Palestina/ Treinta años después de Oslo, acuerdos en beneficio de Israel. [Édouard Solulier]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Sep 13 23:23:17 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

13 de septiembre 2023

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Palestina



Treinta años después de Oslo, acuerdos en beneficio de Israel



Édouard Solulier

Viento Sur, 13-9-2023

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Traducción de Viento Sur



Los acuerdos del 13 de septiembre de 1993 firmados por el Estado de Israel y
el líder de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) pretendían
establecer una solución duradera al “conflicto” y permitir la creación de un
Estado palestino, reivindicación histórica del movimiento de liberación
nacional. En última instancia, los acuerdos previeron la transferencia
gradual de los territorios de Cisjordania bajo el control de una autoridad
palestina nuevamente creada.



Esta transferencia se realizaría mediante una distribución de los
territorios de Cisjordania en tres zonas: zonas A, B y C durante un período
de transición de cinco años. Esta división respaldaba una solicitud israelí
de gestión diferenciada de estas áreas. De hecho, los territorios de la zona
A (18% de la superficie total de los territorios) son esencialmente las
grandes ciudades palestinas (excepto Hebrón), donde se concentra la mayor
parte de la población, y están bajo control civil y militar palestino. La
zona B, aproximadamente una cuarta parte del territorio, incluye aldeas
palestinas y está bajo control civil palestino y militar israelí. El resto,
el 60% del territorio (Área C), es la única franja de tierra no fragmentada
y está enteramente bajo control israelí. Incluye los asentamientos israelíes
establecidos en Cisjordania, en Gaza (desmanteladas desde 2005) y en
Jerusalén-Este, que se encuentra bajo control militar israelí.



No hay autonomía real para palestinos y palestinas



Casi treinta años después, la situación en estas zonas temporales ha
cambiado poco mientras el número de asentamientos (en la zona C) se ha
disparado: casi 14.000 colonos se instalan en promedio cada año en los
territorios ocupados. Hay 460.000 colonos en 2021, frente a los 110.000 en
el momento de los Acuerdos de Oslo[1]. Estos nunca han sido un contrato
entre dos partes iguales. Es un acuerdo impuesto por un ocupante a otro con
poco peso en la negociación. Además, los textos eran vagos, ambiguos y
favorables a Israel. Por ejemplo, no preveían detener la colonización de
tierras que, no obstante, deberían ser devueltas a las y los palestinos. Por
lo tanto, Israel continuó desarrollando los asentamientos después de la
firma de los acuerdos[2].



Incluso si se hubieran cumplido según lo planeado, los Acuerdos de Oslo
creaban de hecho una Palestina con el 10% de su territorio histórico
dividido entre Gaza y Cisjordania con un “Estado” bajo tutela permanente sin
ninguna autonomía real para los y las palestinos. El pueblo palestino habría
seguido dividido entre los y las de Cisjordania, las y los de 1948 y por
supuesto los refugiados y refugiadas.



Reorganización del sistema de ocupación



Por tanto, el proceso de Oslo no habría permitido lograr la satisfacción de
los derechos nacionales de los palestinos y las palestinas. De hecho, la
dirección palestina se vio propuesta por el ocupante y estructuralmente
integrada en la arquitectura de la ocupación. Desde el principio, estos
acuerdos y este “proceso de paz” han servido de apoyo a una reorganización
del sistema de ocupación de los territorios palestinos, largamente
anticipada por parte de la clase dominante israelí.



“La arquitectura de Oslo permite en realidad a las autoridades israelíes
resolver la paradoja a la que se enfrentan desde la guerra de junio de 1967,
al final de la cual el Estado de Israel ocupó toda Palestina teóricamente
dividida en 1947-1948. […] Por lo tanto, el éxito militar crea una
dificultad política: Israel ahora alberga dentro de sí a los palestinos y
palestinas de Cisjordania y de Gaza, que se suman a los y las palestinos de
1948. La pretensión del Estado de Israel de ser simultáneamente un “Estado
judío” y por lo tanto, un “Estado democrático” está seriamente
amenazada”[3].



Es desde este ángulo como se debe entender la estrategia israelí y la
dinámica que está detrás de las “zonas”: renunciar a la soberanía sobre las
zonas palestinas más densamente pobladas y al mismo tiempo conservar el
control sobre el Valle del Jordán, las orillas del Mar Muerto y Jerusalén,
cuyos límites municipales se ampliarán. El trazado de los asentamientos, el
trazado de las carreteras reservadas a los colonos y la fragmentación de
Cisjordania son una aplicación concreta de esta orientación. Por lo tanto,
éste no es un compromiso histórico por parte de Israel. Los Acuerdos de Oslo
son una adaptación del proyecto sionista a las realidades sobre el terreno:
la Intifada de 1987 expuso a la luz pública la situación que enfrentaban los
palestinos y palestinas en los territorios ocupados, contribuyendo así a
deslegitimar el Estado de Israel y amenazando con desestabilizar el Medio
Oriente.



