Colombia: de Pastrana a Uribe, diez años de enfrentamientos con las Farc [Luis E Célis]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ago 18 09:15:25 GMT+3 2008


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correspondencia de prensa - boletín solidario  
Agenda Radical
Edición internacional del Colectivo Militante
18 de agosto 2008
Redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net


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Colombia

De Pastrana a Uribe. Diez años de enfrentamientos con las Farc

Luis E Célis *


Corporación Nuevo Arco Iris
http://www.nuevoarcoiris.org.co/


El 7 de agosto de 1998 se posesionó Andrés Pastrana con el mandato de lograr la paz con las Farc. Ese día anunció al país, que esa era su prioridad y lideraría de manera personal la construcción de un acuerdo de paz con una guerrilla que venía de su mejor campaña militar, con un conjunto de acciones contra la Fuerza Pública en el periodo del presidente Samper. 
 
Era tal la decisión de Pastrana en el tema de las conversaciones con las Farc, que se entrevistó con Manuel Marulanda Vélez ya como Presidente electo y accedió al despeje de cuarenta mil kilómetros cuadrados, sin mayor detalle de cómo hacer que fuera una zona para la construcción de un acuerdo de paz y no para utilizarla en apuestas militares y de acciones ilegales, como fue lo que ocurrió durante cuatro años. 
 
El proceso del Caguán, como se conoce este ejercicio de diálogos y ninguna negociación concreta, fue el gran intento de poner punto final al alzamiento armado y lograr la integración a la vida civil de las Farc, pero ninguna de la partes estaba madura para emprender esta colosal tarea. Nuevamente las lógicas y los comportamientos tanto de las Farc, como de los grupos de poder que intentó liderar el presidente Pastrana, echaron al traste con este ejercicio, que de haber sido exitoso, le hubiera ahorrado a la sociedad colombiana mucha sangre, billones de pesos y la profundización de unos odios que tardarán generaciones en superarse. Lo peor de esta fallida experiencia ha sido la postergación de muchos conflictos, que en lugar de resolverse se agravaron en medio del fragor de las balas, que en nada solucionaron y en mucho empeoraron la vida económica, social y política de Colombia. 
 
Las dificultades se anunciaron rápidamente. El primer impase fue la salida de los soldados del Batallón Cazadores en San Vicente del Caguán. La Fuerza Pública deseaba permanecer en este emblemático cuartel, que tanto había combatido a las Farc en el Caquetá y por supuesto la guerrilla se empeñó en su salida total, el pulso fue ganado por la Farc. La segunda dificultad se dio en la instalación del proceso, el 7 de enero de 1999, allí en solitario el presidente Pastrana sintió y sufrió la soberbia y prepotencia de las Farc. Manuel Marulanda Vélez no asistió a la cita con el presidente de la Republica, aduciendo problemas de seguridad, razón vana en medio del control de la Policía y fuerzas elites de las Farc, que tenían monitoreado centímetro a centímetro todo el casco de San Vicente y por supuesto de sus áreas rurales. 
 
Las Farc llegaron a la mesa del Caguán sobrevalorando su capacidad militar y sus posibilidades de crecer como ejercito y desarrollar una acción militar de mayor envergadura. La realidad es que esa sucesiva escalada de acciones militares: Patascoy, Las Delicias, Puerres, El Billar, La Carpa, Cerro Tokio, Mitú, Miraflores, La Uribe, siendo importantes no representaban un gran salto cualitativo en la confrontación militar, como para pensar en que iban ganando la guerra. Lo que logró las Farc con estas acciones fue una capacidad de concentrar y desconcentrar contingentes guerrilleros numerosos de entre trescientos y cuatrocientos combatientes. Visto a la distancia, esto no significó un extraordinario salto ni cualificación en su capacidad militar, como para inclinar estratégicamente la balanza de la confrontación. 
 
Por supuesto que las Farc lograron transmitir la sensación de una fuerza con iniciativa militar, y fue tanto que terminaron ellas mismas creyendo que iban camino a su soñado triunfo armado, para lo cual desplegarían su ofensiva final sobre Bogotá. Vana ilusión que las harían mantenerse en una estrategia de acumulación de fuerza militar, mientras desarrollaban la mesa de negociaciones. La gran tragedia de las Farc, y que quedó evidenciada en el Caguán, es mantener su estrategia de "dos carriles".Un primer carril de acumulación de fuerza militar para su proyecto de triunfo total sobre el estado colombiano, y un segundo carril de negociación con el establecimiento en donde no aspiran a nada inferior del 50 %; la mitad de una constituyente, la mitad de un gobierno de transición, la mitad de todo, deliraban y soñaban las Farc. 

