Israel/Palestina/ Y después de condenar, ¿qué? [Santiago Alba Rico]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 10 14:47:17 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

10 de octubre 2023

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Israel/Palestina



Y después de condenar, ¿qué?



Santiago Alba Rico *

Público, 10-10-2023

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Lo confieso: he intentado rebelarme contra la unanimidad institucional; me
irrita mucho que la hipocresía me dicte, so pena de ostracismo, qué debo
condenar y qué no. Pero sucumbo ética y políticamente; y visceralmente. Sin
la menor duda o vacilación condeno los asesinatos de civiles, a veces
acompañados de ensañamiento y crueldad inhumanos, cometidos por los
combatientes de Hamas en la operación llamada, en un eco elocuente de las
nomenclaturas israelíes, "Diluvio de Al-Aqsa". Esos asesinatos deben ser
condenados por principios (porque condenamos, precisamente, los crímenes de
Israel) y enseguida también porque ponen a la población de Gaza, asediada y
hambreada desde hace años, a merced de una venganza militar paroxística.
Hay, al mismo tiempo, una tercera razón. Hace algunos años, el filósofo
francés Etienne Balibar explicaba que a los palestinos se les exige siempre
una moral ejemplar y superior, como víctimas que son de la Ocupación y de la
musculada propaganda sionista. La asimetría no es únicamente militar.
También es, si se quiere, ética: porque ocurre que una respuesta equivalente
al terror del victimario convierte a la víctima no en un criminal igual sino
en un criminal mayor. Los palestinos sufren, pues, esta doble injusticia: la
de vivir bajo una ocupación ilegal y la de tener que ser más justos que sus
enemigos y ello en condiciones de presión y humillación constantes: la
injusticia, es decir, de no poder ser tan criminales como sus verdugos. No
pueden. No deben. Todas las ventajas semióticas (o geoestratégicas) que
crean poderse adquirir mediante este tipo de violencia quedan inmediatamente
anuladas por la violencia misma, que degrada al que la comete, que oculta la
historia de resistencia en la que se inscribe la acción y que justifica a
Israel, ahora purificada de sus crímenes y autorizada a cometer otros
mayores.



Ahora bien, cuando dirigentes de Israel reaccionan evocando el atentado
contra las Torres Gemelas ("es nuestro 11-S"), estamos obligados a denunciar
una argucia propagandística fraudulenta. Primero, porque con esa referencia
se está buscando la empatía más primaria de la población occidental; porque
(segundo) esa ecuación anuncia ya medidas militares desproporcionadas e
ilegales que a todos deberían preocuparnos (el ministro de Defensa israelí
Yoav Galant anunció ayer: "He ordenado un asedio total sobre la Franja de
Gaza. No hay electricidad, ni alimentos, ni gas, todo está cerrado. Estamos
luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia"); pero sobre
todo porque (tercero) identifica la operación "Diluvio de Al-Aqsa" con una
acción terrorista, el procedimiento más eficaz para extraerla de todo
contexto histórico y, por lo tanto, para eximir a Israel de cualquier forma
de responsabilidad. Los atentados del 11S fueron un atentado terrorista; los
asesinatos de civiles israelíes por parte de Hamas se producen, en cambio,
en el marco de una operación militar contra una fuerza ocupante. Netanyahu,
tras conocerse la incursión miliciana en Sderot, habló enseguida de "estado
de guerra", "estado" que fue luego declarado formalmente por el Gabinete de
Seguridad Interior. Israel, sí, está en guerra contra Palestina desde su
fundación, hace ahora setenta y cinco años. Los horrendos crímenes de Hamas
contra civiles israelíes constituyen, por tanto, "crímenes de guerra". La
diferencia entre un crimen de guerra y una acción terrorista no es
cuantitativa y, desde luego, no jerarquiza el dolor de las víctimas y sus
familias. Pero la diferencia es importante, porque hablar de "terrorismo" en
este caso tiene el efecto de ocultar la guerra desigual entre Israel y
Palestina, una guerra asimétrica en la que una potencia Ocupante con
recursos militares superiores a los de España, vanguardia de la tecnología
armamentística, se enfrenta a grupos armados de fuerza muy limitada, cuando
no -como hemos visto en sucesivas Intifadas- a poblaciones enteramente
desarmadas. Esta asimetría, por lo demás, se revela en la proporción de
víctimas de un lado y de otro en la última década: un muerto israelí por
cada veinte palestinos.



