Argentina/ Discusiones sobre la jornada laboral. [Rolando Astarita]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jul 30 16:23:30 UYT 2023


  _____

Correspondencia de Prensa

30 de julio  2023

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain en montevideo.com.uy> germain en montevideo.com.uy

  _____



Argentina



Discusiones sobre la jornada laboral



Rolando Astarita *

https://rolandoastarita.blog/



En una entrevista que hizo el periodista Maxi Lequi en el programa de radio
“El Arranque”, reproducida en Política Obrera el 20/07/2023, Jorge Altamira
(JA) sostuvo que “…hay una contrarreforma laboral de hecho que tiene las
siguientes consecuencias: que un trabajador, por lo que gana tiene que
trabajar mucho más de ocho horas por día y trabaja los siete días de la
semana. Y los sindicatos apoyan esta circunstancia porque reclaman aumentos
salariales sobre los siete días, sobre las diez horas, ¿me explico? No
quieren modificar este régimen”. Sostuvo también que estamos en una época en
la que hay un cambio tecnológico “de una magnitud que favorece el tiempo
libre y sin embargo con el avance tecnológico lo que crece es el tiempo
esclavo. Es decir, estamos peor que en la manufactura”.



En lo que sigue discutimos esta afirmación, presentamos datos y finalizamos
con algunas consideraciones referidas a la política socialista.



La jornada laboral, aspectos históricos y sociales



Comencemos señalando que, en el enfoque de Marx (JA se reivindica marxista)
la extensión de la jornada laboral tiene límites, no solo físicos, sino
también sociales. Escribe Marx: “Durante una parte del día la fuerza de
trabajo debe reposar, dormir, mientras que durante otra parte del día el
hombre tiene que satisfacer otras necesidades físicas, alimentarse, asearse,
vestirse, etcétera”. Pero por encima de este límite la prolongación de la
jornada de trabajo “tropieza con barreras morales. El hombre necesita tiempo
para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y
número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización”. De ahí
que la jornada laboral “oscila… dentro de límites físicos y sociales” (p.
279, t. 1, El Capital). O sea, “la jornada laboral es determinable, pero en
sí y para sí indeterminada” (p. 278, ibíd.).



Poco más abajo Marx señala que en la determinación de la jornada laboral se
enfrentan dos derechos: el del capitalista que ha adquirido la mercancía
fuerza de trabajo y procura exprimirla al máximo, y el derecho del obrero a
proteger su fuerza de trabajo e impedir que se desgaste por encima del
desgaste que ocurre en condiciones normales de trabajo. De manera que,
derecho contra derecho, “decide la fuerza”, la lucha entre la clase
capitalista y la clase obrera (p. 282, ibíd.).



El punto que destacamos ahora es que, según este enfoque, que compartimos,
la extensión de la jornada laboral no se establece a capricho de los
capitalistas y/o los gobiernos, o las burocracias sindicales. Por eso, si se
afirma que en materia de extensión de la jornada laboral la humanidad (o la
sociedad argentina), ha vuelto al nivel de los tiempos de la manufactura, es
necesario, en primer lugar, presentar evidencia que avale tal afirmación; y
en segundo término, explicar, desde un encuadre materialista, cómo pudo
haber sucedido semejante cosa. ¿Qué pasó con las fuerzas productivas, y/o la
lucha de clases, para que la extensión de la jornada laboral haya
retrocedido 150 o 200 años? ¿Es compatible la teoría de Marx con semejante
involución, y a la vista de la evidencia disponible? ¿O es necesario
elaborar otra teoría? ¿Qué relación tiene la jornada de trabajo en Argentina
con lo que ocurre a nivel global? Nada de esto es tratado por JA.