Pero si por el lado de las Farc, los cálculos rayaban con la irresponsabilidad, por los lados del presidente Pastrana la improvisación, la falta de estrategia y de propuestas no era menor. Las Farc propuso la erradicación manual de toda la coca del municipio de Cartagena de Chaira, por su propia mano como proyecto piloto. Eran tres mil hectáreas de coca y mil familias involucradas, los costos ascendían a veinticinco millones de dólares y la respuesta fue no; que no era fácil, que era una apuesta arriesgada, que habían muchos temas técnicos y de sostenibilidad por resolver, todo esto cierto, pero era un camino concreto para comprometer a las Farc en la lucha antidrogas y en aportar a su resolución. 
 
Luego las Farc proponen un subsidio para dos millones de desempleados, setenta y cinco por ciento de un salario mínimo de la época, un poco más de ciento cincuenta dólares actuales, por dieciocho meses. Se consultó a expertos en economía, los técnicos del Ministerio de Hacienda realizaron simulacros frente a su viabilidad e impacto, muchas voces autorizadas coincidían en que era financieramente viable y podía tener unos logros regionales importantes, pero no. No era posible hacer tamaña concesión. Se interpretaba como lanzar en brazos de las Farc, a dos millones de pobres, raciocinio elemental y mezquino, y así fue transcurriendo una mesa donde las Farc pedían el oro y el moro, y el presidente Pastrana respondía con un sonoro, no. 
 
Las Farc por su prepotencia y malos cálculos políticos y militares, nunca intentó ganar un respaldo ciudadano para una buena negociación con contenidos importantes para el campo colombiano, superar el narcotráfico, abrir el sistema político, buenas causas donde hubiera encontrado aliados en la sociedad. Su lema pareció ser: preferimos ser temidos que respetados. La emprendió a punta de cilindro bomba contra doscientos pequeños caseríos y poblados entre los años 1999 y 2001, al punto de afectar de manera muy considerable a los gobernadores más cercanos a las causas de izquierda y de renovación de esos años: Floro Tunubala, en el Cauca; Guillermo Alfonso Jaramillo en el Tolima, y Parmenio Cuellar en Nariño. Con esta lógica de tensión del conflicto, fue alimentando el profundo rechazo social que hoy cosecha el presidente Uribe con sus altos índices de apoyo, y el mandato de la Colombia urbana y una parte de la rural de su derrota. 
 
En el Caguán se enterró el proyecto de poder de las Farc. Lo hicieron ellas mismas a pulso, con cada secuestrado o vehículo hurtado que llevaban a la zona, con cada escuela militar, con cada incorporación de personas sin ningún compromiso ni formación, con cada kilo de coca procesado para rearmarse y mejorar su logística. Todos estos pasos los acercaba con mayor rapidez a su debilitamiento. Las Farc asumieron el carril del poderío militar y se desentendieron del carril de la negociación. Lo que quedó demostrado es que conducir en simultánea por dos carriles es un imposible y se termina chocando. Eso es lo que han vivido las Farc en estos últimos diez años, ni negociación exitosa ni un proyecto militar en alza, todo lo contrario, se han debilitado como organización recibiendo los golpes más contundentes de toda su historia. No hubo negociación exitosa en su mejor momento con el presidente Pastrana y la posibilidad de un alza en su accionar militar esta totalmente descartada, para no hablar de la ficción de un triunfo militar. 
 
Ahora que el estado colombiano tiene la iniciativa militar y política en el enfrentamiento con las Farc, y existe un ánimo triunfalista en muchos sectores sociales y políticos es bueno vislumbrar cuales son los escenarios de futuro. ¿Se podrá derrotar totalmente a las Farc o llevarlas muy disminuidas a un armisticio? ¿Podrán las Farc recomponerse y resistir este embate político y militar? ¿Será posible un escenario de negociación o es una herejía pensar en ello? Estos son temas que están por resolverse y dependen del transcurrir de la confrontación, del debate político y sobre todo de la seriedad con que asumamos el tema más visible de la sociedad colombiana de las últimas tres décadas: una guerra regionalizada, que mucho nos ha costado en democracia y desarrollo. 
 

* Luís E. Celis, Coordinador, Programa Política Pública de Paz

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