Estados Unidos/ "La reaparición del trabajo infantil es el último signo del declive de Estados Unidos". [Steve Fraser]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Jul 10 13:05:50 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

10 de julio  2023

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Estados Unidos



Cuidado: niños trabajando



"La reaparición del trabajo infantil es el último signo del declive de
Estados Unidos"



Steve Fraser *

A l’encontre, 7-7-2023

https://alencontre.org/ameriques/

Traducción de Correspondencia de Prensa



En 1906, un jefe indígena, ya viejo, visitó Nueva York por primera vez.
Estaba curioso por la ciudad y la ciudad estaba interesada en él. Un
reportero de una revista le preguntó al jefe amerindio qué era lo que más le
había sorprendido durante su recorrido por la ciudad. "Los niños pequeños
trabajando", respondió el visitante.



El trabajo infantil escandalizó seguramente a este forastero, pero en
aquella época era muy común en la Norteamérica urbana e industrial (y en las
granjas, donde era habitual desde hacía mucho tiempo). En los últimos
tiempos, sin embargo, es mucho menos frecuente. La ley y la práctica
lograron que casi desapareciera, suponemos la mayoría de nosotros. Y nuestra
reacción ante su reaparición podría parecerse a la de aquel jefe: conmoción,
incredulidad.



Pero deberíamos acostumbrarnos, ya que el trabajo infantil es una realidad
que ha vuelto con fuerza. Una cantidad impresionante de funcionarios electos
están haciendo esfuerzos concertados (The New Yorker, «Child Labor is on the
Rise», 4-6-2023) para debilitar o derogar las leyes que durante mucho tiempo
prohibieron (o al menos frenaron seriamente) la posibilidad de explotar a
los niños.



Consideremos lo siguiente: la cantidad de niños que trabajan en EE.UU.
aumentó un 37% entre 2015 y 2022. En los últimos dos años, 14 estados han
introducido o promulgado leyes que derogan las normativas que regulaban la
cantidad de horas durante las que se podía hacer trabajar a los niños, han
reducido las restricciones sobre los trabajos peligrosos y han legalizado
los salarios mínimos para los jóvenes.



El Estado de Iowa permite ahora que los jóvenes de 14 años trabajen en
lavanderías industriales. A los 16 años, pueden desempeñar trabajos de
techado, construcción, excavación y demolición y pueden manejar maquinaria
con motores. Los jóvenes de 14 años pueden incluso trabajar de noche y, a
partir de los 15 años, pueden trabajar en cadenas de montaje. Por supuesto,
todo esto estaba prohibido no hace mucho tiempo.



***



Los representantes electos dan explicaciones absurdas para justificar estas
desviaciones de prácticas establecidas desde hace mucho tiempo. El trabajo,
según dicen ellos, mantendrá a los niños alejados de sus computadoras, de
los videojuegos o de la televisión. E incluso le quitará al gobierno la
potestad de dictar lo que los niños pueden o no pueden hacer, dejando a los
padres el control, una afirmación que ya carece de sentido dados los
esfuerzos desplegados para eliminar la legislación social protectora y para
permitir que los niños de 14 años trabajen sin la autorización formal de sus
padres.



En 2014, el Instituto Cato, un grupo de reflexión de derecha, publicó "A
Case Against Child Labor Prohibitions" (Un caso contra las prohibiciones del
trabajo infantil), argumentando que dichas leyes cercenaban las perspectivas
de futuro de los niños pobres, en particular de los niños negros. La
Foundation for Government Accountability (Fundación para la Responsabilidad
Gubernamental), un grupo de reflexión financiado por una serie de ricos
donantes conservadores, entre ellos la familia DeVos [Betsy DeVos,
secretaria de Educación bajo la administración Trump], encabezó los
esfuerzos para flexibilizar las leyes sobre el trabajo infantil, y la
Americans for Prosperity (Estadounidenses por la Prosperidad), la fundación
multimillonaria de los hermanos Koch (muy implicados en la inversión
petrolera), se unieron a ellos.