Datos 1: tendencia de largo plazo



JA sostiene que hoy se vuelve a los tiempos de la manufactura, esto es,
anteriores a la Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII (la
manufactura se caracteriza por la división del trabajo en el taller). ¿De
qué duración eran esas jornadas? Dice Rivera (1999) “a mediados del siglo
XVIII, en Inglaterra, el artesano trabajaba catorce horas en una jornada
normal. Catorce horas presididas por esa filosofía del trabajo. Entre ocho y
diez trabajaban los mineros. En torno a catorce también los trabajadores a
domicilio… (…) La llegada de la máquina condujo a que los sectores más
“industriales” (mujeres y niños; los varones con oficio mantuvieron sus
horarios) pasasen a trabajar 14, 16 y hasta 18 horas, con un pequeño
descanso para la comida… . El socialista utópico Robert Owen revolucionó el
sistema de trabajo en New Lanark reduciendo la jornada de 16 a 12 y media y
luego 10 y media horas (en 1816), sin bajar a la vez el nivel de producción.
Por su parte Marx, en El Capital, reseña la Factory Act de 1850, en Gran
Bretaña que establecía 10 ½ horas de trabajo de lunes a viernes y 7 ½ horas
los sábados, o sea, 60 semanales, y era un progreso con respecto a lo
anterior (también en comparación a la cuenta de JA de “los siete días, sobre
las diez horas”).



Pues bien, desde la Revolución Industrial, y más aún, desde principios de
siglo XX, hubo una tendencia decreciente en las horas de trabajo, acompañada
de aumentos de productividad y de los salarios reales. Grandes huelgas
presionaron por la reducción de la jornada laboral, como las de 1886, en
EEUU. Entre fines de siglo XIX y principios del siglo XX la consigna de las
ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de recreación fue bandera de
lucha de millones de explotados en prácticamente todos los países
industrializados. Es que era común trabajar 60 horas o más por semana.
Todavía en 1900 en los países capitalistas se trabajaba en promedio entre
2.500 y 3.000 horas anuales por obrero (no incluye trabajo agrícola). Pero
desde entonces y hasta fines de siglo XX las horas anuales trabajadas fueron
en descenso. En 2000 el promedio anual estaba por debajo de las 2000 horas
por obrero en la mayoría de los países capitalistas adelantados. En Francia,
Alemania y Países Bajos el promedio era cercano a 1.500 horas (véase
Messenger, 2018). En el Reino Unido las horas de trabajo por año y por
trabajador fueron: 1820: 3.000; 1870: 2.984; 1913: 2,624; 1950: 1.958; 2000:
1.489. La tendencia descendente parecía consolidada. Sin embargo, en las dos
últimas décadas se detuvo (con la excepción de Alemania) y en algunos países
(Suecia y EEUU entre ellos) el número de horas anuales trabajadas subió
levemente.



Con respecto a países atrasados, como Brasil, India y China, no se dispone
de datos anteriores a 1950. En Brasil la tendencia fue descendente a partir
de los 1970, pero con la industrialización las horas de trabajo anuales por
trabajador subieron en China y Corea del Sur, antes de aplanarse, en China,
y bajar significativamente en Corea (ILO 2023).



Datos 2, las jornadas laborales en la actualidad



Según JA, cada vez más obreros, en Argentina (y aparentemente también en el
resto del mundo), trabajan más de 8 horas por día durante 7 días de la
semana. O sea, estarían trabajando 60, 70 o más horas por semana, sin
siquiera un día de descanso.



Sin embargo, y de acuerdo a la OIT, en 2022 el promedio de horas trabajadas
en Argentina eran 34,6 por semana. En 2008 el promedio fue 41 horas; en 2012
39 horas (ILO – OIT).



Precisemos que estas cifras comprenden a los asalariados y a los
trabajadores por cuenta propia. Sin embargo, son un indicativo de la
situación en que se encuentran los trabajadores asalariados con relación a
la jornada laboral, ya que la proporción de los que trabajan más de 48 horas
semanales es mayor entre los que trabajan por cuenta propia que los que lo
hacen como asalariado.



