Argentina/ Las mujeres indígenas luchan contra las violaciones racistas. [Louise André-Williams]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ene 24 00:02:27 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

24 de enero 2023

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Argentina



Las mujeres indígenas luchan contra las violaciones racistas



Luchan contra la práctica, heredada de los colonos españoles, conocida como
"chineo". Con su denuncia de la violencia sexual, impune desde hace mucho
tiempo, consiguen que Argentina se enfrente a su pasado colonial.



Louise André-Williams, desde Salta

Mediapart, 22-1-2023

https://www.mediapart.fr/

Traducción de Correspondencia de Prensa

Laurentina Nicacio, de 28 años, lleva más de tres horas conduciendo por
carreteras en mal estado, en medio de enormes campos de soja fumigados con
pesticidas. A finales de 2022, hace 44 grados a la sombra en Salta, una
vasta provincia que se extiende desde los Andes hasta la frontera con
Paraguay. Aparte del ruido blanco de los aspersores automáticos, la vida
parece haberse evaporado de estas tierras. "Es difícil imaginarlo, pero
todavía hay gente que sigue viviendo allí, dice Laurentina. Son los últimos
que no han sido aún expulsados por la deforestación."



La joven pertenece al pueblo wichi, uno de los 34 pueblos autóctonos
reconocidos oficialmente por el país. Desde hace cuatro años, recorre la
región para escuchar las voces de las jóvenes violadas, todas ellas
pertenecientes a su mismo grupo étnico. Desde que emprendió esta lucha,
actuando como intérprete wichi voluntaria en las comisarías, a esta mujer de
28 años, madre de dos niños pequeños, le cuesta conciliar el sueño. La
insultan y la amenazan con regularidad. "Por la noche, los hombres o sus
familias gritan bajo mi ventana para intimidarme", dice con la voz
entrecortada.



Un cartel de madera señala por fin el pueblo que buscaba. Hace una semana,
una vecina la alertó sobre una niña de 13 años, Paulina [el nombre fue
modificado], a la que busca para obtener su propio testimonio. Salía del
colegio cuando habría sido violada por un hombre de unos 40 años. El hombre
la amenaza con matarla si lo denuncia.



Laurentina recibe decenas de denuncias como ésta cada mes desde que, en
2019, fundó su asociación para ayudar a estas chicas, en un contexto de
concienciación nacional sobre el "chineo".[1] Fue aquí, en esta región del
norte de la Argentina con la mayor población de pueblos autóctonos, donde un
juicio histórico encendió la chispa de la revuelta en la que ahora participa
la joven y que está movilizando a juristas e investigadores: el "caso
Juana", un proceso por violación en grupo cuyas repercusiones perduran aún.



Los hechos tuvieron lugar en 2015. La víctima, una niña de 12 años
perteneciente a una comunidad wichie, había salido a comprar pan con dos
amigas. De pronto, aparecieron nueve hombres. Sus amigas lograron escapar,
pero ella no. La violaron varias veces, la drogaron y la dejaron sola en
medio de un bosque. El asunto se convirtió en un escándalo nacional cuando,
seis meses después, la niña, a la que se le había denegado el derecho a
abortar, dio a luz a un feto anencefálico. "Juana" pudo identificar a los
culpables: "criollos" de su pueblo, es decir, hombres que se definen como
blancos.



Martín Yañez, antropólogo, llamado a declarar como perito durante el juicio,
convenció a los jurados de que no se trataba de una violación en grupo
"ordinaria" de una menor, sino de un caso típico de chineo, delito racista
que tiene su origen en la historia colonial del país. "En las crónicas de
los españoles que llegaron al continente en el siglo XVI, ya hay constancia
de estas violaciones de mujeres indígenas. Delitos en los que entra en juego
la categoría de raza"



Se trata de la supuesta superioridad natural de los españoles y, según su
sistema de castas, de sus descendientes nacidos en el continente
sudamericano: los criollos.



Una violencia heredada de la colonización



Estas violaciones, lejos de desaparecer con la caída del Imperio español,
han continuado hasta nuestros días, como práctica habitual que los hombres
blancos del Norte llaman chineo. El reconocimiento de la dimensión racista
de la violación de "Juana" condujo en 2019 a la condena de seis acusados a
17 años de prisión y a la declaración de responsabilidad penal de otros dos
que eran menores en el momento de los hechos. Uno de ellos se fugó y aún no
ha sido encontrado. Es la primera vez que una de estas violaciones, que
raramente son juzgadas, se salda con penas tan severas.



