Brasil/ El hambre: un fenómeno estructural. [Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 29 16:38:47 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

29 de marzo 2023

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Brasil



Entrevista al geógrafo José Raimundo Sousa Ribeiro Junior



El hambre en Brasil no es cíclica, puntual, transitoria o atípica; es
estructural



Patricia Fachin

Revista IHU, 27-3-2023

https://www.ihu.unisinos.br/

Traducción y edición de Correspondencia de Prensa



La búsqueda de comprender el fenómeno del hambre en su complejidad, a partir
del análisis de datos, pero también de la vida cotidiana real de las
familias, permite observar que no se trata de un problema "coyuntural,
puntual, transitorio o atípico" de la sociedad brasileña, sino de algo
presente y continuo, un fenómeno estructural. Tener clara esta realidad
permite "comprender la magnitud del problema y, por lo tanto, cuáles son las
posibilidades de superarlo", afirmó José Raimundo Sousa Ribeiro Junior en la
videoconferencia titulada "El panorama del hambre en Brasil y las
posibilidades de superarlo", impartida el 16 de marzo de 2023 en el
Instituto Humanitas Unisinos - IHU.



José Raimundo Sousa Ribeiro Junior es licenciado, máster y doctor en
Geografía por la Universidad de São Paulo - USP. Actualmente es profesor en
la Universidad Federal del ABC - UFAB. Entre 2019 y 2021, fue profesor
visitante en el Instituto de Salud y Sociedad de la Universidad Federal de
São Paulo - Unifesp, trabajando con el Centro de Prácticas e Investigación
en Alimentación y Nutrición Colectiva - CPPNAC. Es representante de la
Asociación de Geógrafos Brasileños en el Consejo Municipal de Seguridad
Alimentaria - COMUSAN-SP.



-¿Cuál es el panorama del hambre en Brasil?



En un país tan extenso como Brasil, diverso y desigual, es difícil trazar un
panorama del hambre. Esta es la tarea de muchos investigadores y es una
agenda de investigación muy importante en el momento en que vivimos. Esta
agenda se ha fortalecido, especialmente desde la pandemia, con el
crecimiento significativo del hambre en el país. Cada vez más trabajos se
centran en este tema. En la Universidad Federal de ABC - UFABC, me sorprende
el número de estudiantes que buscan estudiar el tema. Es una agenda que debe
ser abordada colectivamente, y mi contribución es puntual dentro de este
debate.



-¿Qué es el hambre?



Para realizar un análisis, a escala nacional, en un país como el nuestro,
una forma de abordar este panorama es mediante datos obtenidos a través de
encuestas por muestreo. Tenemos un área muy extensa que cubrir, por lo que,
en general, en Brasil los datos se obtienen a través de encuestas por
muestreo. Aunque estos datos no sean suficientes para comprender el fenómeno
en su totalidad, son una herramienta muy valiosa para que los investigadores
se acerquen al tema y, a partir de los datos, elaboren hipótesis y preguntas
de investigación que permitan construir un panorama más complejo y profundo
del hambre en el país.



Dicho esto, la primera cuestión que se plantea es qué datos podemos utilizar
para trazar el panorama del hambre en Brasil. El debate en torno a qué datos
se pueden utilizar atravesó el siglo XX porque este tema dialoga
directamente con la idea de cómo se define y mide el hambre.



Definiciones nutricionales, clínicas y médicas



Durante el siglo XX, lo que prevaleció fueron las definiciones nutricionales
o clínicas o médicas del hambre. La contribución de Josué de Castro, médico
y geógrafo de Pernambuco, merece una mención muy importante en este tema. Su
texto más conocido es Geografia da fome (1): o dilema brasileiro - pan o
acero. Una de sus mayores contribuciones al debate fue el hecho de que,
utilizando una definición nutricional del hambre - definió el hambre tanto a
partir de la cantidad de energía como de nutrientes que eran ingeridos por
la población -, amplió el concepto de hambre y rompió con una lectura muy
común en su época - y persistente aún hoy - que tiende a equiparar el
concepto de hambre con la idea de inanición.



Josué reconoció que, además del hambre total, habría hambre parcial. Cuando
leemos la Geografia da fome, observamos que, a medida que recorría las
diferentes regiones de hambruna en Brasil, identificaba las deficiencias
nutricionales específicas que causaban enfermedades y muertes prematuras y
establecía una diferenciación entre las temporalidades de estas hambrunas.
El hambre total, la que lleva a la inanición, suele aparecer en brotes
epidémicos, mientras que el hambre parcial u oculta es un hambre endémica y
constante. Esto es muy importante para nuestra lectura del fenómeno del
hambre porque nos dice que el hambre no siempre está asociada a periodos de
crisis, como las pandemias. Cuando dice que hay una producción constante de
hambre o que el hambre es endémica en algún lugar -y hablaba principalmente
de la Zona de Mata, en el Nordeste-, explicita, de alguna manera, que el
modelo agroexportador, instalado en Brasil desde el período de la
colonización, produce hambre. Por lo tanto, no es el fracaso del modelo
agroexportador lo que produce hambre, sino su éxito.