¿La solución estaría en reducir esta proporción? Es decir, ¿en aumentar el
número de muertos israelíes? Aunque fuera posible, creo que la respuesta es
no. Pero es que, además, es imposible. Lo explicaba muy bien Isaac Rosa en
un reciente artículo
(https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/israeli-muerto-20-palestinos_1
29_10581190.html): la asimetría es tan grande, y el carácter mafioso
vengativo del Estado israelí tan implacable, que el aumento de las víctimas
israelíes no hará sino centuplicar el de las víctimas palestinas. ¿Será la
solución, al revés, aumentar la desproporción: cero contra veinte, cero
contra cien, cero contra mil? Los palestinos lo han intentado todo en las
últimas décadas, incluso convertirse en las víctimas ideales, entregando más
territorio en Oslo, pactando la seguridad interior de la Autoridad
Palestina, buscando formas alternativas, pacíficas y hasta pacifistas, de
resistencia. Nada ha servido. Se les ha respondido siempre con nuevos
bombardeos, nuevas colonias, nuevos muros y nuevas anexiones, estrategia
premeditada orientada a radicalizar a un enemigo con el que, de ese modo, no
habría posibilidad de negociar. Fue Israel quien facilitó el crecimiento de
Hamas en los años 80 del siglo pasado para no tener que negociar con Arafat.
Netanyahu necesita, como Bashar el-Asad, violencia, terrorismo, yihadismo.
La estrategia funciona pero es suicida. No olvidemos la advertencia lúcida
este mismo viernes de Ami Ayalon
(https://www.lavanguardia.com/internacional/20231009/9285740/tendremos-segur
idad-tengan-esperanza.html), héroe de guerra y ex-director del Shin Bet, el
servicio secreto interior israelí: "tendremos seguridad cuando los
palestinos tengan esperanza".Israel ha perdido la batalla de la seguridad
porque los palestinos han perdido toda esperanza de alcanzar un acuerdo
pacífico con Israel que les permita construir, al menos, un pequeño Estado
independiente, incluso sobre una peña, incluso sobre una sábana o un
pañuelo, incluso sobre la punta de un alfiler. Es esa radical falta de
esperanza la que explota Hamas frente a una Autoridad Palestina irrelevante
y represiva que no puede ofrecer ni democracia ni liberación territorial.



Así que Hamas toma la iniciativa en un marco de desesperación geopolítica
radical. Cuando el gobierno ultraderechista de Netanyahu emprende políticas
de recolonización de Cisjordania que apuntan a una posible anexión
territorial, cuando Arabia Saudí, tras Bahrein, Emiratos, Marruecos y Sudán,
está a punto de establecer relaciones diplomáticas con Israel, aislando aún
más a los palestinos de su contexto natural, y cuando la radicalización de
las políticas sionistas no se ha traducido en un distanciamiento por parte
de EEUU y la UE, Hamas decide emprender una acción inesperada y espectacular
en la que los muertos fungen como "mensajes" simbólicos y psicológicos al
margen de una "opinión pública internacional" de la que ningún palestino
espera ya nada.  Al iluminar repentinamente la vulnerabilidad de ese enemigo
que se creía, y al que todo el mundo creía, omnipotente, Hamas se sacude el
aislamiento interpelando a las poblaciones árabes que disienten de las
políticas de "normalización" de sus gobiernos y sacude de un modo terrible
la desesperanza de los palestinos, que ven de pronto posible infligir una
derrota militar a Israel, aunque sea provisional y contraproducente. Es lo
que tiene la desesperanza. Los palestinos sobran; les sobran a todo el
mundo. Decía Luz García Gómez
(https://elpais.com/internacional/2023-10-07/la-guerra-unira-a-israel.html)
en un excelente artículo que la acción bélica de Hamas iba a unir a los
israelíes, y es verdad; pero también va a unir, al menos un momento, a los
palestinos, a los que no se deja más patria común que la muerte. Recuerdo
imágenes de los vecinos israelíes de Sderot sacando sus sillas a la calle,
con un gin-tonic en la mano, al pie de la frontera, para contemplar
arrebatados de felicidad esos bombardeos nocturnos de Gaza de 2014 en los
que murieron 2.200 palestinos, 1.563 civiles, 532 niños. ¿Se podrá
comprender que, privados de esperanza, los palestinos celebren hoy la
repentina vulnerabilidad de su enemigo? Entre la alegría nihilista de un
supremacista y la alegría nihilista de un perdedor maltratado sigue habiendo
una diferencia, pero este nihilismo, consecuencia de la violencia desigual,
es al mismo tiempo un obstáculo para cualquier paz futura. La victoria sobre
el nihilismo común no será posible sin la victoria sobre la Ocupación de
Israel; y esa victoria depende menos de los palestinos que de los israelíes
y sus aliados.