Para el mundo urbano fue un shock descubrir la existencia del chineo. En
este inmenso país adormecido por el mito de una Argentina blanca cuya
población desciende, según el adagio popular, de los "barcos venidos de
Europa", las poblaciones autóctonas y negras siguen estando marginadas en
los medios de comunicación.



No existen cifras que documenten este flagelo. Sólo los gritos de alarma de
las mujeres indígenas que, cansadas de ser ignoradas, han decidido pasar a
la acción. El 22 de mayo de 2022 se reunieron en un pueblo de Chicoana, en
el sur de la provincia de Salta, para, según sus palabras, "dar un ultimátum
al gobierno argentino".



En este pueblo enclavado al pie de la cordillera de los Andes, 250 mujeres
wichís, chorotes, guaraníes y mapuches, de un total de 36 pueblos indígenas,
se reunieron en la pequeña escuela de la calle principal para organizar un
"parlamento", con grupos de trabajo para contar, en sus propias lenguas, las
violaciones sufridas. Luego, compartieron sus conclusiones en una sesión
plenaria y exigieron, en una declaración conjunta, que el chineo sea
considerado por la justicia argentina como un "delito de odio,
imprescriptible y punible con las penas máximas".



Desde entonces, han empezado a surgir algunas reacciones políticas. El
pasado mes de noviembre, la senadora Nora Giménez, miembro de la coalición
gubernamental, presentó un proyecto de ley para "tipificar la violencia que
sufren las mujeres, adolescentes y niñas indígenas, bajo sus diversas
formas, como una forma específica de violencia [...] teniendo en cuenta las
múltiples formas de discriminación que sufren", proponiendo en particular
que los juzgados y las comisarías dispongan de traductores bilingües que
dominen sus lenguas nativas. La provincia de Salta ha puesto en marcha un
programa de sensibilización sobre el chineo en las escuelas.

Moira Millán, escritora y militante del pueblo mapuche y figura destacada en
Argentina en la lucha por los derechos de los pueblos originarios, estuvo
presente en el "parlamento" de Chicoana y todavía se siente atormentada por
los testimonios que escuchó allí. Ahora lleva la lucha a Europa, donde
promueve la campaña "Basta de Chineo", lanzada en 2020. Millán la ve como
una lucha más amplia contra lo que su movimiento (Mujeres Indígenas por el
Buen vivir) ha denominado "terricidio", "todos los medios por los que el
sistema destruye la vida".



La impunidad de estas violaciones es el resultado de una "lógica genocida",
afirma, de la que el Estado argentino es consciente: "La falta de agua, de
alimentos, de transporte público, el aislamiento de estas mujeres y de sus
comunidades, la destrucción de sus tierras, de su espiritualidad... Es el
signo de una colonialidad que habita el poder y garantiza la impunidad y la
perpetuación de estas violaciones."



Un pueblo donde la segregación es visible por todas partes



"Colonialidad": esta palabra adquiere todo su sentido cuando, siguiendo las
huellas de Laurentina, descubrimos por fin el pueblo donde se registró la
violación de la pequeña Paulina. Bajo un calor sofocante, la geografía del
lugar muestra una segregación visible a simple vista.



De un lado, los nativos, un centenar, y sus casuchas -unas cuantas ramas
rematadas con lonas de plástico que se vuelan en cuanto hace mal tiempo-,
del otro, los criollos, unos treinta, y sus sólidas casas, a veces rodeadas
de un pequeño jardín bien cuidado.



Los wichis, a menudo familias numerosas, sobreviven principalmente gracias a
la ayuda social, pero en esta zona, ésta ya no basta. Los índices de
desnutrición y de mortalidad infantil alcanzan niveles récord, lo que ha
llevado a la ONU a describir la situación de las comunidades wichi de Salta
en 2020 como una "crisis humanitaria comparable a la de Sudán del Sur".



El territorio de los criollos está frecuentemente materializado por una
escuela o una comisaría, símbolos de la conquista de estas tierras rebeldes
por el Estado argentino a principios del siglo XX. Esos hombres blancos, a
menudo pobres, tienen un estatus económico superior al de los indígenas.
Trabajan en la tienda de comestibles local, como trabajadores agrícolas o en
las instituciones locales (comisaría, municipio): es este poder local el que
garantiza la impunidad de los violadores, dice Laurentina.



Coincidiendo con la observación de Moira Millán, subraya que la destrucción
de la selva y del modo de vida wichi, en beneficio de una agricultura
intensiva basada en el trabajo de temporeros, es en parte responsable del
aumento de las violaciones. "Es fácil para estos trabajadores, desaparecen
de la región de un día para otro, y luego otros vuelven a empezar", lamenta.
Según el testimonio de la vecina que la alertó, Paulina fue violada por un
temporero blanco en un campo cercano.



