Paraguay/ El festín de los grandes aparatos. La hegemonía colorada ratificada. [Dossier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Mayo 2 23:06:38 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

2 de mayo 2023

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Paraguay



El festín de los grandes aparatos



Lautaro Rivara, desde Asunción

Página/12, 2-5-2023

https://www.pagina12.com.ar/



Las elecciones nacionales y departamentales de Paraguay arrojaron tendencias
contradictorias pero igualmente desconcertantes, en relación a los debates
regionales sobre cuál es el estado de salud de la democracia en América
Latina. El tradicional Partido Colorado, abanderado tras la candidatura de
Santiago Peña, rubricó su hegemonía histórica con un inesperado 42.74% de
los votos, cuando todos los análisis y encuestas pronosticaban un escenario
más bien cerrado. A esto hay que sumar que el coloradismo gobernará 15 de
los 17 departamentos del país -incluida la totalidad de los distritos más
poblados- y que extenderá con mucho su presencia parlamentaria.



Por su parte, la recalcitrante figura de Paraguayo Cubas alcanzó un
impresionante 23%, quedando a menos de cinco puntos de la Concertación, el
frente conformado por los liberales, parte del Frente Guasú, el derechista
Patria Querida y otras formaciones políticas menores. Lejos, pero muy lejos,
quedó la otra facción del Frente, que apostó por la candidatura del
excanciller colorado Euclides Acevedo, alcanzando un magro 1,36%. La
participación, tradicionalmente baja en aquella nación mediterránea, se
mantuvo en un discreto 63.24% del padrón.



El sistema electoral paraguayo es sumamente falible: su ley electoral no
pone topes partidarios al financiamiento político -más allá de buscar su
trazabilidad-, permite el control de los partidos mayoritarios en todo el
proceso eleccionario, y privilegia un sistema de mayoría simple que suele
favorecer a los oficialismos en la elección de las chapas presidenciales. Si
sumamos a eso la fragmentación de las campañas que produce el sistema de
“listas desbloqueadas”, en las cuales la ciudadanía puede elegir de manera
preferente sus candidaturas legislativas, la mesa queda servida para el
festín de los grandes aparatos.



Mucho se discutió en las últimas semanas sobre cuál sería el impacto
electoral de las sanciones impuestas por Estados Unidos al expresidente
Horacio Cartes y al Partido Colorado en general, y cuál el impacto de las
grandes corporaciones de medios que, ordenadas por la embajada
norteamericana, decidieron apostar por la candidatura de Efraín Alegre (de
la Concertación).



Efectivamente, el último tramo de la campaña fue algo ascético, si
consideramos los recursos tradicionalmente movilizados por una formación
política que ostenta siete décadas de hegemonía nacional, y que es conducida
por el empresario más rico del país. Sin embargo, la profunda
interpenetración entre partido y Estado y el conocimiento y movilización
cuasi personalizado de las bases electorales, le permitieron al coloradismo
alcanzar un triunfo casi soñado. Pero no todo es clientela, coacción y
prebendarismo. Las miradas superficiales suelen ignorar que este partido,
aunque neoliberal y conservador, también ha sabido monopolizar el sentido de
lo nacional-popular, aunque sea en clave retrógrada.



A nivel de candidaturas, parece que, tras una interna particularmente
virulenta, Peña logró expresar una buena síntesis entre "tradición" y
"modernización" en el seno del vetusto partido, mientras que Alegre fue
resistido por propios y ajenos hasta ésta, su tercera derrota consecutiva.
Si bien el próximo presidente será el joven economista surgido del FMI, el
gran ganador de la jornada fue su mentor Horacio Cartes, que podrá ahora
renegociar el estatus colonial de Paraguay y su propia situación y precaria
judicial desde un lugar de fortaleza.



Como las tribus israelitas en el desierto, la miríada de partidos
progresistas y de izquierda del Frente Guasú atraviesan su momento de mayor
debilidad y dispersión desde su formación en marzo de 2010. Con la salud del
profeta gravemente disminuida tras sufrir un ACV, y con un sorprendente
resultado que lo dejó segundo en la lista de senadores de su propio espacio
-justo por detrás de su ministra Esperanza Martínez- el frente parece haber
terminado de confirmar su orfandad.



