Argentina/ La piromanía de Massa y la ideología de la decadencia. [Pablo Anino]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 11 13:06:54 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

11 de junio 2023

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Argentina



La piromanía de Massa y la ideología de la decadencia



Pablo Anino *

Ideas de Izquierda, 11-6-2023

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La delegación argentina que el fin de semana pasado culminó su visita a
China al mando del ministro de Economía, Sergio Massa, se trajo algo de aire
en las valijas: logró la renovación del swap (intercambio de monedas) y una
ampliación de la disponibilidad de yuanes para pagar importaciones
provenientes del gigante asiático por el equivalente a U$S5 mil millones.
También, eventualmente, esos recursos se podrían utilizar para intervenir en
el mercado de cambios con el objetivo de evitar una devaluación brusca. Para
la escasez de reservas del Banco Central es como agua en el desierto. Por
otro lado, Massa se trajo algunos compromisos de ingresos de divisas por
parte de empresas chinas que tienen proyectos en el país: en este caso, la
fluidez en el ingreso de esas divisas es más difusa.



En el acumulado a abril de 2023, nuestro país realizó exportaciones por
U$S1.533 millones al gigante asiático y recibió importaciones por U$S4.130
millones: de este modo, el déficit comercial argentino alcanzó a U$S2.597
millones. China es el segundo social comercial de Argentina, pero se ubica
en la primera posición del ranking de esos socios cuando se mide solo el
déficit comercial. El patrón que se configura en el comercio exterior indica
que nuestro país ocupa su tradicional rol de exportador de materias primas e
importador de bienes industriales. Pero, incluso las exportaciones desde
nuestro país son, en gran parte, realizadas por las propias empresas
asiáticas: el grupo chino Cofco se ubica entre los primeros agroexportadores
que envían cereales y oleaginosas desde la región pampeana al mundo, en
particular al este asiático.



Durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) se alcanzó un
acuerdo bilateral que fue aprobado en el Congreso y, a pesar de algunas
rispideces por el alineamiento con Donald Trump, ese acuerdo continuó
durante el Gobierno Mauricio Macri. Lo pactado coloca a nuestro país en una
“asociación estratégica integral” con China. Entre otros avances en nuestro
territorio, el gigante asiático posee una estación espacial en Neuquén: todo
indica que no se dedica estrictamente a cuestiones científicas. China
también disputa con Estados Unidos el control de la Hidrovía
Paraná-Paraguay, que es la ruta de salida de las riquezas del país; la
introducción de la tecnología 5G para la cual Huawei ya tiene una alianza
con el Grupo Clarín (dueña de la empresa de telefonía celular Personal); y
el control del litio con acuerdos con YPF Litio.



El resultado de las negociaciones de Massa es que China logra afianzar su
presencia en estas pampas: garantiza el ingreso de sus mercancías con el
crédito en yuanes, que además reporta una ganancia financiera; y avanza con
proyectos estratégicos en energía, transporte e infraestructura, tal cual
los objetivos perseguidos con la Ruta de la Seda.



El reinado del FMI



Mientras tanto, la economía continúa en situación de estrés a la espera de
definiciones políticas en vistas de la elección presidencial y de
definiciones económicas sobre el acuerdo con el FMI. Los desequilibrios
acumulados podrían desembocar en un descontrol cambiario, en un desborde
inflacionario mayor y en una caída abrupta de la actividad si no ingresan
dólares frescos del Fondo. Es lo que negocia el equipo económico. Pero ese
eventual ingreso de dólares tampoco son una garantía de que no sucedan
nuevas corridas hacia el dólar en el camino al recambio presidencial.



Al borde del cierre de listas, previsto para el 24 de junio, Massa intentará
sellar un nuevo programa en Washington con el Fondo. De lograr que ingresen
dólares a partir de envíos del FMI, Massa podrá dar mayor cimiento al puente
que quiere construir hasta las PASO de agosto. Es un puente endeble en un
país acostumbrado al tsunami de la fuga de capitales que se desata en cada
período electoral donde se vota presidente. Para octubre falta una eternidad
y para diciembre dos eternidades.



