México/ Junio 2023: preludio de una turbulenta sucesión presidencial. [Manuel Aguilar Mora]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 11 13:23:05 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

11 de junio 2023

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México



Junio 2023: preludio de una turbulenta sucesión presidencial



Manuel Aguilar Mora *

Ciudad de México, 10-6-2023



Las elecciones en el Estado de México (Edomex) y en Coahuila del pasado
domingo 4 de junio, realizadas casi un año exacto antes de las elecciones
presidenciales del 2 de junio del año próximo fueron el disparo de salida
para la formalización de los requisitos que condicionarán las campañas que
de hecho comenzaron desde hace más de dos años con la intempestiva
declaración de Andrés Manuel López Obrador (Amlo) en la que mencionaba a
tres miembros de su gabinete (Claudia Sheinbaum Pardo, Marcelo Ebrard y José
Adán López) y al presidente del Senado (Ricardo Monreal) a los cuales se han
agregado otros aspirantes, de entre los cuales surgiría su sucesor o
sucesora, quienes de inmediato comenzaron sus labores de proselitismo. El
peculiar talante autoritario despectivo de Amlo se expresó evidente desde
este anuncio en que definió a los nombrados como “sus corcholatas”, apodo
que se ha convertido en vox populi. Las lecciones de estas elecciones, las
últimas antes de las presidenciales del 2024, dan muchas señales para
evaluar sus características y posibles consecuencias.



Edomex-Victoria de Amlo, derrota del PRI



La victoria electoral de Morena en el Edomex representa uno de los mayores
triunfos obradoristas. Edomex es el estado más poblado de la República con
casi 20 millones de habitantes y rodea por el norte de este a oeste a la
Ciudad de México con la cual integra la mayor concentración demográfica de
la Republica con cerca de 30 millones, poco menos de la cuarta parte de la
población nacional, que es la sede de las principales instituciones
nacionales de la política, las finanzas, la cultura, el comercio, la
industria, etc. Es la representación misma del mega centralismo que asfixia
al país cuyas dimensiones enormes hacen de sus procesos espejo de los
sucesos nacionales.



Con la victoria obradorista se puso punto final a uno de los pilares clave
de lo que fue la hegemonía nacional casi totalitaria del priato durante el
siglo XX. El legendario y poderoso grupo de Atlacomulco gobernó al estado y
en varias ocasiones a todo el país durante 94 años y ahora será sustituido
por el grupo de Texcoco que encabezan la candidata triunfadora Delfina Gómez
y sus asesores cercanos. Con esta victoria Morena extiende su gobernanza al
70 por ciento de la población de México.



Sin duda se trata de un triunfo importante que es necesario analizar
detenida y cuidadosamente. Es así por las dimensiones de la victoria y ante
todo por lo que proyecta hacia las elecciones generales de 2024. Con las
cifras de las elecciones que están siendo publicadas es posible apreciar con
más detalle la real proporción de la victoria obradorista y sus
consecuencias. Se trata ciertamente de un triunfo muy esperado desde hace
años De hecho hace seis años la misma Delfina Gómez se enfrentó y perdió
derrotada por el gobernador priista saliente Alfredo del Mazo. En la
presente ocasión estaba anunciada la victoria de Morena, con encuestas de
todo tipo, desde las que ordenaba el mismo oficialismo hasta las realizadas
por la oposición. De hecho, fue la encuesta de uno de las más radicales
publicaciones opositoras a Amlo, el diario Reforma, la que acertó con la
cifra de 8 puntos de diferencia entre los resultados finales. Con éstos el
triunfalismo morenista que se jactaba de una diferencia de dos dígitos,
algunos llegaron a publicar que la diferencia podría ser de más de 20
puntos, se apagó y de hecho seguramente en sus liderazgos, empezando por
Amlo, hay cierta preocupación de lo que parece imposible pero que se asoma
ominosamente de acuerdo a ciertas advertencias, que el obradorismo pueda
perder la elección presidencial de 2024.



