Colombia/ El enigma Petro-Uribe: dos enemigos charlando "como viejos
amigos". [Juan Diego Quesada]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Lun Mar 6 00:07:04 UYT 2023
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6 de marzo 2023
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Colombia
El enigma Petro-Uribe: dos enemigos que se defienden
Se reúnen cada pocos meses y en público se respetan como nunca antes. ¿Cómo
han llegado hasta este punto dos presidentes que hasta hace poco se
detestaban?
Juan Diego Quesada, desde Bogotá
El País, 5.3.2023
https://elpais.com/
Cuando Petro entró por la puerta, Uribe ya se había bebido la primera
infusión. “Presidente”, saludó uno. “Presidente”, le correspondió el otro.
Se sentaron en un sofá de la casa de Héctor Carvajal, un abogado amigo de
ambos. Era la tercera vez que se veían en poco más de seis meses. Era de
noche, y Petro lucía visiblemente cansado por un día muy ajetreado, acababa
de llegar de Bucaramanga en el avión presidencial. Uribe le preguntó de
sopetón cómo veía la situación del país. En vez de contestar, el presidente
actual le devolvió la pregunta y escuchó durante un rato largo un análisis
de Uribe sobre la economía, su principal preocupación. “Una vaina afable,
tranquila, como dos amigos”, según un testigo del encuentro. Después ambos
se levantaron y se sentaron en una mesa, donde les esperaba una sopa
preparada por un joven chef amante de la nouvelle cuisine.
La relación que han forjado Gustavo Petro y Álvaro Uribe en el último medio
año es uno de los grandes enigmas de la política colombiana. ¿Qué buscan el
uno y el otro? En el pasado fueron enemigos encarnizados, se detestaban.
Ahora se reúnen cada cierto tiempo y discuten sobre la actualidad del país.
En público se respetan como nunca antes. El otro día, Uribe afeó delante de
una multitud a un hombre que insultó a Petro micrófono en mano. Petro ha
dejado de referirse en sus discursos a Uribe, a sus haciendas, a su legado,
algo que antes hacía con frecuencia, casi como un vicio. ¿Cómo han llegado
hasta este punto?
El primer contacto entre ambos se produjo a través de Carvajal, un abogado
de 64 años con un bufete en el norte de Bogotá. Carvajal conocía muy bien a
Petro, a quien había defendido cuando fue destituido e inhabilitado como
alcalde de la capital. Además, se había ocupado de un caso de los hijos de
Uribe que le había dado verdaderos dolores de cabeza al padre. Uribe
felicitó al abogado cuando ganó el pleito. Petro, con el que a veces cenaba,
estaba al tanto de que había llevado ese caso y que guardaba buena relación
con la familia. Por eso no dudó en pedirle a Carvajal que le hiciera llegar
a Uribe que quería mantener un encuentro privado con él. Esa fue una de sus
primeras decisiones como presidente electo.
Petro quería que la reunión fuera en su casa de Chía, al norte de Bogotá.
Uribe, en cambio, prefería su hacienda. Como no se ponían de acuerdo, el
encuentro se produjo en el despacho de Carvajal. Era la primera vez que
estaban juntos en una habitación, a pesar de llevar más de 30 años de
desencuentros políticos. Petro quería hablar a solas con él, pero Uribe se
negó. Desde que está envuelto en un caso de compra de testigos siempre
quiere que haya una tercera persona en sus reuniones, alguien que pueda dar
fe de lo hablado. Convinieron juntos que esa persona podía ser Carvajal, y
así fue. Charlaron durante 40 minutos en un despacho lleno de trofeos de
golf, un dibujo de Botero, dos cuadros de batidas de cazas inglesas y un
mapamundi chino que ocupa toda una mesa de camilla.
“Los dos buscan pacificar el país”, resume Carvajal detrás de su escritorio.
Petro quiere hacerlo con la paz total, su proyecto de negociar o someter a
todos los grupos armados de forma simultánea. Uribe negoció en su tiempo con
paramilitares, pero emprendió una guerra directa con las guerrillas, y
ahora, según quienes lo conocen, está preocupado por las concesiones que se
le puedan ofrecer a los criminales durante las negociaciones. No cree, y así
lo ha hecho saber en las reuniones, que se tenga que dialogar igual con el
ELN que con narcotraficantes y que estos se sirvan de indultos y rebajas de
penas como si fueran presos políticos. “Son caminos distintos, pero los dos
comprenden que es necesario rebajar la violencia”, añade el abogado.
Esa pacificación también la quieren llevar al plano personal: nada de
insultos entre ellos. La defensa de Uribe a Petro del otro día es fruto de
estas reuniones. “Coinciden en que hay que quitar las malas palabras de uno
y de otro”, continúa Carvajal. Haber sido el punto de contacto entre los
presidentes ha desatado los rumores sobre una posible elección del abogado
como Fiscal General de la Nación. Él lo niega con vehemencia: “Eso son
chismes y envidias de la gente”.
