[Jovenesfeministas] Ponencia 2: CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES
LA RED VA
laredva en repem.org.uy
Vie Jun 26 10:52:42 UYT 2009
Hola Amigas y Amigos,
hemos recibido algunos mensajes que nos informan
que no han recibido la segunda ponencia de Sandra
Mazo. Por tal motivo la volvemos a enviar en
español y portugues. Informarles tambien que
todos los documentos se encuentran en el
siguiente link: http://www.repem.org.uy/?q=taxonomy/term/110/9
Por favor revisen sus carpetas de spam que pueden estar quedando ahi.
Esperamos sus comentarios y reflexiones.
Saludos y disculpen las molestias ocasionadas,
Equipo REPEM
¿Existe un proyecto feminista para la transformación social?
Jóvenes, diversidades y proyecto feminista. Encuentros y desencuentros
III Seminario Virtual REPEM / jovfem <7> Segunda Ponencia ESP y PT
17 al 29 de junio de 2009
Ponencia 2: CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES JUVENILES, CULTURA Y RELIGIÓN
Por: Sandra Mazo
Católicas por el Derecho a Decidir - Colombia
“Algunos grupos piensan que somos muy jóvenes para saber.
Deberían saber que somos muy jóvenes para morir”.
Reunión de la Global Youth Partners,
New York, Septiembre 2003.
“Definitivamente no hay una sola manera de ser mujer,
de ser joven, de ser mujer joven, de ser mujeres jóvenes,
estamos atravesadas por diferentes características identitarias,
asumimos diversas sexualidades, rompemos mitos…
nosotras somos nuestro cuerpo, nuestro cuerpo no
es un ente separado de nosotras,
porque somos en tanto tenemos cuerpo que es nuestro primer territorio político
y de resistencia, en un constante cuestionar”.
Mirla Hernández,
Joven dominicana, integrante de la REDLAC
Ante la pregunta por las identidades juveniles en
el esfuerzo por consolidar un proyecto feminista
que contribuya al cambio social, es necesario
resaltar tres aspectos de especial interés, desde
los cuales se posibilita un espacio dialógico que
permite problematizar y dejar planteados aspectos
indispensables para esta apuesta, que en todo
caso, enfrenta múltiples obstáculos, pero que al
mismo tiempo, abre nuevas geografías en lo
político, lo social y lo cultural, en la
perspectiva de un proyecto feminista incluyente y transformador.
La primera reflexión, tiene como punto de partida
la pregunta por la identidad en general y una
búsqueda de sentido con las identidades juveniles
en particular, tratando de desentrañar los nudos
que dificultan la inserción política y social de
la juventud en los procesos de transformación.
Posteriormente, se abordarán algunas hipótesis
acerca de las dificultades culturales, políticas
y sociales para que existan diálogos de saberes,
intercambios de experiencias e iniciativas que
brinden posibilidades de reconocimiento real a
los procesos emprendidos por los y las jóvenes,
en aquellos espacios de movilización y
organización social. Para ello, cabe preguntarse
¿por qué aún existen tan complejas dificultades
para establecer el diálogo intergeneracional y
construir relaciones justas y equitativas en los
procesos de participación y representación?
Finalmente, conviene provocar un debate crítico y
reflexivo en torno a si la inclusión y
participación de jóvenes en los procesos
sociales, necesaria y automáticamente trae
consigo miradas alternativas y transformadoras, o
si por el contrario, también se asiste a la
consolidación de identidades juveniles permeadas
por visiones fundamentalistas, anacrónicas y
conservadoras, las que lejos de alentar procesos
de transformación, reproducen prácticas atávicas,
refuerzan las formas tradicionales del ejercicio
del poder y reproducen las relaciones de dominación del statu quo.
Así las cosas, en primer lugar, conviene afirmar
que “las identidades no son rígidas ni mucho
menos inmutables. Son los resultados siempre
transitorios y fugaces de procesos de
identificación. Incluso las identidades
aparentemente más sólidas, como la de mujer,
hombre… esconden negociaciones de sentido, juegos
de polisemia, choques de temporalidades en
constante proceso de transformación, responsables
en última instancia de la sucesión de
configuraciones hermenéuticas que de una época a
otra le dan cuerpo y vida a tales identidades.
