Israel/Palestina/ ¿De que guerra se trata? [ Dossier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 11 23:19:35 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

10 de octubre 2023

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Israel/Palestina



¿Qué guerra?



A l’encontre, 10-10-2023

http://alencontre.org/

Traducción de Correspondencia de Prensa



La asombrosa ofensiva llevada a cabo el 7 de octubre por el brazo armado de
Hamás (Brigadas Ezzedine al-Qassam) -que algunos califican de
contraofensiva, dadas las múltiples opresiones, pasadas y presentes,
infligidas a la población prisionera de Gaza por los poderes israelíes- está
provocando un flujo de información muy unilateral por parte de la mayoría de
los grandes medios de comunicación electrónicos de habla francesa.



Sin embargo, algunos observadores más serios han identificado los factores
determinantes del contexto en el que se produjo esta nueva dimensión del
enfrentamiento entre la resistencia palestina y las fuerzas
político-militares israelíes. Benjamin Barthe, que fue corresponsal en
Ramala de Le Monde y uno de los responsables de la sección internacional del
periódico, respondió así el domingo 8 de octubre en el programa «Esprit
public» de radio France Culture
(https://www.radiofrance.fr/franceculture/podcasts/l-esprit-public/attaque-d
u-hamas-contre-israel-emission-speciale-2382199) a la afirmación de que
«ahora no habrá paz»: «Para los palestinos de Gaza y Cisjordania, nunca ha
habido paz. El contexto de esta operación de Hamás son 56 años de ocupación
y colonización de Cisjordania, y 31 años de bloqueo de Gaza. El bloqueo de
Gaza se sitúa a menudo en la toma del poder por Hamás en 2007. Pero eso es
un error. Es importante comprender que la separación administrativa impuesta
por Israel entre Cisjordania y la Franja de Gaza se remonta a 1991, antes de
que Hamás llegara al poder, incluso antes de las oleadas de atentados
suicidas en la época de Oslo. A partir de 1991, los palestinos de Gaza ya no
podían ir a Cisjordania, salvo en casos excepcionales y sin los que
obtuvieran un permiso [...]. Además, hay un contexto coyuntural económico y
político israelí extremadamente fuerte. La coalición en el poder es la más
belicista de la historia de Israel».



Sobre este último aspecto, podríamos citar al historiador israelí del
Holocausto Daniel Blatman (Les marches de la mort. La dernière étape du
génocide nazi, Fayard, 2009). El 10 de febrero de 2023 señaló en Haaretz:
«El populismo gana cuando la sociedad está preparada para recibirlo. La
sociedad israelí estaba preparada para recibir al gobierno actual. No por la
victoria del Likud, sino porque el ala más extrema arrastró con ella a todos
los demás. Lo que antes era la extrema derecha es ahora el centro. Las ideas
que antes eran marginales se han convertido en legítimas. Como historiador
especializado en el Holocausto y el nazismo, me resulta difícil decir esto,
pero ahora hay ministros neonazis en el gobierno. Eso no se ve en ningún
otro lugar, ni en Hungría, ni en Polonia: ministros que, ideológicamente,
son racistas puros».



Se refiere, entre otros, a Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional,
y a Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas y ministro en el Ministerio de
Defensa, que han sido fundamentales en la aceleración del proceso de
colonización con vistas a la anexión de Cisjordania. ¿Cómo ignorar la
influencia de estas poderosas fuerzas, que no parecen asombrar a los
analistas del presente inmediato?



