Estado español/ Primeros balances sobre el 23 J. [Dossier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jul 25 13:57:00 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

24 de julio  2023

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Estado español



Freno al bloque reaccionario y futuro ingobernable



Jaime Pastor *

Viento Sur, 24-7-2023

https://vientosur.info/



A continuación publicamos un primer balance del resultado de las elecciones
del domingo. Esperamos que nos vayan llegando otros, tanto de ámbito estatal
como de los distintos territorios, a fin de tomarle el pulso a la situación
política.



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No ha llegado el verano azul prometido por Feijóo pero, más allá del alivio
que produce la derrota de las expectativas de las derechas, tampoco parece
que nos espere un futuro esperanzador bajo un nuevo gobierno progresista
que, en medio de una policrisis creciente y con la amenaza de una nueva fase
austeritaria que se cierne en el horizonte, se limite a ser mero gestor de
lo existente.



Con una participación del 70,4% (4,2% más que en las anteriores de 2019) y
en el marco de un refuerzo del bipartidismo (que ha pasado del 48% en 2019
al 64,8%), la mayor movilización de las gentes de izquierda ha logrado
impedir que el ascenso del bloque de derechas que, según las encuestas, se
anunciaba como inevitable se haya traducido en una mayoría suficiente para
ser alternativa de gobierno. En efecto, con 33,1% de votos y 136 escaños (47
más) el PP y 12,4% y 31 escaños (19 menos) Vox, ambas fuerzas no han logrado
alcanzar el total de los 176 escaños necesarios y les va a ser imposible
sumar otros votos más allá de Coalición Canarias (1) y UPN (1). El retroceso
de Vox es sin duda una buena noticia pero no debería hacernos olvidar que en
ello ha influido la creciente asunción por parte de la dirección del PP del
marco discursivo que esa formación ha ido imponiendo en los últimos tiempos
y que puede incluso verse reforzado bajo la presión de quien no tardará en
postularse como alternativa a Feijóo, Isabel Díaz-Ayuso, como ya pudo
apuntarse en la noche electoral.



Ha sido el PSOE de Pedro Sánchez (con 31,7% de votos y 122 escaños) el
principal beneficiario del voto útil contra esa amenaza -percibida como muy
real tras los pactos municipales y autonómicos del PP con Vox-, incluso en
comunidades autónomas como Catalunya y Euskadi, pese a que fuerzas como EH
Bildu (con 6 escaños), PNV (con 5), ERC (7), Junts (7) y BNG (1) van a ser
determinantes para que se repita la experiencia del gobierno de coalición
progresista. Por su parte, Sumar ha logrado 12,3% de votos y 31 escaños, por
debajo de lo obtenido por Unidas Podemos en 2019, si bien ha conseguido
frenar el declive que había sufrido esa formación en las pasadas elecciones
municipales y autonómicas del 28 de mayo pasado. En lo que respecta a otras
fuerzas a su izquierda, la CUP no ha logrado revalidar los dos escaños que
obtuvo en las pasadas elecciones generales (bajando del 6,37% al 2,81%),
mientras que Adelante Andalucía, que se presentaba sólo en Cádiz, no ha
conseguido su objetivo de un escaño al obtener un 1,42% de votos.



Estos han sido los principales datos de unas elecciones que han sido el
final de una campaña intensa iniciada inmediatamente después de las
elecciones del 28M pasado, y que se ha caracterizado por un constante cambio
de guion bajo el impacto de los pactos que han ido negociando PP y Vox en
muchos ayuntamientos y comunidades autónomas y en los que ha quedado
visibilizada ante una parte amplia del electorado la amenaza para derechos y
libertades básicas que supondría la formación de un gobierno formado por
ambos partidos. Por eso, desde la izquierda social ha predominado un voto
fundamentalmente defensivo, “responsable”, como se ha calificado desde
algunas tribunas, de preservación de lo conquistado, frente a lo que podía
convertirse en una regresión histórica en toda regla.