Hay factores que advierten de peligros posibles como son la apatía de los
electores revelada por la gran abstención de cerca del 50 por ciento del
padrón electoral factor que afecta ante todo a los partidos perdedores pero
también salpica a los triunfadores, no hubo interés popular amplio para
participar, la abrumadora mayoría de la población joven está casi por
completo ausente a pesar de que el hartazgo de la hegemonía priista en el
estado mexiquense casi centenaria daba motivos más que suficientes. Por
supuesto, por parte de la oposición de los partidos burgueses tradicionales
la ausencia de alternativas progresistas y atractivas también es palpable.
De hecho, esta suma cero de la confrontación entre los dos bloques en pugna
por el botín del gobierno se expresó fielmente en las propias dos
candidatas. Delfina Gómez acusada de delincuente electoral al haber sido la
autora del atraco a los trabajadores del municipio de Texcoco cuando ella
era la alcaldesa. El atraco consistió en el descuento obligatorio del 10 por
ciento del sueldo de los trabajadores para apoyar “la causa” morenista.
Alejandra del Moral, la candidata del bloque encabezado por el PRI, a su vez
fue también denunciada por bien documentadas investigaciones de sus atracos
durante su larga estancia como funcionaria de alto nivel de los gobiernos
priistas mexiquenses por la periodista Teresa Montaño de The Guardian y El
Paí

s.

En la derrota priista pesó su división palpable entre el gobernador saliente
Del Mazo, quien impuso a Del Moral y el dirigente nacional del PRI Alejandro
Moreno, alias Alito, que tenía otra candidata. Esto se hizo más evidente
cuando después de las elecciones, el vocero oficial priista culpó sin
tapujos a Del Mazo de la derrota, lo cual también en cierta forma el propio
Amlo confirmó al salir abiertamente en su defensa y a quien los rumores
abundantes consideran nombrará como embajador en España, en donde, por
cierto, acompañaría a su primo en su exilio dorado madrileño, el
expresidente Peña Nieto.



Otro factor es el hecho que Morena ni de lejos ha cuajado como partido como
lo era el PRI en sus años de auge. En efecto, la inclinación morenista en
apariencia estrafalaria por mantener la unidad con el pequeño Partido del
Trabajo (PT) y sobre todo con el impresentable, descaradamente mercenario,
Partido Verde Ecologista de México (PVEM) ha salido a relucir
desvergonzadamente en su cruda realidad. Lo cierto es que para Morena
representan factores imprescindibles para sus triunfos.



Por ejemplo, el análisis de los votos obtenidos por partido da números
preocupantes de la real fuerza obradorista entre los mexiquenses. En los
números de la alianza encabezada por Morena “Juntos Hacemos Historia” están
incluidos los que resultan de los acuerdos firmados en papel que permite la
ley electoral vigente conocidos como la cláusula de la Candidatura Común.
Este apartado define la manera en que se deben distribuir entre los partidos
firmantes los votos emitidos en favor de la coalición y es del todo
favorable a los partidos satélites minoritarios de la misma. Debido a estos
acuerdos electoreros, los números de la votación total por partidos en el
Edomex correspondieron a los de la alianza “Juntos haremos historia” los
siguientes: el 35 por ciento a Morena, el 10 por ciento al PV y el 7.5 por
ciento al PT. O sea, sin el caudal de votos de los “pequeñitos partiditos”
Delfina Gómez hubiera corrido el peligro de perder la elección, lo cual,
exactamente fue lo que sucedió al candidato obradorista a gobernador en
Coahuila.



Coahuila-Triunfo priista, fracaso obradorista



La aplastante derrota obradorista en el estado fronterizo norteño de
Coahuila por la enorme diferencia de 30 puntos, (57 por ciento para el PRI
contra 27 por ciento para Morena), es otra de las importantes advertencias
que se derivan de las elecciones del 4 de junio pasado.



