Haití/ El mismo perro, con collar negro. Una nueva "misión internacional". [Daniel Gatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 29 10:32:48 UYT 2023


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Correspondencia de Prensa

29 de septiembre 2023

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Haití



Una nueva “misión internacional”



El mismo perro, con collar negro



Todo estaría listo para el próximo envío hacia Haití de otra fuerza de
intervención, esta vez con el objetivo de «combatir a las pandillas» que
controlan buena parte del territorio. Para hacerla más tragable, sería
comandada por los «hermanos africanos» de Kenia. Pero quienes la
controlarían serían los mismos de siempre.



Daniel Gatti

Brecha, 29-9-2023

https://brecha.com.uy/



La semana pasada el primer ministro de Haití, Ariel Henry, volvió a pedir al
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el envío inmediato de una fuerza
de seguridad internacional para «ayudar a la Policía Nacional de Haití (PNH)
a combatir a las pandillas armadas y restaurar la seguridad». El secretario
de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, lo respaldó de inmediato y lo
mismo hizo, un día después, el presidente Joe Biden. Un mes antes, y en
agosto, en julio y desde fines de 2022 el secretario general de la ONU,
António Guterres, había hablado de la «urgencia» de «ayudar a Haití» a
luchar contra las pandillas. Y también la Organización de Estados Americanos
(OEA). Y varios países europeos.



***



Es objetivo: las pandillas en cuestión (serían algo más de 200) controlan
más de la mitad del territorio nacional y cerca del 80 por ciento de la
capital, Puerto Príncipe. Y están matando como nunca antes: en el primer
semestre de este año, unas 2.400 personas fueron asesinadas por estas
bandas, bastante más del doble que en el mismo período del año pasado, y
otras 165 mil se vieron obligadas a abandonar sus casas, según datos de un
informe presentado por Guterres al Consejo de la ONU. Las pandillas, además,
secuestran, saquean, roban, violan, incendian, chantajean, atacan centros de
salud, lugares de trabajo, mercados.



Paralelamente, alrededor de 5,2 millones de personas (sobre una población de
11,5 millones), entre ellas 3 millones de niños, están en situación de
inseguridad alimentaria severa y necesitadas de asistencia para sobrevivir,
un dato que no es novedoso en el contexto haitiano desde hace varias
décadas, pero que ahora es evocado ostensiblemente, al igual que el de la
«delincuencia organizada», por el propio gobierno y por quienes promueven el
envío de una nueva misión militar. ¿Cómo oponerse a un reclamo de este tipo,
dicen, de tan claro sentido humanitario? ¿Cómo la «comunidad internacional»
podría ser tan insensible, tan insensata, como para no responder
positivamente al llamado del propio gobierno del país? «Era para ayer», dijo
Guterres en la ONU. «Vamos a concretarlo», prometió Blinken. «Tal vez lleve
algunos meses», pero que se hará se hará, agregó el secretario de Estado de
la superpotencia.



Al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Kenia, fiel aliado
de Estados Unidos en África, recordó la semana pasada que se podía contar
con ella para liderar una fuerza internacional de intervención en Haití.
Nairobi ya había mostrado su disponibilidad a fines de julio y lo había
reiterado unas semanas después. En la última semana de agosto, una
delegación oficial keniata estuvo en Puerto Príncipe para «estudiar las
necesidades de la PNH». Antes de reunirse con las autoridades haitianas, los
africanos fueron a la embajada estadounidense, y luego juntos, keniatas y
norteamericanos, marcharon a ver a representantes del gobierno de Henry.
Cuando abandonaron Haití y antes de regresar a su país, los keniatas pasaron
por la Casa Blanca. Y luego anunciaron que su idea de una intervención en
Haití era «total», la misma posición que defiende Estados Unidos. Hasta
entonces, Nairobi era favorable a un despliegue defensivo de tropas en
sitios estratégicos clave (como aeropuertos o puertos) para evitar que sean
tomados por las bandas armadas. Ahora se sumó a la idea de que la
intervención debe ser también «ofensiva». Henry saludó «la férrea voluntad
de colaboración demostrada por Kenia, un país hermano de África». Y Estados
Unidos se dijo dispuesto, si no a intervenir directamente, sí a financiar
plenamente la nueva misión militar, que estaría, de hecho, bajo su control,
aunque fueran de otros países los soldados que pusieran el cuerpo. Blinken
anunció ya una contribución de más de 165 millones de dólares, así como
apoyo logístico, incluido transporte aéreo y comunicaciones. Este martes 26
se supo (la lista la publicó el diario estadounidense Miami Herald) que la
fuerza de intervención, que se llamaría Misión Multinacional de Respaldo a
la Seguridad en Haití, contaría con participación de otros 11 países, además
de Kenia: Jamaica, Bahamas, Mongolia, Italia, España, Perú, Senegal, Belice,
Guatemala, Antigua y Barbuda y Surinam. Kenia la comandaría con unos 1.000
efectivos, y estaría al mando de la PNH, una literal tomadura de pelo
teniendo en cuenta la incapacidad de la policía local para comandar nada. Un
político dominicano, Narciso Isa Conde, escribió el martes en la publicación
digital Resumen Latinoamericano que también podría haber participación en la
misión de «tropas procedentes de la minoría negra estadounidense». De esa
nueva perversión, al menos todavía, no se ha hablado oficialmente.