Con todo, pese al refuerzo del bipartidismo, la clave de la posibilidad de
formar un nuevo gobierno progresista seguirá estando en formaciones
políticas periféricas y, en particular, en EH Bildu, ERC y, sobre todo,
Junts. Así que volveremos de nuevo a comprobar que sin la resolución
democrática de la fractura nacional-territorial que atraviesa el Estado
nunca habrá estabilidad ni gobernabilidad posible. Razón de más para
esforzarnos por el fin de la política represiva y por seguir exigiendo el
reconocimiento de la realidad plurinacional y el derecho de nuestros pueblos
a decidir su futuro, incluida la independencia.



Sin embargo, no cabe pensar que en el caso de que se supere el riesgo de
bloqueo, se vaya a producir un cambio de rumbo respecto al mantenido hasta
ahora por las principales formaciones de un bloque progresista en el que,
además, el PSOE sale reforzado mientras que Sumar, que ha mostrado su
voluntad de dar nuevos pasos adelante en su moderación programática1 y en su
subalternidad respecto al liderazgo de Pedro Sánchez, aparece con una
posición más debilitada que en el pasado. De continuar con unas políticas
–que son también las dominantes en la Unión Europea- en cuyo marco han
crecido la derecha y la extrema derecha, es de temer que siga alimentándose
la dinámica precedente, con el agravante de que estas fuerzas cuentan con
más resortes institucionales -incluido ahora un Senado con mayoría absoluta
del PP- que antes.



Por ello, será necesario volver a poner en el centro la reactivación de la
movilización popular, más allá del voto, en torno a objetivos y demandas
capaces de desbordar el marco progresista dominante para que podamos hacer
retroceder en sus posiciones al bloque de derechas. Este, como ya estamos
viendo, no se va a dar por vencido y no va a tardar en movilizarse también
en la calle y desde sus espacios de poder preparándose así ante la
posibilidad de una repetición electoral.



Más allá, por tanto, de los análisis electorales del 28M y del 23J, se hace
necesario abrir un proceso de reflexión colectiva dentro de las izquierdas
sobre las tendencias de fondo que se están desarrollando en el mbito estatal
y en el europeo, con el fin de abrir una nueva fase de recomposición que
vaya más allá de las políticas del mal menor y de la cultura gobernista.



Habrá que trabajar, en fin, por “un proyecto ecosocialista amplio, que no se
contente con administrar lo existente, y que busque ensanchar el campo de lo
posible. Un proyecto que permita visualizar que lo que hoy no es posible, ni
lo parece, pueda empezar a serlo, colectivamente, el día de mañana” /2.



* Jaime Pastor es politólogo y editor de viento sur



Notas



1/ Manuel Garí, “Las debilidades de la izquierda en tiempos de cólera”,
viento sur, 19/07/23,
https://vientosur.info/las-debilidades-de-la-izquierda-en-tiempos-de-colera/


2/ Miguel Urbán, “Zapatero y la restauración del bipartidismo”, viento sur,
19/07/23,
https://vientosur.info/zapatero-y-la-restauracion-del-bipartidismo/



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Reino de España



Una primera reflexión sobre las elecciones del 23 J



Gustavo Buster/Daniel Raventós/Miguel Salas

Sin Permiso, 25-7-2023

https://sinpermiso.info/



Lo que parecía una catástrofe anunciada para las izquierdas tras las
elecciones municipales y autonómicas del 28 M, se ha acabado convirtiendo en
una amarga derrota para las derechas extremas del PP y Vox el 23 J, que les
impide gobernar. Está por ver si podrá hacerlo una nueva coalición
progresista y enfrentarse al reto de abordar los problemas tanto sociales
como democráticos pendientes de la anterior legislatura en una correlación
de fuerzas peor y un margen fiscal más reducido por la presión de la UE.
Pero también cabe que las reivindicaciones expresadas por Junts, cuya
abstención resulta imprescindible para la formación de un gobierno
progresista, acaben forzando la convocatoria de nuevas elecciones generales
en el Reino de España antes de que termine 2023.



