Nicaragua/ "El discurso antiimperialista encubre el saqueo" [Silvia Adoue - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 19 00:01:58 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

19 de marzo 2023

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Nicaragua



Entrevista a Silvia Adoue



"El discurso antiimperialista encubre el saqueo en Nicaragua"



Gabriela Moncaus, en São Paulo

Divergentes, 15-3-2023

https://www.divergentes.com/



La profesora argentina Silvia Beatriz Adoue, magíster en Integración
Latinoamericana, doctora en Letras de la Universidad de São Paulo y docente
en la Escuela Nacional Florestan Fernandes del MST (Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra) , sostiene que “el régimen Ortega-Murillo
ejerce una forma descarada de violencia, de extractivismo, de
disciplinamiento de los territorios y de la clase trabajadora”. Defiende la
importancia de vincular las luchas por las libertades democráticas en
Nicaragua con las que combaten el extractivismo.



- Usted argumenta que el antiimperialismo de Daniel Ortega es retórico, ya
que integra a Nicaragua a las cadenas extractivas del capital globalizado.
¿Puede explicar esto?



La integración a las cadenas de acumulación globalizadas no comienza con
Ortega. Es parte de la dinámica del capital y las estrategias de los fondos
de inversión para los territorios de toda América Latina, de modo más
acelerado para los insumos de la industria 4.0. Eso vale para todo el mundo,
inclusive para África y Asia.



El oro es la principal materia prima exportada por Nicaragua. El segundo
rubro son camisetas de algodón y después vienen el café y otros productos,
como el cable de electricidad cubierto. El principal destino de las
exportaciones nicaragüenses es Estados Unidos. En este ranking, los
segundos, terceros y cuartos en la lista son los países vecinos. Durante
once años consecutivos, el FMI ha felicitado al Gobierno por cumplir con sus
recomendaciones.



La retórica antiimperialista es una cáscara que les permite crear confusión
con un discurso que no es acompañado con políticas de Estado que apunten
hacia la independencia económica. O que intenten romper con el capitalismo
dependiente y con otras formas de colonialidad en nuestra región. Las
políticas del Gobierno Ortega-Murillo facilitan y estimulan la integración a
estas cadenas de acumulación.



La extracción de oro corre por cuenta de la empresa británica Condor Gold
S.A. y de la canadiense Gold Corporation. Las transnacionales controlan las
cadenas, pero no son sus propietarias: hay una serie de empresas o de grupos
intermedios que se benefician y facilitan esa cadena, que es flexible. Al
final de la cadena, en los territorios, lo que vemos es la explotación por
despojo y la destrucción de los biomas.



Pero la cadena del oro no es la única. Sí es la más importante, en volumen y
en valores, pero hay otras como la del camarón en la región del Pacífico. La
gran operadora es la empresa española Pescanova, pero actúan también fondos
de inversión de capital de EEUU. Nicaragua es el país que explota y exporta
más camarón en toda América Latina. Los destinos más importantes son Estados
Unidos, Taiwán y Vietnam.



Eso ayuda a entender, inclusive, cómo funcionan las manchas de materias
primas, son manchas que se van expandiendo y son muy dinámicas. Una avanza
sobre la otra, a veces conviven, a veces una desplaza a la otra, de acuerdo
a la velocidad de los cambios en el capital financiero, en las bolsas y la
fluctuación de los valores de estas mercancías. La explotación del camarón
abarca una zona muy impactada, la Reserva Natural Delta del Estero Real,
donde ha habido acciones de resistencia, tanto sindical como territorial de
la población local. La respuesta del Estado ha sido la militarización de la
región.



-¿Son todas empresas privadas?



Sí. Y hay otro problema grave en Nicaragua, que es la deforestación, sobre
todo, en las llamadas zonas autónomas. Hay dos zonas autónomas en la
organización política-administrativa de Nicaragua que ocupan un área muy
grande: la Atlántica Norte y la Atlántica Sur. La población que
históricamente ha habitado en esas zonas es indígena: los miskitos y los
mayangna. La Revolución Sandinista tuvo muchos problemas con los miskitos
porque buscaba un proyecto nacional, desarrollista, proponía la reforma
agraria, pero los sandinistas no sabían cómo asociarse con los pueblos
indígenas. Después corrigieron, se ajustaron, pero no consiguieron
entenderles.



