Uruguay/Fripur: testimonios de las trabajadoras que ocupan la fábrica [Eliana Gilet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 22 16:04:11 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 22 de agosto 2015

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A l’encontre – La Breche

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Uruguay

Cierre de Fripur

Las chicas de la línea 

A través del relato de distintas operarias, Brecha reconstruyó el ambiente
de la planta de Fripur que ocupan desde el martes, y el hostigamiento, que
no es novedad, pero vuelve a impactar al oírlo.

Eliana Gilet

Brecha, Montevideo, 21-8-2015

http://brecha.com.uy/

Verborrágicas, reconstruyen los pesares sufridos entre las paredes blancas
como los lomos del pescado que manosearon durante años. Hay una situación
catártica que les permite adueñarse de la planta en la que dejaron horas de
vida en la línea de producción. Las sensaciones mezclan el enojo declarado,
alguna lágrima, frustraciones tragadas a prepo, y mucho desencanto. También
hay movimiento, y muchas se quedan en la calle a la salida del último turno,
a las dos de la tarde. Suele terminar a las tres, pero ese martes trabajaron
“hasta sacar la producción” con la que la empresa prometió pagar un adelanto
de los adeudados jornales de agosto. También les deben tres años de
vacaciones. El miércoles les pagaron un adelanto y en ese acto comprobaron
que la plata estaba. La empresa no necesitaba realmente de esa última
jornada de producción.

Las chicas de la línea son la mayoría. Las hay altas y flacas que gritan por
las deudas, jovencitas que transaron 10 mil pesos menos por una liquidación.
Las hay de pelo recién lavado que cuentan lo que conversan con su pareja,
madres que amamantan en la calle mientras liberan el odio para que no pase
al crío: “Por mi parte, que cierre y le pongan una bomba”.

En la planta el trabajo se organizaba en torno a una cinta transportadora
donde cada trabajador hacía una tarea repetitiva. Se volcaban unos 45
pescados por minuto. El primer trabajador lo acomodaba en las tolvas para
que el filetero hiciera un par de cortes a los flancos del pescado. Esos dos
solían ser hombres. Luego pasaba al desprendido, “que es la parte peor,
porque es una línea con canillas y se trabaja mojado todo el día. Si el
desprendido no funciona, no funciona el resto de la línea. Y eso que los que
trabajaban en el desprendido, como en la plancha, que es una cinta que
desprende la piel, no tienen categoría”. Las mujeres explican que “la
categoría” es una sola y aumenta un poco el valor del jornal. Ese jornal era
de 96 pesos por hora. Las que no tienen categoría, así como los trabajadores
nuevos, cobraban menos, 77 pesos la hora. De todas maneras, hay trabajadoras
que llevan cinco o diez años en la empresa y no han accedido a la categoría,
una distinción discrecional.  “De la plancha en adelante estamos todas las
mujeres, que trabajamos a cuchillo. La que lo recibe, le saca las manchas,
lo limpia, hasta que llega a las moldeadoras. El balancero lo pesa, luego lo
empacan para que lo congelen, o vendan o le hagan el proceso que quieran.”

La mano de obra en el sector pesquero está feminizada hace décadas. “En 1984
las mujeres representaban el 75 por ciento de los 4.400 puestos efectivos
ocupados dentro de las plantas procesadoras”.(1) Fripur tenía en plantilla
960 empleados, pero esta cifra abarca también a los mercantes que trabajan
en sus barcos y a toda la plana gerencial, incluyendo a Máximo y Alberto
Fernández que, según los trabajadores, tenían un sueldo de 180 mil pesos
cada uno. Casi el 80 por ciento de las trabajadoras de planta son mujeres.
Su salario fluctuaba según los días trabajados y las horas que les
permitieran hacer en cada jornada: “No llegábamos a los 15 días de trabajo
al mes. Podías hacer cuatro u ocho horas, o si te pedían que hicieras extra,
trabajabas 12. Eso lo sabíamos al momento de llegar. Yo vivo a 26
quilómetros y gasto casi cien pesos en boletos. A veces venía a trabajar
cuatro horas, pagando a alguien que se quedara con mis hijos. Sacá la
cuenta…”.

Las 14 líneas de producción no se usaban desde hacía un buen tiempo. Cuentan
las trabajadoras que en el último año apenas funcionaban entre dos y cuatro.
“Últimamente había tres encargadas y un capataz de toda la planta. Las
encargadas tenían libertad para sancionar. Por más que le reclamaras, él no
pasaba sobre la encargada, aunque vos tuvieras razón. Ese es el tema, la
sanción te la ibas a comer igual. Te estaban exigiendo una cosa que no
podías hacer y querían que te saliera perfecto. Todo dependía del humor de
la encargada y de la cara del cliente.”

Lo que brota de todos y cada uno de los relatos es el destrato y la presión
psicológica que ejercían los mandos medios. ¿Creen que eso era una directiva
de la empresa? “Sí, se ve que el jefe les daba un librito y se memorizaban
las palabras, porque siempre era el mismo canto: que no servís para nada,
que dónde te van a dar trabajo, que el trabajo lo viniste a pedir vos. Algo
que nos decían siempre era: te voy a ver del otro lado de la calle y vas a
vivir comiendo arroz blanco.” Otra de las chicas completa el relato: “Desde
la empresa siempre le dieron para atrás al sindicato, decían que no servía
para nada. Me llegaron a decir: “la cuota que a vos te descuentan, van y se
la gastan en vino, ¿qué te pensás?”.