Tras dividirse en función de dos estrategias y candidaturas diferenciadas,
sus dos fracciones salen igualmente derrotadas. Ni la alianza con los
liberales ni la apuesta por Acevedo rindió fruto alguno. De los 8 senadores
con los que contaba, el Frente Guasú ratificaría de momento apenas uno: la
propia Esperanza.



Sin Lugo como punto de convergencia, con una grieta entre la izquierda
agraria y la izquierda urbana que parece ahondarse cada vez más, con una
lucha sucesoria que no pudo resolverse ni siquiera en internas, y sin
garantías electorales a la vista, ¿cuál podría ser el pegamento que mantenga
unido al que supo ser el experimento más importante de toda la historia de
la izquierda paraguaya?



Quizás es esta ausencia de oposición uno de los factores que explica el
ascenso fulgurante de Paraguayo Cubas, que obtuvo, a punta de acciones
estrafalarias y vivos de Facebook, unos impresionantes 692 mil votos. Pura
retórica, violencia y carisma, sin bases ni grandes estructuras. Su
personalidad es tan disruptiva y altisonante que hace parecer a Javier Milei
un correcto demócrata, llegando a proponer prohibir las cesáreas, amenazando
a magistrados y votantes, y pronunciándose reiteradamente contra
izquierdistas y “brasiguayos”.



La paradoja es que aunque su “Cruzada Nacional” sea hoy la tercera fuerza
del país, Cubas emerge ya como el principal opositor a liberales y
colorados. Como sucedió en otros países, lo que supo ser una fuerza satélite
de los partidos tradicionales, o acaso una apuesta arriesgada de ciertas
facciones de las clases dominantes, comienza a ganar aquí una enorme y
peligrosa autonomía.



Pero Paraguay no sólo se jugó estos días las opciones de continuidad,
alternativa o alternancia. La importancia geopolítica de esta nación
mediterránea, obligada estación de paso de mercancías -lícitas o ilícitas-
suele ser menospreciada. Por poner un ejemplo: sabemos ahora que será
Santiago Peña el encargado de renegociar el capital acuerdo de Itaipú con el
Brasil de Lula de Silva en el mes de agosto. Y sabemos también que los
colorados podrán cumplir con calma el mandado de los Estados Unidos: poner
bajo el control del cuerpo de ingenieros del ejército norteamericano el
trabajo de dragado de la hidrovía Paraguay-Paraná, utilizando al país y sus
ríos como un tabique contra la penetración comercial de China por las
grandes arterias fluviales de Sudamérica.



A 19 mil kilómetros de distancia, en la isla de Formosa, el gobierno de
Taipéi también respira. Podrá mantener, al menos por unos años más, sus
relaciones diplomáticas con su último socio en Sudamérica, y con uno de los
últimos en el hemisferio, tras el viraje consumado en los últimos años por
varias naciones caribeñas y centroamericanas que reconocen ahora la política
de “Una sola China”.



Pero este alineamiento total también dificultará el despliegue de políticas
soberanas en los países vecinos, los que conforman, según la entrañable
expresión de una de las principales corporaciones del agro-negocio, la
“república unida de la soja”. También las políticas de integración se verán
atemperadas, en pleno proceso de reactivación de la Unasur, lo que podría
profundizar aún más el secular aislamiento del Paraguay.



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El nuevo gobierno contará con amplia mayoría y deberá enfrentar problemas
acuciantes



El mapa político de Paraguay se tiñó de colorado



A la victoria de la fórmula presidencial se le suman las mayorías en el
Senado (23 de 45 bancas) y Diputados (48 de 80) y las gobernaciones que
estuvieron en juego: el oficialismo se quedó con 15 de las 17.