Para los pueblos indígenas, la relación entre el territorio y la economía es
de abundancia, no tiene lógica desarrollista. Fue un diálogo de sordos. Y de
ese sandinismo lo único que quedó fue un desarrollismo descaradamente
capitalista. Durante el Gobierno nacido en 2007 (segundo periodo
presidencial de Ortega), se ha avanzado aceleradamente sobre las zonas
autónomas Atlántica Norte y Sur; y se ha estimulado la llegada de colonos,
pero no colonos pobres, sino medios, con intención de hacer negocios.



Se hizo de un modo similar al de Brasil durante el Gobierno de Jair
Bolsonaro, por medio de milicias incendiarias, que avanzaron sobre los
bosques con incendios ilegales, protegidas o por lo menos no reprimidas por
el Gobierno. El objetivo es la formación de pastos para el ganado y para el
monocultivo y el acaparamiento de tierras, la expulsión de los habitantes de
la región, sobre todo indígenas, que han terminado desplazándose como
refugiados hacia Honduras.



-Conocemos bien este proceder aquí en Brasil.



Sí, con muchos desplazados económicos, indígenas, pescadores, campesinos. En
Nicaragua hay un campesinado que permaneció y es la base social y política
del régimen de Ortega. Hubo una reforma agraria durante la Revolución
Sandinista.



Y, cuando el sandinismo perdió las elecciones en 1989, hizo una operación
antes de salir del gobierno: una parte de las tierras que habían sido
expropiadas por la reforma agraria fueron entregadas en propiedad a muchos
comandantes de la Revolución. Lo hicieron abiertamente, incluidos compañeros
más consecuentes, con el argumento de que así se evitaba que las tierras
volvieran a sus dueños anteriores, los de la época de Somoza. Lo
justificaron en que era una protección para tiempos mejores.



Luego algunas de esas tierras volvieron a manos de los campesinos, que se
convirtieron en base política del régimen, porque, de lo contrario, no se
sostendría. No son únicamente los acuerdos con el sector empresarial. Cuando
dije que el segundo mayor artículo de exportación son las camisetas y que
hay otro importante que es el cable, estamos hablando de una burguesía
local, interna, que hace negocios dentro de este segmento. Ahí sí hay
capitalismo dependiente en el sentido estricto de la palabra, en el contexto
de otro modelo de acumulación. Eso le permitió a Ortega una estabilidad
durante estos años, de 2007 para aquí, y un consenso con este sector burgués
interno.



Hay un proyecto que no se llevó a cabo pero tuvo graves consecuencias: la
construcción de un canal, semejante al de Panamá, de 280 kilómetros y que
uniría el Pacífico con el Atlántico. Los efectos del comienzo de este
emprendimiento en 2013 fueron terribles, por los desplazamientos de las
comunidades campesinas a lo largo de ese eje, que pasaba por el lago
Cocibolca.



El canal finalmente no se construyó, pero los campesinos tampoco regresaron
a sus tierras. Muchos de los que se organizaron contra la construcción del
canal, entre ellos la líder campesina Francisca Ramírez Torres, están
exiliados. Torres y 40 de sus familiares están en Costa Rica y no pueden
regresar a Nicaragua.



Este intento de canal interoceánico muestra el compromiso de este gobierno
con las cadenas extractivas. Estos canales, carreteras, ferrocarriles,
grandes aeropuertos, ampliación de complejos portuarios forman parte de lo
que llamamos ruta del saqueo. Es decir, cuando se abre un camino para la
logística, un montón de proyectos extractivos que están encajonados
encuentran posibilidad de ser implementados.