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Algunos canales de noticias trataron inmediatamente de entrevistar a
dirigentes palestinos para conocer su punto de vista, con la intención de
oírlos desmarcarse, conociendo sus divergencias -que son grandes- con Hamás
y su estructura militar. Por ejemplo, Moustafa Barghouti, médico y
secretario de la Iniciativa Nacional Palestina, respondió en una breve
entrevista en Sky News el 7 de octubre: «Lo que hemos presenciado en el
último periodo es una ofensiva sin precedentes de ataques de colonos contra
palestinos, ataques sin precedentes de israelíes contra la mezquita de
Al-Aqsa y 248 asesinatos de palestinos -incluidos 40 niños- desde principios
de año cometidos por soldados y colonos. La comunidad internacional no ha
hecho nada para poner fin a 56 años de ocupación y 25 años de limpieza
étnica, desplazamientos de población, miles de prisioneros (muchos de ellos
sin juicio), y la comunidad internacional ha guardado silencio sobre esta
cuestión. Hoy, es una reacción [la ofensiva de Hamás] a toda esta opresión.
Haciéndose eco de estas declaraciones, Gideon Levy, en Haaretz el 9 de
octubre, concluye su columna de la siguiente manera: «El sábado, ellos [las
autoridades israelíes] ya hablaban de eliminar distritos enteros de Gaza,
ocupar la Franja y castigar a Gaza 'como nunca antes fue castigada'. Pero
Israel nunca ha dejado de castigar a Gaza desde 1948, ni un solo momento.
Tras 75 años de abusos, una vez más les espera el peor escenario posible.
Las amenazas de «arrasar Gaza» sólo demuestran una cosa: no hemos aprendido
nada. La arrogancia está aquí para quedarse, aunque Israel pague por ello
una vez más un alto precio». En Le Monde del 10 de octubre
(https://www.lemonde.fr/international/article/2023/10/10/a-gaza-pris-au-pieg
e-entre-les-bombardements-et-le-blocus-les-habitants-craignent-un-massacre_6
193487_3210.html),  Clothilde Mraffko (corresponsal en Jerusalén) señala:
«Alrededor del 80% de la población de Gaza está formada por refugiados y
descendientes de refugiados, a menudo procedentes del este del enclave,
donde se produjeron los combates el sábado y el domingo. Una población que
fue expulsada en 1948, cuando se creó el Estado hebreo. En 2018, el sueño
del «retorno» fue el centro de las marchas pacíficas organizadas a lo largo
del muro de Gaza. Los disparos de francotiradores israelíes desde el otro
lado mataron a más de 270 palestinos e hirieron a otros 700, muchos de ellos
jóvenes, que quedaron ciegos, amputados o mutilados de por vida»



El 8 de octubre, entrevistado por la presentadora de la CNN Christiane
Amanpour, Moustafa Barghouti resumió así su posición: «Lo que nos amenaza es
el hecho de que Israel nunca aprende de sus errores, nunca aprende de su
historia. Lo mismo ocurre con la administración estadounidense. Todos somos
vistos como terroristas. No sólo se califica de terrorista a Hamás. El
Congreso estadounidense considera a la OLP, incluido (Mahomud) Abbas, como
terroristas. La pregunta que se plantea es: ¿somos los palestinos seres
humanos iguales o no? ¿Tenemos derecho a resistir a la ocupación, como
establece el derecho internacional, o no? ¿Tenemos derecho a la paz con
justicia o no? Israel tiene derecho a defenderse. ¿Los palestinos tienen
derecho a defenderse, sí o no? Tenemos derecho a la libertad y a acabar con
la ocupación. Ésa es la cuestión».



A la interrogante sobre la condición de los palestinos como seres humanos
iguales, el ministro de Defensa Yoav Gallant dio una respuesta de facto en
una breve conferencia de prensa el 9 de octubre: «Hemos ordenado el bloqueo
total de Gaza, sin electricidad, sin agua, sin gas, todo está cerrado.
Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia». Hugh
Lovatt, experto del centro de investigación del Consejo Europeo de
Relaciones Exteriores, define «actuar en consecuencia» de la siguiente
manera: «Israel está desplegando una política de castigo colectivo contra la
población de Gaza». Sin embargo, el Alto Comisionado de la ONU para los
Derechos Humanos, Volker Türk, declaró en un comunicado de prensa: «La
imposición de sitios que ponen en peligro la vida de civiles al privarlos de
bienes esenciales para su supervivencia está prohibida por el derecho
internacional humanitario». También subrayó que «la toma de rehenes está
prohibida por el derecho internacional», 150 rehenes israelíes, civiles y
soldados, están secuestrados. En su incursión, los combatientes de las
Brigadas Al-Qassam mataron a unos 1.200 israelíes, en su mayoría civiles, e
hirieron a más de 2.600.



