Estados Unidos/ ¿Hacia una nueva crisis financiera global? [Branko Marcetic]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Mar 14 16:06:13 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

14 de marzo 2023

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Estados Unidos



¿Hacia una nueva crisis financiera global?



El colapso del Silicon Valley Bank se debió a la corrupción, la imprudencia
financiera y la mala toma de decisiones. Tras un rescate para los ricos que
recuerda al de 2008, la incógnita es hasta dónde llegará en esta ocasión el
crac bancario.



Branko Marcetic *

CTXT, 14-3-2023

https://ctxt.es/es/

Traducción de Pedro Perucca



De vez en cuando, un acontecimiento encarna a la perfección todo lo que está
mal en una época. La quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) es uno de esos
acontecimientos, la culminación de muchos años de imprudencia financiera,
derecho corporativo y toma de decisiones políticas corruptas.



La implosión del SVB, que hasta hace unos días era el decimosexto mayor
banco estadounidense por activos, es la segunda peor quiebra bancaria de la
historia de Estados Unidos y la peor desde que empezaron a caer las fichas
de dominó de la crisis financiera mundial en 2008. Fundado en 1983, el banco
era la institución financiera a la que acudía la avalancha de start-ups de
Silicon Valley que se han extendido como una erupción en la era del dinero
barato, lo que fue uno de los factores de su caída.



Cuando los tiempos eran buenos para el capital riesgo, también lo eran para
SVB, que prestaba servicios a casi la mitad de todas las empresas
estadounidenses de capital riesgo. Los tiempos fueron especialmente buenos
en la última década, cuando la Reserva Federal inició una era de tipos de
interés mínimos tras la Gran Recesión. El bajo crecimiento y el elevado
desempleo eran las principales preocupaciones de la élite política y
económica; se pensaba que unos tipos de interés bajos supondrían un menor
coste de los préstamos, lo que se traduciría en más inversión y más creación
de empleo.



Las cosas se torcieron a raíz de la pandemia del coronavirus, cuando la
inflación superó al desempleo como preocupación política y económica del
momento. La Reserva Federal (Fed) empezó a subir rápidamente los tipos de
interés, nada menos que 450 puntos básicos en el último año. Esta vez, la
idea era que limitando la inversión y aumentando los gastos tanto de las
empresas como de los ciudadanos de a pie, la Reserva Federal frenaría el
crecimiento de los salarios y el gasto de los consumidores y frenaría la
inflación (aunque el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell,
admitió que esta estrategia no afectaría a los precios de los alimentos y
los combustibles, dos de las áreas en las que los estadounidenses de a pie
más sienten los efectos de la inflación).



Esto también tuvo el efecto secundario de cerrar el grifo al incesante flujo
de capital riesgo que mantenía a flote a las start-ups, incluso a las que
perdían dinero, lo que ayudó a desencadenar una importante recesión en el
sector tecnológico, entre otras cosas. Los tiempos de vacas flacas para el
sector repercutieron en SVB, que de repente tuvo que hacer frente a la
crisis de sus depositantes respaldados por capital riesgo.



Pero el subproducto más peligroso de las subidas de tipos de la Reserva
Federal para SVB fue el hecho de que había invertido fuertemente en bonos
del Estado –cuyos precios tienden a bajar cuando suben los tipos de interés
y viceversa–, en parte porque no tenía mucho más que hacer con el dinero que
sus clientes estaban depositando en él. Según Adam Tooze, SVB estaba
recibiendo un golpe de al menos 1.000 millones de dólares por cada
veinticinco puntos básicos que la Fed subía los tipos, mientras que no
invertía en absoluto en coberturas de tipos de interés, lo que la dejaba
especialmente expuesta a la táctica de Powell de luchar contra la inflación.



Lo que finalmente condenó al SVB fue que las pérdidas resultantes provocaron
el pánico entre los depositantes. Esto fue en gran parte gracias a la
empresa de capital riesgo Founders Fund del multimillonario de extrema
derecha Peter Thiel, que, tras descubrir que sus inversores estaban teniendo
problemas para transferir dinero a sus cuentas del SVB, les ordenó que las
enviaran a otros bancos y había retirado todo su efectivo para cuando el
banco empezó a fundirse a finales de la semana pasada. Casi al mismo tiempo,
un boletín muy popular en el mundo del capital riesgo advertía de los
problemas financieros de SVB, mientras que un depositante describía el temor
entre un grupo de chat de más de doscientos ejecutivos tecnológicos, que
pronto se apresuraron a sacar su dinero. Comportamientos como este
condujeron a una clásica corrida bancaria, en la que todos los que tienen
fondos en el banco se apresuran a retirar su dinero al mismo tiempo,
colapsándolo.



Todo esto fue posible gracias a la combinación habitual de poder corporativo
y corrupción en Washington, DC. Fue Donald Trump y el retroceso de la ley de
reforma financiera Dodd-Frank en 2018 por parte del Congreso republicano lo
que, a petición personal del presidente del SVB tres años antes, abrió la
puerta a este tipo de colapso, al eximir a los bancos del tamaño del SVB de
los mandatos de liquidez y de las pruebas de estrés más frecuentes de los
reguladores. No es que el SVB se limitara a pedirlo amablemente: el banco
también gastó más de medio millón de dólares en grupos de presión en esos
tres años, empleando como lobistas a antiguos empleados del entonces líder
de la mayoría en la Cámara de Representantes (y ahora presidente) Kevin
McCarthy, que apoyó con entusiasmo el retroceso.



