducción de Correspondencia de Prensa

El caos desatado por el gobierno israelí de extrema derecha ha vuelto a
poner en primer plano un concepto olvidado en el léxico público: la
desobediencia civil. En las últimas semanas, incluso antes de la toma de
posesión del nuevo gobierno, militantes y líderes de la oposición convocaron
a manifestaciones masivas, huelgas y otras formas de agitación.



Dos de estos líderes son Ehud Barak [ministro israelí de Defensa de junio de
2007 a marzo de 2013] y Yair Golan [ministro de Economía 2021-2022] -ambos
son generales retirados del ejército, personas que han pasado gran parte de
su vida en uniforme militar- nos incitan ahora a tomar las calles y a
desobedecer al régimen. Mientras que la amenaza de desobediencia civil de
Ehud Barak sigue siendo vaga y carece de un plan de acción, Yair Golan
presenta un plan más claro: cierre de comercios y servicios, bloqueo de
carreteras, etc.



Por supuesto, podemos preguntarnos dónde va a encontrar las huestes para
esta desobediencia civil un hombre [de 2020 a 2022, Golan fue miembro del
Meretz] cuyo partido fue borrado del mapa político en las últimas
elecciones, y si puede comprender no sólo el concepto de "civil", sino
también el de "desobediencia".



Lo más cercano de la desobediencia civil que Israel ha conocido -ya sea en
términos de escala, organización o determinación- fue el levantamiento de
los ciudadanos palestinos en octubre de 2000. Pero esos acontecimientos
trascendieron la desobediencia civil por dos razones: en primer lugar, por
la condición de ciudadanos de segunda clase de los palestinos, que viven
bajo un régimen de apartheid y supremacía judía; y, en segundo lugar, por la
definición aceptada del término, según la cual quienes participan en actos
de desobediencia civil pueden rechazar las acciones del gobierno, pero
aceptando su legitimidad. En general, los ciudadanos árabes no aceptan, y la
razón los asiste, la legitimidad de un gobierno que es intrínsecamente
discriminatorio y opresivo hacia ellos.



Y, sin embargo, esas manifestaciones masivas de 2020 fueron las más
significativas que hemos visto contra el gobierno. Sí, es cierto que ha
habido manifestaciones más multitudinarias, como la de las 400.000 personas
que protestaron en Tel Aviv contra la masacre de Sabra y Shatila [campos de
refugiados palestinos en el oeste de Beirut] en 1982. Sin embargo, aquella
manifestación se centraba en una reivindicación muy concreta y no llegó a
acercarse al desafío lanzado al régimen por los ciudadanos palestinos en
octubre de 2000.



***



¿Dónde estaban los dos héroes actuales de la desobediencia civil, Golan y
Barak, cuando la opinión pública árabe se levantó contra este régimen
podrido e inmoral?



Uno era el jefe de la Brigada Nahal del ejército israelí, que oprimía a los
palestinos en los campos de refugiados y las ciudades de la Cisjordania
ocupada, y el otro era el primer ministro del Estado que reprimió
brutalmente ese mismo levantamiento.



Una represión que se saldó con la muerte de 13 ciudadanos palestinos a manos
de la policía israelí. Aunque, posteriormente, Ehud Barak "expresó su pesar"
y se disculpó por su responsabilidad en los asesinatos, su gesto sin sentido
fue rechazado por las familias en duelo. Yair Golan ni siquiera presentó una
disculpa simbólica por sus crímenes. Al contrario, durante su breve paso por
la Knesset como miembro del Meretz en el "gobierno del cambio" [el anterior
al actual], apoyó la ley de ciudadanía [reduciéndola a la ciudadanía judía]
e intentó suprimir las voces de su propio partido que pretendían convertirla
en una ley árabe-judía.