Estos ataques no se limitan a los estados rojos (republicanos) como Iowa o
los del Sur. En los estados de California, Maine, Michigan, Minnesota y
Nuevo Hampshire, así como Georgia y Ohio, ha habido también este tipo de
intervenciones. Durante los años de la pandemia, incluso el estado de Nueva
Jersey aprobó una ley que aumentaba transitoriamente las horas de trabajo
autorizadas para los jóvenes de 16 a 18 años.



***



La cruda realidad es que el trabajo infantil es rentable y se está haciendo
increíblemente omnipresente. Es un secreto a voces que las cadenas de comida
rápida llevan años empleando a menores y simplemente consideran la multa
ocasional como parte del costo de funcionamiento. En Kentucky, niños de tan
sólo 10 años de edad trabajan en estos centros de preparación de comida, y
los mayores ya han superado los límites horarios prescritos por la ley. En
Florida y Tennessee, los techadores pueden, a partir de ahora, trabajar
aunque tengan solamente 12 años.



Recientemente, el Departamento de Trabajo descubrió a más de 100 niños de
entre 13 y 17 años trabajando en plantas de envasado de carne y mataderos de
Minnesota y Nebraska. Y no se trataba de operaciones clandestinas. Empresas
como Tyson Foods y Packer Sanitation Services -propiedad del fondo de
inversión BlackRock, la mayor empresa de gestión de activos del mundo [véase
el artículo sobre estos fondos publicado en A l'encontre el 6-7-2023,
http://alencontre.org/economie/economie-les-societes-de-gestion-dactifs-pren
nent-le-pouvoir-sur-le-logement-les-hopitaux-leau-et-les-energies-renouvelab
les.html] figuraban también en la lista.



Actualmente, casi toda la economía está considerablemente abierta al trabajo
infantil. Las fábricas de ropa y los fabricantes de piezas de automóviles
(proveedores de Ford y de General Motors) emplean a niños inmigrantes, a
veces en turnos de 12 horas. Muchos de ellos se ven obligados a abandonar la
escuela para no ser sancionados por sus empleadores. Asimismo, las cadenas
de suministro de Hyundai y Kia dependen de los niños que trabajan en
Alabama.



Como informó el New York Times el pasado mes de febrero ("Alone and
Exploited, Migrant Children Work Brutal Jobs Across the U.S.», Hannah
Dreier, 25-2-2023) -en un aporte a la divulgación del nuevo mercado de
trabajo infantil- los niños menores de edad, en particular los inmigrantes,
trabajan en plantas de empaquetado de cereales y en fábricas de
procesamiento de alimentos. En Vermont, los "ilegales" (porque son demasiado
jóvenes para trabajar) manejan máquinas ordeñadoras. Algunos niños ayudan a
confeccionar camisas de J. Crew (una gran marca de ropa) en Los Ángeles,
trabajan en las panaderías de Walmart o en la producción de calcetines de
Fruit of the Loom (una empresa muy conocida). El peligro acecha. Estados
Unidos es un lugar de trabajo muy peligroso y la tasa de accidentes entre
los niños trabajadores es muy elevada, con una aterradora serie de espinas
dorsales rotas, amputaciones, envenenamientos y quemaduras desfigurantes.



La periodista Hannah Dreier se ha referido a una "nueva economía de la
explotación", sobre todo cuando se trata de niños inmigrantes. Una maestra
de escuela de Grand Rapids, en Michigan, al observar la misma situación,
comentó: "Toman a niños de otro país y los someten prácticamente a una
servidumbre industrial".

Hace mucho tiempo, hoy



Hoy en día, podemos sorprendernos como se sorprendió aquel jefe de
amerindios a principios del siglo XX ante este espectáculo deplorable.
Nuestros antepasados no se habrían sorprendido. Para ellos, el trabajo
infantil era algo normal.



Además, los miembros de las clases altas británicas que no estaban obligados
a trabajar duro consideraron durante mucho tiempo el trabajo como un tónico
espiritual capaz de frenar los impulsos indisciplinados de las clases
inferiores. Una ley isabelina de 1575 preveía ya la asignación de fondos
públicos al empleo de niños como "profilaxis contra los vagabundos y
mendigos".



