Brasil/ La guerra contra las drogas es una guerra contra las mujeres negras y pobres. [Luana Malheiro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 2 23:17:44 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

2 de septiembre 2023

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Brasil



Entrevista a Luana Malheiro



La guerra contra las drogas es una guerra contra las mujeres negras y pobres



La antropóloga brasileña Luana Malheiro acompaña e investiga desde hace 18
años la situación de las personas usuarias de sustancias. En su libro
Convertirse en mujer consumidora de crack: cultura y política de drogas,
realizó un trabajo exhaustivo en el que combinó la labor académica y el
activismo para conocer la realidad de mujeres y personas LGBTIQNB+ afro que
viven en situación de calle y consumen crack en Brasil. Logró que, por
primera vez, sus voces sean escuchadas y juntas crearon políticas públicas
destinadas a ese sector de la población que no solo es abandonado por el
Estado sino que, además, aparece ante ellas únicamente para criminalizarlas
y violentarlas.



Estefanía Santoro

Las 12, 1-9-2023

https://www.pagina12.com.ar/



Con la vuelta de Lula y el fin del bolsonarismo, la ciudadanía de Brasil
está retomando la participación en los procesos de creación de políticas
públicas. La sociedad civil fue destituida de esos espacios durante el
gobierno de Bolsonaro, quien hoy enfrenta un procesamiento por abuso de
poder y podría convertirse en el primer ex presidente en ser inhabilitado
políticamente por el Tribunal Superior Electoral de ese país.



En lo que respecta a la política de drogas les activistas continúan la lucha
por un cambio de paradigma que no criminalice a las personas afro y pobres.
La antropóloga Luana Malheiro, madre y usuaria de sustancias es una de las
grandes activistas e investigadoras que pudo demostrar que las causas del
consumo de sustancias están intrínsecamente relacionadas con el racismo y la
violencia institucional que viven las personas afro, pobres, en especial,
las mujeres y personas LGBTIQNB+ que, además, están atravesadas por el
sexismo y el machismo que se manifiesta en formas de violencia especialmente
crueles como los abusos sexuales intrafamiliares, la muerte temprana de sus
hijes por la guerra de drogas y la negación de la maternidad.



En 2010 Luana comenzó a investigar a un grupo de mujeres usuarias de crack
que se encontraban en situación de calle y que consumían desde hacía cinco a
siete años, para indagar en la trayectoria de ese consumo, las causas que
las llevaron a hacerlo y sus vidas personales. En esa investigación se
encontró también con mujeres que crearon estrategias colectivas para
cuidarse de las violencias de la calle y salir de la problemática del
consumo. Esa investigación le llevó tres años y se involucró de tal manera
que comenzó a acompañar a esas mujeres en sus trayectos urbanos de búsqueda
de derechos que les fueron negados durante años simplemente por ser usuarias
de crack.



Se encontró con un panorama mucho más duro de lo que imaginaba. Estas
mujeres no solo no podían acceder a derechos básicos sino que no eran
consideradas ciudadanas, no podían acceder a ningun servicio público de
protección, ni siquiera ir a una comisaría para denunciar un abuso sexual o
una situación de violencia de género porque allí solo eran vistas como
usuarias de crack y se las hacía responsables de todo lo que les sucedía
como consecuencia de ese consumo.



Lo que comenzó como un análisis de la situación personal de las mujeres
usuarias de crack se convirtió, además, en una investigación sobre la falta
de acceso a las políticas políticas públicas: "Cuando estaba haciendo la
investigación, los periódicos y medios de Brasil hablaban mucho del crack,
el gobierno brasileño contestó a un llamado de los medios de comunicación
que decían que el problema del racismo, de la pobreza y de la violencia
urbana en Brasil es una consecuencia del consumo de crack. Yo hice un
análisis de cómo la misma situación pasó también en Estados Unidos con la
llegada de la supuesta epidemia de cocaína fumada. Los gobiernos ponen
siempre la responsabilidad sobre las personas usuarias de sustancias. En el
libro hablo de las trayectorias de las mujeres y cómo empiezan con el
consumo problemático de crack en específico como una medicación para
sostener situaciones de violencia tremendas. Son mujeres que tuvieron la
experiencia de tener hijos asesinados por la policía, que fueron violadas
por agentes de seguridad pública y privada, que sufrieron un montón de
humillaciones de parte de estos trabajadores con un contenido de odio
racial, de racismo puro y también situaciones de mujeres que perdieron su
derecho a la maternidad en el hospital por consumo de sustancias. Esas
mujeres empiezan a hacer un consumo continuado de crack para olvidarse de
sus dolores."