A nivel global, las horas semanales de trabajo son, siempre según la OIT,
43,9. Discriminando por regiones, África: 38,8; América Latina y Caribe:
29,9; América del Norte: 37,9; Estados árabes: 44,6; Asia y el Pacífico:
47,4; Asia Oriental: 48,8; Sur de Asia: 49M; Europa y Asia Central: 38,4;
Europa del sur, norte y oeste: 37,2; Europa del este: 39; Asia central y
occidental: 42,7. De manera que las jornadas laborales en Argentina están
dentro de los parámetros mundiales. En ningún caso estamos ante jornadas
laborales promedio como las que hubo en los tiempos de la manufactura, la
Revolución Industrial o incluso finales del siglo XIX. No se advierte, en
Argentina o en el resto del mundo, que estén en vías de generalizarse
semanas laborables del tipo 10 horas x 7.



Una bifurcación



Como mencionamos más arriba, en las dos últimas décadas se detuvo la
tendencia decreciente de las horas anuales trabajadas, y en algunos países
desarrollados hubo un leve repunte. De acuerdo a Messenger (2018) esa
detención fue acompañada de una “bifurcación”: porciones significativas de
la fuerza laboral (en especial varones) trabajan más de 48 horas semanales,
mientras que otra parte de la fuerza laboral (en especial mujeres) trabaja
menos de 35 horas semanales. Desarrollamos brevemente estas dos facetas.



1. Sobretrabajo



La OIT define como “largas horas de trabajo” cuando se superan las 48 horas
semanales: utilizaremos la expresión sobretrabajo. En 2019, en los países en
desarrollo, el 22,4% de los ocupados realizaba sobretrabajo; en los países
con economías emergentes el 41,6%; y en los desarrollados el 14,8%. En
promedio, nivel global, el 35,4% realizaba sobretrabajo. Siempre según la
OIT, en 2016, 488 millones de personas trabajaban al menos 55 horas
semanales.



La proporción de hombres que realizan sobretrabajo es mayor que la de
mujeres (41,2% contra 26,4%). Pero las mujeres llevan el mayor peso del
trabajo no remunerado, en el hogar y cuidado de los hijos o de personas
mayores. Por otra parte, hay diferencias entre ocupados asalariados y
trabajadores por cuenta propia: a nivel global, el 31,1% de los ocupados
asalariados  trabajan más de 48 horas semanales, en tanto que la proporción
se eleva al 44,4% entre los que trabajan por cuenta propia.



Precisemos que el sobretrabajo no es sinónimo de trabajo precarizado o
informal (llamado también “en negro”) como a veces se piensa. Pueden serlo,
pero no necesariamente. Los trabajadores informales por lo general no
cuentan con vacaciones pagas, seguros de salud y desempleo, pensiones por
invalidez o jubilaciones a futuro (no están registrados en el sistema de la
seguridad social). Es claro que existen franjas amplias de trabajadores que
están en la informalidad, o en trabajos precarios (que pueden ser formales)
y realizan sobretrabajo. Pero también hay importantes sectores de los
ocupados que tienen trabajos formales, no precarios, y realizan
sobretrabajo. Y en muchos casos de manera voluntaria: debido a los bajos
salarios –en especial en países subdesarrollados- las horas extras se
convierten en una necesidad para millones de asalariados. Asimismo muchos
trabajadores cuentapropistas o autónomos están obligados a “auto-explotarse”
para sobrevivir, y realizan largas jornadas laborales. Dejamos señalado otro
aspecto terrible del sobre trabajo: el trabajo infantil. Según UNICEF, 1 de
cada 10 niños en el mundo es forzado a trabajar.



2. Subempleo



Así como un 35% de los empleados globales trabaja más de 48 horas semanales,
un 23% no llega a las 35 horas semanales. Trabajan part-time, o sea, a
tiempo parcial. A nivel global el trabajo a tiempo parcial representa el 23%
del empleo total. Esta proporción se ha mantenido estable en la última
década (en 2010 era el 22%). El part-time está más extendido entre las
mujeres que entre los hombres: 31% contra 17%. De nuevo se impone precisar
que el trabajo part-time puede ser formal o informal. Pero es frecuente que
el trabajo a tiempo parcial vaya de la mano de la informalidad y/o la
precariedad, además de bajos salarios. Además, en muchos casos el trabajo a
tiempo parcial es una situación no deseada por los trabajadores; en otros
términos, están subempleados.



