El Salvador/ Las mujeres no quieren ser Miss Universo, sino terminar con la violencia, la impunidad y la penalización. [Luciana Peker]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Nov 30 23:37:31 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

30 de noviembre 2023

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El Salvador

 

Las mujeres no quieren ser Miss Universo, sino terminar con Miss Violencia,
Miss Impunidad y Miss Penalización

 

Desde el 15º Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, realizado en
el país centroamericano entre el 22 y el 25 de noviembre.

 

Luciana Peker * 

La Diaria, 30-11-2023

https://ladiaria.com.uy/feminismos/

 

“El Salvador cambió para siempre”, dijo el presidente salvadoreño, Nayib
Bukele, el 18 de noviembre, durante la ceremonia de Miss Universo 2023. La
realización del concurso fue una excusa para que Bukele fuera aplaudido, se
pusiera su esmoquin y le mostrara al mundo que ya podían venir a surfear a
las olas centroamericanas gracias a las cárceles XL y la desaparición de
personas sin procesos judiciales ni notificaciones a sus familias sobre si
están vivas o muertas o dónde se encuentran.

 

Las miss no lograron la paz en el mundo, pero ahora giran su mano con una
casada, dos trans y una de talla grande. Más allá del pinkwashing, la
nicaragüense Sheynnis Palacios fue elegida la más bella del mundo en la
edición 72 de un certamen que se caracterizó por plastificar a las mujeres
como juguete de exhibición y que se quedó atrás de Barbie (reivindicada por
la película) al servir para reivindicar –en traje de baño– los
autoritarismos en traje de democracias desmontadas de democracia.

 

“Miss Universo corona la dictadura anunciada de Bukele”, escribió la
periodista María Luz Noche en El País de Madrid. “Quién necesita democracia
cuando el aparato de propaganda alimenta de variadas formas la narrativa de
que basta con el liderazgo correcto para que un país como El Salvador, hasta
hace poco entre los más violentos de la región, pueda ser sede de
espectáculos de talla mundial”. Y remata: “¿Cuánta lentejuela se necesita
para desviar la atención de las violaciones de derechos humanos de un
régimen autoritario y del futuro dictador? Para El Salvador, todas las
yardas que sean necesarias, incluidos los reflectores y toda la parafernalia
y la prensa rosa que trae pagar por ser el anfitrión de un espectáculo”.

 

Los feminismos no se oponen a la belleza democrática, diversa, divertida o
elegida en cada cuerpo, en cada montaje o en cada desnudez. Puede revisitar
los íconos que convirtieron el espejo en una tiranía y darlo vuelta para
disfrutar el glitter, la insinuación, la producción o el desparpajo. Pero no
acepta que la belleza femenina sea, siga siendo, la legitimación del
autoritarismo machista vuelto necropolítica en el que un presidente puede
decidir –sin división de poderes– quién vive o quién muere, quién aparece o
quién desaparece, quién es libre y quién es condenado sin condena judicial.

 

Por eso, el mayor efecto crítico del 15° Encuentro Feminista de América
Latina y el Caribe (Eflac), realizado en El Salvador el 22, 23 y 24 de
noviembre, fue terminar la multitudinaria marcha de mujeres del 25 de
noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las
Mujeres, con una performance en donde desfilaban por un camión una pasarela
de miss feministas que parodiaban la violación a los derechos humanos
legitimada por el arquetipo de la mujer bella, sumisa y exhibible que todo
patriarcado debe tener.

 

La tarima como escenario político

 

Por el camión que daba hacia la plaza en donde se concentraban visitantes de
Honduras, Nicaragua, México, Guatemala, Bolivia, Perú, Argentina, Brasil y
Uruguay desfilaban peinadas, maquilladas, con vestidos sacados del closet de
las fiestas en las que los brillos opacan el machismo vuelto selfi cinco
estrellas y se enseña a las niñas a caminar desde pequeñas para ser bellas y
angelicales y a los niños a romper piñatas de angelitos con palos que se
revolean hasta que la recompensa dulce rebalsa por la herida.

 

Las concursantas no representaban a países, sino a problemáticas sociales.
Así pasaron –con furiosos aplausos– “Miss Violencia a Cuerpos Feminizados”,
“Miss Impunidad”, Miss Reelección (el artículo 152 de la Constitución de El
Salvador prohíbe la continuidad presidencial por dos mandatos, pero Bukele
ya se inscribió como candidato para las elecciones del 4 de febrero de
2024), Miss Surf City (en donde una nueva ley de dominio inminente pone en
peligro de desalojo a 700 familias para construir un parque turístico), Miss
Fosas Clandestinas, Miss Penalización Absoluta del Aborto (como el caso de
Imelda Cortez, que fue acusada, a los 20 años, de interrumpir un embarazo
producto de la violación de su padrastro) y Miss Régimen de Excepción.