Pero los dos generales retirados, que siguen profundamente apegados a la
idea de la supremacía judía, no sólo no comprenden el verdadero significado
de la ciudadanía, sino que parece que también tienen dificultades para
entender el concepto de desobediencia. Una desobediencia civil eficaz
requiere, sobre todo, la participación de las masas. Sin la participación de
los ciudadanos palestinos, el golpeado y maltrecho bando de Barak y Golan no
tiene ninguna posibilidad de lograr un cambio real. Esto ya ha sido
demostrado en el ámbito parlamentario, y también es cierto en las calles.



Golan y Barak, por supuesto, no tienen ninguna posibilidad de movilizar a la
población árabe para el tipo de protesta que quieren encabezar -no sólo por
la cantidad de sangre palestina que tienen en sus manos, sino también por
los profundas carencias en la naturaleza del cambio que quieren ver.



Y ésta es la verdadera cuestión: ¿aceptará el bando que convoca a la
desobediencia civil renunciar a sus privilegios en favor de la participación
en una democracia igualitaria y justa? ¿O los preferirá, aun a costa de
establecer un régimen francamente fascista? Sencillamente, no hay una
tercera vía. Dejando a un lado la quimera de un "Israel democrático y
judío", es posible imaginar una auténtica desobediencia civil dirigida por
ciudadanos árabes, que podría liberarnos a todos de las cadenas de la
supremacía. De lo contrario, seguiremos inmersos en un fascismo israelí cada
vez más profundo. (Publicado en: +972Magazine, 13-1-2023
https://www.972mag.com/civil-disobedience-israel-protests)





***



"Los manifestantes sionistas de Tel Aviv se olvidaron de sus vecinos
palestinos"



Gideon Levy



Una vez más, no fui a la plaza Habima [en Tel Aviv, también llamada plaza de
la Cultura], ni a la calle Kaplan [una importante arteria del centro de Tel
Aviv], para sumarme a las manifestaciones[1] [en protesta contra el nuevo
gobierno de extrema derecha encabezado por Benyamin Netanyahu]. Mis piernas
no me llevaron y mi corazón no me dejó participar en una manifestación que
en gran medida está justificada, pero que no es mi manifestación.

Una manifestación cubierta por un mar de banderas azules y blancas, como
para justificarse y proteger a sus participantes, mientras se prohíben las
banderas de otros pueblos que viven en esta tierra [una decisión del último
gobierno, entre otros de Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional] o
son agrupadas en un gueto estrecho encima de un montículo de tierra al borde
de la plaza, como en la manifestación anterior, no puede ser mi
manifestación.



Una manifestación exclusivamente judía y uninacional en un Estado claramente
binacional no puede ser una manifestación para nadie que busque la igualdad
o la justicia, que son algunas de las palabras clave de esta manifestación
pero que quedan vacías de su contenido en medio de la misma.



La retórica de "libertad, igualdad y buen gobierno" de los organizadores de
una manifestación en Tel Aviv es hueca; la retórica de "lucha por la
democracia" de los organizadores de la otra manifestación no lo es menos. No
hay ni habrá nunca "libertad, igualdad y buen gobierno" en un Estado de
apartheid, como tampoco hay "lucha por la democracia" cuando se hace la
vista gorda ante el apartheid.



Algunos judíos de este país están ahora indignados ante una amenaza concreta
contra sus derechos y su libertad. Es bueno que hayan sido incitados a la
acción civil, pero sus derechos y su libertad, incluso después de haber sido
coartados, seguirán siendo los de los privilegiados, los derechos inherentes
a la supremacía judía. Quienes lo consienten, con palabras o en silencio,
invocan en vano el nombre de la democracia. El silencio sobre este tema es
el silencio sobre el apartheid. La participación en estas muestras de
hipocresía y el doble rasero son inaceptables.



La marea de banderas israelíes en estas manifestaciones sirve de excusa a la
derecha para cuestionar la lealtad y el patriotismo de este bando de
manifestantes. Somos sionistas, por lo tanto, somos leales, dicen los
manifestantes. Que los palestinos y los árabes israelíes esperen a que
solucionemos las cosas entre nosotros. Está prohibido mezclar los temas,
como si fuera posible no mezclarlos. Una vez más, el centro y la izquierda
se quedan pasmados ante las acusaciones de la derecha, mascullando y
pidiendo disculpas. La pureza de la bandera los ha mancillado mucho más que
las acusaciones.