El acuerdo con el FMI tuvo que reperfilarse a los pocos meses de haberse
sellado en marzo de 2022. Entre otros factores, a ese fracaso se debió la
renuncia que presentó en julio del año pasado el ingeniero de ese acuerdo:
Martín Guzmán. Ahora, Massa se enfrenta a un incumplimiento de casi todas
las metas. Tiene la excusa de la sequía, que es cierto que significó un
golpe fuerte al ingreso de divisas por exportación y en las arcas de la
AFIP. No obstante, los acuerdos con el Fondo, en su propia formulación,
están destinados al fracaso. Eso mantiene a los países en las redes del
organismo multilateral.



Es la historia eterna de los planes fallidos con el FMI que conducen al
abismo económico y social, pero son muy útiles a los objetivos estratégicos
del imperialismo de los Estados Unidos de saque de los bienes comunes
naturales del país, como bien lo conoce la jefa del Comando Sur del ejército
yanqui, Laura Richardson, quien le tomó el gusto a visitar estas pampas. La
ruptura con el FMI y el desconocimiento de una deuda plagada de
irregularidades es urgente para no repetir siempre la misma historia.



El acuerdo de intercambio de información fiscal con los Estados Unidos que
firmó el ministro de Economía da cuenta de los lazos estrechos que sostiene
con los amos del norte. En función de ese acuerdo, esta semana envío al
Congreso un proyecto de ley para que quienes evadieron impuestos y fugaron
capitales sean perdonados: pagarán una tasa mínima para blanquear su
patrimonio. Los Panamá Papers, los Pandora Papers o Bahamas Leaks, dan
cuenta que toda la elite empresaria y política utiliza los paraísos fiscales
(como el estado de Delaware en Estados Unidos) para ocultar su patrimonio:
la familia Macri, Lázaro Báez, Blaquier (Ledesma), Coto, Garfunkel,
Cristóbal López, Martín Redrado, Arcor, Magnetto, Antonio de la Rúa, Techint
y la lista sigue.



Investigaciones del Congreso y develaciones de exempleados de J.P. Morgan y
HSBC dejan expuesto cómo es el sistema bancario tiene una aceitada
estructura para facilitar la evasión de impuestos y la fuga de capitales de
la élite. En lugar de perdonar a los que saquean el país y conspiran contra
los intereses de las mayorías es necesaria la nacionalización del sistema
bancario y financiero, con la expropiación de los bancos privados, pero no
para apropiarse de los ahorros de los sectores populares, sino para
preservarlos. El sistema bancario, bajo gestión de sus trabajadores, puede
ser una herramienta potente para garantizar el crédito barato para acceder a
la vivienda, para impulsar microemprendimientos o para los pequeños
comerciantes golpeados por la crisis.



Algún distraído podría pensar que Massa es un hábil jugador que aprovecha
las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China para sacarle un
poquito a cada uno. O, al menos, esa es la imagen que parece querer vender
el marketinero ministro. Hay quienes compran. La realidad es bien distinta.
Bajo las urgencias del presente, para construir ese puente que necesita en
la transición hasta el recambio presidencial, Massa profundiza la
dependencia a dos bandos: con Estados Unidos, la potencia en decadencia que
es la accionista mayoritaria del FMI, y con el gigante asiático que se
ilusiona con seguir en su camino ascendente.



En esta situación, la mayor amenaza que tiene la economía es el propio
Massa. El ministro amaga con retirarse de la conducción económica si el
Frente de Todos decide definir la candidatura presidencial en las PASO: esta
amenaza está destinada a Alberto Fernández. El presidente, de tanto
empatizar con Raúl Alfonsín, no debe desconocer cómo concluyó aquél gobierno
radical. Un recambio ministerial producto de un desacuerdo en la forma de
definir las candidaturas elevaría la incertidumbre económica a la enésima
potencia: el fantasma de una pérdida de control de la evolución de la crisis
asecha. El mensaje no tan subliminar del tigrense parece ser claro: “soy yo
o nadie”.