Por importante que haya sido Josué y por reconocido nacional e
internacionalmente su trabajo, no fue la definición del hambre dada por él
la que prevaleció más allá del ambiente académico. Incluso diría que en el
ámbito académico ha habido un proceso de borrado de su obra.



Los datos sobre el hambre elaborados en el siglo XX son principalmente los
que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación - FAO elabora desde los años setenta. La FAO utiliza un
indicador del hambre mucho más restringido, que es el Indicador de
Prevalencia de Malnutrición. Aquí hay que señalar que la malnutrición es uno
de los elementos y resultados de la situación de hambre, pero no es el
único. Es la expresión nutricional del hambre. Este indicador considera
hambrientas a las personas que han ingerido menos de 1.800 calorías diarias
a lo largo del año. Esto demuestra que, dentro de las definiciones
nutricionales o clínicas, hay más de una posibilidad de definir y medir el
fenómeno. Cuanto más restrictiva sea la definición, menor será el número de
personas consideradas hambrientas.



Debemos tener esto en cuenta porque, cuando se publican los datos, a menudo
conllevan una apariencia de objetividad e incluso de neutralidad que oculta
las posiciones teóricas y políticas que subyacen a su formulación.



En otras palabras, hay un debate que precede a la propia cifra y que tiene
que ver con la propia producción de los datos. La producción de los datos
nos importa mucho para comprender la magnitud del problema y, por tanto,
cuáles son las posibilidades de superarlo.



Definición socialmente reconocida del hambre



En la década de 1990, debido al aumento del hambre en Estados Unidos y a que
el indicador de prevalencia de la malnutrición era insuficiente e incapaz de
captar las experiencias de hambre menos graves que conducen a la
malnutrición crónica, investigadores estadounidenses [Radimer y Wehler]
desarrollaron una nueva definición y forma de medir el hambre. He dado el
nombre de "definición socialmente reconocida del hambre" a esta medición,
que no es una definición nutricional ni clínica. Es una definición
socialmente reconocida porque se basa en la realidad de las mujeres,
especialmente las madres, que viven o han vivido en hogares sometidos a
privaciones alimentarias.



Estas investigadoras abordan el tema del hambre desde una perspectiva de
investigación cualitativa. Radimer entrevista a mujeres y, a partir de las
entrevistas, llega a conclusiones muy interesantes. En particular, el hecho
de que las experiencias que las mujeres relatan cómo experiencias de hambre
tienden a ser las mismas en diferentes hogares y, más que eso, tienden a
presentar un orden de cómo aparece el hambre en los hogares. Radimer explica
que, en un hogar, la privación de alimentos suele ir precedida de la
preocupación por si el presupuesto será suficiente para adquirir todos los
alimentos necesarios para la familia. Una vez superada la fase de
preocupación, si la situación persiste, la calidad de los alimentos se ve
comprometida y se reduce drásticamente. Si la situación se agrava aún más,
alcanza los aspectos cuantitativos: se reducen las comidas, se saltan
comidas, las personas se levantan de la mesa sin tener la sensación de haber
comido lo suficiente, hasta el momento en que pasan largos periodos o días
enteros sin comer.



-¿Cuáles son las ventajas de este enfoque?



La gran ventaja de esta definición del hambre fue sacarla de los que no
experimentan el fenómeno y llevarla a los que sí. Muchas veces, el discurso
médico se aleja de la realidad social de las personas; esto no es nuevo.
Este enfoque también hace explícito que el hambre no es una situación
repentina. Las mujeres suelen gestionar esta situación hasta llegar a los
casos más graves. Si nos fijamos sólo en los casos más graves,
imposibilitamos toda una serie de experiencias previas que ya caracterizan
una situación de hambre.



Como las experiencias de hambre presentan un orden común, estos
investigadores diseñaron cuestionarios que recogen estas experiencias y, en
función del número de experiencias declaradas por hogar, éste se clasifica
en un grado de las "escalas de hambre" -términos que utilizaron
inicialmente, pero que luego sustituyeron por "escalas de inseguridad
alimentaria"-.



Clasificaciones del hambre



Cuando el gobierno de EE.UU. implantó las escalas del hambre de Radimer y
Wehler, se les cambió el nombre y se clasificó a los hogares en "con
seguridad alimentaria", "sin hambre", "con hambre moderada" y "con hambre
severa". En 2006 se hizo una revisión de estas escalas debido a la
incomodidad que causa la palabra "hambre" al pronunciarla. Es raro que un
Estado quiera elaborar datos contra sí mismo y el hambre tiene una gran
fuerza política. El propio Josué lo puso de manifiesto cuando comentó el
tabú que rodea a la palabra "hambre" y los diversos eufemismos que se
utilizan para evitar pronunciarla. La revisión de los términos en 2006 en
EEUU revela este intento de sacar la palabra "hambre" de la balanza, hasta
el punto de que lo que antes se consideraba hambre ahora se considera "muy
baja seguridad alimentaria". Es el eufemismo de los eufemismos. Ni siquiera
el término "inseguridad" aparece en esta definición.



