[Laredviene] Fwd: Profunda reflexión
Patricia Stella Jaramillo Guerra
psjaramillog en unal.edu.co
Mie Dic 7 12:34:14 UYST 2011
---------- Mensaje reenviado ----------
De: MartaElena Andrade-Perez <martaeandrade en yahoo.es>
Fecha: 7 de diciembre de 2011 09:20
Asunto: Profunda reflexión
Para: Andrade MartaElena <martaeandrade en yahoo.es>
*¿Por qué odiamos?*
*Por: Umberto Eco*
*En años recientes he escrito acerca de racismo, la construcción
psicológica del enemigo y la función política de expresar odio hacia el
“otro” o desprecio por el concepto de diversidad.*
Pensaba que ya había dicho todo lo que tenía que decir acerca del tema,
pero en una conversación reciente con mi amigo Thomas Stauder emergieron
nuevos puntos -o, al menos, nuevos para mí-. Esta fue una de esas
discusiones después de las cuales uno no puede recordar quién dijo esto o
quién dijo aquello, pero nuestras conclusiones coincidieron.****
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La gente tiende, con una tontería más bien presocrática, a ver el amor y el
odio como alternativas necesarias y simétricas entre sí. O sea, que si no
amamos algo debemos odiarlo, y viceversa. Obviamente, sin embargo, hay un
número infinito de matices entre ambos polos. Incluso si empleamos
metafísicamente los términos, el hecho de que yo ame las pizzas no quiere
decir que odie el sushi —simplemente, me gusta menos que la pizza—. El
hecho de que ame a alguien no significa que odie a todos los demás; lo
opuesto del amor fácilmente podría ser la indiferencia. Yo amo a mis hijos
y soy indiferente al conductor de taxi que me recogió hace un par de horas.*
***
** **
Pero el punto real es que algunos tipos de amor son aislantes, exclusivos.
Si estoy enamorado locamente de una mujer, espero que ella me ame a mí y no
a otros (al menos, no en la misma forma). En forma similar, una madre
siente un amor apasionado por sus hijos y desea que ellos la amen en una
forma especial, y nunca se sentiría obligada a amar a los hijos de otra
gente con la misma intensidad. El amor, entonces, en su propia forma es
egoísta, selectivo y posesivo.****
** **
Por supuesto, está el mandamiento que nos dice que “amemos” a nuestros
vecinos —a los 7 mil millones de ellos— como nos amamos a nosotros mismos.
En la práctica, no obstante, este mandamiento nos exhorta a no odiar a
nadie; no espera de nosotros que amemos a un desconocido en la misma forma
que amamos a nuestros padres o nietos.****
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Yo amo a mi nieto más que, digamos, a un cazador de focas a quien nunca he
conocido. Esto no quiere decir que no me importaría en absoluto si un
hombre al otro lado del mundo pereciera, pero siempre me sentiré más
conmovido por la muerte de mi abuela que por la de un extraño.****
** **
El odio, por otra parte, puede ser colectivo; de hecho, bajo regímenes
colectivos en particular, debe ser colectivo. Cuando yo era niño, el
Partido Fascista me pidió que odiara a todos los hijos de Albión, y, cada
noche, Mario Appelius recitaba por la radio su ritual “Que Dios maldiga a
los ingleses”. Eso es lo que dictadores y populistas desean —y también las
religiones, entre sus facciones fundamentalistas— porque el odio hacia un
enemigo común une a la gente y la hace arder con el mismo fuego.****
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El amor calienta el corazón sólo hacia unas cuantas personas selectas; el
odio calienta los corazones de todos los que están en tu bando, y puede
movilizar a un grupo a discriminar a millones de seres: una nación, un
grupo étnico, personas cuya piel tiene un color diferente al tuyo o gente
que habla un idioma diferente. Un italiano racista puede odiar a todos los
albanos o rumanos o gitanos. Umberto Bossi, líder del Partido de la Liga
del Norte en Italia, odia a todos los italianos del sur (y, dado que su
salario es pagado parcialmente con los impuestos de los sureños, se trata
de una obra maestra de malevolencia, al unir el odio con el placer de
añadir insulto a la herida). Cuando era primer ministro, Silvio Berlusconi
dejó en claro que odiaba a los jueces y pidió al pueblo que hiciera otro
tanto, y que también odiara a los comunistas, aunque eso pudiera significar
conjurar visiones de ellos donde ya no existían.****
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El odio, en consecuencia, no es individualista sino generoso e inclusivo,
acogiendo a muchedumbres con un solo aliento. Sólo en las novelas se nos
dice que es hermoso morir por amor; y usualmente el héroe más digno de ser
emulado es aquel que encuentra su fin al derrotar al villano —el odiado
enemigo—.****
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La historia de nuestra especie ha estado marcada más por el odio, las
guerras y las matanzas que por actos de amor, que son inherentemente menos
cómodos y también bastante fatigosos si se extienden más allá del círculo
inmediato de nuestro egoísmo. Nuestra atracción por los deleites del odio
es tan natural que los líderes manipuladores no tienen el menor problema
para cultivarlo; mientras tanto, en ocasiones parece que somos alentados a
amar sólo por personajes ficticios nada atractivos que tienen el hábito
desconcertante de besar a leprosos.****
** **
* Novelista y semiólogo italiano.****
© 2011 - Umberto Eco/L’Espresso****
--
*
Patricia Jaramillo G*
Directora
Departamento de Sociologìa
Facultad de Ciencias Humanas
Ciudad Universitaria - Edificio Orlando Fals Borda (205) oficina 230
Telefax (571) 3165634
depsociolog_bog en unal.edu.co, psjaramillog en unal.edu.co
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