Identidades son, pues, identificaciones en curso”
. En tal sentido, la pregunta por la identidad o
por las identidades resulta necesaria, pero sin
respuestas únicas ni mucho menos objetivas, ya
que este concepto varía según la intención de
quiénes lo formulan. En consecuencia, para el
caso que nos ocupa, las identidades se
reintepretan según las necesidades, los
intereses, los contextos, los sentidos y los
principios que regulan la reflexión, razón que
lleva aceptar que las identidades necesariamente
se definen en las relaciones que se construyen
entre la subjetividad y lo colectivo, entre los
aprendizajes adquiridos y la cultura, entre lo
aprendido y lo desaprendido, entre la tradición y
la trasgresión, entre lo nuevo y lo viejo, en
fin, es un proceso dialéctico que nos construye y
nos desconstruye permanentemente, reafirmando
nuestro ser individual y nuestro sentido de lo colectivo.
Lo expresado anteriormente, incita una noción
divergente de la identidad, toda vez que pensar
“un tipo de identidad juvenil”, es aceptar un
ejercicio que reproduce visiones lineales,
totalizantes, homogenizadoras y excluyentes, al
tiempo que anima la ambigüedad en la
configuración misma de las identidades, pues el
ser joven constituye una situación transitoria en
la vida, es una etapa en el proceso de desarrollo
de las personas, es una condición dinámica y
cambiante, que se encuentra permeada
simultáneamente por múltiples referencias
identitarias, cargadas de valores culturales,
políticos, sociales y hasta códigos biológicos de
gran significación y de variados sentidos en la reafirmación de la identidad.
Por ejemplo en el caso de las mujeres jóvenes,
cabe resaltar las palabras sugerentes de Marcela
Lagarde, en las cuales plantea que “no solamente
se puede hablar de mujeres jóvenes, sino que es
preciso identificar si son jóvenes proletarias,
si son jóvenes desempleadas, sin son jóvenes
madres, si son jóvenes en la plenitud de sus
capacidades corporales. Si son jóvenes que tienen
un sitio donde vivir o no lo tienen. Si son
jóvenes que viven en su país o emigraron de su
país; si son jóvenes que viven en la legalidad o
viven en la ilegalidad. Si además han estado
sometidas a formas particulares de violencia.
Todas estas características nos hacen a las
mujeres adultas y jóvenes, diferentes y semejantes entre nosotras”.
Con estas propuestas de caracterización de las
identidades, se quiere promover un enfoque más
holístico de lo que conlleva la noción de
identidad juvenil, la cual recobra sentido en la
medida que nos lleva a pensar en diversos ámbitos
para reflexionar sobre el papel de las personas
jóvenes en la transformación de la sociedad; es
evidente que en el mundo de hoy cada individuo
asume su identidad y sus compromisos sociales
motivados por diferentes causas, que pueden ser
étnicas, raciales, de género, lengua, religión,
opciones políticas, sexuales, etc., que además
llevan consigo fuertes cargas culturales e
ideológicas y hacen que cada opción confluya en
ejercicios de poder o en prácticas de resistencia
y transformación, mediatizadas por el tipo de
educación y de referentes con los que hemos sido in-formados(as).
Conviene entonces como movimientos sociales
alternativos y transformadores, estar más alerta
al devenir de los tiempos, ser consecuentes y
coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos,
valorar y resignificar más las relaciones
intergeneracionales y promover los cambios
generacionales necesarios, pues indudablemente la
juventud se enfrenta a grandes y peligrosos
paradigmas mediados por una sociedad de mercado y
de consumo, desde un proyecto de neoliberalismo
económico, ideológico, político, cultural,
social, etc., que incentiva una visión
individualista y fundamentalista del mundo; la
juventud hoy se enfrenta a los graves riesgos de
un mundo globalizador que promueve el pensamiento
único; Estados que a través del miedo pretenden
controlar las conciencias, los cuerpos, los deseos y las personas.