Cómo sobrevivir frente a tanta violencia



Todas las historias que Luana acompañó tenían las mismas particularidades,
primero realizó entrevistas individuales y luego comenzó a formar espacios
grupales para que esas mujeres tuvieran la posibilidad de contar y poner en
común sus trayectorias de vida. En ese momento las mujeres se dieron cuenta
de que sus historias se repetían. Mujeres afro, pobres, con abandono
familiar, historias similares atravesadas por diversas formas de violencias.
"Entrevisté y acompañé a 20 mujeres, 18 de ellas estaban en la calle, fueron
violadas por padres, tíos, primos o familiares próximos. En el libro explico
que tendríamos que hablar de una epidemia de violación porque el trauma
pesa, los dolores pesan y las mujeres van a la calle saliendo de una
violencia familiar y estando en situación de calle tienen que pasar por un
montón de rituales que también son violentos", explica Malheiro.



Su investigación se convirtió en un libro titulado "Convertirse en mujer
consumidora de crack: cultura y política de drogas”, publicado en 2020 por
Editora Telha, es un trabajo donde por primera vez se escuchan las voces que
nunca fueron tenidas en cuenta. El título del libro remite a la frase de
Simone de Beauvoir “No se nace mujer, se llega a serlo”, para dar cuenta que
"no es posible que una mujer negra usuaria de crack sea considerada una
mujer para las políticas públicas, esa es la clave”, asegura y agrega: “Las
políticas para las mujeres en Brasil fueron hechas por y para mujeres
blancas, por ejemplo, la ley de protección a la mujer sólo garantiza la
protección a aquellas que tienen un domicilio, si no tienen donde vivir, las
políticas de protección no las alcanzan."



-¿Qué te inspiró a titular de esa forma tu libro?



–Me inspiró la historia de una de las mujeres que acompañé. Ella tenía una
relación abusiva con un varón y buscó la Comisaría de la Mujer. Fue para que
le den ayuda, protección, un refugio para ir con sus niñas y al llegar los
encargados la violentaron porque empezaron a indagar cosas sobre sí consumía
drogas y por qué estaba en la calle con niños pequeños. Ella imploraba
desesperada ir a algún lugar, no podía volver a la calle porque estaba
sufriendo amenazas y la persona encargada le contestó que había una casa de
protección a las mujeres pero que no fue hecha para mujeres como ella que
están en situación de calle y que tienen consumo de drogas. Lo que le
estaban diciendo era ‘hay una política, hay un dispositivo, hay un servicio
pero no para ti’. Luego ella preguntó '¿yo no soy una mujer, esto no es una
comisaría para las mujeres, no hay una política para la mujer?'. Creo que
más allá del abandono del Estado lo que cuento en el libro es cómo las
políticas sobre drogas son políticas que criminalizan a las mujeres y cómo
la criminalización es una barrera de acceso a un montón de otras políticas.
Eso fue muy fuerte en las entrevistas porque, ese proceso de criminalización
hace que las mujeres no tengan confianza en el Estado brasileño, si van a un
servicio y dicen que tienen un consumo problemático pueden ir encarceladas.
En Brasil tenemos una de las peores políticas de drogas de nuestro
continente porque seguimos criminalizando el porte para el consumo
individual.



-¿Cómo es esa política actualmente?