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Un extraño olvido en muchos «análisis» tiene que ver con la política de
Netanyahu en la construcción de las relaciones con Hamás. Chuck Freilich, ex
viceconsejero israelí de seguridad nacional y profesor en las universidades
de Columbia y Tel Aviv, lo explicaba en Haaretz el 8 de octubre: «Durante
una década y media, el primer ministro Netanyahu ha buscado
institucionalizar la división entre Cisjordania y Gaza, socavar la Autoridad
Palestina y llevar a cabo una cooperación de facto con Hamás, medios
diseñados para demostrar la ausencia de un interlocutor palestino y
conseguir que no pueda haber un proceso de paz que habría requerido un
compromiso territorial en Cisjordania.» Baudouin Loos, buen conocedor de la
situación israelí y palestina, escribía en Le Soir (periódico belga), el 9
de octubre: «En los últimos tiempos, los israelíes se han dejado engañar por
la aparente decisión de Hamás de conformarse con gestionar la Franja de
Gaza, aunque su retórica siguiera siendo belicosa. En realidad, los
gobiernos de Benyamin Netanyahu prefirieron dejar a Hamás en el poder en
Gaza para impedir cualquier avance diplomático gracias a las divisiones
palestinas y a la agitación del espantajo islamista». Esta observación fue
compartida por Daniel Seidemann, del Instituto para la Paz de Jerusalén. El
conjunto de esta política tenía como objetivo una solución ilusoria de la
cuestión palestina sin los palestinos y el establecimiento y la aplicación
de los Acuerdos de Abraham.



Desde el sábado por la tarde, Gaza está siendo bombardeada intensamente. El
bloqueo se impone. Esto pone en peligro la ayuda humanitaria: el 80% de la
población depende de ella. El sistema hospitalario padece la falta de
medicamentos y equipos médicos, mientras que la avalancha de heridos sigue
incrementándose. Los bombardeos en el noreste provocaron el desplazamiento
de más de 100.000 personas el lunes por la noche. El campo de refugiados de
Jabalia, en el norte de Gaza, quedó devastado. (Redacción de A l´encontre)



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El ataque de Hamás aterrorizó a los israelíes. Es importante aclarar el
contexto



Haggai Matar *



Hoy es un día terrible. Tras despertarnos con el sonido de las sirenas de
alarma provocado por un diluvio de cientos de cohetes lanzados contra
ciudades israelíes, nos enteramos del asalto sin precedentes lanzado por
militantes palestinos desde Gaza contra ciudades israelíes fronterizas con
la Franja de Gaza.



Llegan noticias [el sábado 7 de octubre por la mañana] de que murieron al
menos 40 israelíes y cientos resultaron heridos, así como informes de
secuestros en la Franja de Gaza. Mientras tanto, el ejército israelí ya
inició su propia ofensiva sobre la Franja de Gaza bloqueada, con tropas
movilizadas a lo largo de la barrera y ataques aéreos que hasta ahora han
matado y herido a decenas de palestinos. El tremendo terror de la gente al
ver a combatientes armados en calles y casas, o aviones de combate y
tanques, es inimaginable. Los ataques contra civiles son crímenes de guerra,
y estoy de todo corazón con las víctimas y sus familias.



Contrariamente a lo que afirman muchos israelíes -y a pesar de que es
evidente que esta invasión tomó por sorpresa al ejército-, no se trató de un
ataque «unilateral» o «no provocado». El horror que los israelíes, entre los
que me incluyo, sienten en estos momentos es sólo una pequeña fracción de lo
que los palestinos sienten cada día bajo el régimen militar que dura desde
hace décadas en Cisjordania, y bajo el sitio y los repetidos asaltos contra
Gaza [2009, julio-agosto de 2014, mayo de 2021, agosto de 2022, mayo de
2023]. Las respuestas que hoy oímos en boca de muchos israelíes -que piden
que «Gaza sea arrasada», que dicen que «son salvajes y no gente con la que
se pueda negociar», que «asesinan a familias enteras», que «no hay
posibilidad de hablar con ellos»- son exactamente lo que he oído decir sobre
los israelíes innumerables veces, a los palestinos ocupados.



El ataque de esta mañana se inscribe también en un contexto más reciente.
Uno de ellos es la perspectiva inminente de un acuerdo de normalización
(véase el artículo publicado en +972 el 8 de agosto] entre Arabia Saudita e
Israel. Desde hace años, el primer ministro Benjamín Netanyahu sostiene que
la paz puede lograrse sin hablar con los palestinos ni hacer concesiones.
Los Acuerdos de Abraham [1] privaron a los palestinos de una de sus últimas
cartas para negociar y de sus últimas bases de apoyo: la solidaridad de los
gobiernos árabes, aunque esta solidaridad hace tiempo que está en duda. La
probabilidad de perder al más importante de estos Estados árabes [Arabia
Saudita] podría haber contribuido a impulsar a Hamás al borde del abismo.



