China/ por qué "Occupy Central" asusta tanto a Pekín [Eli Friedman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 21 10:17:41 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 21 de setiembre 2014

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A l’encontre – La Breche

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China

Por qué “Occupy Central” asusta tanto a Pekín

Eli Friedman

The Nation

http://www.thenation.com/

Traducción de Viento Sur

Tres años después de que el movimiento Occupy Wall Street ocupara las calles
del centro de Manhattan, la variante más vigorosa de este tipo de
movilización ya no se da en Nueva York, Oakland, Londres o Madrid, sino en
Hong Kong. Ahora, una nueva fase del movimiento “Occupy Central” está a
punto de desencadenar una oleada de ocupaciones del espacio público para
reivindicar más democracia en la ciudad.

Desde la restitución de Hong Kong al dominio chino en 1997, la política
oficial de “un país, dos sistemas” ha permitido a la ciudad seguir
funcionando con sus propias instituciones políticas y jurídicas. Aunque el
territorio jamás gozó de una democracia plena bajo dominación británica, el
gobierno de Pekín prometió a Hong Kong el sufragio universal tras la
restitución. Sin embargo, a finales del pasado mes de agosto, el Congreso
Nacional Popular hizo exactamente lo que temían muchos activistas defensores
de la democracia en Hong Kong, al estipular que los candidatos a la elección
del jefe del ejecutivo de la ciudad, previstas para 2017, deberán ser
aprobados previamente por un comité especial cuyos miembros, que forman
parte de la elite política y económica, son seleccionados en su mayoría
directamente por Pekín. En respuesta a esta decisión, Occupy Central se
dispone ahora a hacer realidad su amenaza de organizar sentadas masivas en
el distrito central de negocios de Hong Kong, en demanda de una democracia
real. Benny Tai, uno de los líderes del movimiento, ha proclamado una “era
de desobediencia civil” en Hong Kong.

En muchos aspectos, Occupy Central parece tener muy poco que ver con su
progenitor simbólico del otro lado del Pacífico. En efecto, el movimiento
reivindica una ampliación del tipo de sistema electoral que Occupy Wall
Street condenó por estar irremediablemente corrompido por el dinero y la
influencia de las grandes empresas. Los estudiante de Hong Kong cooperan
estrechamente con partidos políticos establecidos y el movimiento incluso
recibe el apoyo de algunos individuos del sector financiero. Sin embargo,
más allá de estas importantes diferencias, ambos fenómenos comparten una
cuestión común: la indignación ante el hecho de que nadie salvo los
superricos tengan voz en la política.

Mucho tiempo ensalzada por los conservadores en Occidente como bastión del
libre mercado y de la libre empresa, Hong Kong tenía en 2011 un coeficiente
Gini de 0,537 [en el Estado español era del 0,345] , con lo que tal vez era
la economía desarrollada con mayor desigualdad en el mundo. Hong Kong se
situó hace poco a la cabeza del “índice de capitalismo clientelista” de The
Economist. Al igual que sus compañeros de EE UU y Europa, los licenciados
universitarios de Hong Kong se enfrentan a un mercado de trabajo
desalentador. Si tienen la suerte de conseguir un empleo, ya pueden
prepararse para trabajar duramente durante largas horas e intentar rascar
dinero suficiente para comprar un pequeño apartamento en el segundo mercado
inmobiliario más caro del mundo. Un estudio reciente señala que a una
familia de clase media le cuesta en promedio 700 000 dólares estadounidenses
(USD) criar un hijo o una hija. Además, Hong Kong no cuenta con un sistema
universal de pensiones públicas de jubilación, condenando a los mayores a la
incertidumbre.

Los trabajadores no están mejor situados. Hong Kong no tenía salario mínimo
hasta 2010, cuando después de vencer la resistencia de las empresas se fijó
en míseros 3,60 USD por hora. Debido a los incansables esfuerzos de los
empresarios poderosos por bloquear la legislación propuesta, en la ciudad
sigue sin existir el derecho a la negociación colectiva. Los trabajadores y
trabajadoras inmigrantes de países como Filipinas e Indonesia están
sometidos a menudo a unas condiciones de trabajo brutales y al acoso físico
y sexual de sus jefes. Con un mercado de trabajo tan desregulado, el 20 % de
la población de esta potencia económica vive actualmente por debajo del
umbral de la pobreza.

No es extraño que las grandes empresas estén contentas con la situación y se
hayan alineado con Pekín. Yiu Kai Pang, presidente de la Cámara General de
Comercio de Hong Kong, ha saludado la decisión de Pekín afirmando que Occupy
Central “no solo afectará al orden social y la prosperidad económica de Hong
Kong, sino que minará también nuestra posición como centro internacional
financiero y de negocios”. El banco HSBC advirtió asimismo que el movimiento
podría afectar a la economía al degradar las perspectivas del mercado de
valores de la ciudad, advertencia que tuvo que retirar de inmediato ante la
indignación del público. El Partido Comunista de China (PCC) recibe el apoyo
entusiasta del mundo empresarial. En un sorprendente lapsus de sinceridad,
Wang Zhenmin, decano de la facultad de Derecho de la Universidad de Tsinghua
y asesor del gobierno central sobre asuntos de Hong Kong, ha declarado que
demasiada democracia podría ser una amenaza para los intereses de las elites
económicas y el sistema capitalista de Hong Kong, sugiriendo que había que
evitarlo a toda costa.

Occupy Central no es el primer movimiento de Hong Kong que se enfrenta a la
poderosa alianza de la gran empresa con el Estado. El año pasado, una huelga
de los trabajadores portuarios, que no habían visto subir sus salarios en 15
años, bloqueó uno de los puertos de más tráfico del mundo durante semanas.
Los huelguistas recibieron un amplio apoyo de la sociedad de Hong Kong,
doblemente indignada por el hecho de que la compañía que da empleo a los
trabajadores pertenece al hombre más rico de Asia, Li Ka-shing. Este mismo
año, un grupo de manifestantes asaltaron la sede del consejo legislativo en
un intento de bloquear la financiación de un plan de desarrollo propuesto
para los Nuevos Territorios del nordeste. Los pobladores que iban a ser
desplazados a causa del proyecto se unieron a los estudiantes para protestar
por lo que para muchos es otro ejemplo de cómo los promotores inmobiliarios
influyen en las decisiones gubernamentales.

Occupy Central ha surgido en parte de este sector descontento. Igual que en
el caso de Occupy Wall Street, los activistas de Hong Kong saben que
necesitarán más democracia política para lograr más democracia económica.
Puede que unas elecciones democráticas no basten para abordar todos los
problemas de Hong Kong, pero sin duda son indispensables. Por desgracia,
parece que el PCC no está dispuesto de ninguna manera a hacer concesiones en
el terreno político. La visión que tiene Pekín de Hong Kong es que ha de
seguir el mismo camino que otros Estados autoritarios hipercapitalistas como
Singapur, los Emiratos Árabes Unidos y Catar. Puesto que muchos de los
problemas de Hong Kong –creciente desigualdad, capitalismo corrupto, precios
astronómicos de la vivienda y un sistema político excluyente– también están
latentes al otro lado de la frontera, en China continental, no es difícil
adivinar la causa del profundo temor de Pekín. Si Occupy Central ya supone
un gran incordio, solo pensar en un “Occupy Tiananmen” causa tanto horror
que hay que impedirlo a toda costa.

Que comience la era de la desobediencia civil.

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