La acción de Hamas, en efecto, unirá a los israelíes, ahora políticamente
enfrentados, contra los palestinos. Miles de demócratas israelíes llevan
meses manifestándose contra la reforma judicial, puñalada al Estado de
Derecho asestada por el gobierno ultraderechista de Netanyahu. Pero la mayor
parte de esos demócratas no se han cuestionado nunca ni la Ocupación ni sus
políticas y mucho menos lo harán en estos momentos; más bien olvidarán sus
litigios para sumarse a las medidas militares más radicales de ese mismo
gobierno que describen como "fascista". Lo siento, pero no se puede ser
demócrata en Tel Aviv y supremacista colonial en Gaza y Cisjordania.
Respecto de la UE y los EEUU cabe un razonamiento similar: lo siento, pero
no se puede defender a la víctima en Ucrania y al ocupante en Palestina. No
se puede defender el derecho de los ucranianos a combatir la invasión rusa y
pasar por alto desde hace décadas la Ocupación israelí, la extensión de las
colonias en territorio ocupado, los ataques deliberados a civiles, el asedio
inhumano de Gaza. Mientras los israelíes no se vuelvan realmente demócratas
y los europeos y estadounidenses no defiendan de verdad los derechos humanos
que pomposamente enuncian y las resoluciones de la ONU que ellos mismos
firman, mucha gente en el sur global acabará refugiándose en regímenes
monstruosos, organizaciones terroristas y alegrías violentas y
reaccionarias. Hay que condenar los crímenes de guerra de Hamas, sin
vacilación alguna, y con el alma estremecida, pero la misma alma estremecida
nos reclama desde hace décadas un poco de empatía con los palestinos y un
poco de presión a nuestros gobernantes (que ahora retiran la ayuda
humanitaria a esa franja de Gaza sin agua, luz ni pan). Porque nuestra
hipocresía, como la barbarie israelí, está alimentando de hecho a Hamas y la
Yihad frente a otras alternativas y alejando toda posible solución
territorial negociada y democrática. Recomiendo vivamente esta entrevista de
la CNN (https://twitter.com/davidrkadler/status/1711103806002377167?s=20) al
médico y activista pacifista Mustafa Bargouti, secretario general de
Iniciativa Nacional Palestina, el partido que él mismo fundó en 2002 junto
al gran intelectual palestino-estadounidense Edward Said. Nadie puede
confundir las posiciones de este hombre con las de Hamas, pero por eso mismo
nadie debería dejar de escuchar lo que dice sobre la Ocupación israelí y la
fatal complicidad occidental. Entre todos estamos construyendo la Palestina
desesperada que Israel quiere destruir.



Termino. Dice el periodista israelí Haggai Matar
(https://www.972mag.com/gaza-attack-context-israelis/): "El terror que
sienten hoy los israelíes, incluido yo mismo, es el mismo que llevan
sintiendo los palestinos durante ya demasiado tiempo". Condenemos y
persigamos todos los crímenes de guerra, pero no condenemos a los palestinos
al olvido, la violencia y la aniquilación, a los israelíes a la repetición
del terror del sábado pasado y al mundo a una guerra sin fin en la que la UE
y los EEUU solo pueden salir perdiendo. Ya es hora de que comprendamos que
ni nuestros valores ni nuestros intereses coinciden en estos momentos con
los del Estado sionista de Israel. Y que de nada sirve condenar ahora a
Hamas si no condenamos ayer, y hoy, y mañana, la ocupación israelí y todos
sus crímenes.



* Escritor y periodista, estudió filosofía en la Universidad Complutense de
Madrid, autor de numerosos libros, reside en Túnez. (Redacción
Correspondencia de Prensa)

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