Los comentaristas llevaban semanas alertando de que las recientes ofensivas
[de los colonos apoyados por el ejército israelí] en la Cisjordania ocupada
desembocaban en un camino peligroso. El año pasado murieron más palestinos e
israelíes que en ningún otro año desde la segunda Intifada, a principios de
la década de 2000 [de septiembre de 2000 a febrero de 2005]. El ejército
israelí realiza incursiones periódicas en ciudades y campos de refugiados
palestinos. El gobierno de extrema derecha da rienda suelta a los colonos
para que instalen nuevos puestos de avanzada ilegales y lancen pogromos en
ciudades y pueblos palestinos, con soldados que escoltan a los colonos y
matan o mutilan a los palestinos que intentan defender sus viviendas.
Durante las grandes celebraciones [Rosh Hashaná, Yom Kippur, Sucot,
septiembre-octubre], los extremistas judíos desafiaron el statu quo en torno
al Monte del Templo y la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, con el apoyo de
dirigentes políticos que comparten su ideología.



En Gaza, mientras tanto, el bloqueo permanente destruye continuamente la
vida de más de dos millones de palestinos, muchos de los cuales viven en la
pobreza extrema, con escaso acceso al agua potable y unas cuatro horas de
electricidad al día. Un bloqueo para el que no existe un final oficial;
incluso un informe de la contraloría del Estado de Israel concluyó que el
gobierno nunca ha discutido soluciones a largo plazo para poner fin al
mismo, ni ha considerado seriamente otras opciones que no sean los ciclos
recurrentes de guerra y muerte. Ésta es literalmente la única opción que
proponen este gobierno y sus predecesores.



Las únicas respuestas que los sucesivos gobiernos israelíes han dado al
problema de los ataques palestinos desde Gaza han sido prótesis: si vienen
del suelo, construiremos un muro; si vienen a través de túneles,
construiremos una barrera subterránea; si disparan cohetes, instalaremos
dispositivos de interceptación [Cúpula de Hierro]; si matan a algunos de los
nuestros, mataremos a muchos más de los suyos. Y así sucesivamente.



Estas consideraciones no pretenden justificar la matanza de civiles, algo
absolutamente inaceptable. Más bien, es para recordarnos que hay una razón
para todo lo que está ocurriendo hoy y que, como en todos los ciclos
anteriores, no hay solución militar al problema de Israel en Gaza, ni a la
resistencia que surge naturalmente en respuesta a un apartheid de carácter
violento.



En los últimos meses, cientos de miles de israelíes han manifestado por la
«democracia y la igualdad» en todo el país, muchos de ellos incluso han
declarado que se negarían a hacer el servicio militar debido a las
tendencias autoritarias de este gobierno. Lo que estos manifestantes y
soldados de reserva deben comprender -especialmente hoy, cuando muchos de
ellos anuncian que van a abandonar sus manifestaciones y participar en la
guerra contra Gaza- es que los palestinos llevan décadas luchando por estas
mismas reivindicaciones y más, frente a un Israel que, para ellos, ya es, y
siempre ha sido, completamente autoritario.



Mientras escribo estas líneas, estoy sentado en mi casa de Tel Aviv,
tratando de encontrar la manera de proteger a mi familia en una casa sin
refugio ni habitación segura, y sigo con pánico en aumento los informes y
rumores de acontecimientos horribles que tienen lugar en ciudades israelíes
cercanas a Gaza que están siendo atacadas. Veo a gente, algunos de ellos
amigos míos, llamando en las redes sociales a atacar Gaza con más violencia
que nunca. Algunos israelíes dicen que ha llegado el momento de erradicar
Gaza por completo, llamando al genocidio. En medio de todas las explosiones,
el terror y el derramamiento de sangre, hablar de soluciones pacíficas les
parece una locura.



Sin embargo, recuerdo que todo lo que siento en este momento, y que todo
israelí debe compartir, es la experiencia de millones de palestinos desde
hace ya demasiado tiempo. La única solución, como siempre ha sido, es acabar
con el apartheid, la ocupación y el bloqueo, y promover un futuro basado en
la justicia y la igualdad para cada uno de nosotros. El cambio de rumbo no
debe producirse a pesar del horror, sino precisame a causa de él.