La primera y la tercera reunión se produjeron a petición de Petro. La
segunda, de Uribe. En la tercera, en la que se cenó sopa en casa de
Carvajal, Uribe llevó como testigo a José Félix Lafaurie, el representante
de los ganaderos colombianos. Hombre conservador, muy distante de la
izquierda, sorprendió mucho que se haya involucrado de forma directa en la
reforma agraria que propone Petro. Fue la primera señal de que la izquierda
y la derecha iban a ir de la mano en estos primeros meses de Gobierno.
Después de ese acuerdo sobre la compra de tierras a los ganaderos, recibió
la llamada de Laura Sarabia, la jefa de despacho del presidente, para
anunciarle que Petro, en medio del Congreso Nacional ganadero, le iba a
ofrecer ser negociador en la mesa con el ELN. Lafaurie dudó en ese momento,
llamó a su esposa, la política María Fernanda Cabal, del partido de Uribe,
el Centro Democrático, y ambos coincidieron en que había que pensar bien los
inconvenientes de sentarse a negociar con guerrilleros.
Sin embargo, telefonearon juntos a Uribe y este fue muy claro:
—José Félix, tienes que aceptarlo.
“Uribe piensa que es mejor estar cerca para que las cosas salgan bien. Él es
un patriota, aunque la gente no lo crea. Piensa que hay que estar, incluso
más presente que con Duque (el anterior presidente, un delfín de Uribe)”,
dice Lafaurie. Piensa que Uribe y Petro han congeniado por dos cosas. Una,
porque con Petro es fácil conversar, es alguien que escucha, algo nada fácil
de encontrar entre los cargos altos. “No es un tipo hostil”, refiere. Y dos,
a Uribe le gusta la gente “frentera”, que dice las cosas como son. En eso
siempre hay una crítica indirecta a Juan Manuel Santos, sucesor de Uribe que
después tomó distancia con su mentor. El uribismo se refiere a menudo a él
como un traidor que engañó a Uribe. Por eso, sostienen sus allegados,
prefiere a Petro que a quien le dijo una cosa y después hizo otra.
En esa tercera reunión, en el sofá, Uribe le dijo a Petro que no dejara que
se enfriara la economía, que no era nada fácil reactivarla. Petro le
preguntó cómo veía la reforma de la salud, sobre lo que Uribe tenía
bastantes observaciones. Le parecía magnífica la parte preventiva. Después,
el presidente actual “echó un cuento” sobre el turismo, que debía servir
como fuente de financiación alternativa a las energías fósiles. “No había
agenda ni conclusiones. No había nada que acordar. Pero esto va a traer sus
frutos”, profetiza Lafaurie.
Al margen de Uribe, Lafaurie considera que en el país debe implantarse una
paz política, no solo con este expresidente, si no con otros como Gaviria o
Santos. “La confrontación ya no sirve más en este país. Si Uribe se mete en
otra controversia esto puede salir peor todavía”. Además, cree que hacerle
oposición a Petro es muy diferente a hacérsela a Santos: “Petro es un tipo
que toda su vida ha estado en desacuerdo con el establecimiento. Ha estado
tirándole piedras a eso. Confrontarlo puede ser más costoso para la
arquitectura institucional que el tratar de encontrar espacios donde se
puedan discutir las cosas”.
A Uribe le preocupa la forma en la que va a pasar a la historia. Por
supuesto, no quiere trascender como el primer presidente condenado en más de
medio siglo. Sobre él pesa una acusación de compra de testigos, en un caso
muy enredado que comenzó con una denuncia suya a Iván Cepeda, un senador de
la plena confianza de Petro. El asunto se volteó y Uribe ha acabado
procesado. A sus 70 años, no imaginaría estar involucrado en un asunto como
este. En algunas de las reuniones, de acuerdo a dos fuentes distintas, se ha
hablado de Cepeda, aunque no se sabe en qué términos. No solo Petro se juega
mucho en los próximos años, también Uribe.
Fue su asesor durante siete años, y por eso José Obdulio Gaviria puede
adivinar las intenciones de Uribe para acercarse a Petro, demonizado por la
derecha durante dos décadas por haber sido guerrillero del M-19. José
Obdulio considera un grave error, por ejemplo, la reforma sanitaria, que
asemeja a una que hizo Hugo Chávez al poco de llegar al poder en Venezuela,
sin que la comparación sea necesariamente exacta. “¿Cómo reaccionar ante
eso?”, se pregunta. “¿Con locura, con enfrentamientos verbales, con
tratamientos de activista callejero? ¿O tratando de generar una mayoría para
que la democracia logre funcionar? Eso pretende Uribe”. Eso no quiere decir
que la postura no sea crítica. “No tratamos de actuar con la típica reacción
latinoamericana totalmente desenfrenada. Nada de revivir la militancia
guerrillera o terrorista de Petro (sic). Preferimos hablar del fondo de los
temas”, añade.
Lo que es seguro es que ambos se necesitan. Petro sabe que sin la derecha y
los liberales no logrará los cambios que quiere hacerle al país,
difícilmente conseguirá la paz. Uribe, en su momento de popularidad más
bajo, reaparece como un hombre sensato dispuesto a construir país desde la
oposición. Nadie se los imaginaba dándose un apretón de manos, pero ahí
están, sentados en un sofá, charlando como dos viejos amigos. Un enigma.
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