Ciertamente se trata de un estado que con sus 3 millones de habitantes es
mucho más pequeño en población que el mexiquense, pero Coahuila es parte y
representante de la vastísima región del norte mexicano en donde el
enraizamiento social obradorista es menor que en el sur y en el centro de la
República. Ese enorme territorio fronterizo que con Coahuila integran otros
cinco estados (Baja California, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas) a los que se
pueden agregar los otros tres estados vecinos directos de los anteriores
(Baja California Sur, Sinaloa y Durango) reúne a más de 30 millones de
habitantes mucho más sujetos a las presiones socioeconómicas provenientes
directamente del poderoso país vecino. Es un espacio sociopolítico cuya
trayectoria muy peculiar incluye etapas de influencias cambiantes constantes
de tipo priista, también panista y sigue siendo más proclive a los virajes
políticos y sociales. Con su triunfo en Coahuila, por ejemplo, el PRI
logrará en el siguiente sexenio lo que no pudo culminar con su derrota en
Edomex. En Coahuila en 2029 el PRI (heredero del Partido Nacional
Revolucionario-PNR, fundado por los triunfadores de la Revolución mexicana
en 1929) cumplirá su centenario de dominio hegemónico en la entidad junto
con Durango el estado vecino.



Pero lo más importante del caso coahuilense fue la demostración de que
Morena no es invencible. Y que su principal debilidad se encuentra en su
interior y en sus alianzas. Precisamente las pugnas de Morena con sus dos
partidos satélites en la interpretación de la cláusula de la Candidatura
Común detonaron la división de la alianza. La aplastante victoria por 30
puntos de diferencia de Manuel Jiménez del PRI claramente se debió
fundamentalmente a que tanto el PVEM como el PT decidieron postular sus
propios candidatos a la gubernatura oponiéndose a la imposición obradorista
que postuló al empresario minero, quien ya había sido gobernador
anteriormente postulado    por el PRI, Armando Guadiana. Cuando días antes
de las elecciones la dirección de Mario Andrade logró reintegrar a los
satélites a la alianza ya era muy tarde. El resultado fue que los votos de
los tres partidos eran insuficietes para derrotar al PRI.



La estrategia obradorista



Amlo desde fines del año pasado ha demostrado claramente que es consciente
que la victoria de su partido en las presidenciales no es inevitable, ni
está blindada y lo que ha sucedido el 4 de junio pasado sin duda se lo ha
confirmado. La principal demostración de lo anterior es su combate contra el
Instituto Nacional Electoral (INE), cuya eficiencia y buenos resultados eran
evidentes: precisamente la estruendosa victoria obradorista del 2018 fue
organizada, monitoreada y confirmada por el INE. Pero su dirección no era
obradorista y además su oposición la hizo patente en varias ocasiones
frustrando y/o impidiendo maniobras y fraudes de Morena. El más célebre fue
su decisión de echar abajo la nominación como candidato morenista a la
gubernatura de Guerrero de un evidente delincuente electoral.



De allí la decisión obradorista de liquidar al INE. Su campaña detonó una
gran oposición masiva ciudadana, en gran parte independiente de los partidos
de oposición, pero ciertamente apoyada también por ellos. Dos enormes
movilizaciones de cientos de miles en la capital y en diferentes ciudades de
los estados en noviembre y febrero pasados cimbraron al gobierno obradorista
que respondió también con la organización, recurriendo a los recursos del
gobierno, de grandes concentraciones de apoyadores de todo tipo. Tal
oposición a liquidar el INE fue la causa principal del fracaso de Amlo y
como lógica derivación del proceso político que hoy determina la política,
las pugnas de los bloques burgueses que se disputan el botín del estado: el
recién llegado obradorista y el del desplazado representado por el PAN y
ante todo el PRI, pero que en plena crisis se está transformando.



El objetivo central de Amlo era volver a un sistema electoral que le diera
todas las ventajas en la competencia política, como en los años del viejo
priismo, una repetición de la antigua Comisión Federal Electoral presidida
por el Secretario de Gobernación. Sus propuestas se desarrollaron en varios
planes. Primero fue el Plan A, consistente en reformar la Constitución, no
lo pudo lograr porque perdió la mayoría calificada en el Congreso en las
elecciones del 2021. Después vino el Plan B, que era una forma diferente de
lo mismo pero que se presentaba a la aprobación del Congreso como
legislación secundaria y fue sin discusión aprobada por la mayorá
obradorista. La Suprema Corte de Justicia (SCJN) lo congeló. Ante el nuevo
fracaso el Plan C se plantea la transformación total del poder judicial, la
elección directa, como los diputados, de los jueces y someter nuevamente a
la judicatura al viejo estilo priista. Por tanto, se ha desatado una campaña
orquestada por el propio Amlo que busca lograr una repetición de una
aplastante victoria electoral como la lograda en 2018 para imponer su
autoridad también al poder judicial.