Gustavo Veiga, desde Asunción

Página/12, 2-5-2023



La marea de éxitos electorales en Sudamérica de signo progresista y de
izquierda se detuvo en Paraguay. El Partido Colorado ratificó su hegemonía
política histórica y Santiago Peña es el nuevo presidente. Además, se
interrumpió una serie de derrotas de gobiernos oficialistas que parecía
incontenible desde que comenzó la pandemia. Lo más sorpresivo del caso es
que la victoria en los comicios fue muy holgada, al punto de que el joven
economista y flamante mandatario también será acompañado por una mayoría
absoluta en ambas cámaras del Congreso. Con el plus del quórum propio ya que
el coloradismo creció mucho en el número de bancas. En cambio, la oposición
fragmentada, dejó tres situaciones analizables. La caída a pique de la
Concertación, una alianza de fuerzas de distinto signo ideológico que lideró
Efraín Alegre, la instalación del candidato Paraguayo Payo Cubas como
referente de un tercer sector que representó el disgusto contra la
dirigencia tradicional y el acentuado declive del Frente Guasú de Fernando
Lugo que se presentó dividido.



El mapa político del Paraguay quedó teñido de un colorado subido. Si a la
elección de la fórmula Peña-Alliana por los próximos cinco años, se le suman
las mayorías en el Senado (23 de 45 bancas) y Diputados (48 de 80) y las
gobernaciones que estuvieron en juego (el oficialismo se quedó con 15 de las
17), la correlación de fuerzas con la oposición será muy desigual. Pero a
pesar de esa abrumadora superioridad electoral, no todo le resultará
sencillo al joven economista de 44 años que asumirá el Poder Ejecutivo el 15
de agosto. Deberá lidiar con una economía deprimida que depende básicamente
de los comodities (soja, granos, carne vacuna) y la venta de energía
eléctrica, pero que casi no exporta productos con valor agregado y está
sujeta a las variables impredecibles del cambio climático.



Desigualdad y pobreza



La matriz de desigualdad, el alto desempleo, la pobreza ubicada en el 23,5
por ciento, el crimen organizado en alza, el narcotráfico, el lavado de
dinero y lo que el analista político local Víctor Raúl Benítez define como
“capitalismo de secuaces” - en Argentina sería la Patria Contratista que
vive del Estado – son una variada gama de problemas que tiene por delante el
gobierno de Peña.



A las dificultades internas, que también incluyen la propia división del
Partido Colorado – aunque aún así ganó con amplitud los comicios – hay que
sumarle la amenaza que representa para el hombre clave de la política
paraguaya, el expresidente Horacio Cartes, el sayo que le colocó Estados
Unidos de “significativamente corrupto” (palabras textuales de su embajador
en Asunción, Marc Ostfield). Cartes, el mentor del presidente Peña, el mismo
que consiguió afiliarlo a su partido en 2016 cuando integraba su gabinete
como ministro de Hacienda y venía de 21 años de militancia sin
interrupciones en el Partido Liberal Radical Auténtico, es una figura
omnipresente en este país.



Presidente de la Asociación Nacional Republicana (ANR) – el nombre formal
del coloradismo- y financista de la política por el poderío económico que
representa su conglomerado de unas 70 empresas, fue denunciado por el
gobierno de EE.UU que apostaba a una alternancia ordenada en la figura de
Alegre. El senador colorado más votado en estas elecciones, Silvio Beto
Ovelar, le respondió con diplomacia a Ostfield después de la votación: “Creo
que la tarea de Horacio Cartes va a ser muy importante independientemente de
lo que diga el embajador de Estados Unidos”.



El Partido del gobierno es una formidable herramienta electoral que apenas
perdió una vez la presidencia, en 2008, desde la caída de la dictadura de
Alfredo Stroessner en 1989. Si se suman los 34 años transcurridos desde
entonces y los 35 que duró el régimen del general colorado desde 1954 hasta
su derrocamiento, son casi siete décadas de persistente hegemonía.