En las calles del pueblo, es imposible encontrar a la niña. A pesar de la
determinación de Laurentina, sus preguntas se topan sistemáticamente con el
silencio de los vecinos: nadie, aparte de la vecina que la alertó y que teme
ser vista con ella, sabe nada al respecto. Incluso la profesora de la
pequeña escuela, abandonada por la adolescente desde su ataque, finge no
saber nada y abre los ojos de manera exagerada.



"Tiene miedo", se lamenta Laurentina, y no la puede culpar: en 2014, una
maestra del sur de la provincia fue asesinada con un disparo de escopeta en
el pecho por intentar proteger a una joven wichi de un violador criollo. Cae
el sol. Tenemos que ponernos en marcha de nuevo. Laurentina asegura que
volverá la próxima semana, antes de que las lluvias torrenciales de
diciembre hagan que el caserío se vuelva inaccesible.



Una asamblea general y un partido de fútbol



A pesar del viento de protesta que sopla ahora por estas tierras desoladas,
el miedo sigue amordazando a las mujeres de la región de Salta. En Pluma del
Pato, un pueblo no lejos de allí, 25 mujeres wichis se reunieron en asamblea
en febrero de 2022 y escribieron una carta a las autoridades para exigir
justicia: sus hijos, denunciaban, habían nacido todos de violaciones
cometidas por criollos.



Cuatro de ellas presentaron una denuncia, mientras que otras nueve
recurrieron a la justicia para obtener apoyo económico de sus violadores. Un
año más tarde, varias víctimas, aterrorizadas, renunciaron finalmente a la
idea de entablar una acción judicial. El propio Luis Gerardo Veliz, abogado
de varios de ellos, fue objeto de presiones por parte de los criollos.



Cuando Laurentina regresó por fin a su pueblo de Ballivián, tras varias
horas de búsqueda infructuosa, un sol rojo brillaba sobre los campos.
Agotada, se dirige al campo de fútbol, iluminado por la fría luz de los
grandes faroles. En Argentina, en estas comunidades del norte donde no hay
agua potable, ni alimentos, ni acceso a la salud ni a la justicia, siempre
hay un terreno de fútbol…

Caminando sobre la tierra ocre llena de residuos plásticos, Laurentina
explica que quizá haya encontrado la forma de conseguir que las niñas hablen
sin levantar demasiadas sospechas entre los criollos. Hace un año, tuvo la
idea de crear un equipo de fútbol exclusivamente femenino en su pueblo.
Grupos de chicas entran en el campo. Algunas llevan camisetas de Maradona,
otras de Messi, pero la mayoría visten camisetas simples, sin distintivos.
Son las 9 de la noche: comienza el entrenamiento diario.



En la orilla de la cancha, Laurentina habla con una de ellas. Tiene 13 años
y fue violada hace dos meses por un pastor criollo local. Gracias a una
manifestación organizada por el equipo de fútbol en octubre, que movilizó a
más de 300 personas del pueblo, su familia decidió finalmente presentar una
denuncia.



El entrenamiento se termina. Mañana, el equipo jugará por primera vez contra
otras mujeres indígenas que, entusiasmadas con su idea, crearon también su
propio club: Las Mujeres de Pluma del Pato, el pueblo donde la omerta había
disuadido a las víctimas de presentar una denuncia. Laurentina espera
reavivar su lucha, impulsada por la solidaridad entre las comunidades de
mujeres de los pueblos.



Mientras espera el partido de mañana, observa con emoción cómo se van
alejando pequeños grupos de chicas jóvenes por las calles de Ballivián, con
sus risas que desafían a la noche y quizás a los violadores que en ella se
esconden.



Nota



1] El chineo es una costumbre heredada de la época colonial según la cual un
hombre criollo entra en las comunidades indígenas para mantener relaciones
sexuales con sus mujeres. A veces libremente consentidas, estas uniones
tienen, sin embargo, a menudo lugar con violencia. Las denuncias por
violación empiezan a ser más escuchadas por la justicia argentina. El
análisis de un juicio celebrado en 2007 pone de relieve el papel desempeñado
por la investigación antropológica e histórica en los argumentos de uno de
los jueces. (OpenEdition Journals,
https://journals.openedition.org/clio/7495?gathStatIcon=true
<https://journals.openedition.org/clio/7495?gathStatIcon=true&lang=en>
&lang=en)

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