El fracaso de las derechas extremas



Feijóo, el candidato del Partido Popular, solo tenía una oportunidad. Y la
ha desaprovechado. Consigue 136 escaños, 47 más que su ya olvidado antecesor
en 2019, el 33,05% de los votos, con una movilización inédita de la derecha,
gracias al trasvase de votos útiles de la extrema derecha de Vox (que pierde
19 escaños) y de acoger los votos huérfanos de Ciudadanos (que en 2019 logró
aun 10 escaños, y cuya desaparición nadie lamenta). Ha reclamado en su
discurso un derecho constitucional inexistente a que se le deje gobernar
como la lista más votada. Un llamamiento melancólico al bipartidismo
dinástico, que en realidad esconde una política de apartheid electoral de la
mayoría de los ciudadanos, y que murió el 1 de octubre de 2016 con la crisis
del PSOE por el mismo motivo y la defenestración-resurrección de Pedro
Sánchez.



Pero los llamamientos de Feijóo a gobernar con el apoyo de poco más de una
cuarta parte del electorado, nunca fue su “plan A”. El mapa surgido de las
elecciones municipales y autonómicas del 28 M solo le dejaban la opción de
una coalición con Vox, a pesar incluso de negarse a comparecer en cualquier
debate en el que estuviese Abascal. Y este era el punto más débil de su
proyecto, a pesar de apoyarlo en la “derogación del sanchismo”. Un gobierno
de coalición reaccionario de derecha extrema PP-Vox, en la estela de
Polonia, Finlandia o Hungría, difícilmente puede representar ese “consenso
de estado” congelado en el que se ha convertido la Constitución de 1978. Al
final, lejos de dividirlas, ha movilizado a las izquierdas despertando su
instinto básico de supervivencia.



Feijóo no ha estado a la altura de Isabel Ayuso ni en Madrid, reducto de la
oligarquía rentista, donde ha perdido el 7,3% de los votos obtenidos el 28
M, que equivalen a 2 diputados. La última semana de campaña dilapidó en
buena parte su ventaja inicial con sus mentiras, la ausencia del debate
final y su relación con Marcial Dorado, del que sabía que era un
“contrabandista pero no aún un narcotraficante”. Antes del ajuste de cuentas
interno en el PP, le queda el amargo trago de verse designado por Felipe VI,
fracasar en la moción de confianza sin obtener ni los 176 escaños de la
mayoría absoluta ni una mera mayoría simple, porque tiene asegurado el voto
en contra de 179 diputados. Y está por ver qué hará Vox en este callejón sin
salida, después de verse arrastrado por el voto útil más inútil de la
hipócrita campaña de Feijóo.



Vox ha sido el gran perdedor de la estrategia de Feijóo. No tiene otra
opción que bunquerizarse como la extrema derecha neo-franquista despechada,
en la estela de lo que fue la moción de censura de Tamames. Será un problema
de inestabilidad en los gobiernos autonómicos que comparte como socio
minoritario con el PP (Valencia y Extremadura) o en los que no le ha dejado
entrar el PP a pesar de su apoyo (Baleares y a la espera Murcia).



La enésima resurrección de Pedro Sánchez



Después de perder las elecciones municipales y autonómicas del 28 M,
convocar elecciones anticipadas y del pinchazo en el debate con Feijóo la
primera semana de la campaña electoral, Pedro Sánchez ha sabido hacer de la
debilidad virtud. Ha resistido la avalancha de las derechas y obtenido
mejores resultados que en 2019, añadiendo dos diputados más al grupo
parlamentario del PSOE con el 31,70% de los votos, a menos de 300.000
papeletas y el 1,35% del PP. Gracias a la ayuda inestimable de Zapatero, en
la última semana de campaña ha conseguido hacer del pretendido “sanchismo”
un grito de resistencia contra las derechas extremas, apoyándose más en el
instinto de supervivencia de las izquierdas que en la reivindicación de los
éxitos de su gestión al frente del gobierno de coalición progresista.