El fracaso neoliberal



Entre las fuerzas políticas que defienden el actual orden económico
capitalista se configuran diversos proyectos que aspiran a ganar la elección
presidencial.



En el extremo derecho, el libertariano Javier Milei propone la absoluta
libertad de las grandes empresas para explotar fuerza de trabajo asalariada:
promete contrarreformas laborales esclavistas y privatizaciones rabiosas. La
experiencia que reivindica el economista despeinado es el menemismo de la
pizza con champán. Su ídolo es Domingo Cavallo, el padre de la
convertibilidad que estalló 2001 en una de las peores crisis económicas en
la historia del país y con más del 20 % de desocupación y más de 50 % de las
personas pobres.



Milei va mostrando sus cartas: está rodeado de economistas menemistas
reciclados, como Carlos Rodríguez y Roque Fernández, formados con la
doctrina de los Chicago boys, aquellos jóvenes chilenos soñadores que vieron
realizado su ideal de “libertad” en la dictadura de Augusto Pinochet. Esta
tribu representa una versión extrema del credo liberal que promueve el
mercado autorregulado, la “mano invisible”, como el mejor mecanismo de
asignación de recursos económicos.



La organización OXFAM estimó que, en todo el mundo, la riqueza de los
milmillonarios aumentó más durante los veinticuatro primeros meses de la
pandemia que durante los veintitrés años que transcurrieron entre 1987 y
2010. Es evidente que el mercado autorregulado como el “mejor asignador de
recursos económicos” es muy efectivo para concentrarlos en unas pocas manos:
las de los grandes capitalistas. El capitalismo se mostró más voraz cuando
la humanidad más necesitaba de la solidaridad.



La ideología libertariana entra en el terreno de lo que Karl Marx llamó
economía vulgar: es apologética del capitalismo, justifica la concentración
obscena de riqueza en manos de unos pocos en simultáneo que existe un mar de
pobres. Justifica la propiedad privada como producto del esfuerzo empresario
cuando, en términos genéricos, en realidad es fruto de un robo originario
operado en los inicios del capitalismo (como en nuestro país ocurrió con el
despojo de la tierra a los pueblos originarios) e incrementado con el robo
cotidiano del trabajo no pago a los trabajadores, que conforman la única
clase social productora de riqueza.



En Juntos por el Cambio reside el mismo proyecto de libertad absoluta del
capital para empobrecer a todos, en algunos casos coqueteando con los
planteos de Milei como hacen los halcones Patricia Bullrich y Mauricio
Macri. Pero las palomas con sus “buenos modales”, como Horacio Rodríguez
Larreta, intentan disimular los fines últimos. El experimento jujeño del
socio de Larreta, Gerardo Morales, exhibe el objetivo de cocinar un régimen.



La experiencia cambiemita, con los CEO tomando el gobierno, con el mejor
equipo de los últimos cincuenta años, pasó de la promesa de “pobreza cero” a
aumentar en diez puntos porcentuales la población bajo la línea de la
pobreza. La prometida lluvia de inversiones gracias a la liberalización del
movimiento de capitales resultó en un récord de fuga de capitales a guaridas
fiscales, en mayor parte financiadas con deuda externa que hoy ahoga a las
mayorías trabajadoras en la miseria.



Esa deuda externa, que benefició a unos pocos grandes empresarios, ahora el
Frente de Todos la cargó sobre las espaldas de las mayorías trabajadoras que
por décadas pagarán los compromisos que hizo Martín Guzmán con el FMI (que
Massa busca extender) y con los lobos de Wall Street.



El fracaso neodesarrollista



En contraposición a la idea del mercado autorregulado, la visión
intervencionista del Estado remite en América Latina a las teorías
desarrollistas o estructuralistas que reconocían la tensión entre el centro
y la periferia, o entre países dependientes y potencias imperialistas, según
las diversas versiones. En sus orígenes, esas teorías proponían la
transformación estructural de los países en favor de mayor
industrialización, de conquistar una mayor complejidad de la estructura
económica, aún al costo de provocar desequilibrios macroeconómicos. El
resultado de la aplicación de políticas en base a esas concepciones arrojó
una industrialización limitada: no logró superar el atraso en relación a las
potencias ni rompió la subordinación al imperialismo. Ese “modelo” entró en
crisis en los años 1970 y 1980.