– En 2016 hubo una diferenciación de usuario y traficante que dio más
penalidades para traficantes y menos penalidades para usuarios. En Brasil el
resultado de esto en la política de drogas fue que todas las personas negras
aun sin porte de sustancia eran consideradas, tratadas como traficantes y
encarceladas y las personas blancas tenían esta protección de ser
consideradas usuarias y tener el acceso al servicio de salud. Esto habla de
cómo las políticas de drogas son vividas por esas mujeres que están en
situación de calle



-¿Por qué es importante una política de drogas que no criminalice a les
consumidores?



– Creo que la criminalización de las drogas crea un mercado paralelo y ese
mercado no tiene regulación del Estado, se convierte en un mercado muy
peligroso porque incluso hay grupos transnacionales que reglamentan esos
mercados. Cuando hablamos de países que tienen históricamente racismo,
desigualdad social y sexismo, la criminalización va a tener un impacto
desproporcionado para las poblaciones afro, indígenas, mujeres y
disidencias. Eso es lo que vivimos acá en Brasil, la criminalización es una
barrera de acceso a servicios de salud y derechos porque una vez que
ingresas a la cárcel es muy difícil salir y tener un trabajo. En la cárcel
vas a tener necesariamente una relación con el mercado de drogas, con los
narcos porque en Brasil los narcos tienen una presencia muy fuerte en todas
las cárceles. Una mujer que no tiene experiencia con el mercado ilícito de
drogas y cae presa tiene que ingresar en esa dinámica del mercado ilícito.
Yo trabajo mucho con mujeres que las llamamos sobrevivientes de cárceles. La
cárcel en sí produce daños psíquicos y si tenés un problema de adicciones en
la cárcel no vas a tener el tratamiento adecuado.



-¿La venta de drogas fue una salida económica para estas mujeres que
acompañaste?



– Sí, lo llamamos microtráfico y esa es la situación en toda Latinoamérica.
Las mujeres son cada vez más pobres sobre todo después de la pandemia y el
microtráfico es “democrático” en el sentido de que hay para todes y, en
específico, para las mujeres que yo entrevisté y que seguí acompañando, el
microtráfico fue la posibilidad real de sostener a sus familias, sus hijos
porque el mercado formal de trabajo no tiene posibilidad para esas mujeres
que no fueron a la universidad o no tienen una formación académica. En
Brasil hay más policías hombres que mujeres y a partir de eso los narcos
inventaron un mito que dice que las mujeres son menos interceptadas por la
policía. Así las mujeres están en un puesto de mayor vulnerabilidad porque
son las que están con la droga, hacen la venta en las calles y avisan a los
narcos que la policía está llegando. Son la primera línea, están expuestas
porque salen a vender. Los narcos para convencer a las mujeres dicen que es
más seguro que vendan ellas en lugar de los varones, pero eso no es verdad
porque la ley que dice que los policías varones sólo pueden interceptar
varones no se respeta acá, incluso son los policías varones los que acosan y
detienen a las mujeres. Brasil es tercer país del mundo que más mujeres
encarcela, entonces ahí estamos en una situación gravísima porque las
mujeres que están encarceladas por microtráfico son mujeres que nunca fueron
a prisión, no tiene antecedentes de organizaciones criminosas, ni de
prácticas ilícitas y su trayectoria de criminalización por el microtráfico
es por una situación puramente económica. Cuando esas mujeres salen de la
cárcel no tienen ninguna ayuda y vuelven a la calle a vender.



-¿Por qué es importante una política de drogas con reducción de daños?