Una vez más, este campo demuestra que excluye a los palestinos y a su
bandera tanto como la derecha. ¿Cómo se puede participar en una
manifestación así? No hay ni puede haber una manifestación sobre la
democracia y la igualdad, sobre la libertad e incluso sobre el "buen"
gobierno, en un contexto de apartheid en un Estado de apartheid, mientras se
ignora la existencia del apartheid.



La bandera fue elegida como símbolo porque es una manifestación sionista,
pero no puede ser una manifestación sionista por la democracia y a la vez
una manifestación justa. Una ideología que graba en su bandera la supremacía
de un pueblo sobre otro no puede predicar la justicia mientras no cambie la
base de su ideología. La estrella de David se hunde, como demostró de forma
tan desgarradora la ilustración de portada de la revista hebrea Haaretz del
viernes, pero su hundimiento es inevitable mientras la bandera de Israel sea
la bandera de una sola de las dos naciones que la reclaman.



La sangre palestina ha corrido como el agua en los últimos días. No pasa un
día sin que mueran personas inocentes: un profesor de gimnasia que intentó
salvar a un herido en su patio; dos padres, en dos lugares diferentes, que
intentaron proteger a sus hijos y un hijo de refugiados de 14 años, todo en
una sola semana. ¿Cómo puede una manifestación ignorar esto, como si no
estuviera ocurriendo, como si la sangre fuera agua y el agua bendita lluvia,
como si no tuviera nada que ver con el rostro del régimen?



¿Qué pasaría si los judíos fueran atacados cada uno o dos días? ¿Los habría
ignorado la manifestación? La ocupación está más lejos que nunca de haber
terminado; se ha convertido en el ruido molesto de un mosquito que hay que
enmudecer. Cualquiera que la mencione es un alborotador al que hay que
mantener alejado. Incluso la izquierda ya no quiere oír hablar de ella.



"Detengan el golpe de Estado", dicen los anuncios, con un patetismo que
parece que hubieran tomado prestado de la Revolución Francesa. Pero no hay
revolución en un Estado de apartheid si sigue siendo un Estado de apartheid.
Incluso si se cumplen todas las demandas de los manifestantes, si se elogia
al Tribunal Supremo, si se exalta al Fiscal general y si se devuelve al
poder ejecutivo su legítima estatura, Israel seguirá siendo un Estado de
apartheid. Entonces, ¿cuál es el objetivo de esta manifestación? Para que
podamos regocijarnos una vez más de ser "la única democracia del Medio
Oriente". (Publicado en Haaretz, 22-1-2023
https://www.haaretz.com/opinion/2023-01-22/ty-article-opinion/.premium/a-zio
nist-protest-forgetting-their-palestinian-neighbors/00000185-d614-da66-a1bf-
ff9e27520000)



Nota de A l’encontre



1] El corresponsal de RFI [Radio France Internationale] en Jerusalén, Michel
Paul, escribe el 22 de enero sobre la primera "crisis" del nuevo gobierno,
que estalló cuando el Tribunal Supremo exigió que el ministro de Interior y
Sanidad, Arie Dery, fuera destituido de su cargo después de haber sido
condenado tres veces por malversación de fondos. Este último era líder del
partido ultraortodoxo sefardí, el Shas: "El Tribunal Supremo lo había
exigido. Y Benyamin Netanyahu tuvo que acatarlo finalmente. Despidió a Arie
Dery de su cargo ministerial, pero con guantes de terciopelo. Una decisión
que ignora la voluntad del pueblo. Y añadió que hará todo lo posible para
buscar por medios legales la manera que le permita a Dery seguir brindando
sus servicios al país."

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