El neodesarrollismo reactualizado a principios del siglo XXI, y que reside
como un resabio del pasado en el Frente de Todos, es una degradación de las
versiones originales: abandonó la intención de promover el cambio
estructural en favor de alabar la búsqueda de los equilibrios
macroeconómicos. Ahora contribuye a que se imponga la razón
fondomonetarista: ajustar a todos para alcanzar el superávit fiscal y pagar
la deuda; juntar dólares en el Banco Central para pagar la deuda, rifar los
bienes comunes para pagar la deuda.



El año pasado, en su visita a Chaco, la vicepresidenta Cristina Fernández de
Kirchner, reivindicó el capitalismo de Estado. El kirchnerismo obtuvo como
resultado de sus tres gestiones una economía más primarizada con la
expansión de los agronegocios. La falta de políticas industrialistas que
Matías Kulfas le criticó a CFK en el libro Los tres kirchnerismos, es la
política actual. Mientras tanto, la intervención del Estado frentetodista
mejoró de manera fabulosa las condiciones para la realización de ganancias
empresarias, aumentó la tasa de explotación de la clase trabajadora y empujó
a que la pobreza se establezca en un nuevo nivel, incluso más alto que el
heredado del macrismo.



A 20 años de la asunción de Néstor Kirchner, en el acto de Plaza de Mayo, el
clima celebratorio no evitó que se destaquen las indefiniciones de CFK sobre
las candidaturas. La vicepresidenta intenta exorcizar el hecho maldito de
haber postulado a Alberto Fernández, el hombre equivocado, para la tarea
correcta, con una exaltación del programa.



“Tiene que haber cuadros que tomen la posta y lleven adelante el programa de
gobierno que necesita la Argentina. Miren: créanme que la Argentina necesita
imperiosamente tres o cuatro ejes sobre los que desarrollar ese programa. El
primero, y en esto quiero dirigirme no solamente a los que piensan como yo o
están en esta plaza. Si nosotros, los argentinos y argentinas no logramos
que ese programa que el Fondo Monetario impone a todos sus deudores, sea
dejado de lado y nos permita elaborar un programa propio de crecimiento, de
industrialización, de innovación tecnológica, va a ser imposible pagarlo por
más que digan lo que digan”, explicó la vicepresidenta en Plaza de Mayo.



El “candidato es el programa” parece pregonar CFK. El programa sería el
reaseguro para que, sea quien sea el candidato, no haya sorpresas en un
eventual futuro gobierno del FDT, o como se llame esa coalición en las
próximas elecciones. Es la misma fórmula de 2015, cuando el kirchnerismo
apelaba a que “el candidato es el proyecto” para defender la candidatura de
Daniel Scioli. En 2019, aunque no fuera a través de una gran pieza literaria
ni de propuestas profundas, en la campaña se prometió llenar la heladera y
que regresaría el asado al menú de los argentinos. Y también se prometió
cuestionar el acuerdo con el FMI. Ese programa fue simplemente papel mojado.



El kirchnerismo votó el ajuste a los jubilados en la ley de “solidaridad”,
apenas asumió Alberto Fernández, es decir antes de la pandemia. También
apoyó la reestructuración de deuda en favor de los lobos de Wall Street en
2020. Mantuvo el silencio mientras el exministro de Economía, Martín Guzmán,
desde que asumió hasta cerrar el acuerdo con el FMI, pagó a este organismo
U$S 7.500 millones, entre capital e intereses, según consta en la Oficina de
Presupuesto del Congreso. El kirchnerismo, además, acompañó la votación de
todos los presupuestos de ajuste, incluido el Presupuesto 2023, formulado
plenamente bajo los lineamientos del último acuerdo con el Fondo. Más allá
del desplante de Máximo Kirchner con su renuncia a presidir el bloque del
Frente de Todos, los pibes para la liberación de La Cámpora no pudieron, no
quisieron, no los dejaron, enfrentar el avance de los planes
fondomonetaristas.