Clasificación brasileña del hambre



En la escala brasileña de inseguridad alimentaria, que utilizaré mucho para
hablar de los datos, se utiliza el término "en inseguridad alimentaria" y
tres grados de inseguridad: "en inseguridad alimentaria leve", "en
inseguridad alimentaria moderada" y "en inseguridad alimentaria grave
(hambre)". En Brasil, sólo la "inseguridad alimentaria grave" se consideraba
hambre en el momento de la adaptación de la escala. No estoy de acuerdo con
esta restricción en el país y propongo una revisión de los términos que
utilizamos para estas escalas, dividiéndolas en cuatro escalas: "sin hambre
y riesgo de hambre", "riesgo de hambre", "hambre moderada" y "hambre
severa".



-¿Cuál es la información real que caracteriza estas escalas?



Las preguntas contenidas en cada una de las escalas dan materialidad a los
números. Utilizamos la escala brasileña de ocho preguntas, que fue utilizada
por la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad
Alimentaria y Nutricional – Penssan, para producir los datos más actuales
que tenemos sobre el hambre en el país. Si una persona responde
afirmativamente a un máximo de tres preguntas, está en riesgo de padecer
hambre. Por ejemplo, si una persona responde afirmativamente que le preocupa
que se acaben los alimentos, que no ha tenido dinero para una dieta sana y
variada o que sólo ha comido unos pocos tipos de alimentos, está en riesgo
de padecer hambre. Si una persona responde afirmativamente a más de tres
preguntas, entra en un grado de hambre. Por ejemplo, si dicen que se han
saltado una comida, que han comido menos de lo que creían que debían, que
han sentido hambre pero no han comido, que han comido sólo una vez al día o
que han pasado todo el día sin comer, esto indica etapas de hambre.



Por supuesto, hay diferentes grados dentro de estas etapas, pero si una
persona ya se salta comidas y come menos de lo que cree que debería, es
bastante justo considerar que esa persona ya sufre privación de alimentos y,
por lo tanto, tiene hambre. Utilizando esta escala y estas preguntas,
podemos demostrar cómo los datos que la ONU ha producido históricamente
subestiman el hambre en el mundo.



En esta tabla tenemos, a la derecha, la relación de personas con
desnutrición crónica, a partir de un número obtenido por el Indicador de
Prevalencia de Malnutrición, y, a la izquierda, la relación de personas con
hambre, que son las personas en situación de inseguridad alimentaria
moderada y severa, según la escala de inseguridad alimentaria elaborada por
la propia ONU. El escenario entre 2018 y 2020 es bastante grave y ya capta,
un poco, lo que fue -y está siendo- la pandemia. En ese momento, había dos
millones de personas hambrientas en el mundo, lo que representa más de una
cuarta parte de la población mundial, y 683 millones con desnutrición
crónica. Defiendo el uso de datos sobre inseguridad alimentaria moderada y
grave para conocer la magnitud del hambre en el mundo. Esto no significa que
tengamos que desechar los demás datos, que también nos dan información sobre
la fase más avanzada del hambre.



Distribución del hambre en el mundo



La distribución del hambre en el mundo, como en Brasil, es muy desigual y
esta distribución desigual nos permite formular hipótesis y avanzar hacia
una explicación más adecuada del fenómeno. Cuando observamos los datos,
vemos que los porcentajes son mucho más elevados en África (55,5% de la
población), en América Latina y el Caribe (más de 1/3) y en Asia (casi 1/4).
Los porcentajes más bajos, pero aún significativos, se dan en Oceanía,
Norteamérica y Europa. Utilizar estos datos es una forma de sacar de la
invisibilidad y la ocultación a millones y millones de personas que padecen
hambre. Las cifras nos ayudan a dejar claro que el hambre es un fenómeno
estructural y no cíclico, puntual, transitorio o atípico. Esto es importante
para que luego podamos hacer algunas reflexiones sobre las posibilidades de
superar el hambre en Brasil y en el mundo.



-¿Qué indican los datos sobre el fenómeno en la realidad brasileña?



Los datos publicados por la Red Penssan se apropian de datos que fueron
producidos anteriormente por el Instituto Brasileño de Geografía y
Estadística - IBGE. Todos estos datos fueron presentados con esa escala que
presenté antes.



Cuando observamos la evolución del hambre en Brasil, vemos que entre 2004 y
2013 hubo efectivamente una reducción significativa del hambre en el país.
Cayó a la mitad: del 21,5 al 10,3% de la población. Sobre este primer
período, es importante decir dos cosas. Cuando Lula llegó a la presidencia
del país, con el Programa Hambre Cero como bandera de su campaña y primer
mandato, muchos decían que no había hambre en Brasil. Sin embargo, la
primera encuesta de este tipo apunta a más de 1/5 de la población en esta
situación, lo que dice mucho sobre un proceso de negación e invisibilización
del hambre que, históricamente, ha atravesado nuestro país. También es
importante decir que, aunque el hambre disminuyó entre 2004 y 2013, no hemos
visto el fin del hambre en el país.