 

La excepción confirma la regla, pero no confirma la democracia. La dictadura
argentina justificaba los delitos de lesa humanidad como errores y excesos;
el gobierno salvadoreño, como excepciones. Bukele se ufana de haber
terminado con las pandillas, y la sensación de seguridad lo favorece en el
clima social. Sin embargo, se sospecha de pactos con el crimen organizado y
no se trata de mano dura con quienes delinquen, sino de una mano que
desaparece a personas sin pruebas ni juicios que demuestren que cometieron
delitos y sin información sobre su paradero o destino.

 

“Te cambio tu bitcoin por mi hija desaparecida”, dice un esténcil pintado en
una de las calles que recorren la marcha del 25N. La novedad financiera de
Bukele se apoya en la más rancia tradición bananera: ricos muy ricos (con la
moneda que sea), pobres muy pobres, control social, mujeres para mostrar
como objeto de decoración de un país vendible, la desaparición como forma de
exterminio de un enemigo real o imaginario y la ausencia de quienes no están
como castigo ejemplificador para quienes quieren protestar, pedir o existir.

 

Un bebé llora y sólo quiere ir a upa de su mamá a la que le pesa la espalda
de tanto cargar. Ella lo lleva al hombro y lo muestra, recién nacido, en la
remera en la que se ve a su hermana con su hijo. Ella ya no ve a su hermana.
No es que está presa. Está desaparecida. Ella no sabe dónde está. Ella pide
“justicia y libertad para Adriana Pleitez”.

 

“Liberen a mi tía, ella regresó al país sólo para conocerme”, dice él en la
pancarta que se hace cuerpo sobre su madre y lágrimas mutuas en el niño que
no quiere desprenderse en un país en el que el desprendimiento es un
peligro.

 

Ella forma parte del Movimiento de Víctimas del Régimen (Movir), que
convoca, en el 25N, a mujeres que piden por sus hijas, por sus hijos, por
sus hermanos, y que en la manifestación buscan contar la historia de que en
su país se los silencia y en las calles se los hace caminar sin rumbo.

 

El Movir exige la derogación del régimen de excepción y la liberación de los
familiares capturados de manera arbitraria e ilegal, la detención de la
tortura y los tratos crueles, inhumanos y degradantes contra las personas
detenidas y sus familias, que se investiguen las muertes en las cárceles, y
justicia para las personas detenidas por el régimen de excepción.

 

Otra remera blanca y azul (los colores de la camiseta salvadoreña) reza:
“Libertad para mi hijo y mi hermano en nombre de Dios”. Y reza, con marcador
reforzado a mano, como si todas las palabras no fueran suficientes para
responder a la historia oficial: “No son delincuentes”. Y dice, como si por
decirlo dos veces la respuesta fuera más clara: “No delincuentes”.

 

La dicotomía es esa: El Salvador no quiere una sociedad tomada por las
pandillas, las maras, los controles para ir y venir, tener que pagar para
entrar a la casa o no poder salir, tener que responder a los narcos y hacer
lo que digan a punta de pistola y quedar rehén de un capitalismo paralelo
basado en la corrupción política y judicial y derivado del ejercicio militar
y paramilitar en Centroamérica. Pero la falsa grieta no es entre criminales
e inocentes, sino entre una democracia que resuelva con justicia el crimen y
que no se vuelva un Estado criminal en nombre de la justicia. “Los extraño”,
define una remera blanca con la foto de dos jóvenes la sensación de una
madre que no va a visitar a sus hijos a una cárcel, sino que no sabe dónde
están sus hijos y que, como el paradigma de las locas o las culpables
–siempre las madres, siempre las mujeres–, se las responsabiliza del destino
de sus hijos y se las enfrenta a una sociedad que quiere paz y que está
dispuesta a pagar el precio de una guerra encubierta. Pero ella escribe en
letras cortadas por guiones, como su propio cuerpo entrecortado: “Libertad”
y “No más dolor”.

 

“Mi hija tiene 17 meses de estar capturada por el régimen de excepción. Ella
era una muchacha trabajadora dedicada a sus niños, de 16, ocho y cinco años.
Cuando a ella la agarraron, la niña estaba por cumplir 15. Ella estuvo de
penal en penal, pero no sabemos nada, no sabemos cuál es su estado, tenía
una operación que hacerse y no se pudo llevar a cabo, no sabemos dónde está
ni si le entregan las cosas que le mandamos, pero sí sabemos que ha sido
maltratada”.

 

Patricia de Santa María denuncia la desaparición de su hijo Ernesto Santa
María de León. “El 3 de diciembre de 2022 me lo capturaron sin qué ni para
qué. Está desaparecido, no está preso. Yo no sé nada de él. No se si está
vivo o si está muerto”.