Es importante destacar que en los últimos años el trabajo a tiempo parcial
se combinó con nuevos esquemas laborales, tales como promediar horas
(trimestrales, semestrales o incluso anuales) y con la difusión de contratos
temporales para adecuarse a ciclos productivos según las necesidades de los
capitalistas. A su vez, las tecnologías informáticas y comunicacionales
permiten que las patronales establezcan modalidades de trabajo como la
conectividad permanente. En la práctica, significa extender las jornadas
laborales, por un lado, y por el otro tiende a borrarse la distinción entre
el tiempo de trabajo y el tiempo (y espacio) libre para la vida personal, la
dedicación a la familia, etcétera.



Además, el trabajo a tiempo parcial ha ido de la mano de una de las formas
más extremas de flexibilización, el “trabajo disponible” (On call work).
Está concebido para variar el número de horas y/o días de trabajo en base a
las necesidades de las patronales. Bajo esta modalidad no se garantiza un
número determinado de horas de trabajo, y estas pueden variar fuertemente de
semana a semana. En Países Bajos, en 2013, el 9% de todos los contratos de
trabajo se realizaban con la modalidad on call. En Gran Bretaña este tipo de
contratos creció luego de la crisis 2008-09; en 2019 comprendía el 2,7% del
empleo total. En EEUU casi el 10% de los empleados trabajan on call, también
conocido como “planificación just-in-time” (aunque otros estudios por fuera
de la OIT-ILO reducían, para 2015, la participación al 2,6% del empleo
total). El trabajo on callfrecuentemente se combina con las “horas muy
cortas” de trabajo, definidas por la OIT-ILO como menos de 15 o 20 horas por
semana.



Una conclusión de los datos presentados en estos dos apartados es que, a
nivel global, el 55% de los trabajadores está por fuera del canon de las 40
o 48 horas semanales y 8 horas diarias de trabajo, ya sea porque realizan
sobretrabajo o porque están a tiempo parcial.



Jornada laboral en Argentina



Reproducimos algunos de los principales datos del Ministerio de Producción y
Trabajo (2018). Casi la mitad de la población ocupada (el 47%) trabaja hasta
35 horas semanales. De ella, el 30% son varones y el 58% mujeres. A su vez,
el 19% de los ocupados trabaja más de 48 horas por semana (también el 19% de
los asalariados).



La duración de la semana laboral en promedio es 38 horas para personas con
un solo empleo y aumenta 4 horas para personas con dos empleos (30 horas en
promedio para el primer empleo, 12 para la segunda ocupación). Las jornadas
reducidas son más comunes en las mujeres (fundamentalmente las trabajadoras
domésticas en casas particulares) y el sobretrabajo es más común entre los
varones (27%), entre los trabajadores independientes y en el sector primario
de la economía (41%).



En cuanto a la organización de la semana laboral, el 39,2% de los
trabajadores tiene la semana tradicional, de lunes a viernes. Las mujeres en
mayor proporción que los hombres. En cuanto a los asalariados, el 48,6%
trabaja de lunes a viernes; el 21,1% de lunes a sábado; el 5,6% de domingo a
sábado; el 10,5% al menos un día de lunes a viernes; y “otro” el 14,2%.



Con respecto a otras condiciones laborales de los asalariados: el 25,4%
declaró realizar horas extras; el 74,6% no realiza horas extra. El 29% de
los encuestados tiene turnos rotativos o variables; el 8,9% trabaja en turno
noche; 21,7% tiene la jornada fraccionada.



Todos estos datos (recordamos que corresponden a 2018) demuestran tanto la
persistencia del sobretrabajo como los avances de la precarización e
informalidad en amplias franjas de los ocupados. Aunque, por otra parte, no
autorizan a afirmar que en Argentina se ha retrocedido a las jornadas
laborales propias de los siglos XVIII o XIX.