Mapa del Hambre



La salida de Brasil del Mapa del Hambre dialoga con los datos de
desnutrición crónica de la ONU, que fue cuando Brasil dejó de tener más del
5% de su población con desnutrición crónica. La desnutrición crónica
prácticamente había desaparecido, pero el hambre no. El hambre aún persistía
en muchos hogares, y lo que teníamos en 2013 era la necesidad de ampliar e
intensificar las formas de combatir el hambre. Lo hecho entre 2004 y 2013 ya
había mostrado su límite; el proceso de transformación tendría que ser más
profundo si queríamos avanzar, de hecho, hacia un periodo en el que la gente
dijera que ni estaba en riesgo de pasar hambre ni pasaba hambre.



A partir de 2013, esta realidad política y económica en Brasil cambió. El
proyecto político-económico del golpe intensificó la producción de hambre en
el país, tanto que en 2018 ya había aumentado. Los datos para 2020 y 2022
reflejan la forma desastrosa en que el gobierno federal, apoyado por una
parte de la sociedad, trató las cuestiones sociales y económicas durante la
pandemia, hasta el punto de llegar al escenario, en 2022, del 30% de la
población en inseguridad alimentaria moderada y severa: 1/3 de la población
con hambre y el 28% en riesgo de hambre.



Si nos fijamos en la distribución interna, para hacer este panorama un poco
más tangible, observamos que, efectivamente, el hambre es más intensa en las
zonas rurales, pero, como nuestro país está urbanizado, la mayoría de las
personas que pasan hambre residen en zonas urbanas. Es esta complejidad la
que debemos apropiarnos para no reproducir ciertos mitos sobre el hambre.
Parece que en la ciudad la gente se las arregla, que el hambre está en el
campo, lejos; no, el hambre está en la ciudad, muy cerca de nosotros.



Cuando observamos la distribución regional del hambre, vemos que las
regiones Norte y Nordeste tienen índices de hambre más elevados que las
demás regiones. Es interesante observar cómo la región Norte ha superado a
la región Noreste. En este sentido, las zonas de hambre son dinámicas en
nuestro país y esto tiene que ver con procesos económicos, sociales y
políticos que han debilitado las condiciones de vida en estas regiones.

Una hipótesis, para nosotros como comunidad científica, es examinar en qué
medida el avance de la frontera agraria y minera está directamente
relacionado con la producción de hambre en estos territorios.



Pero cuando miramos los números absolutos, es en el Sudeste donde se
localiza la mayor parte de los hogares hambrientos. Para disminuir y
contrarrestar los estigmas y mitos de que el hambre está en el Nordeste y en
el Sertão Nordeste, los últimos datos del IBGE (Instituto Brasileño de
Geografía y Estadística) muestran a São Paulo como el estado con el mayor
número absoluto de hogares en situación de hambre. Esto siempre ha sido muy
importante para mí porque, al investigar el hambre en la metrópolis de São
Paulo, es posible explicitar que este lugar. La distribución del hambre en
el mundo, como en Brasil, es muy desigual y esta distribución desigual nos
permite formular hipótesis y avanzar hacia una explicación más adecuada del
fenómeno. Cuando observamos los datos, vemos que los porcentajes son mucho
más elevados en África (55,5% de la población), en América Latina y el
Caribe (más de 1/3) y en Asia (casi 1/4). Los porcentajes más bajos, pero
aún significativos, se dan en Oceanía, Norteamérica y Europa. Utilizar estos
datos es una forma de sacar de la invisibilidad y la ocultación a millones y
millones de personas que padecen hambre. Las cifras nos ayudan a dejar claro
que el hambre es un fenómeno estructural y no cíclico, puntual, transitorio
o atípico. Esto es importante para que luego podamos hacer algunas
reflexiones sobre las posibilidades de superar el hambre en Brasil y en el
mundo.



-¿Qué indican los datos sobre el fenómeno en la realidad brasileña?



Los datos publicados por la Red Penssan consideran los datos producidos
anteriormente por el IBGE. Todos estos datos fueron presentados con esa
escala que presenté antes.



Cuando observamos la evolución del hambre en Brasil, vemos que entre 2004 y
2013 hubo efectivamente una reducción significativa del hambre en el país.
Cayó a la mitad: del 21,5 al 10,3% de la población. Sobre este primer
periodo, es importante decir dos cosas. Cuando Lula llegó a la presidencia
del país, con el Programa Hambre Cero como bandera de su campaña y primer
mandato, muchos decían que no había hambre en Brasil. Sin embargo, la
primera encuesta de este tipo apunta a más de 1/5 de la población en esta
situación, lo que dice mucho sobre un proceso de negación e invisibilización
del hambre que, históricamente, ha atravesado nuestro país. También es
importante decir que, aunque el hambre disminuyó entre 2004 y 2013, no hemos
visto el fin del hambre en el país.