En el siglo XVII, el filósofo John Locke [1632-1704, autor del Ensayo sobre
el entendimiento humano, uno de los principales actores de la Royal African
Company, pilar del comercio de esclavos], entonces famoso "defensor de la
libertad", proponía que se incluyera a los niños de tres años en la fuerza
de trabajo. Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe, estaba encantado de que
"todos los niños de cuatro o cinco años pudieran ganarse el pan". Más tarde,
Jeremy Bentham [1748-1832, precursor del liberalismo], padre del
utilitarismo, optó por los cuatro años, ya que de lo contrario la sociedad
sufriría la pérdida de "¡preciosos años durante los cuales no se hace nada!
¡Nada para la industria! ¡Nada para la mejora, moral o intelectual!".



El informe sobre la industria manufacturera publicado en 1791 por el "padre
fundador" estadounidense Alexander Hamilton [1757-1804, Secretario del
Tesoro de 1789 a 1795] señalaba que los niños "que de otro modo estarían
ociosos" podían convertirse en cambio en una fuente de mano de obra barata.
La afirmación de que el trabajo a una edad temprana prevenía de los peligros
sociales de "la ociosidad y de la degeneración" siguió siendo una constante
en la ideología de las élites hasta la era moderna. Y es evidente que sigue
siendo así en la actualidad.



***



Cuando comenzó efectivamente la industrialización en la primera mitad del
siglo XIX, los observadores señalaron que el trabajo en las nuevas fábricas
(sobre todo en las textiles) "lo hacían mejor las niñas de 6 a 12 años". En
1820, los niños representaban el 40% de los trabajadores de las fábricas en
tres estados de Nueva Inglaterra. Ese mismo año, los niños menores de 15
años representaban el 23% de la mano de obra manufacturera y hasta el 50% de
la producción textil de algodón ("Child Labor in the United States", Robert
Whaples, Wake Forest University).



Y estas cifras siguieron aumentando después de la Guerra de Secesión
estadounidense [1861-1865]. En realidad, los hijos de los antiguos esclavos
volvieron a ser esclavizados mediante acuerdos de aprendizaje altamente
restrictivos. Mientras tanto, en Nueva York y en otros centros urbanos, los
padroni italianos aceleraban la explotación de los niños inmigrantes
infligiéndoles tratamientos brutales. Hasta el New York Times se ofendió:
"El mundo ha renunciado a robar hombres de las costas de África para
secuestrar niños en Italia".



Entre 1890 y 1910, el 18% de los niños de entre 10 y 15 años, unos dos
millones de jóvenes, trabajaban, a menudo 12 horas al día, seis días por
semana.



Trabajaban en toda la fachada marítima bajo la supervisión de los padroni,
miles de niños abrían ostras y recogían gambas. También eran voceadores
callejeros y vendedores de periódicos. Trabajaban en oficinas y fábricas,
bancos y burdeles. Manejaban martillos y macetas y eran "abridores de las
puertas de madera que dejaban pasar el aire" en las minas de carbón mal
ventiladas, trabajos especialmente peligrosos e insalubres. En 1900, de los
100.000 trabajadores de las fábricas textiles del Sur, 20.000 de ellos
tenían menos de 12 años.



Los huérfanos urbanos eran enviados a trabajar en las fábricas de vidrio del
Medio Oeste. Miles de niños se quedaban en sus casas y ayudaban a sus
familias a confeccionar ropa para los talleres clandestinos. Otros
empaquetan flores en carpas mal ventiladas. Un niño de siete años explicó:
"Prefiero ir a la escuela. No me gusta estar en casa. Hay demasiadas
flores." En las granjas, la situación era igualmente sombría: niños de
apenas tres años trabajaban pelando frutas y recogiendo bayas.



En la familia



No cabe duda de que, hasta el siglo XX, el capitalismo industrial dependía
de la explotación de los niños, cuyo trabajo resultaba más barato, tenían
menos capacidad de resistencia y, hasta la llegada de tecnologías más
sofisticadas, se adaptaban bien a las máquinas relativamente sencillas de la
época.



