Bolivia/ elecciones 2014: ¿post-indianismo? [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Oct 4 14:48:02 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 4 de octubre 2014

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A l’encontre – La Breche

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Bolivia

Elecciones 2014: ¿Post-indianismo?

Pablo Stefanoni

Nodal

http://www.nodal.am/

El próximo 12 de octubre casi seis millones de bolivianos, contabilizados en
el padrón biométrico en Bolivia y en el exterior, irán a las urnas para
elegir presidente, vicepresidente y un nuevo Parlamento. El estado de ánimo
de la oposición es resultado de una serie de encuestas que dan al binomio
Evo Morales-Álvaro García Linera una ventaja virtualmente irremontable: 54%
contra 14% de Samuel Doria Medina según el último sondeo difundido por El
Deber de Santa Cruz de la Sierra. De allí que el analista Roger Cortez haya
dicho en un debate televisivo que habría que considerar a estas elecciones
como unos comicios parlamentarios: con la elección presidencial “resuelta”,
lo que verdaderamente está en juego es si el oficialismo obtendrá o no los
dos tercios del Congreso –mayoría con la que cuenta en la actualidad–, que
es hacia donde se enfoca la campaña del MAS.

Adicionalmente hay otra meta en juego: ganar el hasta ahora díscolo
departamento de Santa Cruz, que hasta 2009 encabezó la oposición más
combativa contra el gobierno de Evo Morales. Hoy ese objetivo parece posible
y representaría un vuelco en la geopolítica interna del país. Para lograrlo,
el MAS viene estructurando varias alianzas, incluso con remanentes de viejos
partidos tradicionales, y con el alcalde “populista” de Santa Cruz, el
polémico Percy Fernández, que colocó a tres candidatos de su riñón en las
listas masistas. Con el masivo cierre de la campaña nacional a los pies del
Cristo Redentor de Santa Cruz, el oficialismo busca plantar bandera en el
mítico territorio en el que en 2008 decenas de miles de cruceños se
movilizaron por la autonomía y contra el gobierno central. Como explica el
senador y líder campesino Saúl Ávalos en un artículo del periodista Pablo
Ortiz, se trata de una ocupación territorial: el MAS comenzó ganando en las
periferias de migrantes de Santa Cruz de la Sierra –como el emblemático
barrio Plan 3000– y ahora busca conquistar el centro mismo de esta urbe (El
Deber, 30/10).

Con todo, esta “conquista” deberá ser ratificada en las urnas; no es tarea
fácil pero por primera vez las encuestas dan ganador a Evo en esta zona
agroindustrial de Bolivia. Para acercarse a esa “marea azul”, los colores
del MAS, el presidente boliviano prometió una gran cantidad de obras, desde
represas hasta ferrocarriles, e incluyendo la ampliación de la frontera
agropecuaria. La ecuación es clara: para derrotar a la elite política
cruceña, el MAS debió pactar con parte del empresariado y aceptar su “modelo
de acumulación”. Para el candidato a primer senador del Partido Demócrata
Cristiano, Pablo Banegas, es lógico que el MAS elija El Cristo: los que
hacían los cabildos autonomistas – “banqueros, empresarios, agropecuarios,
transportistas y canales de televisión”– ahora están con el oficialismo. Las
palabras del candidato derechista que apoya la candidatura del ex presidente
Jorge “Tuto” Quiroga, en el citado artículo de El Deber, no dejan de
trasmitir decepción y cierto resentimiento. “Antes no querían que Evo pisara
Santa Cruz, ahora los empresarios pujan por sentarse lo más cerca posible
del presidente cuando hay algún encuentro”, resume un empresario el vuelco
de situación. Nadie quiere perderse el boom económico que vive el país y la
región.

El contexto político boliviano se ha venido transformando. Si en 2005 la
acusación de la derecha contra Morales era que transformaría a Bolivia en
una nueva Cuba (o en el mejor de los casos una nueva Venezuela), hoy el
analista opositor Iván Arias puede acusar al MAS de propagar una suerte de
pragmatismo infinito, de ser un “Godzilla político que no mide principios ni
medios para lograr su fin” (Página 7, 29/9/2014).

Pero el escenario no sólo cambió en relación a Santa Cruz. Evo Morales leyó
el mensaje del censo de población de 2012. Ese censo evidenció una aparente
paradoja, potencialmente explosiva a nivel simbólico-político: si en 2001 el
62% de los bolivianos se autoidentificaron con algún pueblo indígena, bajo
el nuevo Estado plurinacional sólo lo hizo el 41%.