La salida de Brasil del Mapa del Hambre dialoga con los datos de
desnutrición crónica de la ONU, que fue cuando Brasil dejó de tener más del
5% de su población con desnutrición crónica. La desnutrición crónica
prácticamente había desaparecido, pero el hambre no. El hambre aún persistía
en muchos hogares, y lo que teníamos en 2013 era la necesidad de ampliar e
intensificar las formas de combatir el hambre. Lo que se había hecho entre
2004 y 2013 ya había mostrado sus límites; el proceso de transformación
tendría que ser más profundo si queríamos avanzar, de hecho, hacia un
periodo en el que las personas dijeran que ni corrían el riesgo de pasar
hambre ni pasaban hambre.



Relación entre ingresos y hambre



Es evidente que en una sociedad monetarista, donde el acceso a los alimentos
está en el mercado y las personas deben tener dinero para comer, porque
pocas personas siembran lo que comen e incluso las que siembran lo que comen
no siembran todo y deben recurrir al mercado, la relación entre hambre e
ingreso per cápita es muy directa: 71% de los hogares con hasta 1/4 del
salario mínimo per cápita presentaban situación de hambre. Es importante
destacar que incluso en los hogares en los que la renta per cápita es
superior a un salario mínimo, el riesgo de hambre e inanición está presente.



Esto demuestra que el salario mínimo brasileño es un salario de hambre (2);
históricamente, ha sido un salario de hambre. Podemos identificar la
insuficiencia del salario mínimo de varias maneras. Estudiando el hambre
históricamente en la ciudad de São Paulo desde los años 30 y 40, que es
cuando se formuló el salario mínimo, hasta los años 70, que es la época de
la dictadura, observamos mucha hambre en los hogares de esta franja de
renta. Esto muestra también cómo el Estado brasileño, en gran medida,
legitima esta situación y no se opone a ella al permitir y sancionar un
salario mínimo que no es suficiente para la reproducción de una familia.



La situación laboral de la persona de referencia en el hogar también está
directamente relacionada con el hambre. El desempleo produce hambre, las
políticas económicas que producen desempleo son políticas que producen
hambre. También notamos que, en las familias, cuando hay por lo menos un
residente que recibe jubilación de un empleo formal, los índices de hambre
tienden a ser menores, aunque todavía altos. Estar empleado no significa
estar libre del hambre. Recibir jubilación no significa estar libre de
hambre. Esto dialoga directamente con la producción de hambre a través de
reformas, como la laboral y la de la seguridad social, que, al quitar
derechos a estas poblaciones, arroja a las personas a empleos informales, a
la situación de ser trabajadores autónomos, produciendo mayores índices de
hambre.



Como la inserción de las personas en el mercado de trabajo está
completamente atravesada por cuestiones de raza y género, esto se traducirá
en presupuestos muy diferentes para las familias encabezadas por hombres o
por mujeres, o por personas blancas en comparación con personas negras o
morenas. Cuando la persona de referencia en el hogar es negra o morena, el
hambre es más intensa y tiende a estar más presente. Lo mismo ocurre cuando
las mujeres son las personas de referencia.



-¿Cuáles son los límites de los datos para una aproximación más precisa al
fenómeno del hambre?



Como dije antes, estos datos son muestras y no nos permiten observar
territorios más específicos. Recientemente, junto con estudiantes y
profesores de la UFABC, dentro de un proyecto de extensión en Heliópolis,
que es una de las mayores favelas de São Paulo, hicimos una encuesta sobre
el hambre en una de las escuelas. Los datos sobre el hambre son aterradores.
Más del 50% de las familias con hijos en la escuela primaria declararon
estas experiencias que ratifican que estaban en situación de hambre. Esto
plantea enormes retos a la comunidad escolar, ya que es difícil para los
profesores y la dirección tratar con una población tan desfavorecida. ¿Qué
posibilidad tiene un alumno de concentrarse en sus estudios, de tener plenas
posibilidades de aprender cuando se encuentra en esta situación? Pensando en
que estamos estableciendo una agenda de investigación para el país, este
tipo de abordaje es también un incentivo para que otros investigadores hagan
análisis más específicos, utilizando escalas de hambre, para que podamos
tener retratos específicos que retraten situaciones particulares y
específicas y no sólo retratos generales.



-¿Cómo se produce el hambre?



Es importante entender que este fenómeno se produce. Si estoy diciendo que
el hambre es un fenómeno producido, esto ya es, automáticamente, una
posición a la que me adhiero y una contraposición a un variado conjunto de
explicaciones que tienden a naturalizar o justificar la existencia del
hambre. Por más que las tesis de [el economista Thomas] Malthus ya hayan
sido totalmente refutadas por los datos de la realidad, los argumentos
malthusianos y neomalthusianos vuelven como una forma de justificar el
hambre.