Con estas movilizaciones se demostraba que había materia ciudadana para la
construcción de una plataforma opositora. Pero la oposición burguesa
oficial, básicamente representada por el PRI y el PAN, como se ha visto en
las elecciones pasadas sigue sin lograr coordinarse efectiva y firmemente.
No se asoman propuestas verdaderamente nuevas y hay una carencia enorme de
liderazgo. Sigue sufriendo al nivel nacional su tremenda derrota del 2018 y
obviamente también sigue siendo el contenido central de la narrativa
obradorista. Con motivo del anuncio oficial que señaló que el mes pasado las
muertes por enfrentamientos de las bandas ya superan los números habidos en
los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, Amlo en la mañanera en que comentó
el hecho sin inmutarse repitió que era “la herencia” de dichos gobiernos.



Las elecciones del 4 de junio, al inaugurar abiertamente la carrera hacia
las elecciones presidenciales del próximo 2 de junio, hicieron sentir su
impacto de inmediato en el mismo presidente de la República. En la noche del
5 de junio, en una cena convocada por Amlo en la que asistieron los cuatro
aspirantes principales a la candidatura presidencial morenista, una decena
de gobernadores, secretarios y diputados, el presidente expuso las
condiciones de la carrera que se iniciaba. Preocupado ante todo por mantener
la unidad de Morena exhortó a los participantes a respetar las reglas y los
resultados del método de elección de la candidatura que será a través de
encuestas, que los perdedores serían recompensados de acuerdo al lugar que
tuvieran, el primero sería el jefe de los diputados, el segundo de los
senadores y el tercero tendría un lugar de la jerarquía de los secretarios
de estado del próximo gobierno de la Cuarta Transformación. Como se ve, su
propósito es por completo irrealista pues considera que la batalla por la
postulación de Morena terminaría sin rencores como si nada hubiera sucedido
en el próximo año que se desplegará a partir de hoy hasta el 2 d junio
próximo. En el caso de Marcelo Ebrard no parece que será fácil evitar que si
no sale como candidato obradorista se mantenga fuera de la lid electoral y
ante las diversas ofertas que seguramente le harán, desprecie participar con
alguno de los partidos de oposición. Y en el caso de Monreal, quien es el
jefe morenista en el Senado no es creíble que se conforme con un puesto de
menor jerarquía. De hecho, para el obradorismo se le complica el panorama de
la elección de su candidato(a) presidencial pues los partidos satélites
también tienen sus propuestas. El PT y el PVEM proponen que el diputado
Gerardo Fernández Noroña y el senador Manuel Velasco, respectivamente sean
considerados para la postulación.



Estas líneas las escribimos el 10 de junio, un día antes de la realización
de la reunión del Consejo Nacional de Morena que se enfrentará al enorme
desafío que representa la actual situación política que amenaza desbordarse.
En sus mañaneras Amlo ha venido insistiendo que la sucesión presidencial no
será al estilo del “tapadismo” priista. Que no habrá “dedazo” suyo que elija
al sucesor(a) que se siente después de él en la silla presidencial. Muchas
evidencias señalan lo bien fundamentada de la desconfianza popular
ampliamente extendida a tales declaraciones. Han sido públicas sus muchas
muestras de apoyo a Claudia Sheinbaum Pardo, la jefa de gobierno de la
Ciudad de México, como su favorita.



Estamos frente a una situación en la que la misma supervivencia de Morena
como organización política efectiva está en juego. Los sectores más
incisivos lo comprenden así, se percibe incluso en algunos grupos de las
propias filas del obradorismo. Por ejemplo, La Jornada, la publicación sino
oficial, sí oficiosa del obradorismo, lo ha puesto claramente en el espacio
titulado Rayuela de su última plana, en el que diariamente su dirección
expresa en pocas frases un asunto central digno de ser materia de su
opinión. Dice así: “¡Cuidado! El próximo domingo Morena pondrá la primera
piedra de su construcción o el primer clavo de su tumba”. (La Jornada,
06.07.2023).



* Manuel Aguilar Mora militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS),
profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968
integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas.
Autor de numerosos libros sobre la historia política, económica y social de
México.

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