Las deficiencias de su gestión pueden resumirse en dos aspectos, sino tres,
que hemos repetido hasta la saciedad en Sin Permiso: un continuo intento de
arbitraje equilibrista entre intereses de clase contrapuestos y una
limitación a los marcos del régimen del 78 (así como el Consenso de Bruselas
y el geopolítico de la OTAN) a pesar de que eran la raíz o agravaban los
problemas coyunturales de gestión de la policrisis acumulada. El tercero,
como es evidente, ha sido el aparcamiento e intento de “desinflamar” más que
de resolver la crisis constitucional en Cataluña.



Mientras que los dos primeros son la razón del desencanto que tanto ha
afectado a la movilización de las izquierdas hasta que no se ha apelado a su
propia supervivencia, el tercero ha acabado erosionando el legado político
del procés y dando una mayoría electoral al PSC (+7 escaños) y a
Sumar-Comuns en Cataluña (que mantiene los suyos), a pesar de la vida muerta
que ha supuesto la mesa de diálogo y que le ha costado a ERC 7 escaños. Pero
sería un espejismo creer que la crisis constitucional en Cataluña esta
“apaciguada” o en vías de solución: la prueba de ello es el bloqueo y la
repetición de elecciones generales con las que amenaza Junts si no se abren
perspectivas concretas desde Madrid a una solución democrática de la
cuestión nacional catalana, a pesar de la derrota electoral que han sufrido
los tres partidos independentistas.



El PSOE ha conseguido también superar ligeramente en número de votos al PNV
y EH-Bildu en Euskadi, estableciendo un equilibrio a tres cuyo gestor más
fiable es EH-Bildu. Y aumentar un escaño, a pesar de verse superado por el
PP, en Madrid, Baleares, Canarias, Navarra, Cantabria y Valencia. Sus
fracasos más preocupantes e importantes son la perdida de cuatro escaños en
Andalucía y tres en Galicia, donde se consolidan las mayorías caciquiles del
PP, como en Castilla-León. En Castilla-La Mancha es patente el crecimiento
del bloque PP-Vox frente al PSOE, sin que Sumar consiga ni un escaño y lo
mismo ocurre en Extremadura y Aragón.



La conclusión de estos datos es que la correlación de fuerzas del PSOE con
las derechas sociales y políticas se sigue degradando y depende más para
mantener su hegemonía de las otras fuerzas del bloque progresista, empezando
por Sumar. Ello aumentará las contradicciones del arbitrismo de Sánchez, que
ya fueron manifiestas en el primer gobierno de coalición progresista,
especialmente en el horizonte del giro austeritario de la aplicación del
Pacto Fiscal europeo y la evolución de la guerra de Ucrania.



Sumar



La arqueología del nacimiento de lo que ha acabado siendo Sumar, una
coalición electoral de más de 15 organizaciones territoriales a la izquierda
del PSOE, en parte resultado de la crisis de Podemos, hay que situarla en la
designación de Pablo Iglesias, a su salida del gobierno en marzo de 2021, de
Yolanda Díaz como candidata de Unidas Podemos.



La transformación de una coalición en otra ha estado determinada por el
propio balance de la gestión en el gobierno de coalición progresista de los
distintos componentes de Unidas Podemos, empezando por la del propio
vicepresidente Pablo Iglesias y la de Yolanda Díaz en el Ministerio de
Trabajo. Pero las polémicas generadas por medidas como el Ingreso Mínimo
Vital y especialmente la de la Ley del “si es si”, así como la falta de
consenso sobre el modelo de coalición que debía sustituir a Unidas Podemos
han ido retrasando la puesta en marcha del proyecto.



Este se inició con el “proceso de escucha” y las comisiones de elaboración
programáticas a comienzos de 2023, no haciendo posible la presentación de
candidaturas unitarias en las elecciones municipales y autonómicas del 28 M.
Sumar, por lo tanto, sigue siendo una coalición confederal, con una pequeña
organización “paraguas” del mismo nombre, que debe ejercer tareas de
dirección política desde el grupo parlamentario, mientras desarrolla nuevas
estructuras democráticas y coordina las existentes territorialmente, dando
coherencia al conjunto del espacio político a la izquierda del PSOE.