– La reducción de daños para mí es una buena salida sobre todo porque acá en
Brasil tenemos una comprensión de la reducción de daños que va más allá de
las drogas y del consumo de sustancias. Comprendemos que la guerra de las
drogas y el racismo que genera esa guerra es un daño, entonces la reducción
de daños trabaja también con estos cambios políticos. Es un espacio para
hablar también del consumo seguro pero ese consumo seguro solo es posible en
una situación que no sea de guerra del Estado contra su población. Portugal
es un buen ejemplo de eso, hay plata destinada a eso, hay una red para
reducción de daños que comporta una diversidad de acuerdos para las personas
que quieren abstinencia, para las que quieren seguir consumiendo y para las
que quieren salir del consumo de pasta y consumir solo marihuana. La
reducción de daños para mí es una salida porque permite la escucha de las
personas usuarias y de sus deseos sin una mirada de punición. Esos que dicen
‘para comenzar un tratamiento conmigo no tenes que consumir nada’ es difícil
porque para una persona que tiene una adicción severa o un trastorno del
consumo, salir del consumo sin un seguimiento de un servicio de salud es muy
difícil de lograr. Creo que la reducción de daños desde una metodología más
humanizada funciona mejor y tiene más alcance que los servicios de
internación que trabajan con la mirada de la abstinencia como un primer
paso.



Una vida dedicada al activismo



Luana Malheiro es cofundadora de la Red Latinoamericana y Caribeña de
Personas que Usan Drogas (LANPUD) que tiene presencia en 17 países de
América Latina y El Caribe, su propósito es que las personas que usan drogas
disfruten de los mismos derechos y oportunidades que cualquier otra. Luana
fundó además la Red Nacional de Feministas Antiprohibicionistas de Brasil
(RENFA), una organización política, feminista, antirracista, suprapartidaria
y anticapitalista, creada para defender los derechos humanos y el
empoderamiento político de las mujeres y las personas trans. Está formada
por más de 300 mujeres y disidencias de todo el país y su objetivo es
transformar los modelos de control de los sistemas de opresión racistas,
patriarcales y capitalistas, especialmente en el ámbito de las políticas de
drogas.



- En una entrevista decis que “La investigación debe estar aliada con el
activismo” y creo que esa frase resume mucho el trabajo que realizaste en tu
libro pero ¿Qué significa para vos exactamente esa frase?



Es una crítica que hacía siempre con las investigaciones, esa cosa de llegar
al lugar, presenciar una situación de violación de derechos y solo hacer una
narrativa y listo, o los investigadores que sacan un libro o una tesis
enorme que no es comprensible para la población que estudiaron, creo que
tenemos que hacer una devolución en el proceso de la investigación y yo
intenté hacer un poco eso. Primero porque como activista de los derechos de
las mujeres para mí era imposible presenciar un escenario de violación de
derechos y no hacer nada. En un momento de mi investigación una chica que
estaba entrevistando y acompañando -que es nombrada Luanda en el libro- me
interpeló con una cuestión y me dijo: 'Yo tuve un aprendizaje que fue muy
violento en la calle, hoy sé protegerme y cómo tengo que portarme para no
ser violada, para que la policía no me pegue pero las chicas que están
llegando ahora no tiene esa información, tenemos que hacer un espacio
colectivo para conversar con esas mujeres sobre eso, un espacio seguro donde
sea posible conversar’. Yo empecé haciendo entrevistas en las calles que no
era un espacio amigable porque ahí estaban los varones y la policía, después
empezamos a hacer rondas de diálogos y mesas de debates con otros
movimientos de mujeres sobre la cuestión de la mujer en situación de calle y
usuarias de sustancias. Hicimos una vinculación con el Movimiento Nacional
de Población de Calle con María Lucía Pereira que fue la mujer que creó el
movimiento de población en situación de calle en Brasil y en América Latina.
Pedimos ayuda a ella para tratar algunos temas, sobre todo el de las
barreras de acceso a los servicios. Hicimos una reunión con las chicas que
yo estaba acompañando y con María Lucía. Conversamos mucho sobre cómo
ayudarlas y con mi saber de la universidad fui en busca de financiamiento.
En ese momento ya había formado la Red Nacional de Feministas
Antiprohibicionistas.



- ¿Qué tareas impulsan desde la Red Nacional de Feministas
Antiprohibicionistas?