***



El 6 de agosto más de 60 organizaciones sociales y personalidades haitianas
dirigieron una carta a «los jefes de Estado y de gobierno de los países
hermanos de África, en especial de la Unión Africana», en la que les pedían
que intercedieran ante Kenia para disuadirla de intervenir en el país
caribeño. «Estamos consternados al saber que Kenia, un país hermano, aceptó
ponerse al frente de una supuesta “fuerza multinacional” en Haití orquestada
por las potencias imperialistas», dice la carta, denunciando el proyecto de
una nueva misión «de ocupación estadounidense-onusiana, camuflada detrás de
un objetivo pretendidamente humanitario». En Estados Unidos, la Black
Alliance for Peace calificó esta nueva iniciativa como «acto del
imperialismo occidental bajo máscara negra», y, desde Francia, la Fundación
Frantz Fanon denunció «la instrumentalización de Estados africanos para
actuar en función de los intereses de los Estados imperialistas». En un
sentido similar, Frédéric Thomas, un politólogo especializado en Haití que
investiga para el Centro Tricontinental en Lovaina, Bélgica, destacó en un
artículo que tituló «Subtratar el imperialismo» (Mediapart, 8-IX-23) la
subordinación del gobierno keniata al estadounidense, equivalente a la
dependencia del Ejecutivo haitiano respecto de la misma potencia. «Las
instancias diplomáticas onusianas –apuntó– deben de ser los únicos lugares
de poder en el mundo que no se han dado cuenta todavía del papel
considerable –es un eufemismo– que juega Washington en Haití», así como de
sus lazos con un gobierno como el de Henry, «no electo por nadie, totalmente
impopular y rechazado por la mayor parte de la población», y carente, por lo
tanto, de toda legitimidad para pedir una intervención. ¿Es pertinente, se
pregunta Thomas, reclamar un nuevo envío de tropas «a un país que ya ha
conocido otras muchas misiones» de este tipo a lo largo de su historia que
han dejado detrás suyo un reguero de muertes, violaciones, miseria y no han
resuelto ni uno solo de los problemas del país? «¿Y cuál podría ser la
eficacia de tal intervención, a la cual se opone una franja importante de
las organizaciones haitianas y que reforzará a un gobierno vinculado a las
bandas armadas a las cuales pretende combatir?»