Oímos que la gente pasa hambre porque las familias son demasiado grandes, o
argumentos ecologistas de que hay demasiada gente en el mundo y que eso
sería una forma de presión sobre el medio ambiente, que no sería posible
producir alimentos para todos. Se trata de argumentos mentirosos e
ideológicos para mantener las cosas como están y justificar la existencia de
personas sometidas a la privación de alimentos.



Otros discursos tienden a situar el hambre como producto del fracaso
personal. Los economistas liberales justifican, por ejemplo, el bajo salario
mínimo, diciendo que el salario es bajo porque la productividad del
trabajador es baja. Este tipo de argumento también responsabiliza a la
persona hambrienta de su situación y hace del hambre un problema individual.
En otras palabras, la propia persona debería crear las condiciones para
salir de la situación.



Frente a esto, es importante reconocer, partiendo de los datos, que el
hambre no es un problema puntual, pasajero y atípico en nuestra sociedad. En
este sentido, al observar los datos, muchos autores afirman que el hambre es
un problema estructural.



-¿Qué significa abordar el problema desde esta perspectiva?



Reflexionando sobre esta afirmación del hambre como problema estructural,
propongo dar un paso adelante para no considerar el hambre estructural por
su magnitud, que es enorme, sino por ser un elemento estructurador de
nuestra sociedad. Decir que el hambre es estructurante es decir que no sólo
es un producto de las relaciones sociales y económicas existentes, sino que
también es productora de estas relaciones. Desde el punto de vista lógico,
es importante pensar cómo el desarrollo del capitalismo, ya sea en Europa o
en el resto del mundo, se basó en la desestructuración de otras formas de
vida. El hambre siempre ha sido una herramienta muy eficaz para
desestructurar otras formas de vida. Cuando se le quita a la gente la fuente
de sustento, por ejemplo la tierra, cuando la gente es desposeída de la
tierra de la que sacaba y ganaba su sustento, o de los medios de trabajo que
tenía, y sometida a la privación de alimentos porque ya no tiene dónde
ganarse el sustento, se convierte en cautiva de sus propias necesidades y,
por lo tanto, está dispuesta a aceptar las condiciones de trabajo que se le
impongan; no se la quiere.



Lo que quiero decir es que los llamados trabajadores "libres" se convierten
en esclavos de sus necesidades. El hambre es una necesidad. La no
satisfacción de una necesidad muy básica tiene el poder de desestructurar
una comunidad, un pueblo, muy rápidamente y, en este sentido, abrir caminos
para la transformación de las relaciones en esa sociedad y para el avance de
las relaciones capitalistas en ella.



La situación de los yanomami



Mirando el caso brasileño, vemos que hubo un proceso histórico de
expropiación. Con la población negra, este proceso comienza con la
esclavitud, que fue una forma de expropiar a las personas de todo, incluso
del control sobre sus propios cuerpos. Esta expropiación no se detuvo con la
colonización; es un proceso continuo y ha formado una masa proletarizada que
no tiene acceso a los medios de producción. Esta expropiación, que se
prolongó durante siglos en Brasil, entró en el siglo XX.



En Os parceiros do Rio Bonito, Antonio Candido narra cómo la desintegración
del modo de vida caipira (3) produjo hambre y cómo el hambre aceleró esta
desintegración del modo de vida caipira. Otros relatos muestran cómo la
imposición de relaciones sociales modernizadoras, muchas de ellas vinculadas
a la revolución verde de la segunda mitad del siglo XX, e impuestas aquí por
la dictadura militar, resultaron en procesos de expropiación extremadamente
violentos, responsables, entre otros procesos, del enorme flujo migratorio
hacia las grandes ciudades.



Un ejemplo reciente de esto es lo que ocurrió y está ocurriendo con los
Yanomami en el Norte del país. Esta situación demuestra que la destrucción
de otras formas de vida por el hambre no ha terminado. Sabemos que los
yanomami han sido objeto de constantes ataques durante cientos de años, pero
este ataque se intensificó durante el periodo en que la extrema derecha al
frente del gobierno federal fomentó el avance de la minería ilegal en la
región. Este avance ha tenido consecuencias muy graves, entre ellas la
producción de una situación de hambre intensa y total.



Hemos visto escenas de personas que se acercan a un estado de inanición.
Esta es una forma de acabar con una forma de vida, de acabar con la
existencia de esa población y por lo tanto para el gobierno es una forma de
tomar las tierras de este pueblo y disponerlas para otros usos,
especialmente para aquellos que se benefician.



No sólo la expropiación produce hambre. También hay que ver los grados de
explotación que producen hambre. Ni siquiera voy a mencionar los casos de
trabajo esclavo que han saltado recientemente a los medios de comunicación,
pero observamos que, para alcanzar determinados grados de rentabilidad y
rentabilidad de sus negocios, algunas personas someten a otras. Así pues,
aquí hay personificaciones que debemos nombrar: unos someten a otros a una
dieta escasa y monótona, que a menudo conduce a la inanición.