 

En América Latina, sin embargo, el modelo carcelario de Bukele se vende como
una big mac de prisión y paz. Patricia desmiente la publicidad oficial:
“Bukele con la gente pobre es un ensanchado y la está atacando. Están
capturando a hombres que trabajaban. Mi hijo cuidaba a su hija, que ahora
depende de mí, que soy su abuela. Es una injusticia”.

 

En el libro Historias al margen. Sobrevivir al régimen de excepción en El
Salvador (2023) se contextualiza: “En El Salvador más de 71.000 personas han
sido detenidas en un año y seis meses de estado de excepción. Los derechos
de libertad de asociación, expresión y movilidad fueron suspendidos por la
Asamblea Legislativa para toda la población, en medio de un discurso
gubernamental de una guerra en contra de las pandillas. Miles de personas
han sido capturadas de manera arbitraria e ilegal por tener tatuajes, por su
forma de vestir, por la zona de residencia, a discreción del ‘juez de la
calle’ por denuncia anónima, por listas policiales, por nerviosismo o por
estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado”.

 

En el camión feminista las modelos denunciaban sobre una tarima móvil que se
convertía en escenario político: “En el país de Miss Universo, las niñas son
obligadas a parir”; “al gobierno salvadoreño no le importa la vida de las
mujeres”; “libertad para todos los capturados ilegalmente en el régimen de
excepción”; “concurso de Miss Universo: El Salvador no es el país de las
sonrisas”.

 

Por una vida en democracia y sin violencias

 

Mónica Campos, periodista feminista salvadoreña del medio La Alharaca,
enmarca por qué fue importante que El Salvador sea la sede del Eflac: “Hay
una crisis política y de derechos humanos en la que el feminismo está siendo
atacado desde las fuerzas represivas del Estado y el discurso de Bukele y
quienes apoyan las políticas represivas. El régimen de excepción ha sido una
respuesta al problema de los asesinatos por parte de las pandillas. Pero
ahora las muertes violentas están sucediendo dentro de las cárceles. Hemos
cambiado de victimarios, pero siguen los asesinatos, sólo que ya no están en
manos de las pandillas, sino en manos de las fuerzas de seguridad del
Estado. No es que El Salvador sea un lugar seguro, sino que las condiciones
de violencia han mutado”.

 

“El 25 de noviembre [como Día Internacional de la Eliminación de la
Violencia contra la Mujer] se constituyó en el primer Encuentro Feminista de
América Latina y el Caribe [de 1981], y el 25 de noviembre cerró el 15°
Encuentro en El Salvador. El Encuentro es un pacto transfeminista que
refuerza la potencia de nuestro movimiento. Es un movimiento social
transformador y el movimiento social con mayor trascendencia en todo el
continente”, enmarcó Morena Herrera, de la Agrupación Ciudadanas por la
Despenalización del Aborto, una de las organizadoras principales del Eflac,
consolidada como una líder indiscutida del movimiento feminista
latinoamericano por su capacidad de conducción, de tracción para el futuro,
por su intervención concreta sobre los casos de las mujeres encarceladas por
abortar y su capacidad de escucha y diálogo con las jóvenes y las
diversidades.

 

El próximo Eflac se va a realizar, por consenso, en Haití, y esa elección
–aun en un territorio con condiciones adversas de infraestructura y
transporte para recibir a casi 2.000 mujeres y personas trans– demuestra una
posición política de luchar no sólo por cuestiones de género, sino en contra
del racismo, la desigualdad y la pobreza.

 

“Celebramos que el próximo encuentro sea en el Caribe, en Haití, en el país
más pobre de todo nuestro continente –remarcó Morena–. Las feministas
latinoamericanas celebramos el compromiso de las haitianas, y queremos vivir
en democracia y sin violencia para desear y transformar las realidades
injustas”.

 

“En El Salvador y Nicaragua se transita hacia una restauración autoritaria.
Los estados apuntan al militarismo y no asumen sus responsabilidades de
proteger a las niñas, adolescentes, mujeres y diversidades”, apuntó Morena,
con una blusa rosa, jeans, voz potente y amable, y una dulzura que sabe
organizar y convocar a no bajar los brazos.

 

El feminismo mostró que es el único paraguas en donde el avance de los
autoritarismos no se mira como una hormiga sino como un hormiguero que
vuelve a azotar a América Latina y que requiere de unidad regional para
poder pensar una visión esperanzadora sin paralizarse por el miedo y la
decepción.

 

* Las Bravas es un espacio de La Diaria Feminismos que busca amplificar las
voces y experiencias de mujeres feministas que están cambiando la historia
en América Latina. Está a cargo de Luciana Peker, periodista argentina
especializada en género y autora de Sexteame: amor y sexo en la era de las
mujeres deseantes (2020), La revolución de las hijas (2019) y Putita golosa,
por un feminismo del goce (2018), entre otros libros.

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