***



Porque el tema está precisamente allí: si las bandas armadas han llegado a
tal nivel de poder en Haití, si la institucionalidad política es tan débil,
si la pobreza alcanza a tanta gente y todo eso tiene lugar hace tanto
tiempo, incluidos largos períodos en que había una presencia militar
extranjera ostensible en Haití, nunca puede ser producto del azar o de no se
sabe qué incapacidad congénita de los haitianos para autogobernarse, decía
el año pasado a Brecha Henry Boisrolin («Donde el fuego arde», 16-IX-22),
coordinador del Comité Haití Democrático, una de las organizaciones
firmantes de la carta a los gobernantes africanos. «Es cierto que en Haití
la descomposición política y social está llegando a niveles extremos. Pero
esa degradación surge del riñón mismo del poder político y económico, y es
producto de las políticas concretas que se han llevado adelante desde que
Estados Unidos, con complicidad de la OEA, derrocó en 1990 al único gobierno
surgido de elecciones libres en la historia reciente de Haití, el de
Jean-Bertrand Aristide», afirmaba el dirigente, que hace largo tiempo está
exiliado en Argentina. Boisrolin dejaba en claro otro punto central, también
destacado por la mayor parte de las organizaciones sociales y los partidos
de izquierda haitianos o por analistas como Thomas: el de los vínculos de
las bandas armadas con el gobierno de Ariel Henry. «Son funcionales al poder
esas pandillas. De ahí vienen. […] Son una creación del propio Estado
neocolonial para amedrentar a la población y romper la espina dorsal del
movimiento popular», decía, y apuntaba algo que, según las organizaciones
sociales haitianas, se sigue dando aún hoy: el desconocimiento, en el
exterior, del alto nivel de resistencia en el territorio y el hecho de que
esa resistencia es blanco de ataques provenientes de dos frentes, el de la
Policía y el de las propias bandas.



El 3 de setiembre hubo en Puerto Príncipe un homenaje a decenas de personas
asesinadas por pandillas en diversas matanzas: en Carrefour-Feuilles
Rosemberg, en Tabarre, en Martissant, en Canaan. La mayoría cayó queriendo
desalojar a las bandas armadas de sus barrios. Algunas fueron asesinadas a
machetazos, otras, quemadas vivas, por lo general, a balazos. La PNH brilló
por su ausencia en todas esas masacres. «Tenemos un Estado que ha fracasado
en su misión. Un Estado servil y moribundo. Un Estado que elige masacrar a
su propio pueblo para permitir que los extranjeros vengan a mancillar el
suelo y saqueen nuestro subsuelo», dijo en ese acto el profesor Patrice
Célestin, secretario general del grupo Resistencia por Haití (EFE,
3-XI-123).



Las continuas masacres y la inacción de la Policía han llevado a que haya
habido, en reacción, una gran cantidad de acciones de «justicia por mano
propia» de parte de pobladores, fundamentalmente en los barrios populares,
donde vive la inmensa mayoría de los haitianos. Los casos de linchamientos y
de ejecuciones sumarias de integrantes de bandas armadas, en buena parte por
jóvenes armados de machetes y de fusiles, se han multiplicado: alrededor de
200 en unos pocos meses, según datos de la prensa local. A algunos les
cortaron la cabeza, a otros los quemaron.



La violencia de la reacción popular está dividiendo profundamente a la
izquierda, le dijo unos meses atrás Henry Boisrolin a Resumen
Latinoamericano (7-V-23), e identificó, en ese sector, a tres grandes
grupos: los que condenan de pique las ejecuciones partiendo de la base de
que una barbarie no justifica otra; los que ni la condenan ni la aprueban,
suponiendo que todo va a ir a peor, pero «sin ofrecer alternativa», y un
tercer conjunto, en el que él se ubicaría, para el cual la izquierda debe
«acompañar al movimiento popular de reacción» así como se da hoy, apuntando
a corregirle el rumbo, pero «insertándose» en él, y sabiendo que, sobre todo
en una situación de descomposición global como la haitiana, «este tipo de
movimientos puede ser aprovechado por cualquier sector de la sociedad». «En
cualquier lugar donde la injusticia es ley, la reacción popular, la rebelión
es justicia, es un derecho», piensa Boisrolin. «Claro que Haití hoy es
invivible, que todo el mundo se quiere ir, pero ninguna misión va a
solucionar nada. Hace 30 años que nos mandan misiones y han empeorado las
cosas; violaron, masacraron, nos pusieron el cólera, manipularon
elecciones.» Son parte del problema, no de la solución. ¿Una misión más,
ahora africanizada, ennegrecida? «Sinceramente, lo que pueda decir la
“comunidad internacional” a mí y a muchos haitianos nos tiene sin cuidado.»





***



Mientras Boisrolin y tal vez los otros signatarios de la carta abierta
apuestan a que de una unidad todavía imperceptible del movimiento popular
surja alguna alternativa, en Estados Unidos y en los corredores onusianos se
mueven para ajustar la «misión multinacional». Y entre bambalinas preparan
algún retoque político que haga algo menos imbebible para los haitianos la
nueva poción que intentarán administrarles para que todo siga, en el fondo,
más o menos igual.

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