No es nuevo lo que cuentan pero impacta cada vez. En 2012 el Ministerio de
Trabajo condenó a Fripur a pagar una multa de 80 mil dólares por persecución
sindical y por vulnerar los derechos de los trabajadores (Brecha,
24-VIII-12). Fue por la misma época que los inspectores del ministerio
descubrían la situación de varias mujeres bolivianas que trabajaban de forma
ilegal en la casa de Javier Fernández, hijo de uno de los dueños de Fripur.

Debacle y chanchadas

Hace tres años la pesquera eliminó el turno de la tarde y concentró su
producción en la mañana. Desde entonces se olfateaban problemas. Pero lo
peor fue el último año. No había jabón, ni alcohol en gel, ni papel
higiénico. “La situación siempre fue la misma, siempre nos ocultaron que las
cosas estaban mal. Nos decían que había compradores, que había pedidos, que
era una falsa alarma del sindicato. Hasta que llegó el día.”

Las fallas siempre estaban en el mismo lado: “Te querían meter que por una
espina perdían clientes. Ellos perdieron clientes por las chanchadas que se
mandaban. Recuerdo que una vez descongelaron toda una cámara y nos hacían
poner todo lo amarillo del pescado en el medio y después taparlo por fuera
con pescado fresco”.

Pero el punto que más discuten es el de las mejoras a la planta. Improvisan
una recorrida por las duchas y los vestuarios nuevos, en los que pueden
verse baños clausurados y espesas manchas de humedad. “La plata la
invirtieron en otro lado. Si llovía, salías del vestuario mojado. Incluso en
el lugar de trabajo, ¿cuántas veces cayó agua en la línea?”

¿Qué fue para ustedes lo que ocasionó esta situación? “¡Máximo se quedó con
la plata!”, responde un par a coro. “El hombre jugó con nosotros todos estos
años, no le importó nada y se guardó la plata en el bolsillo. Tiene 40
molinos de viento en San José, tiene la chacra, tiene una fábrica de bolsas
en el Paso de la Arena. Estamos hablando de la persona que tiene más plata
del Uruguay…” Las chicas cuentan que una vez que empezaron los problemas de
dinero, ni a los Fernández ni a sus hijos se los volvió a ver por allí. “En
conclusión, decís, aguantaste todos estos años, ¿y con qué te pagan? El tipo
no da la cara.” Pero la pregunta que se hacen todas es  cómo puede por un
lado deberle tanto a la Ute y por otro proveerla de energía? También se
responden: “Máximo Fernández siempre ha estado al lado de los gobiernos”.

En el relato cotidiano surge otro detalle del manejo de esta familia de
empresarios, bien propios de un conjunto económico: “Me llevaron a limpiar
la casa de Máximo en Punta Carretas, también me mandaron a limpiar los
barcos de la empresa. Y sabemos de algunos compañeros de mantenimiento,
electricistas, que los llevaron a trabajar a sus otras propiedades”.

Desde hoy. Jimena Peralta es delegada de la planta en el comité de base del
Sindicato del Mar (Suntma). Siempre trabajó en la línea y le tocó
experimentar el traslado constante: “Algunas compañeras nos dijeron que
teníamos razón, que si no hubiese un sindicato ahí adentro no se hubieran
enterado de nada”. Las movidas sindicales empezaron a hacerse más frecuentes
hace tres años. Hace uno pararon la planta por completo, y la semana pasada,
ya con el cierre en el horizonte, cortaron calles, fueron al Parlamento, a
la casa de Máximo Fernández, e incluso hasta la puerta de Canal 4. Hay un
relato que se repite: “Frente a Canal 4 nos hicieron una nota con la cámara
apagada y nunca salió.

Sabemos que los Fernández son amigos de los dueños del 4”. Jimena habla con
calma y cuenta que han hecho limpieza durante la ocupación porque la planta
es su garantía. La autogestión, increíblemente, fue propuesta por los
Fernández en uno de sus primeros acercamientos al gobierno durante este año.
Dejarles una fábrica llena de deudas para que gestionen. “Eso está
descartado totalmente. Hay que tener un capital grande para mantener la
empresa en movimiento, por más que sea una empresa viable y tenga una
cartera de clientes.”

Pasado el mediodía del jueves, las que velaban la fábrica y cocinaban guisos
y pasteles para sostener la ocupación tomaron la calle Tajes. Al frente, las
chicas de la línea desplegaron la pancarta que en letras de colores insistía
en el punto fuerte de su denuncia: la plata que se le otorgó a los Fernández
no se destinó a realizar mejoras en la planta. Sonreían al reconocerse en
las calles las chicas de la línea, que durante un par de días se pasearon
con libertad por la planta de paredes blancas como el pescado que manosearon
durante años. Y en esa acción, se fueron limpiando de la opresión que les
hizo bajar la cabeza y que ya no se las baja más.

Nota  

1) Referencia extraída de Un mar de mujeres. Trabajadoras en la industria de
la pesca, de Luz López, Beatriz Lovesio, Clara Murguialday y Carmen Varela,
Gremcu, Trilce, 1992.

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