* Haggai Matar es redactor responsable de la revista +972. Artículo
publicado el 7-10-2023
(https://www.972mag.com/gaza-attack-context-israelis/)



Nota de A l’encontre



[1] Los Acuerdos de Abraham incluyen una declaración trilateral, firmada en
septiembre de 2020, entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin,
conocida como la «Declaración de los Acuerdos de Abraham», en la que estampó
su firma el presidente estadounidense Donald Trump, un «tratado de paz»
bilateral entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y una «declaración de
paz» bilateral entre Israel y Bahréin. También se sumaron Marruecos y Sudán.




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Vuelve el ciclo de la venganza



Amira Hass



En el espacio de unos pocos días, los israelíes han padecido lo que los
palestinos llevan décadas padeciendo y siguen padeciendo hoy: incursiones
militares, muerte, crueldad, niños asesinados, cadáveres abandonados en las
carreteras, bloqueo, miedo, angustia por los seres queridos, detención, ser
objeto de venganzas, de disparos mortales indiscriminados contra los que
participan en los combates (soldados) y los que no (civiles), posición
subordinada, destrucción de edificios, fiestas o celebraciones arruinadas,
debilidad e impotencia ante hombres armados todopoderosos y una humillación
amarga.



Por eso es necesario repetirlo una vez más: ya lo dijimos. La opresión y la
injusticia continuas estallan en momentos y lugares inesperados. Las
masacres no conocen fronteras.



De repente, el mundo se dio vuelta. La pesadilla cotidiana de los palestinos
hizo añicos la fachada de normalidad que caracterizó la vida israelí durante
décadas. Hamás la hizo añicos con una operación inesperada que demostró su
pericia militar y su capacidad para elaborar planes, mantenerlos en secreto
y utilizar tácticas de distracción.



Sus miembros dieron prueba de una gran variedad de métodos creativos para
atravesar los muros de la mayor prisión del mundo, en la que Israel hacina a
dos millones de seres humanos. Sus hombres armados se lanzaron a esta
operación dispuestos a sacrificar sus vidas, sabiendo perfectamente que era
probable que los mataran [las autoridades israelíes han contabilizado 1.500
combatientes de Hamás muertos]. Algunos de ellos asesinaron a cientos de
civiles israelíes en lo que parecían orgías de venganza, que sus comandantes
no tuvieron la sabiduría o no consideraron importante impedir, aunque sólo
fuera por razones tácticas.



Tres días después, las consecuencias de estos actos masivos de rabia
palestina siguen haciéndose sentir, mientras que la intensa campaña aérea de
Israel sobre Gaza ya ha causado la muerte de más de 560 personas [787 hasta
el 10 de octubre], la mayoría de ellas civiles, más de 120.000 personas
desplazadas dentro de la franja de Gaza y miles de heridos.



Como en cada una de las guerras israelíes contra la Franja de Gaza en las
que ha participado Hamás, sobre todo en lo que respecta a la matanza de
civiles, es necesario plantearse las siguientes preguntas. ¿Tiene esta
organización un plan de acción y un objetivo político realistas? ¿O quiere
ante todo restaurar su propia reputación ante la población de Gaza? ¿Su
acción militar va acompañada esta vez de un plan logístico para ayudar y
rescatar a los civiles gazatíes atacados? ¿O, una vez más, esta tarea
recaerá en las agencias internacionales de ayuda humanitaria?



Las reacciones entusiastas de los palestinos ante los resultados actuales de
Hamás no deberían sorprender a nadie. Al fin y al cabo, el todopoderoso
enemigo ha sido desenmascarado en toda su desnudez: un ejército sin
preparación, ocupado en proteger a los colonos que rezan en la localidad
cisjordana de Hawara [en marzo, los colonos atacaron esta aldea palestina,
un ataque calificado de pogromo], y a los judíos que se adueñan de las
fuentes de agua palestinas. Soldados y policías desconcertados [el 7 de
octubre], que se habían acostumbrado a pensar que luchar significaba
despertar a los niños de su sueño con las bayonetas caladas o invadir un
campo de refugiados en un jeep blindado. Los inventores de programas espía y
los agentes del Shin Bet, basándose en informes de sus colaboradores estaban
tan satisfechos de sus logros que dejaron de lado el factor humano, es
decir, la aspiración a la libertad que comparten todos los seres humanos.