Aunado a estos riesgos tan evidentes y tan
centrados en atrapar a la juventud, se asiste al
auge desenfrenado de las religiones que por todos
los medios buscan restaurar la era del fanatismo
y los fundamentalismos, cautivando las
conciencias y los cuerpos, con el ánimo de
dominar la vida, la libertad y el pensamiento de
los y las jóvenes. Es como si en movimientos
recurrentes se quisiera forzar el péndulo de la
historia para volver a Estados confesionales, a
teocracias y al ejercicio del poder político por
delegación divina. Pero frente a esto hay una
idea superior por reivindicar, “la vigencia del
Estado Laico”, entendido como aquel que toma
radical distancia frente a las distintas
confesiones religiosas que existen en la
sociedad. El Estado Laico es exactamente la
antítesis, la antípoda del Estado Confesional y
en consecuencia, además de no tomar como oficial
ninguna religión, debe garantizar el derecho
fundamental a la libertad religiosa, ligado a la
libertad de conciencia. Así las cosas, un Estado
Laico no puede en absoluto, imponer normas,
valores o principios morales particulares, ligados a una religión determinada.
Es claro entonces que defender y reivindicar una
concepción de laicidad en las personas y en las
instituciones, es coincidente con la defensa de
la democracia real y radical y con la libertad,
la autonomía y la dignidad de las personas, pues
la soberanía y la autonomía es a los pueblos, lo
que la dignidad es a las personas. Por ello, la
imposición religiosa niega nuestros derechos y es
tan odiosa como la prohibición de ejercer nuestra
religiosidad, razón suficiente para pensar que
los diálogos entre e interculturales y la
realización del principio valor de la diversidad
étnica, cultural y religiosa, pueden ser un buen
camino hacia sociedades cualitativamente
superiores, en donde el respeto, el
reconocimiento y la participación en condiciones
de igualdad, realicen de mejor manera los derechos para todos y todas.
En consecuencia, es también el momento indicado
para cambiar las prácticas y concepciones
patriarcales dominantes y abrirle paso a reales
ejercicios de autodeterminación, participación y
reconocimiento, en los cuales y sin lugar a
dudas, las y los jóvenes deben cumplir un papel
dinamizador y trasformador de las condiciones de opresión.
En este orden de ideas, es prioritario que frente
a esta realidad adversa y dicotómica, las
mujeres, las feministas y en especial las mujeres
jóvenes, comencemos a desconstruir aquellas
identidades impuestas y construyamos identidades
múltiples que tienen color, sabor, olor, pasión,
cuerpo, deseos, nombres, opciones, territorios y
posibilidades; por ello, es hora de cambiar los
roles asignados por el patriarcado, pero también
los impuestos de manera tácita por relaciones de
poder desiguales entre las mismas mujeres. Si
bien se han logrado importantes avances en el
reconocimiento de nuestros derechos y se han
abierto espacios en lo público y lo político, aún
no se ha transformado estructuralmente los
modelos de ser mujeres, militantes, feministas, madres, amantes, hijas, amigas…
En esta búsqueda radical de las identidades,
donde la diferencia no sea un motivo de
desigualdad, estamos llamadas a construir nuestro
proyecto, el cual implica una nueva relación con
la naturaleza, con el conocimiento, con nuestra
historia, con nosotras mismas, pero también con
ellos, en un reencuentro permanente con los otros
y las otras y sobretodo, estamos llamadas a
dotarnos de nuevas formas de organización social,
en las que confluyen las identidades diversas, pero con búsquedas similares.
