Argentina/ El peronismo, en busca del milagro. [Martín Rodríguez - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 7 11:49:25 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

7 de julio  2023

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Argentina



Entrevista a Martín Rodríguez



El peronismo, en busca del milagro



El peronismo eligió a Sergio Massa como candidato «de unidad». Y aunque las
encuestas dan como favorita a la oposición, el «factor Massa» cambia las
coordenadas de la elección.



Pablo Stefanoni

Nueva Sociedad, junio 2023

https://nuso.org/



Argentina se encamina hacia las elecciones primarias (que, al ser
obligatorias, funcionan como una especie de primera vuelta simbólica) del 13
de agosto próximo, previas a la elección presidencial del 22 de octubre. Y
cuando el peronismo parecía enfilar hacia una derrota catastrófica, con el
riesgo de quedar fuera de la segunda vuelta, los reflejos de este viejo
sistema de poder parecieron revivir y así se terminó eligiendo una fórmula
de unidad encabezada por el actual ministro de Economía, Sergio Massa (y
habilitando a un competidor simbólico, el dirigente social Juan Grabois,
para contener a la izquierda). La precandidatura de Massa ha modificado el
tablero político, y si bien la centroderecha sigue teniendo más chances,
según las encuestas, el resultado vuelve a estar abierto. En esta
entrevista, el periodista Martín Rodríguez, autor de Orden y progresismo.
Los años kirchneristas (Emecé, Buenos Aires, 2014) y editor de la revista
Panamá, ofrece algunas claves para entender esta montaña rusa que es el
peronismo.



-Cuando parecía que el peronismo se encaminaba a una primaria, que pocos
querían, entre el ministro kirchnerista Eduardo «Wado» de Pedro y el
embajador y ex-candidato presidencial Daniel Scioli, Sergio Massa fue ungido
como «candidato de unidad» y el peronismo dio un paso atrás ante el abismo
electoral. Con Massa, cercano al establishment y conocido por su pragmatismo
casi infinito, ¿el peronismo capta finalmente el clima social en el que se
desarrollará esta elección?



Pienso que, en 40 años de democracia, el peronismo fue exitoso cuando llegó
y actuó sobre tierra arrasada; cuando, como decía Pablo Touzon, la sociedad
veía un cartel imaginario con la leyenda «En caso de incendio, rompa el
vidrio y saque un peronista», como esos martillos que hay en los trenes para
las emergencias. Pasó con Carlos Menem en 1989 y pasó con Eduardo
Duhalde/Néstor Kirchner en 2002-2003. Y, en bastante menor escala, pasó con
el Frente de Todos (FdT) en 2019, tras el gobierno de Mauricio Macri, cuando
llegó Alberto Fernández y tuvo su breve romance con la sociedad entre la
«pesada herencia» de Macri y el inicio de su gobierno, marcado por la
pandemia. Parece que al peronismo le va bien y abre ciclos políticos cuando
tiene que administrar una desgracia ajena y puede decir «Yo no fui». Pero
hoy tenemos una situación distinta. Muchas de las palabras que organizan el
ideario peronista de izquierda y que también organizan cierto ideario
republicano aparecen descompuestas por la época. Y me parece que en ese
clima hay una fuerza antiprogresista que obviamente debilita las visiones
cristinistas y de todo el progresismo en general. Massa es un político sin
progresismo en sangre, por más que Cristina Fernández de Kirchner lo haya
sentado hace unos días frente a Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en ocasión
de la repatriación de un avión utilizado para arrojar a detenidos al Río de
la Plata. Massa no tiene un mapa mental tercermundista. No va a desatar una
beatlemanía, pero se va a pelear la elección en el punto donde la discusión
está hoy.