Los resultados electorales han permitido -a pesar de la presión del voto
útil hacia el PSOE y la falta de tiempo para la movilización de un abanico
de identidades muy amplio-, constituir Sumar como un socio de la coalición
progresista imprescindible y un posible puente entre el PSOE y las
izquierdas soberanistas vascas, catalanas y gallegas. A pesar de contar con
el apoyo de sindicatos como CCOO y UGT, el reflujo de las movilizaciones
sociales se sigue expresando en un retroceso en el número de votos (680.000)
y de escaños (7) en relación con los obtenidos por el mismo espacio político
en 2019.



Sumar es por lo tanto un proyecto completamente abierto desde el legado
recibido. Necesitará hacer un balance común, evitar las tendencias
centrífugas e ir desarrollando su programa, concebido como un programa de
reformas y gestión de gobierno de defensa de los intereses inmediatos de las
clases trabajadoras y de las minorías. Superar ese “economicismo” inicial y
darle un contenido político democrático que responda a los problemas
estructurales del régimen del 78 -contrarrestando por la izquierda las
presiones que recibe de la derecha el PSOE- es quizás uno de los retos más
importantes de lo que se pretende sea un “nuevo laborismo”, una
socialdemocracia radical en un período no revolucionario.



Tan importante como su capacidad de ofrecer un espacio unitario plural a
todas las corrientes de la izquierda será su capacidad de establecer
relaciones con los movimientos sociales, respetando su autonomía pero
defendiendo y proyectando sus luchas en el terreno parlamentario. Tiene en
este proceso de construcción los ejemplos del Bloco de Esquerda portugués o
del PSOL brasileño, pero con las dificultades inherentes a un estado
plurinacional cuya articulación democrática está aun pendiente.



Independentistas y soberanistas



Cualquier análisis de los resultados queda incompleto sin incluir los
resultados en Galicia, Euskadi y Cataluña. Por la razón evidente, como se ha
señalado al inicio de que la repetición de elecciones depende de si Junts se
abstiene y permite la formación de un nuevo gobierno PSOE-Sumar.



En Galicia, el reforzamiento del PP con tres escaños más es acompañada de
igual caída del PSG. Pero tanto Sumar como el BNG mantienen sus resultados
de 2019, con la transferencia de un 1% del voto del primero al segundo.



En Euskadi, el PSE obtiene 14.000 votos más que el PNV, que pierde un
escaño, y que EH- Bildu, en un empate tripartito en la práctica. Sumar solo
mantiene uno de los tres escaños de Unidas Podemos y el PP gana otro escaño.
En Navarra, EH-Bildu mantiene el escaño que tenia, pero el vencedor es de
nuevo el PSN, aunque le superan en votos las derechas divididas del PP, UPN
y Vox, aunque solo los dos primeros consiguen escaños.



En Cataluña se produce un gran cambio en la correlación de fuerzas, con la
victoria del PSC, que gana 7 escaños. Sumar-Comuns se mantiene y junto al
PSC alcanzan el 48,52% de los votos. Tras la polémica sobre el derecho a
decidir y el papel de la mesa de diálogo con una posible consulta posterior
sobre el acuerdo alcanzado, la diferencia con la suma de las tres fuerzas
independentistas (26,60%) es muy significativa. ERC pierde 7 escaños y Junts
1, mientras que la CUP pierde los suyos por un escaso porcentaje. PP gana 4
escaños hasta situarse en 6 y con los 2 que mantiene Vox, suman el 21,10%.