A veinte años de la asunción de Néstor Kirchner y su negativa a dejar sus
convicciones en la puerta de la Casa Rosada, CFK busca mantener centralidad
política a pesar de un evidente balance negativo sobre un aspecto vertebral
del ideario peronista, de su programa; el que remite a la construcción de
una burguesía nacional. No lo hizo notar la izquierda. Quien lo expuso fue
Alfredo Zaiat en el diario Página 12: “El saldo negativo de la propuesta ha
sido notable. No logró que la elite empresarial, en un entorno económico
favorable, incrementara la inversión reproductiva, reinvirtiera utilidades y
disminuyera la fuga de capitales. El kirchnerismo lo intentó de diferentes
maneras sin respuesta favorable”.



CFK carga con el lastre de ese fracaso que tiene una dimensión superior al
fracaso en la elección de los hombres equivocados (primero Scioli, después
Alberto ¿ahora Massa?). Se trata del fracaso en reconstruir una burguesía
nacional. Sea como sea que se complete el álgebra de la fórmula presidencial
que impulse la vicepresidenta, el factor Massa asociado a La Cámpora es la
expresión acabada de ese fracaso: se trata del hombre de las relaciones
aceitadas con la burguesía prebendaria de los Vila-Manzano (Edenor), de los
Brito (Banco Macro), entre otros tantos, y que hoy despliega toda su energía
en profundizar los lazos de dependencia con las potencias económicas.



En los últimos cuarenta años, las fuerzas políticas que defienden el sistema
capitalista condujeron a la decadencia económica y social actual. El régimen
político buscará en el proceso electoral legitimar al encargado de los
ataques que vendrán. El futuro que prometen repite las recetas del pasado.



La clase trabajadora y el pueblo pobre tienen que oponer su propio programa
frente a las fuerzas capitalistas. La propuesta de reducir la jornada
laboral a 6 horas, 5 días a la semana, sin reducción salarial, sin
flexibilización, con plenos derechos, para repartir las horas de trabajo
entre ocupados y desocupados, se ubica en el horizonte de elevar las
aspiraciones de la clase trabajadora, combatir la división que todo el
tiempo busca imponer el gran capital y darle un golpe a la precarización
laboral. No se puede vivir solo de un plan social, con trabajo precario o
con bajos salarios que llevan al pluriempleo o a dejar la vida en las
fábricas. De aplicarse en las 12 mil grandes empresas la reducción de la
jornada laboral podría crearse en lo inmediato 1,1 millón de nuevos puestos
de trabajo.



La inflación es una máquina de generar pobreza. Es una necesidad de la clase
trabajadora la actualización mensual automática de salarios, jubilaciones y
planes sociales según el aumento de la inflación. Desde diciembre de 2015
hasta marzo 2023, los salarios del sector registrado (privado y público)
perdieron 20 % del poder de compra. En el sector informal, el retroceso
entre octubre 2016 (donde empieza la serie de datos de Indec) y marzo de
este año, es aún mayor: 40 %. Es prioritario recuperar lo perdido y que
nadie cobre menos de lo que cuesta la canasta familiar.



Contra toda resignación a la miseria de lo posible, la clase trabajadora es
la única que puede reorganizar la economía sobre nuevas bases. La
nacionalización integral de los recursos estratégicos del país (comercio
exterior, petróleo, gas o litio) bajo control y gestión de los trabajadores
y comunidades involucradas, para avanzar en las mejores formas de producción
garantizando el cuidado del agua y el ambiente, permitiría reorganizar el
país desde abajo. Esto requiere impugnar la propiedad privada del gran
capital, poner la ciencia y todos los recursos estratégicos en función de
atender las necesidades sociales.



* Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente
en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es
columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La
Izquierda Diario.

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