«La mitad de los habitantes de Sderot están en Gaza, y la mitad de los
habitantes de Gaza están en Sderot», bromeaban los habitantes de Gaza
durante el Shabat, después de conocerse la cifra de israelíes hechos
prisioneros. Son bromas de los prisioneros condenados a cadena perpetua,
personas que sólo conocen los paisajes de Jiyya, Burayr, Hamama, Najd,
Dimra, Simsim y otros pueblos destruidos alrededor de lo que hoy es la
Franja de Gaza a través de los relatos de sus abuelos refugiados, donde
ahora se encuentran los kibutz atacados [por los combatientes de Hamás] y
las ciudades israelíes. Pero, ¿qué queda después de tanto júbilo y sensación
de victoria?



La respuesta automática de los israelíes, como en las ocasiones anteriores
en que su «vida normal» se ha visto algo sacudida, es que, si la muerte y la
destrucción no han conseguido hasta ahora su objetivo, la solución correcta
es aumentar los bombardeos aéreos contra los palestinos, la destrucción y la
venganza. Esta es la conclusión del gobierno y del ejército, pero también de
muchos israelíes. Al parecer, también es la conclusión a la que han llegado
los gobiernos occidentales, que se apresuraron a expresar su apoyo a Israel
mientras ignoraban su violencia y crueldad estructurales, y el contexto de
la continua desposesión de su tierra al pueblo palestino.



Artículo publicado en Haaretz, 10-10-2023
(https://www.haaretz.com/opinion/2023-10-10/ty-article/.premium/arriving-aga
in-at-the-cycle-of-vengeance/0000018b-15d7-d2fc-a59f-d5df4d810000)



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El fin de la doctrina Netanyahu



Meron Rapoport *



Los acontecimientos de los últimos días no tienen precedentes. La última vez
que unidades de combatientes judíos y palestinos -militares o paramilitares-
se enfrentaron en un frente tan amplio en Israel-Palestina fue en 1948. Por
supuesto, ha habido varios enfrentamientos a lo largo de los años en Gaza y
en ciudades de Cisjordania como Yenín; y las fuerzas israelíes y palestinas
se enfrentaron en Líbano en 1982. Pero no hay nada equivalente a la magnitud
de lo que ocurrió aquí desde el sábado por la mañana [7 de octubre], y
nunca, desde 1948, los combatientes palestinos habían atacado comunidades
judías a semejante escala.



No se trata de una simple anécdota histórica. Tiene un significado político
directo y concreto. Este ataque asesino e inhumano de Hamás se produjo
cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parecía a punto de
lograr su obra maestra: firmar la paz con el mundo árabe ignorando
totalmente a los palestinos. Este ataque les recordó a los israelíes y al
mundo, para bien o para mal, que los palestinos siguen ahí y que el
conflicto centenario los afecta a ellos, no a los emiratíes o a los saudíes.



En su discurso ante la Asamblea General de la ONU hace quince días [22 de
septiembre], Benjamín Netanyahu presentó un mapa del «nuevo Medio Oriente»,
en el que aparecía el Estado de Israel extendiéndose desde el río Jordán
hasta el mar Mediterráneo y construyendo un «corredor de paz y prosperidad»
con sus vecinos de toda la región, incluida Arabia Saudita. Este mapa no
mostraba un Estado palestino, ni siquiera la serie de pequeños enclaves que
la Autoridad Palestina controla en apariencia.



Desde que Netanyahu fue elegido primer ministro en 1996, ha tratado de
evitar cualquier negociación con los dirigentes palestinos, ha optado por
eludirlos y marginarlos. Israel no necesita la paz con los palestinos para
prosperar, ha afirmado Netanyahu en reiteradas ocasiones; su poder militar,
económico y político es suficiente sin ella. El hecho de que durante los
años de su mandato, especialmente entre 2009 y 2019, Israel haya disfrutado
de prosperidad económica y su estatus internacional haya mejorado es, en su
opinión, una prueba de que avanza por el buen camino.