Negocio lucrativo versus remuneración insuficiente



El proceso de expropiación produjo la masa proletarizada que se urbanizó
durante el siglo XX, y esta fuerza de trabajo urbana nunca fue totalmente
absorbida por el capital. La producción de un excedente de trabajadores
forma parte de la lógica de reproducción del capital. Al haber más
trabajadores que empleos, hay una enorme presión sobre los salarios de los
que tienen empleo. Así, vivimos un proceso de proletarización que no
garantiza la inserción de las personas en el mercado de trabajo y, cuando
hay inserción en el mercado de trabajo, no hay garantía de satisfacción,
dadas las necesidades básicas. Pero eso no explica necesariamente un fracaso
de nuestra economía, porque observamos tasas de crecimiento muy elevadas en
Brasil durante el siglo XX. La rentabilidad bastante expresiva de algunas
empresas se traduce, por otro lado, en una vida cotidiana con remuneraciones
exiguas e insuficientes.



De alguna manera, intento señalar que el hambre se produce de diversas
formas, en el campo y en la ciudad. No es sólo una actividad económica la
que produce hambre. No es sólo la agroindustria, no es sólo el capital
financiero, no es sólo el capital industrial, sino que toda la economía
funciona de manera que la producción y reproducción del hambre se mantiene
en niveles muy altos en el país.



-¿Cuáles son las posibilidades de superar el hambre ante este escenario?



Si digo que destruye otras formas de vida, y que forma parte de las
estructuras sociales capitalistas, esto me impide afirmar que la superación
del hambre pueda lograrse sin transformaciones estructurales. Así que, en
alguna medida, necesitaríamos transformaciones bastante radicales en las
relaciones sociales del país para vislumbrar la superación del hambre.



Proyecto político ultraliberal y autoritario



Vale la pena entender cómo los diferentes proyectos políticos trataron el
tema del hambre en Brasil en el siglo XX. Me abstendré de hacer cualquier
análisis del actual gobierno porque es demasiado pronto y aún no sabemos lo
que vendrá. Pero es bueno mirar más atrás como forma de prepararnos para
interpretar lo que vendrá.



Hubo, a partir del golpe contra la presidenta Dilma Rousseff, el surgimiento
de un proyecto ultraliberal y autoritario, que produjo mucha hambre. Este
proyecto promovió la compresión de los ingresos de los trabajadores, lo que
se tradujo en presupuestos familiares cada vez más apretados e
insuficientes. Esta compresión se produjo de varias maneras: el aumento del
desempleo, el subempleo, la informalidad y la devaluación del salario
mínimo. Este proyecto produjo hambre a través de ataques a los derechos
sociales con reformas laborales y de la seguridad social. También ha apoyado
prácticas y proyectos que expropian a campesinos, indígenas y a la población
de las ciudades. Este proyecto se vende como la producción de nuevas
riquezas - y las produce - pero no quedan para las personas que operan esa
frontera.



También cabe destacar el desmantelamiento de las políticas públicas. Algunas
políticas públicas que históricamente han contribuido a reducir el fenómeno
del hambre en el país, como el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) y
el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), han sido francamente
desechadas y destruidas durante el mantenimiento de este proyecto. También
es una característica de este proyecto negar la existencia del hambre. Por
lo tanto, no hay mucha novedad en el hecho de que el ex presidente Bolsonaro
dijera que no había hambre en el país - dijo que "no veía gente delgada en
las calles". Esto demuestra que lleva consigo una definición
hiper-restringida del hambre, como una forma de ocultar el problema.



Proyecto político liberal progresista



Otro proyecto reciente del siglo XXI -y hay dificultad para dar un nombre a
este proyecto, por lo que utilizo una clasificación provisional- es el
proyecto liberal progresista, que ha actuado de forma diferente. En el
gráfico anterior, vimos que entre 2004 y 2014 hubo una disminución del
hambre, que dialoga con la gestión y administración del hambre.



A diferencia de un proyecto ultraliberal, que niega la existencia del
hambre, el proyecto liberal progresista tiende a reconocer la existencia del
hambre y busca minimizarla. Algunas organizaciones internacionales, como el
Banco Mundial y la FAO, desempeñan un papel importante en el desarrollo de
este proyecto político. Son estas organizaciones las que aportan la
perspectiva de la seguridad alimentaria. El uso de este concepto,
actualmente hegemónico en el debate sobre los problemas relacionados con la
alimentación, tiene su origen en las dos guerras mundiales, cuando los
alimentos se utilizaron como arma de guerra. En aquella época, los gobiernos
y los militares reconocían que la falta de alimentos podía desorganizar
completamente a una sociedad. Por lo tanto, era esencial garantizar que la
población tuviera acceso a una ración mínima. Desde entonces, este concepto
ha sido reelaborado, pero especialmente desde los años 80, cuando el Banco
Mundial empezó a utilizarlo, se ha convertido en una herramienta para la
gestión y administración del hambre.