-El kirchnerismo, de todos modos, dice «Yo no fui»: pese a tener figuras muy
importantes en el gabinete de Alberto Fernández y manejar gran parte del
presupuesto estatal, actúa como si este gobierno no fuera el suyo…



Sí, lo dice, ¿pero alguien puede creer eso? Encontraron un punto de
equilibrio en la autoficción que les permitió gozar de las libertades
discursivas de la oposición y de los beneficios presupuestarios del
oficialismo. Pero es una subestimación del electorado y de las propias bases
suponer que alguien cree eso. ¿Qué fueron? ¿Opositores con goce de sueldo?
Me parece que predominó en el núcleo cristinista el terror a perder el
relato, o lo que muchos llaman el capital simbólico, la dilución del modo en
que quieren aparecer en libros de Historia. «Yo no ajusté, yo no acordé con
el FMI [Fondo Monetario Internacional]».



-En las bases kirchneristas se percibe malestar. Es la tercera elección en
la que el kirchnerismo no llevará un candidato propio presidencial. Cristina
Fernández de Kirchner dijo que debía tomar la posta algún hijo de la
generación diezmada por la dictadura y terminó apoyando a uno de los
políticos más «politiqueros» del país; ella misma lo acaba de llamar
jocosamente «fullero» (el que hace trampa en el juego). En el kirchnerismo
duro solo parece haber desconfianza y rechazo hacia el candidato de unidad,
prima la sensación de que para «frenar a la derecha» tuvieron que aceptar al
que más se parece a ella. ¿Cómo se percibe el estado de ánimo actual en las
bases de La Cámpora, la agrupación liderada por Máximo Kirchner, y en el
resto del espacio kirchnerista?



Creo que hay un embotellamiento de lecturas e interpretaciones en el mundo
cristinista. Una cosa sería lo que pasa en la base social, y para eso va a
ser fundamental la foto de la elección, de las PASO [Primarias Abiertas,
Simultáneas y Obligatorias] de agosto. Pero la pregunta refiere seguramente
a las bases militantes. Ahí creo que hay de todo. Una tensión lógica entre
cierto pragmatismo vestido de disciplina orgánica -«lo que decide la Jefa
está bien», «ella sabe qué es lo correcto para esta etapa»- y quienes
imaginan un cristinismo con programa y alternativa propia. Después, más
arriba, están los dirigentes que, entre una opción romántica y otra opción
pragmática con más chances de ganar, se tirarán sobre la pragmática porque
no quieren largar el poder y la manija e irse al llano ni a ganchos.



-El kirchnerismo parece una especie de anomalía en el peronismo: mientras
que figuras poderosas como Carlos Menem o Eduardo Duhalde no constituyeron
facciones permanentes que trascendieran sus momentos de poder, el
kirchnerismo/cristinismo perdura como una identidad dentro de la identidad
peronista. ¿Hasta qué punto es una anomalía? ¿Se puede hablar hoy de
agotamiento de este espacio? Cristina Fernández de Kirchner llenó las listas
de diputados y senadores de leales, pero ideológicamente el kirchnerismo
parece estar en un momento muy bajo...



Primero: el kirchnerismo ya es parte del sistema político, pero habría que
pensar herencias distintas. Carlos Menem dejó una sociedad, Eduardo Duhalde
una estructura de poder y el kirchnerismo, una estructura de sentimientos.
Empecemos por Menem. Dejó huellas en la sociedad. Lo diría así: en ninguna
década se transformó tanto la sociedad. Y el peronismo estuvo ampliamente
bajo su conducción, pero ideológicamente quedó vencido. Para entender lo que
dejó, podemos retomar la frase de Alejandro Galliano: «Nos hicieron
neoliberales y ahora no saben cómo gobernarnos». Menem domó la inflación e
impuso el giro hacia las llamadas «reformas estructurales» con un carisma
único. Para hacer girar al peronismo había que ser demasiado peronista, y
Menem lo era. La mayoría de la gente lo siguió. No hizo nada sin votos. Su
herencia, en tal caso, es social; en el closet, mucha gente recuerda: con
Menem me compré una casa, conocí Europa, ahorré en dólares, vi a los Rolling
Stones… Menem está en las cosas y en la intimidad. Después, vino el
duhaldismo, que nace más de los costos del modelo que de las continuidades.
Duhalde era la vuelta necesaria del malón estatal: política social
territorializada, policías, intendentes [alcaldes], curas. Y yo creo que eso
sobrevive como estructura: es una concepción de la política que quizás no
fue superada. Hoy la política nacional es una disputa en el AMBA [Área
Metropolitana de Buenos Aires]. Es el peronismo bonaerense contra la
política porteña. Duhalde en octubre de 2001, en pleno voto bronca, sacó 37%
y traccionó al peronismo y al país.