Los acuerdos Abraham, firmados con Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, y
después con Sudán y Marruecos, refuerzan esta convicción. «Durante los
últimos 25 años, se nos ha dicho repetidamente que la paz con los demás
países árabes sólo llegaría una vez que hubiéramos resuelto el conflicto con
los palestinos», escribió Benjamín Netanyahu en un artículo publicado en
Haaretz (14 de octubre de 2022, edición hebrea) antes de las últimas
elecciones. «Contrariamente a la posición predominante», prosiguió, «creo
que el camino hacia la paz no pasa por Ramala [capital de la administración
de facto de la Autoridad Palestina], sino que la evita: en lugar de dejar
que la Palestina sacudiera al mundo árabe, yo sostenía que la paz debía
empezar por los países árabes, que aislarían a los palestinos obstinados.»
Un acuerdo de paz con Arabia Saudita debía ser el broche de oro de la «paz
por la paz» que Netanyahu llevaba años preparando.



Benjamín Netanyahu no inventó la política de separación entre Gaza y
Cisjordania, ni la utilización de Hamás como herramienta para debilitar a la
Organización para la Liberación de Palestina y sus ambiciones nacionales de
establecer un Estado palestino. El plan de «retirada» de Gaza elaborado en
2005 por Ariel Sharon, entonces primer ministro, se basaba en esta lógica. «
La totalidad del proyecto de un Estado palestino ya no está en el orden del
día por tiempo indefinido», declaró Dov Weissglas (5 de octubre de 2004),
asesor de Ariel Sharon, para explicar el objetivo político de la retirada en
aquel momento. «El plan proporciona la cantidad de formol necesaria para
garantizar que no haya un proceso político con los palestinos».



Netanyahu no sólo adoptó esta forma de pensamiento, sino que le añadió la
preservación del poder de Hamás en Gaza como herramienta para reforzar la
separación entre la Franja y Cisjordania. En 2018, por ejemplo, aceptó que
Qatar transfiriera millones de dólares al año para financiar el gobierno de
Hamás en Gaza, poniendo así en práctica las declaraciones realizadas el 7 de
octubre de 2015 por Bezalel Smotrich (entonces miembro marginal de la
Knesset, y ahora ministro de Finanzas y soberano de facto de Cisjordania) en
el sentido de que «la Autoridad Palestina es una carga y Hamás es una
ventaja». «Netanyahu quiere que Hamás permanezca en pie y está dispuesto a
pagar un precio casi inimaginable por ello: medio país paralizado, niños y
padres traumatizados, hogares bombardeados, personas muertas [salva de
cohetes neutralizada en un 90% por la Cúpula de Hierro]», escribió la actual
ministra israelí de Información, Galit Distel Atbaryan, el 5 de mayo de
2019, cuando aún no había entrado en política pero era conocida como una
influyente partidaria de Netanyahu. «Y Netanyahu, en una suerte de
moderación escandalosa y casi inimaginable, no está haciendo lo más fácil de
todo: conseguir que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) derriben la
organización».



«La cuestión es saber por qué», continúa Galit Distel Atbaryan, antes de
explicar: «Si Hamás se derrumba, Abu Mazen [Mahmud Abás, de la Autoridad
Palestina] podrá controlar la franja de Gaza. Si la controla, habrá voces de
izquierda que alienten las negociaciones y una solución política y un Estado
palestino, también en Judea y Samaria [Cisjordania]... Ésta es la verdadera
razón por la que Netanyahu no elimina al líder de Hamás, todo lo demás son
tonterías».



De hecho, el propio Benyamin Netanyahu lo había admitido unos meses antes de
los comentarios de Galit Distel Atbaryan, cuando dijo, en una reunión del
Likud, que «cualquiera que quiera impedir la creación de un Estado palestino
debe apoyar el fortalecimiento de Hamás. Esto forma parte de nuestra
estrategia, que consiste en aislar a los palestinos de Gaza de los
palestinos de Judea y Samaria» (véase el artículo de Gidi Weitz publicado
por Haaretz el 9 de octubre, y su párrafo titulado: «Hamas as partner»
(https://www.haaretz.com/israel-news/2023-10-09/ty-article/.premium/another-
concept-implodes-israel-cant-be-managed-by-a-criminal-defendant/0000018b-138
2-d2fc-a59f-d39b5dbf0000).