Finalmente, juzgo interesante esbozar un
interrogante que hace años me ronda, ya que en
este tránsito de joven a adulta ha surgido el
cuestionamiento acerca de si todo lo que proviene
de las y los jóvenes es nuevo, transformador,
creativo y dinámico; es decir, la palabra joven,
¿necesariamente es sinónimo de cambio? O, la
palabra joven, ¿necesariamente es sinónimo de
inexperiencia? En fin, estas dos preguntas pueden
ser quizás el comienzo de otro seminario, pero no
puedo irme sin decirles que estamos en un mundo
donde nada es lineal, donde el presente se
construye con la lucha, donde las organizaciones
sociales se componen de seres diversos y
múltiples, por lo que no estamos ni estaremos
siempre en estos procesos de transformación
social como jóvenes. En cambio, sí estamos y
estaremos siempre como mujeres, como indígenas,
como lesbianas, como campesinas, como
afrodescendientes, esto es, desde identidades más
profundas enraizadas en nuestro ser, grabadas en
nuestro cuerpo, escritas en nuestra piel,
enmarcadas en nuestra historia y narradas en el idioma de nuestra ternura.
---
Português
Ponencia 2: CONSTRUÇÃO DE IDENTIDADES JUVENIS, CULTURA E RELIGIÃO
Por: Sandra Mazo
Católicas pelo Direito a Decidir - Colômbia
“Alguns grupos pensam que somos muito jovens para saber.
Deveriam saber que somos muito jovens para morrer”.
Reunião da Global Youth Partners,
Nova York, Setembro de 2003.
“Definitivamente não há uma só maneira de ser mulher,
de ser jovem, de ser mulher jovem, de ser mulheres jovens,
estamos atravessadas por diferentes características identitárias,
assumimos diversas sexualidades, rompemos mitos…
nós somos nosso corpo, nosso corpo não é um ente separado de nós,
porque somos enquanto temos corpo que é nosso primeiro território político
e de resistência, em um constante questionar”.
Mirla Hernández,
Jovem dominicana, integrante da REDLAC
Ante a pergunta sobre as identidades juvenis, no
esforço por consolidar um projeto feminista que
contribua para a transformação social, é
necessário salientar três aspectos de especial
interesse, a partir dos quais se torna possível
um espaço dialógico que permite problematizar e
deixar formulados aspectos indispensáveis para
essa aposta que, em todo caso, enfrenta múltiplos
obstáculos, mas que ao mesmo tempo abre novos
espaços no aspecto político, social e cultural,
na perspectiva de um projeto feminista inclusivo e transformador.
A primeira reflexão tem como ponto de partida a
indagação sobre a identidade em geral e una busca
de sentido para as identidades juvenis em
particular, tratando de desemaranhar os nós que
dificultam a inserção política e social da
juventude nos processos de transformação.
Posteriormente, serão abordadas algumas hipóteses
acerca das dificuldades culturais, políticas e
sociais para a existência de diálogos de saberes,
intercâmbios de experiências e iniciativas que
brindem possibilidades de reconhecimento real aos
processos empreendidos por jovens, nos espaços de
mobilização e organização social. Para isso, cabe
perguntar: por que ainda existem dificuldades tão
complexas para estabelecer o diálogo entre
gerações e construir relações justas e
equitativas nos processos de participação e representação?
Finalmente, convém provocar um debate crítico e
reflexivo em torno à seguinte questão: a inclusão
e a participação de jovens nos processos sociais
trazem, necessária e automaticamente, olhares
alternativos, ou pelo contrário, também se
assiste à consolidação de identidades juvenis
permeadas por visões fundamentalistas,
anacrônicas e conservadoras que, longe de animar
processos de transformação, reproduzem práticas
atávicas, reforçam as formas tradicionais do
exercício do poder e reproduzem as relações de dominação do status quo.
Posto isso, em primeiro lugar convém afirmar que
“as identidades não são rígidas nem muito menos
imutáveis. São os resultados sempre transitórios
e fugazes de processos de identificação.