No aceptación del Estado palestino por parte de Israel



Los acuerdos que siguieron a la Declaración de Oslo dieron como resultado
los Acuerdos de París de abril de 1994, que definieron las relaciones
económicas entre áreas “bajo control” palestino y el Estado de Israel. De
hecho, la economía palestina está bajo control israelí: limitando las
importaciones, fijando el importe de los impuestos, etc. En 1995, los
Acuerdos de Taba, también llamados Oslo II, establecieron las condiciones
para la transferencia de las zonas ocupadas a los palestinos (zonas A y B)
bajo la condición última de que la nueva institución palestina garantice la
seguridad del ocupante, es decir, reprima la resistencia palestina a la
ocupación. Desde la Declaración de Oslo hasta hoy, las múltiples
“negociaciones” o planes de “paz” que siguieron –Camp David en 2000, el
Cuarteto en 2002, Annapolis en 2007- han chocado todos con la voluntad
israelí, con el pretexto securitario, de no aceptar la existencia de un
Estado palestino independiente sobre una parte de las tierras de la
Palestina histórica.



Además de coincidir con los puntos de vista del Estado israelí, Oslo ha
situado la colonización israelí de los palestinos en el marco de un
conflicto simétrico entre Estados antagónicos. El más mínimo acto de
violencia tiene su “simetría” de un lado sin medir la flagrante disparidad
de víctimas, destrucción, etc. Oslo ha permitido desarrollar una retórica de
existencia temporal permanente, porque la otra parte –las y los palestinos–
no participaban en el juego de acuerdos que les eran desfavorables. Se ha
utilizado el más mínimo pretexto para reprimir más duramente y colonizar aún
más en nombre del “proceso de paz”. Las limitaciones impuestas por Oslo a
Israel siempre han dependido de una situación que debía ser evaluada por el
propio Israel, en particular en lo que respecta a la seguridad.



Esta simetría del conflicto –inexistente desde el punto de vista de la
influencia política y militar– ha sido utilizada por Israel para
garantizarse una neutralidad benévola tanto política como mediática.



Israel, Estado de apartheid



Desde hace una decena años, ningún actor serio ha vuelto a hablar sobre el
proceso de paz ni ha presentado la hoja de ruta resultante de los Acuerdos
de Oslo. Desde este punto de vista, se trata más bien de una inversión
total: la comunidad internacional sigue alimentando la mascarada de la
simetría entre dos campos mientras el Estado de Israel se radicaliza cada
vez más.



En 2018, el Parlamento israelí aprobó una nueva ley fundamental, titulada
“Israel como Estado-nación del pueblo judío”, cuyo artículo 1 especifica:
“El ejercicio del derecho a la autodeterminación nacional en el Estado de
Israel está reservado al pueblo judío”, derecho por tanto negado a los
palestinos; otro artículo afirma que “el Estado considera el desarrollo de
los asentamientos judíos como un objetivo nacional y actuará con miras a
alentar y promover sus iniciativas y su fortalecimiento”, lo que significa
el derecho a confiscar tierras que pertenecen a los palestinos y palestinas.
Este texto viene sobre todo a normalizar una práctica que desde hace
decenios hace de Israel un Estado de apartheid. En 2021, la organización
israelí B’Tselem concluía en la existencia de “un régimen de supremacía
judía entre el río Jordán y el Mediterráneo”. Le seguirán dos importantes
organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales: Human Rights Watch
y Amnistía Internacional”[4].



Sin embargo, a pesar del apoyo de facto de Estados Unidos y Europa, la
imagen de Israel está cada vez más dañada: la feroz resistencia de los
palestinos y palestinas ha permitido que su situación siga debatiéndose a
nivel internacional y que se lleven a cabo acciones periódicas a nivel de
las Naciones Unidas y otros grupos de trabajo vinculados a la organización
de la ONU, a pesar del veto sistemático estadounidense.



A través de la campaña de solidaridad BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones)
impulsada por la sociedad civil palestina, la imagen de normalidad de Israel
está siendo socavada y, aunque sean pocas, las victorias simbólicas del
boicot y de la desinversión han dado sus frutos y han suscitado un debate
sobre la lucha de los palestinos y palestinas y la injusticia que
experimentan a diario en la Palestina ocupada. La fascistización de la
sociedad israelí y la resistencia que despierta en la sociedad civil israelí
no deben enmascarar el alcance de la colonización y el destino de los y las
palestinos bajo ocupación.



Treinta años después, las esperanzas suscitadas por los Acuerdos de Oslo se
han visto desmentidas. Muestran el camino de lo que no se debe hacer. No
puede haber un “proceso de paz” bajo ocupación y colonización.



(Publicado en:
https://lanticapitaliste.org/actualite/international/palestine-trente-ans-ap
res-oslo-des-accords-au-benefice-disrael)



Notas



[1] https://www.lemonde.fr/l

[2] https://blog.mondediplo

[3] https://lanticapitalista

[4] https://www.monde-diplom

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