La preocupación del Banco Mundial por el hambre está directamente
relacionada con los efectos y ajustes estructurales producidos por el
proyecto neoliberal. Estas mismas instituciones produjeron ajustes
estructurales que intensificaron el hambre en todo el mundo y, al
intensificarse el hambre, se observaron revueltas, conflictos e
interrupciones del orden en diversos países. El sentido, por lo tanto, es no
dejar que esto vuelva a ocurrir, es decir, no dejar que el hambre alcance
una magnitud que interrumpa los negocios.



Pero vencer el hambre no es el sentido de este proyecto. Opera a través de
restricciones restrictivas sobre lo que es el hambre, como la desnutrición
crónica, por ejemplo, y, en muchos sentidos, apuesta por el libre mercado
como salida a esta situación. Es evidente que en el BM existe la postura de
que deben evitarse las reservas públicas de alimentos o los canales
públicos. Cuanto más libre sea el mercado, mayor será la posibilidad de que
la gente no pase hambre. No es casualidad que el Banco Mundial defienda los
programas de transferencia de ingresos como política pública para superar el
hambre. No estoy en contra de los programas de transferencia de ingresos,
pero es importante tener una mirada crítica porque no son suficientes. Este
mismo Banco Mundial tiene una política que va contra los derechos de los
trabajadores, contra los derechos de la seguridad social. Así que, en cierta
medida, lo que quiere es mermar los derechos y manejar a la población más
empobrecida a través de programas de transferencias monetarias.



En este proyecto político se esconden las relaciones sociales y de clase y
el antagonismo entre ellas. Parece que todos estamos en el mismo barco,
pero, como la pandemia hizo explícito, no lo estamos.



-¿Qué proyecto político, en alguna medida, nos ayudaría a vislumbrar la
superación del hambre?



Sería un proyecto político emancipador. Desgraciadamente, este proyecto no
está en nuestro horizonte inmediato. Si nos movemos entre el proyecto
ultraliberal autoritario y el proyecto liberal progresista con alguna
preocupación social, es señal de que nuestro horizonte político es bastante
reducido. Pero estancarse en estas dos perspectivas significa abdicar de un
proyecto de erradicación del hambre, que debería ser nuestro proyecto. Sólo
un proyecto político emancipador que cuestione las relaciones sociales
capitalistas puede librarnos del hambre. En mi opinión, quienes lo hacen hoy
son los movimientos sociales.



Durante la pandemia, hemos visto crecer formas de empleo bastante precarias
y una de ellas es la de los repartidores de comida, yendo en bicicleta y
pasando hambre. Esta es una situación contradictoria y reveladora de nuestra
sociedad: jóvenes, en su mayoría negros y periféricos, iban en bicicleta por
la ciudad, llevando comida a otras personas, pasando hambre, mientras su
empleador, que no se sitúa como empleador debido a la fluidez de las
relaciones laborales que permite la legislación, crecía y recibía
inversiones para crecer. El iFood actúa, como muchas otras empresas, a
través de su marketing social y acciones filantrópicas. Así, la empresa que
producía hambre también convocaba a sus clientes a compartir una comida. No
se sentó a la mesa para dialogar con los repartidores, para aumentar el
valor de las entregas de quienes trabajaban directamente con ella, pero en
el ámbito de la donación y la filantropía, de alguna manera limpió su
imagen.



Los movimientos sociales y la construcción de un proyecto emancipador



Algunos movimientos sociales necesitan ser reconocidos como portadores de un
proyecto emancipador. Uno de ellos es La Vía Campesina, que propone un
proyecto de soberanía alimentaria. Reivindicar la soberanía sobre un
elemento tan central para la reproducción de la vida y de los trabajadores
significa reivindicar una transformación de los fundamentos de nuestra
sociedad. Significa oponerse a la tiranía de la propiedad privada de los
medios de producción, reivindicar el acceso a la tierra para los campesinos
y los pueblos indígenas, y reivindicar los demás medios de producción de
subsistencia. También significa oponerse al chantaje que supone empujar a la
gente a trabajos degradantes y mal pagados porque tienen hambre.



Hay que reconocer qué proyectos son emancipadores, por pequeños que sean, y
unir fuerzas con ellos, porque sólo ellos encierran la posibilidad de
vislumbrar un futuro sin hambre. La administración y la gestión del hambre
pueden producir sus efectos, pero no debemos perder de vista que el sentido
debe ser superar el hambre.



Notas de Correspondencia de Prensa



1) Josué de Castro, Geografía del Hambre, Ediciones Peuser, Buenos Aires,
1950. También del mismo autor: El libro negro del hambre, Eudeba, Buenos
Aires, 1960.

2) El salario mínimo actual es de 1.300 reales (120 dólares) mensuales.

3) Se refiere al modo de vida típico de las comunidades rurales
tradicionales y a una alimentación en base de café hecho con filtro de tela,
leche caliente ordeñada de la vaca, y rosquillas de harina. ,

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