Inclusive as identidades aparentemente mais
sólidas, como a de mulher ou de homem... escondem
negociações de sentido, jogos de polissemia,
choques de temporalidades, em constante processo
de transformação, responsáveis, em última
instância, pela sucessão de configurações
hermenêuticas que de uma época a outra dão corpo
e vida a tais identidades. Identidades são, pois,
identificações em curso” . Em tal sentido, a
pergunta sobre a identidade e sobre as
identidades é necessária, mas não tem respostas
únicas e muito menos objetivas, já que esse
conceito varia segundo a intenção de quem o
formula. Por conseguinte, para o caso que nos
ocupa, as identidades são reinterpretadas segundo
as necessidades, os interesses, os contextos, os
sentidos e os princípios que regulam a reflexão,
razão que leva a aceitar que as identidades se
definem, necessariamente, nas relações que se
construam entre a subjetividade e o coletivo,
entre as aprendizagens adquiridas e a cultura,
entre o aprendido e o desaprendido, entre a
tradição e a transgressão, entre o novo e o
velho; enfim, é um processo dialético que nos
constrói e desconstrói permanentemente,
reafirmando nosso ser individual e nosso sentido do coletivo.
O dito anteriormente estimula uma noção
divergente da identidade, pois pensar “um tipo de
identidade juvenil” é aceitar um exercício que
reproduz visões lineares, totalizantes,
homogeneizantes e excludentes, ao mesmo tempo em
que anima a ambigüidade na própria configuração
das identidades, pois ser jovem constitui uma
situação transitória na vida, é uma etapa no
processo de desenvolvimento das pessoas, é uma
condição dinâmica e mutável que se encontra
permeada simultaneamente por múltiplas
referências identitárias carregadas de valores
culturais, políticos, sociais e até códigos
biológicos de grande significação e de variados
sentidos na reafirmação da identidade.
No caso das mulheres jovens, por exemplo, cabe
ressaltar as palavras sugestivas de Marcela
Lagarde, que sugere que “não se pode só falar de
mulheres jovens, mas é preciso identificar se são
jovens proletárias, se são jovens desempregadas,
se são jovens mães, se são jovens na plenitude de
suas capacidades corporais. Se são jovens que têm
um lugar para morar ou não o tem. Se são jovens
que vivem em seu país ou emigraram de seu país;
se são jovens que vivem na legalidade ou vivem na
ilegalidade. Se, além disso, foram submetidas a
formas particulares de violência. Todas estas
características nos tornam mulheres adultas e
jovens diferentes e semelhantes entre nós”.
Com estas propostas de caracterização das
identidades, o que se quer é promover um enfoque
mais holístico daquilo que compreende a noção de
identidade juvenil, a qual recobra sentido na
medida em que nos leva a pensar em diferentes
âmbitos para refletir sobre o papel das pessoas
jovens na transformação da sociedade; é evidente
que, no mundo de hoje, cada indivíduo assume sua
identidade e seus compromissos sociais motivado
por diferentes causas, que podem ser étnicas,
raciais, de gênero, língua, religião, opções
sexuais, etc., que além do mais carregam fortes
cargas culturais e ideológicas e fazem com que
cada opção conflua em exercícios de poder ou em
práticas de resistência e transformação
mediatizadas pelo tipo de educação e de
referências com os quais fomos in-formados (as).
Convém então, como movimentos sociais
alternativos e transformadores estarmos mais
alertas ao devir dos tempos, sermos conseqüentes
e coerentes entre o que dizemos e o que fazemos,
valorizar e re-significar mais as relações entre
gerações e promover as mudanças geracionais
necessárias, pois, indubitavelmente, a juventude
se enfrenta a grandes e perigosos paradigmas
mediados por uma sociedade de mercado e de
consumo, no marco de um projeto de neoliberalismo
econômico, ideológico, político, cultural,
social, etc., que incentiva uma visão
individualista e fundamentalista do mundo; a
juventude enfrenta hoje graves riscos de um mundo
globalizador que promove o pensamento único e
Estados que, através do medo, pretendem controlar
as consciências, os corpos, os desejos e as pessoas.
Junto a estes riscos tão evidentes e tão
centrados em capturar a juventude, assiste-se ao
auge desenfreado das religiões que por todos os
meios buscam instaurar a era do fanatismo e dos
fundamentalismos, cativando as consciências e os
corpos com o ânimo de dominar a vida, a liberdade
e o pensamento das e dos jovens. É como se em
movimentos recorrentes se quisesse forçar o
pêndulo da história para retornar a Estados
confessionais, a teocracias e ao exercício do
poder político por delegação divina. Mas, perante
isso há uma idéia superior de reivindicar “a
vigência do Estado Laico”, entendido como aquele
que se distancia radicalmente das diferentes
confissões religiosas que existem na sociedade. O
Estado Laico é exatamente a antítese, o antípoda
do Estado Confessional e como conseqüência, além
de não adotar qualquer religião como oficial deve
garantir o direito fundamental à liberdade
religiosa, ligado à liberdade de consciência.