Por otra parte, la autoridad ejercida por el patrón respondía a los
principios patriarcales de la época, ya fuera en el seno de la familia o
incluso en las nuevas empresas industriales de mayor tamaño de entonces, que
en su inmensa mayoría eran propiedad de familias, como la siderúrgica de
Andrew Carnegie. Este capitalismo familiar dio lugar a una alianza perversa
entre patronos y subcontratistas que hizo de los niños unos asalariados en
miniatura.



En esa época, las familias de clase trabajadora eran tan explotadas que
necesitaban desesperadamente los ingresos que generaban sus hijos. Así pues,
en Filadelfia a principios de siglo, el trabajo infantil representaba entre
el 28% y el 33% de los ingresos de las familias biparentales nacidas en el
país (Monthly Labor Review, "History of child labor in the United
States-part 1: little children working", enero de 2017). En el caso de los
inmigrantes irlandeses y alemanes, las cifras eran del 46% y el 35%
respectivamente. No es sorprendente que los padres de clase trabajadora se
opusieran a menudo a las leyes propuestas sobre el trabajo infantil. Como
señaló Karl Marx, el trabajador, siendo incapaz de mantenerse a sí mismo,
"ahora vende a su mujer y a su hijo, se convierte en un traficante de
esclavos".



No obstante, la resistencia empezó a organizarse. El sociólogo y fotógrafo
Lewis Hine conmocionó al país con fotografías desgarradoras de niños
trabajando en fábricas y minas (Pudo acceder a esos lugares de trabajo
haciéndose pasar por vendedor de biblias). Mother Jones [1837-1930], la
militante sindical, llevó adelante una "cruzada de los niños" en 1903 en
nombre de los 46.000 trabajadores textiles en huelga en Filadelfia.
Doscientos delegados de los niños trabajadores se presentaron en la
residencia del presidente Teddy Roosevelt [1901-1909] en Oyster Bay, Long
Island, para protestar, pero el presidente se desentendió del problema
argumentando que el trabajo infantil era competencia de los estados, no del
gobierno federal.



De vez en cuando, algunos niños trataban de escaparse. Los propietarios de
las fábricas respondieron a estos intentos instalando alambre de púas
alrededor de las mismas o haciendo trabajar a los niños por la noche, ya que
el miedo a la oscuridad era un freno a los intentos de fuga. Algunas de las
146 mujeres que murieron en el infame incendio de la Triangle Shirtwaist
Factory en 1911 en el Greenwich Village de Manhattan -los propietarios de
esta fábrica de ropa habían cerrado las puertas con llave, obligando a las
trabajadoras atrapadas a saltar hacia la muerte desde las ventanas de los
pisos superiores- tenían tan sólo 15 años. Esta tragedia reforzó la
creciente indignación contra el trabajo infantil.



***



En 1904 fue creado un comité nacional sobre el trabajo infantil. Durante
años, presionó a los estados para que prohibieran, o al menos limitaran, el
trabajo de los niños. Sin embargo, las victorias fueron a menudo pírricas,
ya que las leyes promulgadas eran siempre poco contundentes, con decenas de
excepciones y además eran mal aplicadas. Finalmente, en 1916, fue aprobada
una ley federal que prohibía el trabajo infantil en todas partes. Pero, en
1918, el Tribunal Supremo la declaró inconstitucional.



De hecho, recién en la década de 1930, después de la Gran Depresión, las
condiciones comenzaron a mejorar. Dada la devastación económica, se podría
suponer que la mano de obra infantil barata habría sido muy apreciada. Sin
embargo, ante la escasez de puestos de trabajo, los adultos, y los hombres
en particular, ocuparon su lugar realizando tareas antes reservadas a los
niños. En los mismos años, el trabajo industrial empezó a incorporar
maquinaria cada vez más compleja que resultaba demasiado difícil para los
niños pequeños. Simultáneamente, la edad de escolarización obligatoria
siguió aumentando, lo que limitó aún más el número de niños trabajadores
disponibles.



***



Y lo que es más importante, la mentalidad cambió. El movimiento obrero
insurreccional de los años 30 detestaba la idea misma del trabajo infantil.
Las fábricas sindicadas y las industrias enteras se convirtieron en zonas
prohibidas para los capitalistas que pretendían explotar a los niños. En
1938, con el apoyo de los sindicatos, la administración del New Deal del
presidente Franklin Roosevelt aprobó finalmente la Fair Labor Standards Act
que, al menos en teoría, suponía el fin del trabajo infantil (aunque eximía
al sector agrícola en el que este tipo de trabajo seguía siendo frecuente).