Por supuesto, la culpa no fue sólo de los republicanos. Diecisiete
demócratas apoyaron la legislación, y para librarse de las críticas
progresistas al proyecto de ley fue fundamental el representante Barney
Frank –el “Frank” de Dodd-Frank–, que insistió en que no aumentaría la
probabilidad de una futura crisis financiera y cuyo consejo fue citado por
los demócratas capturados por Wall Street en el Senado y en otros lugares
cuando se preparaban para recortar las regulaciones financieras que tanto
les costó aprobar.



Peor que la forma en que han envejecido los consejos de Frank es el hecho de
que, en aquel momento, formaba parte del consejo de administración del
Signature Bank. Esa institución no sólo se benefició de que Frank diera su
visto bueno a que el Congreso debilitara su propio logro legislativo, sino
que acaba de ser cerrada por los reguladores tras convertirse en la tercera
mayor quiebra bancaria de la historia de EE.UU. a manos de su propia corrida
bancaria, para evitar un contagio más amplio del sistema financiero,
exactamente lo que Frank insistió en que no ocurriría.



Mientras tanto, los superhombres individualistas de Silicon Valley y Wall
Street se han transformado de la noche a la mañana en voluntariosos pupilos
del Estado, exigiendo que el gobierno acuda al rescate de los inversores
ricos que pueden perder. (El gobierno federal sólo asegura los depósitos
hasta 250.000 dólares, lo que significa que más del 85% de los depósitos del
SVB no estaban asegurados). Larry Summers, que acaba de despotricar contra
el “alivio irrazonablemente generoso de los préstamos estudiantiles”, nos
dice ahora que “no es el momento de dar lecciones de riesgo moral ni de
administrar lecciones ni de alarmarse por las consecuencias políticas de los
‘rescates’”, ya que exigió que todos los depósitos no asegurados “estén
totalmente respaldados el lunes por la mañana”.



Como era de esperar, Summers y los de su calaña se impusieron. A pesar de
comprometerse a no rescatar a SVB y Signature, el Tesoro, la Reserva Federal
y la Corporación Federal de Seguros de Depósitos invocaron una “excepción de
riesgo sistémico” para anunciar que todos los depositantes, incluso los que
superan el umbral de 250.000 dólares, “tendrán acceso a todo su dinero” a
partir de hoy, y que pondrían en marcha un programa de préstamos de
emergencia para los bancos con el fin de garantizarlo.



Algunos hacen aquí una distinción con los infames y odiados rescates de
2008, porque esta vez no se rescata a los bancos y los contribuyentes no
pagan la factura (los fondos que se utilizan para cubrir a los depositantes
proceden de las comisiones que se cobraron a los bancos). Pero, al fin y al
cabo, el Gobierno está interviniendo para garantizar que los inversores y
ejecutivos ricos no pierdan ni un céntimo de esta debacle, a pesar de que
sabían perfectamente que sus depósitos no estaban asegurados. Incluso el
Wall Street Journal llama a esto un “rescate de facto”.



Está la obvia injusticia influida por la riqueza inherente a todo esto. Una
vez más, los grandes son rápidamente rociados con una manguera de dinero
cuando se meten en problemas pese a no haber actuado con la debida
diligencia básica. Mientras tanto, a los trabajadores se les da lecciones de
responsabilidad personal y se les obliga a rascar y arañar para librarse de
una deuda aplastante, para obtener protecciones económicas básicas en medio
de una catástrofe económica y para conseguir cheques de estímulo únicos que
apenas cubren un mes de alquiler en muchas ciudades.



También está la cuestión de qué tipo de irresponsabilidad futura fomentará
esto. Después de todo, los inversores acaban de ver (de nuevo) de primera
mano que el gobierno federal intervendrá para rescatarlos incluso si sus
depósitos no están asegurados, sin importar lo irresponsable que fuera la
institución financiera en la que estaban depositando su dinero, siempre y
cuando haya un tufillo de posible inestabilidad financiera más amplia a la
vuelta de la esquina. También podríamos preguntarnos qué otro caos económico
podría desencadenar la determinación de la Reserva Federal de luchar contra
la inflación mediante la subida de los tipos de interés; SVB es sólo una de
las muchas posibles entidades que podrían entrar en una espiral de
inestabilidad cuando el banco central siga adelante con un plan que los
expertos advierten que desencadenará la recesión, como ya nos ha demostrado
el colapso de las criptomonedas.



Detrás de todo esto, hay una pregunta: ¿Cuánto tiempo más tolerará la gente
un sistema como este? Un sistema en el que grandes cantidades de riqueza se
desvían hacia fines improductivos en medio de crisis históricas mundiales, y
luego se derrochan en imprudencias especulativas que casi derrumban toda la
estructura, sólo para que los que tienen el dinero salten en paracaídas
mientras todos los demás siguen condenados a la austeridad. Los rescates
bancarios originales desencadenaron una cascada de ira popular que ha
moldeado irrevocablemente el paisaje de la política del siglo XXI, desde
Occupy Wall Street y las campañas de Bernie Sanders hasta el movimiento del
Tea Party y la presidencia de Trump. ¿Qué pasará si siguen sucediendo?



* Branko Marcetic es redactor de Jacobin Magazine y autor de Yesterday’s
Man: The Case Against Joe Biden (Verso, 2020).



(Este artículo fue publicado originalmente en Jacobin Magazine, 13-3-2023:
https://jacobinlat.com/2023/03/13/el-colapso-del-silicon-valley-bank-demuest
ra-que-poco-ha-cambiado-para-los-grandes-bancos-desde-2008/)

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