Contra esa maquinaria, que según Santiago Brizuela, el titular del Tribunal
Electoral del Partido, llegaba a 2.616.424 afiliados en condiciones de votar
en las internas a diciembre de 2022, cualquier victoria de la oposición
resulta improbable. Sobre todo si se compara esa cifra con el padrón
nacional electoral de 4,8 millones de personas. Y más si se presenta
dividida, como sucedió con la Concertación, el Frente Guasú y el emergente
del discurso antipolítica, Payo Cubas. Un candidato que aquí no se descarta
habría sido encumbrado por los medios periodísticos del grupo Cartes, pero
también por su perfil alto en hechos de violencia simbólica y también física
y sloganes de campaña a favor de la marihuana o de imponer un estado de
excepción en el país. Un combo extraño y contradictorio.



La actual diputada y senadora electa de la Concertación, Celeste Amarilla,
definió la debacle opositora tomándoselas con el electorado: “Le han votado
a este psicópata, retardado, cerebro consumido por las drogas y el alcohol,
bruto, ególatra, la verdad no se merecen después que yo los ayude...”
declaró por sus redes sociales apuntándole a los votantes que apoyaron a
Cubas. Este personaje sacó un 22,92 % de los sufragios y horadó las chances
de la alianza que presentó la fórmula Efraín Alegre-Soledad Núñez. Quedó muy
claro a quién le restó en el voto-rechazo contra el oficialismo. El
coloradismo se bastó solo, porque como lo define el presidente electo, “es
un sentimiento”. O al menos eso parece, más allá de su fuerte presencia
clientelar y los entre 300 y 400 mil fieles funcionarios que mantiene en el
gobierno.



En Paraguay, contó una colega del diario ABC, “primero está el partido,
después el club de fútbol y sigue lo demás, incluida la religión”. La frase
indica que, a diferencia del vecino Brasil, aquí no tuvo relevancia el papel
de las iglesias en la elección, pero que sí influyeron con su prédica
evangélica para llevar a la presidencia a Jair Bolsonaro en 2018.



Sí tuvo un peso decisivo en la etapa previa a las elecciones que ganó el
exobispo Lugo - cuando le suspendió el estado clerical para que pudiera ser
candidato a presidente – eso ya no ocurre con la iglesia paraguaya. Su
Conferencia Episcopal sugirió en diciembre del 2022 que el voto debía
decidirse “sin presiones de ningún tipo”, ni “debía estar en venta”. El
Frente Guasú que mantiene como referente a Lugo quedó muy desdibujado en los
comicios del domingo. Pasó de ocho senadores a apenas una, la exministra de
Salud Pública y Bienestar Social en 2008, Esperanza Martínez. En la Cámara
de Diputados apenas ocupará una banca otra mujer: Johanna Ortega. Pero el
hecho más representativo del pronunciado declive del Frente es que
nisiquiera Lugo pudo revalidar su mandato como senador. Hoy se recupera de
un ACV que sufrió el 10 de agosto pasado y del que fue tratado en Buenos
Aires hasta su regreso a este país.



Barajar y dar de nuevo



La iquierda que quedó casi huérfana de representación parlamentaria, incluso
la Concertación que contuvo a una de sus partes – el Frente Guasú -, tiene
por delante la tarea de barajar y dar de nuevo. Este 1° de mayo en que los
trabajadores del mundo festejaron su día, algunos gremios marcharon contra
lo que suponen será “continuidad” pero también “lucha contra el gobierno”.
Gabriel Espínola, dirigente de los docentes, citado por el diario ABC, dijo:
Esperamos años difíciles”.



Desde la reforma constitucional de 1992, cada presidente elegido sabe que
cuando termina su mandato debe irse a su casa para nunca más volver. No hay
reelección ni aún por períodos alternados. No pasa lo mismo con los
senadores y diputados. Cuando estaba al frente del Ejecutivo, Cartes intentó
que prosperara una enmienda constitucional para continuar por diez años.
Pero fracasó, el Senado que la aprobó fue incendiado por manifestantes y el
militante del Partido Liberal Radical Auténtico, Rodrigo Quintana, fue
asesinado por la policía de nueve balazos en un local partidario. Una
situación que ni aún en la cumbre de su poder, el hombre clave del Paraguay
Colorado, se permitiría para quedar lejos del alcance de EE.UU. No le haría
falta. O lo que es igual, le alcanza con controlar al partido que preside
aún con sus divisiones internas.

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