Es una Red de Mujeres usuarias de sustancias que fue creada en 2016 con el
objetivo de auto organizarnos, Brasil no tenía organizaciones de ese tipo
que trabaje con las mujeres usuarias de sustancias y las sobrevivientes de
la guerra contra las drogas y ahí creamos esa organización que hoy ya está
en 18 departamentos de Brasil, somos más de 300 integrantes y tuvimos la
aprobación de un proyecto de formación política para dos departamentos del
país. Con el presupuesto que conseguimos para Bahía -donde yo vivo- nos
organizamos y sacamos a cuatro mujeres del mercado ilícito en un momento muy
duro para nosotras en el que una compañera había sido asesinada por la
policía. En ese momento estaba muy fuerte para nosotras la necesidad de
sacar a las chicas del mercado, de ese puesto de venta del microtráfico. Las
chicas que hacían microtráfico empezaron a trabajar con una articulación
política en territorio, invitaron a otras chicas a participar de un ciclo de
formación política donde dábamos un dinero para el transporte y la
alimentación e invitamos a mujeres que tenían un consumo más problemático de
sustancias. Fueron seis meses de proyecto y trabajamos con cuatro temas: la
guerra contra las drogas, el racismo, la reducción de riesgos y daños, para
crear estrategias de protección entre nosotras, y el último tema fue la
comunicación como estrategia de articulación política.



- ¿Quiénes integran la red?



Algunas son trabajadoras sexuales, otras sobreviviente de la cárcel, o que
están en cárcel ahora, mujeres que estuvieron en situación de calle, mujeres
que estaban en refugios y ya ya salieron y mujeres que tienen experiencias
con la violencia del Estado producto de la guerra contra las drogas, que
perdieron a su hijo en esa guerra. Las mujeres llegan a nuestra organización
con mucha culpa, dicen ‘fui violada por mi culpa porque soy una consumidora
de crack’ o ‘mi hijo fue asesinado porque yo hice algo mal’, frente a eso
nuestra principal tarea es la concientización y para mi eso es reducción de
daño. Hay un montón de gente que dice que el problema es de las personas
usuarias de drogas, pero eso no es verdad y en eso tienen mucha
responsabilidad los medios de comunicación por la forma en la que presentan
el problema de la droga y de las mujeres. Tenemos un ciclo de formación para
explicar porque no es verdad, ese movimiento de concientización es muy
importante. En mi libro hay una dura crítica a los medios de comunicación
que trabajaron con esa mirada de la responsabilización de las mujeres.



- ¿Qué significa el derecho a la maternidad de las mujeres que consumen
drogas?



En el libro acompañé un montón de situaciones de mujeres que perdieron el
derecho a la maternidad y que no pudieron ni siquiera amamantar a sus hijos
por consumo de sustancias. No hay evidencias científicas para decir que esta
costumbre va a pasar para el niño, no hay un daño severo en eso pero hay un
daño muy grande en la desvinculación de la mamá con su hijo, incluso para el
desarrollo cerebral del bebé. Cuando nacen directamente van a un refugio de
niños y ahí son adaptados, es una adopción que se hace cuando la mujer no
tiene documentación, las mujeres que están en situación de calle pierden su
documento frecuentemente, entonces es más fácil el proceso de adopción y eso
es ilegal pero lo hacen igual porque se trata de una mujer usuaria de
sustancias y se pueden violar sus derechos, incluso en Brasil hasta las
mujeres blancas y de clase media están pasando por eso. En una situación de
pelea entre parejas para la tenencia del hijo, el varón dice ‘esa es una
mujer que consume marihuana, no puede quedarse con mi hijo’ hemos visto
situaciones en las que los varones han ganado la tenencia, es una lucha muy
importante para nosotras. Invitamos a las mujeres a caminar con nosotras en
esta lucha e hicimos una campaña de comunicación por el derecho de las
mujeres usuarias de sustancias. Todos los ocho de marzo ponemos afiches por
toda la ciudad y esto para el feminismo, no fue fácil. El mayor logro para
nosotras es tener más movimientos feministas que hoy miren esta agenda,
miren esta situación del derecho a las diversidades de maternidad. La
pobreza y la vulnerabilidad no pueden ser factores determinantes para la
retirada de un derecho, que es el derecho a la maternidad.

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