Hay muchas causas que pueden haber incidido en los resultados, entre ellas
un cambio en la pregunta que reemplazó “indígena originario” por “indígena
originario campesino”, tal como está en la nueva Constitución, precisamente
cuando Bolivia ya es un país mayoritariamente urbano. No menos importante es
que en 2001 la identidad indígena era cuestionadora del orden de cosas y hoy
es oficial, sin que la Bolivia urbana-mestiza se sienta a gusto con esa
“indianidad de Estado”.

Finalmente, en Bolivia, la mayoría es “un poco” indígena y “un poco”
mestiza, por lo que los desplazamientos en la geometría variable de la
identidad no resultan muy infrecuentes. Más aún en las poblaciones quechuas,
las mayoritarias. Estas carecen – como señalan Pablo Quisbert y Vincent
Nicolas en su reciente libro Pachakuti: el retorno de la nación (2014)– de
símbolos y héroes etno-nacionales como sí tienen los aymaras con Tupac
Katari o la bandera multicolor denominada wiphala. Lo quechua es más bien
una lengua que une a diversas “naciones” locales.

Evo se declaró sorprendido con los resultados censales pero dijo que es un
tema secundario y señaló que, de todos modos, como en los dados, “lo que se
ve se anota”. El vicepresidente Álvaro García Linera escribió luego un texto
sobre “Nación y mestizaje” para defender la plurinacionalidad. Pero Evo, que
sabe “anotar” en el cacho, un juego popular en Bolivia, también sabe cómo
hacer ajustes en sus campañas con olfato de experimentado sindicalista.

No parece casual que la campaña electoral que lo proyectará a un tercer
mandato para el periodo 2015-2019 –nunca antes un presidente boliviano
estuvo tanto tiempo en el sillón– haya abandonado algunos tópicos de la
etapa heroica y se asiente en la defensa de la estabilidad y el desarrollo
económico y, más aún, en un gran salto tecnológico. El último spot del MAS
resume, con estética informática, los planes de crear la Ciudadela del
Conocimiento en Cochabamba, a la cual, como Rafael Correa con Yachay en
Ecuador, se la compara con el Silicon Valley estadounidense
(ttps://www.youtube.com/watch?v=NNPHapdPJAM).

A ello se suma la promesa de becas para estudiantes en universidades como
Harvard, Stanford o Tokio, y el plan para construir hospitales de alta
tecnología en un país donde la salud es una asignatura pendiente. El
teleférico de transporte entre La Paz y El Alto es una de las últimas obras
estrella del gobierno junto al satélite Túpac Katari. “Un pueblo milenario
con tecnología de avanzada es invencible”, dice el spot, y no es difícil ver
las simpatías que los grandes saltos de países como Corea del Sur cosechan
en esta nación andina, donde, además sus cantantes de k-pop son cada vez más
populares.

Más allá de la discusión puntual sobre cada uno de estos proyectos, lo
cierto es que Bolivia vive una nueva etapa. La potencialidad del “gobierno
indígena” –como renovador de los valores tradicionales– parece haber dado
todo de sí y hoy Evo Morales ha captado que las reivindicaciones de las
nuevas generaciones tienen menos que ver con demandas de tipo
étnico-cultural. En parte porque se ha avanzado en una mayor igualdad, y en
parte porque Bolivia no escapa a la globalización de los consumos, los
imaginarios y las aspiraciones.

Quisbert y Nicolas observan que el Túpac Katari concebido por el conocido
pintor Gastón Ugalde poco antes de la llegada de Evo al poder y reproducida
por el nuevo Estado, ya no es el Katari mártir descuartizado, sino un
“Katari palaciego”, con aires presidenciales.

En ese sentido, el nacionalismo indígena –término que usamos para definir
los horizontes del “evismo” en 2006 con Hervé Do Alto– es sede de una
paradoja: posiblemente el Estado plurinacional sea el más nacionalista de la
historia. Pero más que una traición a una revolución indianista ideal,
estamos frente a profundos cambios societales que están redibujando a
Bolivia. Sin que sepamos aún cual será el bosquejo final. Quizás sea un
retrato post indianista, que capte los pliegues de las nuevas identidades
emergentes.

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