El New Deal de Roosevelt transformó también las mentalidades en todo el
país. Un sentimiento de igualitarismo económico, un nuevo respeto por la
clase trabajadora y una desconfianza sin límites hacia la casta empresarial
hicieron que el trabajo infantil resultara particularmente repugnante.
Además, el New Deal inauguró una larga era de prosperidad, que incluyó la
mejora del nivel de vida de millones de hombres y mujeres trabajadores que
ya no necesitaban el trabajo de sus hijos para llegar a fin de mes.



Volver al pasado



Resulta aún más chocante descubrir que una lacra que creíamos desterrada
esté apareciendo nuevamente. El capitalismo estadounidense es un sistema
internacionalizado y sus redes se extienden prácticamente por todas partes.
Se calcula que en la actualidad hay 152 millones de niños trabajadores en el
mundo. Por supuesto, no todos ellos son empleados directa o incluso
indirectamente por empresas estadounidenses. Pero esos millones deberían sin
duda recordarnos hasta qué punto el capitalismo ha vuelto a ser
profundamente retrógrado, tanto aquí (en Estados Unidos) como en el resto
del planeta.



Los alardes sobre el poder y la riqueza de la economía estadounidense forman
parte del sistema de creencias y de la retórica de las élites. Sin embargo,
la esperanza de vida en EEUU, una medida fundamental de la regresión social,
viene bajando desde hace años. La atención sanitaria no sólo es inasequible
para millones de personas, sino que su calidad se ha vuelto mediocre en el
mejor de los casos para quienes no pertenecen al 1% más rico. Del mismo
modo, el declive de las infraestructuras del país sigue su curso, debido a
su vetustez y a décadas de negligencia.



Por lo tanto, Estados Unidos debe considerarse como un país "desarrollado"
en vías de subdesarrollo y, en este contexto, el retorno del trabajo
infantil es profundamente sintomático. Incluso antes de la gran recesión que
siguió a la crisis financiera de 2008, el nivel de vida había bajado, sobre
todo para millones de trabajadores golpeados por un tsunami de
desindustrialización que duró varias décadas. Esta recesión, que duró
oficialmente hasta 2011, no hizo sino empeorar la situación, ejerciendo una
mayor presión sobre los costos laborales, y haciendo que el trabajo fuera
cada vez más precario, sin prestaciones sociales y no sindicado. Así que,
¿por qué no recurrir a otra fuente de mano de obra barata: los niños?



Los más vulnerables de ellos vienen del extranjero, inmigrantes del Sur, que
huyen de economías en crisis a menudo debidas a la explotación y la
dominación económicas estadounidenses. Si este país vive actualmente una
crisis fronteriza -que es real- los orígenes de la misma se encuentran de
este lado de la frontera [y, sobre todo, no en América Central o en México].



La pandemia de Covid-19 de 2020-2022 creó una escasez de mano de obra de
corta duración utilizada como pretexto para volver a poner a los niños a
trabajar (aunque, en realidad, la reaparición del trabajo infantil es
anterior a la pandemia). Debemos considerar el trabajo infantil en el siglo
XXI como un signo inequívoco de la patología social existente. Estados
Unidos puede aún seguir tiranizando ciertas partes del mundo y hacer
permanentemente alardes de su poderío militar. Pero dentro de casa, está
enfermo.



* Steve Fraser es el autor, entre otros ensayos, de Mongrel Firebugs and Men
of Property: Capitalism and Class Conflict in American History, Ed. Verso,
2019.  Entre sus obras anteriores se incluyen Class Matters: The Stange
Career of an American Delusion, Yale University Press, 2018, The Age of
Acquiescence: The Life and Death of American Resistance to Organized Wealth
and Power, Little, Brown and Company, 2015.



(Artículo publicado en TomDispatch, 6-7-2023
https://tomdispatch.com/caution-children-at-work/)

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