El kirchnerismo es el centro del sistema político que se reconstruye tras la
crisis. Es la identidad que repara al peronismo, como el macrismo reparó al
no peronismo, herido tras la caída de [Fernando] De la Rúa. Los mejores años
de [Néstor] Kirchner fueron consumo y derechos humanos. Recuperó la ESMA
[Escuela de Mecánica de la Armada, símbolo de la represión de la dictadura y
hoy espacio de memoria] como motor simbólico de su gobierno, y al mismo
tiempo miraba de reojo el consumo de Frávega [una de las principales cadenas
de electrodomésticos en Argentina]. Kirchner entendía la sociedad que le
tocaba gobernar como una sociedad que había absorbido los modos de vida de
los años 90.



Kirchner tenía una lectura más completa de la sociedad, que no se limitaba a
su versión de izquierda. A la vez, el kirchnerismo pasó de ser la fuerza de
los «pingüinos» del sur, del federalismo, a ser una fuerza bonaerense que
copó el espacio estratégico que alguna vez controló Duhalde. Esto se logró
mediante la alianza del progresismo de capas medias de la Ciudad de Buenos
Aires y el peronismo del Conurbano bonaerense, de las densísimas zonas
populares de la provincia de Buenos Aires. Por eso Axel Kicillof da un largo
salto de la experiencia militante de la izquierda porteña de 2001 a
gobernador de Buenos Aires, aliado a los intendentes del peronismo
bonaerense. Hay algo en esa alianza, un rastro del viejo canto sobre la
unidad de piquetes y cacerolas que se cantaba en 2001 durante los cortes de
calles y los cacerolazos. Esta combinación entre la estructura de
sentimientos  y la herencia del aparato bonaerense (el «nudo», como lo llama
el periodista Carlos Pagni) es clave para entender la supervivencia, pero
también los límites del kirchnerismo. El límite duhaldista que no rompió. El
kirchnerismo se enamoró de sí mismo, de la «conurbanización» por encima de
una perspectiva más nacional. Por eso, Cristina ve la provincia como un
refugio en caso de perder la nación en octubre próximo.



¿Y el peronismo del interior? Retomando libremente una expresión de Ricardo
Sidicaro, el peronismo sigue siendo en parte una suma de partidos
provinciales con recuerdos en común. El contrapeso al kirchnerismo debería
venir justamente del interior. El kirchnerismo mantiene su identidad, es una
capa geológica de la política, más que una anomalía o una excepción, y se
limitó a elegir o vetar a otros sin proyectar una política transformadora
desde hace demasiados años. Se hizo sistema. Tiene una estructura de
sentimientos, pero se quedó sin ideas para Argentina. Lo que podría ocurrir
como necesaria superación del kirchnerismo no es lo que lo mata, sino lo que
lo desborda. Algo que supere su visión demasiado progresista del peronismo,
nostálgica y cerrada en sus propias cuitas, que es lo que finalmente achicó
al peronismo y a la propia Argentina. Algo que sea capaz de atar el
peronismo a la palabra futuro.



-Massa tuvo su mejor momento político-electoral interpelando a sectores
medios bajos con un discurso de mano dura contra la inseguridad y de rechazo
a la «corrupción kirchnerista». Tras haber sido funcionario de Cristina
Fernández de Kirchner, ¿qué Massa es el Massa que encabezará la fórmula
peronista en 2023?