Nesse caso, um Estado Laico não pode, em
absoluto, impor normas, valores ou princípios
morais particulares ligados a uma determinada religião.
É claro, então, que defender uma concepção de
laicidade nas pessoas e nas instituições coincide
com a defesa da democracia real e radical e com a
liberdade, a autonomia e a dignidade das pessoas,
pois a soberania e a autonomia significam para os
povos o que a dignidade significa para as
pessoas. Por isso, a imposição religiosa nega
nossos direitos e é tão odiosa como a proibição
de exercer nossa religiosidade, razão suficiente
para pensar que os diálogos entre e
interculturais e a realização do princípio valor
da diversidade étnica, cultural e religiosa podem
ser um bom caminho para chegar a sociedades
qualitativamente superiores, nas quais o
respeito, o reconhecimento e a participação em
condições de igualdade, realizem da melhor
maneira os direitos para todos e todas.
Como conseqüência, é também o momento indicado
para mudar as práticas e concepções patriarcais
dominantes e dar passagem a reais exercícios de
autodeterminação, participação e reconhecimento,
nos quais, e sem dúvida, a juventude deve cumprir
um papel dinamizador e transformador das condições de opressão.
Nesta ordem de idéias, é prioritário que, diante
desta realidade adversa e dicotômica, nós
mulheres, feministas, e especialmente mulheres
jovens, comecemos a desconstruir aquelas
identidades impostas e construamos identidades
múltiplas que têm cor, sabor, olor, paixão,
corpo, desejos, nomes, opções, territórios e
possibilidades; por isso, é hora de mudar os
papéis atribuídos pelo patriarcado, mas também
aqueles impostos de maneira tácita por relações
de poder desiguais entre as próprias mulheres.
Embora se tenham alcançado importantes avanços no
reconhecimento dos nossos direitos e tenham sido
abertos espaços no âmbito público e político,
ainda não foram transformados estruturalmente os
modelos de ser mulheres, militantes, feministas, mães, amantes, filhas, amigas…
Nesta busca radical das identidades, na qual a
diferença não seja um motivo de desigualdade,
somos chamadas a construir nosso projeto, o que
implica uma nova relação com a natureza, com o
conhecimento, com a nossa história, com nós
mesmas, mas também com eles, em um reencontro
permanente com os outros e as outras e,
sobretudo, somos chamadas a nos dotar de novas
formas de organização social, nas quais confluem
as identidades diversas, mas com buscas similares.
Finalmente, julgo interessante esboçar uma
questão que há anos me proponho, pois nesse
trajeto de jovem a adulta me surgiu o seguinte
questionamento: tudo o que provém de jovens é
novo, transformador, criativo e dinâmico? Ou
seja, a palavra jovem é necessariamente sinônimo
de mudança? Ou a palavra jovem é,
necessariamente, sinônimo de inexperiência?
Enfim, estas duas perguntas podem talvez ser o
começo de outro seminário, mas não posso ir
embora sem dizer-lhes que estamos em um mundo em
que nada é linear, onde o presente se constrói
com a luta, onde as organizações sociais se
compõem de seres diversos e múltiplos; e por isso
não estamos nem estaremos sempre nesses processos
de transformação social como jovens. Por outro
lado, estamos e estaremos sempre como mulheres,
como indígenas, como lesbianas, como camponesas,
como afro-descendentes, isto é, a partir de
identidades mais profundas, enraizadas em nosso
ser, gravadas em nosso corpo, escritas em nossa
pele, marcadas em nossa historia e narradas no idioma de nossa ternura.
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/jovenesfeministas/attachments/20090626/9014a6fb/attachment-0001.htm
Más información sobre la lista de distribución Jovenesfeministas