La capacidad de negociación de Junts es más el resultado de la inestabilidad
del conjunto del resultado electoral, de la polarización social
izquierda-derechas en todo el reino de España, que el resultado de su propia
fuerza o del reflejo de un procés soberanista popular que se encuentra
claramente en reflujo y cuya alternativa política en el último período ha
sido ERC. El bloqueo de Puigdemont tiene como primer objetivo recuperar la
hegemonía que le arrebató ERC, rentabilizar el reflujo del procés, y solo en
segundo lugar mejorar su correlación de fuerzas con el gobierno central
progresista, porque este no cuenta con la correlación de fuerzas frente a la
derecha ni para una reforma constitucional ni para evitar la acción autónoma
de un Tribunal Supremo en manos de la derecha contra los exiliados. Dado que
la campaña de la derecha extrema contra el “sanchismo” se ha apoyado
precisamente en este tema, cabalgando el nacionalismo españolista, el margen
de maniobra tanto del PSOE como de Junts, por sus propias razones, es tan
estrecho que hace difícil pensar un terreno de acuerdo que no obligue a la
repetición de elecciones. Más teniendo en cuenta las últimas actuaciones del
juez Llarena del Tribunal Supremo.



Frankenstein contra Nosferatu: el fin del bipartidismo dinástico



Las elecciones del 23 J han expresado una polarización de clase inédita
desde la II República, a pesar de que los elementos de clase no se expresen
siempre consciente ni claramente. Los llamamientos a respetar la lista más
votada de Feijóo, dejando sin representación a la mayoría de los votantes de
otras opciones políticas, puede representar un llamamiento melancólico e
inútil a reconstruir el bipartidismo dinástico que alternó en el gobierno al
PP y al PSOE, con el apoyo externo de CiU e incluso del PNV, cuando fue
necesario. El centro-derecha sustituía al centro-izquierda, con los apoyos
externos ocasionales del centro-derecha catalán y vasco.



Como hemos señalado antes, ese bipartidismo ha muerto como expresión de la
crisis política del régimen del 78. La polarización de clases es la que
alimenta actualmente el voto útil entorno a dos partidos de derecha e
izquierda, reflejando precisamente el efecto contrario al del bipartidismo,
que intentaba construir un “consenso de estado” alrededor de la Constitución
de 1978 y su monarquía que evitase esa polarización.



Esta diferencia entre bipartidismo y polarización, aunque tuvo y tiene como
principales protagonistas al PP y al PSOE son el reflejo político de las
transformaciones sociales y económicas que han erosionado a la
pequeña-burguesía tradicional con la modernización y proletarización del
sector servicios, dominante en nuestra economía. Como resultado, el centro
político se ha reducido y cuando se ha querido reconstruir artificialmente,
como en el caso de Ciudadanos, lo ha sido a partir de la radicalización del
nacionalismo españolista, cuyo principal beneficiario ha sido Vox.



Aunque ha quedado en segundo plano durante la campaña, el ex-secretario de
estado de cultura del PP, José María Lassalle, ha sido quién mejor ha
captado en una imagen de la cultura popular esta polarización. Frente al
gobierno Frankenstein progresista, la alternativa de un gobierno Nosferatu
reaccionario.



En la tradición romántica que moldeó ambos personajes, Frankenstein es un
monstruo reconstruido con trozos de cadáveres proletarios, al que un
científico loco, pero bien intencionado, da vida mediante la electricidad
concentrada de una tormenta. Frankenstein despierta para salir a la luz del
día y ayudar a construir un mundo nuevo. Es el “nuevo Prometeo” que se
encuentra con el rechazo y la incomprensión de quienes se aferran a lo malo
conocido, incapaces, como Frankenstein de librarse de sus cadenas.



En la misma tradición, Nosferatu es un señor de la noche que huye de la luz
del día, incapaz de soportarla, que vive de sus privilegios feudales
chupando la sangre de sus desgraciados siervos, tanto de manera figurada, a
través de la extracción de sus rentas de la tierra, como literal. Es el
ejemplo de lo que las revueltas y revoluciones desde el siglo XVII han
querido dejar atrás y contra la que se enfrentó abiertamente la revolución
de 1848, en la que participaron Marx y Engels.



Nosferatu ha sido derrotado en el último momento en estas elecciones del 23
J. Pero no ha muerto, porque es necesaria una estaca de madera en el
corazón. Quizás convenga recordarlo en los próximos meses.



* Daniel Raventós  Gustavo Buster  y Miguel Salas  son miembros del Comité
de Redacción de Sin Permiso.

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