La carrera política de Massa se contrapone a las trayectorias románticas,
trágicas y existenciales del estilo «hijos de la generación diezmada» o «los
hijos del 2001». La marca de Massa es 1989 (volvemos a Menem). Proviene de
la UPAU [Unión para la Apertura Universitaria], la agrupación juvenil
asociada a la UCeDé [Unión del Centro Democrático], la principal fuerza
liberal-conservadora, que fue una cantera de cuadros. Una mayoría de ellos
se hizo peronista de modo natural: si el poder está en el peronismo, somos
peronistas. Y además el peronismo al que se sumaban había abrazado las
reformas que ellos proponían. Si, históricamente, parte de las elites
pensaba que el peronismo era un partido a proscribir para poder gobernar
Argentina, en los 90 el peronismo consagra su peso a ser el partido que
garantiza la gobernabilidad.



En 2012 y 2013, ya enfrentado a Cristina Fernández de Kirchner, Massa
expresa a los que se habían alejado del kirchnerismo. La llamada
«aristocracia obrera» representada por la CGT [Confederación General del
Trabajo], capas medias y medias bajas, ciudadanos inseguros. En las
legislativas de 2013, Massa gana en la provincia de Buenos Aires. Lo que
pasa es que, como dicen, Massa se almuerza la cena, es demasiado político
para representar a la parte de la sociedad a la que no le gusta la política
y queda atrapado en ese juego. Se pasa de vivo. En 2015, sacó 20% de los
votos para presidente, un resultado bastante heroico dada la polarización
reinante. Pero luego se diluye todo, en 2017 ya no puede repetir la hazaña;
con Macri, a quien se había acercado, termina muy mal, y en 2019 acaba
tejiendo el acuerdo con el kirchnerismo (al que había jurado nunca volver a
acercarse) que da origen al Frente de Todos. Yo creo que Massa combina un
ethos de la época de Menem con una capacidad de construcción de poder
heredera de Kirchner. Lo que pasa es que a Kirchner en 2003 casi nadie lo
conocía, esa era su virtud. A Massa la sociedad lo conoce demasiado.
Kirchner agarró el país con la economía ya creciendo, el súper ciclo de los
commodities. Massa, al borde de la hiperinflación.



-Hablando de inflación, fuera de Argentina se ve muy extraño que el ministro
de Economía de un país con más de 100% de inflación pueda ser un candidato
presidencial competitivo, pero Massa lo es, o al menos es el más competitivo
que tienen a mano... A diferencia de la de 2001, esta parece una crisis más
«rara», con altísima inflación pero poco desempleo, mucha política social,
mucho consumo... ¿eso puede darle alguna chance de victoria a Massa, pese a
que hasta ahora la oposición se venía probando el traje de ganadora?



Pregunta difícil. En Argentina hubo dos superministros: Domingo Cavallo y
Roberto Lavagna, que tenían cierta idea de lo que debe ser Argentina e
incluso competían con los presidentes, Cavallo con Menem y Lavagna con
Kirchner. El resto de los ministros de Economía fueron más útiles o
fusibles. Massa, obviamente, era un político de carrera antes de ser
ministro de Economía. Y lo que puede presentar es la imagen de un piloto de
tormentas que evita que la situación explote. No acertó con los vaticinios
de inflación, pero tiene el gesto del culo apoyado en la bomba. Desde 2001,
vivimos bajo amenaza explosiva. «Hay 100% de inflación pero la inflación no
soy yo; yo evité el desastre, que todo sea peor». El influencer liberal
Carlos Maslatón logró desarrollar el relato sobre la economía barrani [no
registrada], que explicaría el elevado consumo en medio de la crisis. Y algo
de eso se fue imponiendo en la discusión pública. Incluso se fue debilitando
el relato -proveniente del propio kirchnerismo- que corría por izquierda al
gobierno y expresaba una mirada sumamente decadentista. Y todo esto es parte
del efecto Massa.

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