De hecho, el propio Benyamin Netanyahu lo había admitido unos meses antes de
los comentarios de Galit Distel Atbaryan, cuando dijo, en una reunión del
Likud, que «cualquiera que quiera impedir la creación de un Estado palestino
debe apoyar el fortalecimiento de Hamás. Esto forma parte de nuestra
estrategia, que consiste en aislar a los palestinos de Gaza de los
palestinos de Judea y Samaria».



El refuerzo de la barrera en torno a Gaza se ha convertido en otro aspecto
de la estrategia de Netanyahu. «La valla impedirá que los terroristas se
infiltren en nuestro territorio», explicó Netanyahu (Maariv, 3 de febrero de
2019) cuando anunció el inicio de las obras en 2019 para agregarle una
barrera subterránea que acabaría costando más de 3.000 millones de NIS [700
millones de euros]. Dos años más tarde, el periodista israelí Ron Ben-Yishai
escribió en Ynet (18 de junio de 2021) que el objetivo último de la barrera,
considerada como impenetrable para los terroristas, es «impedir una conexión
entre Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Judea y Samaria».



El sábado por la mañana, la referida barrera fue derribada, y con ella la
doctrina más extendida de Netanyahu -adoptada por los estadounidenses y
muchos Estados árabes- de que es posible hacer la paz en el Medio Oriente
sin los palestinos. Mientras cientos de combatientes cruzaban la frontera
sin ningún impedimento para ocupar puestos del ejército e infiltrarse en
decenas de comunidades israelíes situadas a una distancia de hasta casi 30
kilómetros, Hamás declaraba efectivamente, de la forma más clara, dolorosa y
mortífera posible que el verdadero conflicto que amenaza las vidas israelíes
es el conflicto con los palestinos, y que la idea de que los palestinos
pueden ser ignorados por Riad o Abu Dhabi, o que los dos millones de
palestinos encarcelados en Gaza desaparecerán si Israel construye una
barrera suficientemente sofisticada, es una ilusión que se está derrumbando
con un terrible costo humano.



Ésta no es necesariamente una buena respuesta. Es imposible no calificar las
acciones de Hamás de crímenes de guerra: la masacre de civiles, el asesinato
de familias enteras en sus hogares, el secuestro de civiles, incluidos
ancianos y niños, y el mantenerlos cautivos en Gaza - todos estos actos
violan las leyes de la guerra y, si la Corte Penal Internacional ejerce su
jurisdicción sobre Israel-Palestina, los responsables de los mismos tendrán
que ser procesados. En otras palabras, la «declaración» de facto de Hamás de
que el conflicto israelo-palestino sigue existiendo se hizo a costa de la
sangre de cientos de inocentes.



Tampoco es necesariamente una buena respuesta, porque parece que la
conclusión a la que llega actualmente Israel, al entender que el conflicto
se sitúa aquí en Israel-Palestina, no en Arabia Saudita, es «derrocar a
Hamás» o de «arrasar Gaza». El diputado del Likud Ariel Kallner (7 de
octubre) y el periodista de derecha Yinon Magal [que participó activamente
en el canal Mabat LaHadashot] representan probablemente a una parte
significativa de la opinión pública israelí -y ciertamente del gobierno-
cuando piden que la respuesta sea una nueva Nakba.



No obstante, dejando a un lado los juicios morales, el atentado de Hamás nos
devolvió a todos a la realidad, especialmente a los israelíes, al
recordarnos que el conflicto empezó aquí, en 1948, y que ningún remedio
mágico puede hacerlo desaparecer. Y puesto que Hamás, por muy fuerte y capaz
de sorprender que sea, no puede asesinar a 7 millones de judíos, y puesto
que Israel -creo yo- no es capaz de una nueva Nakba (ni siquiera de retomar
el control total de Gaza), es posible que del traumatismo de los últimos
días nazca la idea de que el conflicto debe resolverse sobre la base de la
libertad, la igualdad nacional y cívica, y el fin del bloqueo y la
ocupación.



Tras el traumatismo de la guerra de 1973 [conocida como la Guerra de Yom
Kippur], que muchos comparan con lo que está sucediendo hoy, los israelíes
comprendieron que la paz podía lograrse al precio de la retirada del
territorio egipcio que habían ocupado. La misma toma de consciencia podría
producirse tras el traumatismo de 2023.



* Meron Rapoport es editor del sitio en hebreo Local Call. Artículo
publicado el 9-10-2023: em https://www.mekomit.co.il/.

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