Efectos sobre la salud



El sobretrabajo tiene efectos negativos en la salud de los trabajadores (en
lo que sigue nos basamos en informes OIT-ILO y OMS). Se ha establecido que
hay una relación positiva entre el sobretrabajo y la falta de sueño, y el
aumento de síndromes metabólicos que significan mayores riesgos de diabetes
y afecciones cardiovasculares. Así, un estudio de Harvard Medical School
encontró que las personas que trabajan más de 55 horas semanales tienen 30%
más probabilidades de sufrir un ataque cardiovascular que los que trabajan
35-40 horas semanales. El sobretrabajo también incrementa el riesgo de
sufrir accidentes laborales. En el mismo sentido, otros estudios encontraron
que el agotamiento físico y mental está vinculado a mayor uso de calmantes,
consumo de comidas rápidas, falta de ejercicio y mayor consumo de alcohol.
El sobretrabajo se asocia además al agotamiento psíquico, lo que se
manifiesta en sentimientos de apatía, desánimo y pérdida de apetito.



Según WHO – ILO (2021) en 2016 unas 745.000 personas murieron por ataques o
enfermedades coronarias, derivados del sobretrabajo. Y hubo 23,3 millones de
lo que se conoce como “Años de vida ajustados por discapacidad” (DALY por
sus siglas en inglés). DALU es una medida que combina años de vida perdidos
debido a una enfermedad prematura y años de vida perdidos debido a tiempo
vivido por debajo de la salud completa).



Pero los efectos negativos sobre la salud física y mental no se limitan al
sobretrabajo. Los turnos rotativos o variables, y los empleos precarios,
dificultan la posibilidad de conciliar el trabajo con la vida personal,
además de incrementar el cansancio y asociarse con mayores indicadores de
daños a la salud (accidentes de trabajo, enfermedades y síntomas, entre
otros).



Un párrafo especial merece el trabajo nocturno: está relacionado con la
alteración del ritmo circadiano y correlacionado con ciertas enfermedades y
sintomatologías -cáncer de mama, envejecimiento precoz y alteraciones del
sueño, por citar algunos. La OIT sostiene que hay evidencia de que esquemas
de empleo como el on call afectan negativamente el balance entre vida y
trabajo. Es que esos programas de labor son impredecibles y los trabajadores
no tienen control sobre sus horas de trabajo. Lo inestable y precario de
estas modalidades laborales también se asocia con enfermedades como
problemas digestivos, desórdenes de sueño, problemas reproductivos y
cardiovasculares, aumento del stress, ansiedad y sentimientos de desánimo.



Dos conclusiones con connotaciones políticas



En primer lugar, no es verdad que la jornada laboral haya retrocedido a los
tiempos de la Revolución Industrial, o de la manufactura. Si eso hubiera
ocurrido habría que asumir que la clase obrera ha sufrido una derrota
catastrófica, de alcances históricos y globales. Las luchas por la reducción
de la jornada laboral, que jalonan la historia entera del movimiento obrero,
y del socialismo, no habrían servido de nada. En 2023 estaríamos, en materia
de jornada laboral, como hace 200 años. Como señalamos más arriba, también
debería explicarse qué factores sociales y políticos –de nuevo, la extensión
de la jornada laboral no la determinan los capitalistas a voluntad- habrían
posibilitado semejante resultado. Máxime cuando JA sostiene que por el nivel
tecnológico alcanzado por la humanidad ese retroceso no debería haber
ocurrido. O sea, solo un retroceso infinito de la resistencia obrera frente
al capital podría explicar una regresión de siglos en el terreno de las
jornadas laborales.



Sin embargo, los datos no avalan la tesis de JA. Es cierto que sectores de
la clase obrera están ocupados 49 o más horas semanales, pero nada indica
que se esté volviendo a las 2.500 o 3.000 horas anuales de 1900, o épocas
anteriores. Desde el punto de vista político, habría que evitar los mensajes
desmoralizantes (¿vale la pena luchar si siempre vamos a estar como hace 200
años?), carentes de sustento empírico y teórico.