No son canales de comunicación o transporte para visitar familiares o para
pasear. Es para el flujo de este nuevo modelo de acumulación y un gobierno
que da autorización para el pasaje de este flujo de riqueza es de una
irresponsabilidad gigantesca, si eres realmente progresista. Este es el
contexto económico, no vemos mucha diferencia con gobiernos de derecha. Y
eso lo estamos viendo en otros gobiernos progresistas de América Latina que
propician, con distintos argumentos, la integración a las cadenas de
acumulación. Es el llamado consenso de las commodities.



-En este tema hay una constancia y no un péndulo.



Esto es permanente. Pero en el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo
hay una forma descarada del ejercicio, inclusive de la violencia, del
disciplinamiento de los territorios y de los diferentes sectores de la clase
trabajadora.



-¿Qué opina de la represión de la revuelta de 2018, el fraude electoral de
2021 y la reelección de Ortega o el enfrentamiento con la iglesia católica
en Nicaragua?



Para imponer ese proyecto fue necesario primero expurgar de las
organizaciones originadas en el sandinismo a los cuadros que participaron de
la Revolución. Muchos tuvieron que exiliarse, como Mónica Baltodano. Ella y
toda su familia están en Costa Rica. O el caso del encarcelamiento de Dora
María Téllez, que fue algo escandaloso. Pero no es solo una acción contra
Dora María, como si fuera un problema personal con ella.



Mantener con esta brutalidad, con esta saña, a tantos viejos compañeros
presos es intimidar a los que están dentro del Frente Sandinista para que se
acomoden a una práctica puramente administrativa de no meterse en el debate
político. La primera descomposición es en la propia organización. Luego se
puede hacer cualquier cosa. Y la peor fue aquella violencia contra el propio
pueblo nicaragüense, la persecución y la muerte que se inició el 18 de abril
de 2018, aplicando el terror.



No estoy hablando de terror como un insulto. Ahora, por ejemplo, en Brasil
se usa la palabra terrorista como un insulto. Terror es cuando se intimida
con violencia física a un grupo, con amenaza de violencia, de suplicio e
inminencia de muerte. O de muerte como punición ejemplar para que los otros
se queden quietos.



-Acciones que suelen contar con la complicidad del Estado.



El Estado suele hacerlo, pero también la mano oculta del Estado, aquella que
actúa de manera ilegal. En América Latina tenemos esa duplicidad. No se
puede decir que las milicias incendiarias en la Amazonia actúan sin
articulación con el Estado.



-¿Qué elementos hacen que un proceso revolucionario sea destruido por sus
propios creadores?



Tengo algunas hipótesis y algunas lecturas de compañeros que se han dedicado
a reflexionar sobre eso. Pero me gustaría retomar algo que Frantz Fanon dice
sobre cómo una revolución se queda dentro del campo de la lucha nacionalista
y nacional pero no avanza en su dinámica hacia una lucha social. Se forma
una capa de administradores burgueses locales que se asocian al capital
internacional.



Ortega representó los intereses de ese sector, con un disfraz aún
sandinista, pero que no tiene nada que ver con la lucha sandinista. Una
lucha que comienza como una lucha antidictatorial, democrática,
antiimperialista, pero que se congela y, por lo tanto, se descompone.



-¿Qué movimientos de los de abajo ha acompañado usted en Nicaragua?



Lo más importante es el enraizamiento de los movimientos y la construcción
de relaciones en su territorio. Eso no es fácil en Nicaragua porque hay una
persecución muy grande para desarticular las luchas locales y
antiextractivistas. Conozco familias de viejos luchadores, de la época del
surgimiento del movimiento sandinista, que no se han acomodado y están en
los territorios. Y después, hay movimientos nuevos, que son reactivos al
avance del despojo en los territorios.



También luchas sindicales de los trabajadores de la caña de azúcar, que
trabajan en las haciendas de Chichigalpa. Ha habido luchas sindicales de los
trabajadores del camarón, de los frigoríficos, de los pescadores, de los
campesinos afectados por estos grandes emprendimientos, de los indígenas de
las zonas autónomas del Atlántico, sobre todo de la región norte. Hay muchas
luchas que no están articuladas y muchas veces son asumidas por partidos que
no le dan un sentido antiextractivista, y terminan acotadas al campo del
programa liberal de la lucha contra la dictadura de Daniel Ortega.

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