En segundo lugar, es necesario profundizar en la dinámica y consecuencias de
la precarización e informalidad creciente del trabajo, tanto en respecto al
sobretrabajo como al trabajo a tiempo parcial. Lo decimos en referencia a la
“consigna-solución” del desempleo que levantan muchos partidos de izquierda,
la disminución de las horas de trabajo. En notas anteriores hemos criticado
esta “solución” e incluso presentamos lo ocurrido en Francia, donde se
redujeron las horas de trabajo (aquí y aquí). Pero también es ilustrativo lo
ocurrido en EEUU durante la Gran Depresión, cuando muchas empresas redujeron
las jornadas. En promedio la semana laboral en la industria y la minería
pasó de 45 horas en 1929 a 35 horas en 1932. El gobierno de Hoover apoyó
esta reducción, y se atenuó en algún grado leve el crecimiento del
desempleo. Pero no impidió que la tasa de desocupación llegara al 24% en lo
más profundo de la crisis.



Sin embargo, los mayores problemas de la demanda de reducir la jornada
laboral, sin conectarla a un programa de conjunto, son, por un lado, que
segmentos significativos de los asalariados están en el sobretrabajo. ¿Debe
entonces acompañarse la agitación por la reducción de la jornada de trabajo
con la prohibición del sobretrabajo? Si esto es lo que se propone, habría
que decirlo de manera franca y abierta, ya que una medida de este tipo
debería contar con la aprobación de una mayoría del movimiento obrero.
Lamentablemente, estas cuestiones se barren debajo de la alfombra. Pero en
segundo lugar, para que la reducción de la jornada de trabajo reduzca el
desempleo también habría que prohibir el pluriempleo. Es que, de nuevo,
dados los bajos salarios, ¿cómo se hace para que aquel que pasa a trabajar 5
o 6 horas por día no busque un segundo empleo de 3 o 4 horas diarias? Pero
además, el eje hay que ponerlo en el creciente trabajo en negro y precario.
Es que la consigna de reducir la jornada laboral, de por sí, sin vincularla
a un programa económico y social de conjunto, y a un poder capaz de
aplicarlo, puede llegar a ser funcional a los avances que impulsan el
capital, y el gobierno, en precarización e informalidad del trabajo. Por
eso, y desde un enfoque socialista, se trata de dirigir la crítica a las
relaciones de propiedad del capital sobre las que se asienta la explotación
del trabajo (y la amenaza de no tener trabajo, o sea, no ser explotado). Los
remiendos sociales no eliminan males sociales fundamentales, como el
desempleo y el trabajo alienante y embrutecedor.



*  Rolando Astarita, profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.



Textos citados:



ILO (2023): “Working Time and Work-Life Balance Around the World”,
https://www.ilo.org/global/publications/books/WCMS_864222/lang
<https://www.ilo.org/global/publications/books/WCMS_864222/lang–en/index.htm
> –en/index.htm

ILO, “Estadísticas sobre jornada laboral”,
https://ilostat.ilo.org/es/topics/working-time/

Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.

Messenger, J. (2018): “Working time and the future of work”, Research Paper,
ILO.

Ministerio de Producción y Trabajo (2018): “Encuesta Nacional a trabajadores
sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad 2018”.

OIT Jornadas Laborables Efectivas-Mundo
https://docs.google.com/spreadsheets/d/1_ruMoCM3pJ1IqpvFy-FrpJVqk3nDoR7IFjGO
lnBXcfI/edit?pli=1#gid=0

Rivera, A. (1999): “El tiempo es oro. Reflexiones acerca de la reducción de
la jornada y el control del tiempo de trabajo”, Universidad del País Vasco.


WHO – ILO (2021): “Global, regional, and national burdens of ischemic heart
disease and stroke attributable to exposure to long working hours for 194
countries, 2000–2016: A systematic analysis from the WHO/ILO Joint Estimates
of the Work-related Burden of Disease and Injury”, Environment
International, journal homepage: www.elsevier.com/locate/envint
<http://www.elsevier.com/locate/envint> .

  _____









--
Este correo electrónico ha sido analizado en busca de virus por el software antivirus de Avast.
www.avast.com

------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20230730/8d9d282a/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa