Palestina/ violencia sexual y colonialismo israelí [Jadaliyya]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ene 14 10:04:35 UYST 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 14 de enero 2015

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

www.alencontre.org <http://www.alencontre.org/> 

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Palestina

Violencia sexual y colonialismo israelí 

Nadera Shalhoub-Kevorkian, Sarah Ihmoud y Suhad Dahir-Nashif

Jadaliyya 

http://www.jadaliyya.com/

Viento Sur 

http://www.vientosur.info/

“No solo invadieron nuestra casa, se apropiaron de nuestro espacio y nos
desahuciaron, sino que a mí incluso me detuvieron y me llevaron a la
maskubya, la comisaría de policía. Me encerraron en la habitación número
cuatro, sola, durante mucho tiempo. Después entró un hombre grande y alto,
un agente de policía, en el cuarto de interrogatorios. Yo estaba sola y me
puse a temblar de miedo cuando él cerró la puerta, comenzó a mover objetos
de un lado para otro y me examinó de pies a cabeza. Yo estaba aterrorizada,
el corazón me latía desbocado. Sus ojos penetraron mi cuerpo mientras él
abría los cajones en busca de algo. Entonces salió de la habitación y volvió
cinco minutos después con una caja en las manos, de la que extrajo un par de
guantes de plástico azules y se los puso, mientras me miraba y me dijo: ‘Ven
aquí…’ He de decir que yo estaba aterrorizada cuando invadieron nuestra casa
y nos expulsaron. Estaba sumamente preocupada cuando detuvieron a mi hijo.
Pero mi temor de ‘sabes qué’… que abusen de ti… que te violen esas grandes
manos azules y más... fueron los momentos más terribles de mi vida/1.”

Estas fueron las palabras de Sama, una mujer palestina de 36 años de edad
que perdió el espacio familiar y físico de su hogar para experimentar nuevos
horrores con la amenaza de abuso sexual. El testimonio de Sama no es
infrecuente, ya que las mujeres colonizadas que viven en condiciones de
privación y desposesión absolutas son objeto de agresiones diarias contra su
sexualidad y sus derechos sobre el propio cuerpo. La violencia sexual es un
elemento central de la estructura más amplia del poder colonial, su aparato
de dominación racial y su lógica de eliminación. Esto salta a la vista en la
historia de los contextos coloniales, donde la maquinaria de violencia se
dirige explícitamente contra la sexualidad de las mujeres y la seguridad de
sus cuerpos como “enemigas interiores” biológicas, ya que son las
productoras de la siguiente generación.

El colonialismo –como “estructura, no como acontecimiento”– actúa con una
“lógica de eliminación” que trata de borrar la presencia indígena en un
territorio determinado (el “elemento irreductible” del colonialismo). Es un
colonialismo que “destruye con el fin de reemplazar”. La invasión de tierras
indígenas busca eliminar permanentemente la presencia indígena sobre el
terreno a fin de sustituirla por la nueva sociedad y la gobernanza de los
colonos. En medios académicos se ha señalado que la lógica de eliminación
del colonialismo puede culminar en el genocidio de los indígenas. En sus
manifestaciones europeas, tanto el colonialismo como el genocidio han
“empleado la gramática organizadora de la raza”.

Desde que se concibió, el Estado judío se insertó en una lógica colonial de
tipo racial. Esta lógica convierte al palestino en un “otro” peligroso por
oposición al sujeto blanco/judío y su polis. Como han observado numerosos
autores, esta configuración racial se articula a través de la ideología
orientalista de los primeros pensadores sionistas, que declararon al pueblo
judío portador de la civilización europea frente a una región y una
población culturalmente retrógradas. Tal proyecto “modernizador” o misión
“civilizatoria” se nutría de un imaginario sionista de una mano de obra
exclusivamente judía que cultivaría una tierra vacía y baldía, “haciendo
florecer el desierto”. La dirección sionista temprana trató de actualizar el
mito fundacional sionista de la “tierra sin gente para gente sin tierra”
mediante la limpieza étnica sistemática de los palestinos indígenas en 1948.
La entidad sionista sigue desahuciando hoy a los palestinos nativos. Las
masacres en Gaza de julio y agosto de 2014 y la política represiva del “puño
de hierro” contra los habitantes palestinos de Jerusalén en las fechas en
que escribimos este artículo son modalidades contemporáneas de la expulsión
colonial de la población nativa palestina.

Sostenemos que las agresiones contra los cuerpos y la sexualidad de las
mujeres es consustancial a la lógica de eliminación del proyecto colonial
israelí. La violación y otras formas de violencia sexual contra mujeres
palestinas han sido siempre un elemento constitutivo de los intentos del
Estado colonial de eliminar y expulsar a los palestinos indígenas de sus
tierras. Además de la violación y otras formas de violencia sexual, la
lógica racial refuerza el imaginario y el proyecto de conquista y
explotación de la tierra palestina, transformándola en la polis judía. Por
consiguiente, nuestro comentario sobre la violencia sexual no sólo tiene que
ver con las prácticas y políticas sexuales del Estado sionista, sino también
con la naturaleza de la propia violencia colonial israelí.

Como feministas palestinas afirmamos que el imaginario del movimiento
sionista de conquistar y colonizar el cuerpo palestino es indisociable del
proyecto de conquistar y colonizar la tierra palestina y de eliminar la
presencia indígena. En este sentido nos basamos en la tesis de la académica
nativa estadounidense Andrea Smith de que la lógica de la violencia sexual
colonial “fundamenta la ideología de que los cuerpos indígenas son
intrínsecamente violables y, por extensión, de que las tierras indígenas
también son intrínsecamente violables”. Centramos nuestro análisis de la
nakba incesante que se dirige contra nuestro pueblo en la lógica de la
violencia sexual de los colonos. Examinamos la lógica de la violencia
sexual, en su contexto histórico y actual, como una maquinaria oculta y
visible de patriarcado colonial contra las comunidades indígenas en
Palestina. La lógica de la violencia sexual pretende fragmentar la familia y
la comunidad palestina, pues corta la conexión con su tierra. El proyecto
sionista se basa intrínsecamente en la destrucción de los cuerpos y las
tierras indígenas palestinas, que no puede separarse de la lógica colonial
de eliminación. La violencia sexual no es un mero subproducto del
colonialismo, sino que “la lógica de la violencia sexual estructura al
propio colonialismo”.

Violencia sexual y genocidio palestino desde la nakba

Para comprender los ataques intensificados contra los cuerpos de las mujeres
palestinas en tiempos de ofensiva del régimen colonial es preciso realizar
un análisis feminista. Este análisis toma como punto de partida la nakba.
Israel se construyó sobre las ruinas de Palestina, su tierra, fruto del
dolor y la expulsión. Se construyó sobre la destrucción de nuestros lazos
sociales comunales y sobre la violación e invasión de nuestros hogares y
nuestros cuerpos. La violación y el asesinato de las mujeres palestinas
fueron un aspecto central de las masacres y expulsiones sistemáticas por
parte de las tropas israelíes durante la destrucción de las aldeas
palestinas en 1948.

Así, durante la masacre perpetrada en Deir Yassin, por ejemplo, se ordenó a
todos los habitantes que se reunieran en la plaza del pueblo. Allí los
pusieron delante de un muro y los fusilaron. Una testigo dijo que su
hermana, que estaba embarazada de nueve meses, recibió un tiro en la nuca y
que los agresores abrieron luego su tripa con un cuchillo de carnicero y
sacaron al bebé nonato. Cuando una mujer árabe trató de agarrar el bebé, le
dispararon… Violaron a mujeres delante de sus hijos y luego las asesinaron y
arrojaron sus cuerpos en un pozo.

David Ben Gurion, al igual que otros dirigentes sionistas, comentó
abiertamente la violación y la tortura sexual de las mujeres palestinas en
su diario en 1948. Al tiempo que defendía el asesinato de mujeres y niños
palestinos, calificándolos de amenaza para la gobernanza de los colonos
judíos, instituyó un premio que se concedería a toda mujer judía con motivo
del nacimiento de su décimo hijo. Ben Gurion se aseguró de que fuera la
Agencia Judía, no el Estado, la que gestionara esos incentivos a la
natalidad con el fin de garantizar la exclusión de los árabes/2. La
fetichización de la fertilidad hizo que las mujeres palestinas, en
particular, fueran vilipendiadas por la retórica nacionalista que politiza
profundamente su reproducción. Para los sionistas, las mujeres palestinas
han sido siempre y siguen siendo, como hemos visto en los últimos ataques en
Gaza, víctimas de la maquinaria asesina sionista.

Académicas feministas también han sugerido que el Estado sionista moviliza
la violencia contra los cuerpos y la sexualidad de las mujeres palestinas
con el fin de reforzar las estructuras patriarcales indígenas y contribuir a
la expulsión de los palestinos de su tierra. Bajo la ocupación israelí ha
proliferado el abuso sexual militarizado. El Estado de Israel y sus fuerzas
militares han utilizado la amenaza de violencia sexual contra las mujeres
palestinas y las percepciones patriarcales de la sexualidad y el “honor”
para “reclutar a palestinas como colaboradoras” durante periodos de
levantamiento popular y para atajar todo intento de organizar la
resistencia. Esta práctica ha sido tan común históricamente que en lengua
árabe se ha acuñado un término específico, isqat siyassy, que designa el
abuso sexual de mujeres palestinas por motivos políticos. El aparato de
seguridad del Estado sigue utilizando la identidad sexual de las palestinas
y las concepciones orientalistas de la “cultura árabe” para reclutar a
colaboradores y fragmentar la sociedad palestina. Recientes revelaciones de
la Unidad 8200 de los servicios secretos militares de Israel han vuelto a
poner sobre el tapete este hecho. La “violación” real y figurativa de los
cuerpos de mujeres palestinas, calificados de intrínsecamente violables por
la entidad sionista, está basada en la misma lógica de violencia sexual que
refuerza el proyecto colonial de violación y confiscación de la tierra de
los palestinos nativos.

Desenmascarar la lógica de la violencia sexual

El muro de silencio en torno al uso por la maquinaria sionista de la
violencia sexual contra las mujeres palestinas/3 y sus comunidades se ha
manifestado de nuevo desde el comienzo de las operaciones militares más
recientes del Estado. La lógica de la violencia sexualizada que estructura
el proyecto colonial israelí se ha hecho todavía más visible en el último
periodo de invasión militar. Consignas como “muerte a los árabes” y “árabes
fuera” se han vuelto más comunes y toleradas en el espacio público israelí,
poniendo de relieve el afán necropolítico contra los nativos palestinos en
el corazón de la llamada democracia judía.

El 1 de julio, inmediatamente después del descubrimiento de los cadáveres de
tres jóvenes colonos judíos que habían desaparecido en la Cisjordania
ocupada, el profesor israelí Mordechai Kedar, del Centro Begin-Sadat de
Estudios Estratégicos, comentó lo siguiente en la radio pública: “Lo único
que puede disuadir a… quienes secuestraron a los niños [israelíes] y los
mataron, la única manera de disuadirles es que sepan que si los capturan, su
hermana o su madre serán violadas… Esta es la cultura de Oriente Medio.” Sus
comentarios sugieren que la violación de las mujeres palestinas es el único
medio para disuadir a la resistencia palestina y el “terrorismo”.

A nosotras, feministas palestinas, no nos extrañó que Kedar propugnara la
violación como antídoto contra la resistencia anticolonial. Al hacer esos
comentarios en la radio pública, abiertamente, donde le escucharía un amplio
sector de la audiencia judía israelí, mujeres y hombres, incluidas las
feministas judías israelíes, expresó la mentalidad y socialización colonial
ante los palestinos. El hecho de preconizar la violación de mujeres
palestinas como estrategia militar por parte de un supuesto académico de una
de las universidades más prestigiosas de Israel, revela el modo en que los
colonizadores contemplan a las mujeres colonizadas. La presentación de un
discurso orientalista sexualizado califica a los palestinos de “atrasados”
culturalmente, de “otros” no humanos.

Aunque los discursos sexistas lanzados por Kedar parezcan una aberración, es
importante señalar que él no fue el único actor de este último número
teatral de violencia sexual. Cuando los soldados israelíes iban de camino a
Gaza para matar a palestinos, recitaban consignas de apoyo elaboradas por
sus compañeros judíos israelíes del siguiente tenor: “Id a machacar a sus
madres y volved a casa con las vuestras”. Judíos israelíes se reunieron en
lo alto de las colinas circundantes para observar entre aplausos cómo el
ejército bombardeaba Gaza. El post publicado en Facebook por una joven mujer
judía resumió el placer sexual que sintieron al contemplar cómo nos
linchaban: “Qué orgasmo al ver a las Fuerzas de Defensa israelíes bombardear
edificios en Gaza con niños y familias dentro. Bum bum.” Hasta su primer
ministro Netanyahu recibió un post que circuló ampliamente entre el público
israelí a través de las redes sociales y que mostraba a una mujer con velo a
la que llamaba “Gaza”, que estaba desnuda de cintura para abajo y sostenía
este mensaje: “Bibi, ¡acaba el trabajo esta vez! Firmado: ciudadanos a favor
de la invasión terrestre”. A esto hay que añadir la declaración pública del
diputado Ayelet Shaked en la Knesset de que había que matar a las madres
palestinas.

De este modo, la violación de la tierra en forma de violación de los cuerpos
de las mujeres se ha situado en primer plano con motivo de los ataques más
recientes de Israel contra el pueblo palestino. A medida que se perpetuaban
las masacres del pueblo palestino en Gaza, se destapaba la naturaleza sexual
de la invasión israelí y el terror racial contra los nativos palestinos como
elementos destacados de la política nacionalista. Las mujeres palestinas
salieron a la calle junto con sus comunidades en toda la Palestina histórica
contra las continuas masacres de Gaza. Las manifestaciones públicas de los
judíos israelíes tomaron un giro sexual cuando los llamamientos de la
muchedumbre de “¡Muerte a los árabes!” fueron sustituidos pronto por
“¡Haneen Zoabi es una puta!”, en referencia a una diputada palestina en el
parlamento israelí que defendió el derecho a la vida de su pueblo. La
policía israelí atacó a las mujeres palestinas y a sus compañeros masculinos
y las sacaron de las manifestaciones en Haifa y Nazaret, donde fueron
detenidas o golpeadas por multitudes racistas. Dirigentes religiosos y
militares al servicio del Estado emitieron edictos religiosos en que
declaraban que en tiempos de guerra estaba permitido bombardear objetivos
civiles palestinos con el fin de “exterminar al enemigo”. El ayuntamiento de
Or Yehuda, un asentamiento del litoral israelí, colgó una pancarta en apoyo
a los soldados israelíes que proponía la violación de las mujeres
palestinas: “¡Soldados israelíes, los habitantes de Or Yehuda están con
vosotros! Machacad a sus madres y volved a casa sanos y salvos con vuestras
madres”/4.

Afirmamos que la lógica de la violencia sexual exhibida durante los ataques
a los palestinos indígenas en el conjunto del territorio de la Palestina
histórica, tanto en el pasado como durante los ataques más recientes del
Estado israelí, es consustancial al Estado colonial israelí y a la sociedad
de los colonos. En efecto, el Estado y la sociedad coloniales son entidades
inseparables, interconectadas a través de un imaginario psicológico y
político visceral que puentea la separación habitual entre Estado y sociedad
civil. Como señala Lorenzo Veracini, los colonos “llevan su soberanía
consigo”. Tanto los aparatos de Estado (incluidos los cargos públicos
elegidos y las instituciones académicas y militares) como la sociedad
colonial (incluidos los públicos israelíes, situados a lo largo del continuo
de la ideología sionista) encarnan la maquinaria de la violencia colonial.
No es extraño, entonces, que tanto los aparatos de Estado oficiales como los
círculos coloniales no oficiales hayan protagonizado graves ataques a la
sexualidad, los cuerpos y las vidas de las mujeres palestinas en el contexto
de las últimas invasiones en Gaza, en los ataques diarios actuales en
Jerusalén y en toda la Palestina histórica.

Las políticas represivas de los agentes israelíes y su incitación contra el
pueblo palestino envalentonan a la sociedad colonial israelí y la impulsan a
encarnar el poder del Estado y atacar a los palestinos. Esto se ha visto
claramente en los ataques a los cuerpos de mujeres palestinas en la mezquita
de Al Aqsa estas últimas semanas en Jerusalén, tanto por colonos amparados
por el ejército israelí como por miembros de las fuerzas de seguridad del
Estado. Un ejemplo reciente de la escena diaria de violencia sexual es el
apaleamiento y la detención, por la policía de fronteras israelí, de Aida,
una mujer palestina de la ciudad antigua de Jerusalén. Cuando trató en
entrar en la mezquita de Al-Aqsa, la policía de fronteras la golpeó
brutalmente. Le arrancaron el hiyab y la agarraron por el cabello mientras
seguían golpeándola y la arrastraban por las calles de la ciudad antigua
hasta la furgoneta de la policía. La llevaron a la comisaría, donde la
interrogaron con violencia, la golpearon de nuevo y la acusaron a atacar a
un agente de policía. La violación del cuerpo de Aida por las fuerzas de
seguridad y los intentos de marcarla como elemento extraño intrínsecamente
criminal constituyen una forma de violencia de género y sexual. La
legalización de estas formas de violencia marca al propio sistema jurídico
israelí, profundamente inmerso en la maquinaria de eliminación del proyecto
colonial.

Esta violación de las mujeres palestinas por el Estado colonial también
adopta formas más mundanas. Cuando detuvieron a Samera por participar en una
manifestación en el este de Jerusalén ocupado, las autoridades condicionaron
su puesta en libertad a que realizara lo que denominaron un “servicio
comunitario”. Este consistía en la limpieza de los aseos de un edificio
ocupado por la policía de fronteras y soldados israelíes. Samera nos lo
explicó: “No me era posible pagar la cuantiosa multa y necesitaba salir [de
la cárcel] para volver con mis niños. No tuve más remedio que limpiar sus
aseos… El mero hecho de estar allí, en los aseos de hombres, en los retretes
de hombres israelíes, ya me pareció una violación. Lo hice para evitar tener
que pagar, pero no puedo evitar sentir que les permití mantenerme allí, en
sus aseos, en un estado de terror permanente, temiendo que abusaran de mí
sexualmente y después me tiraran a la basura como tiramos el papel higiénico
en la letrina.”

Las palabras de Samera y su análisis ilustran los aspectos de género y
sexuales de la compleja maquinaria de la violencia colonial. Samera concluyó
su relato con estas palabras: “A veces me siento como si fuera su esclava,
pero otras veces me digo que no, esto es resistencia, esto es sumud, esto es
poder… Hice lo que era necesario para volver con mis hijos, sin haber sido
tocada o violada sexualmente… Sí, es duro, complejo… Nuestra situación es
compleja.” Incluso frente a esta violencia colonial, los actos cotidianos de
resistencia y supervivencia de las mujeres palestinas demuestran su poder y
su sumud o perseverancia.

En suma, la violencia sexual y de género no son un mero instrumento de
control patriarcal, un subproducto de la guerra o de un conflicto
intensificado. Las propias relaciones coloniales tienen su dimensión de
género y sexual. Sostenemos que la violencia sexual, una lógica inherente al
proyecto colonial israelí, sigue dos principios contradictorios que operan
simultáneamente: invasión/violación/ocupación y
supremacía/purificación/demarcación. Es decir, la invasión, violación y
ocupación de los cuerpos, las vidas y la tierra de los nativos palestinos
previstas en el proyecto colonial sionista están estrechamente ligadas a su
demarcación de fronteras geográficas y físicas raciales entre la ciudadanía
judía y los nativos palestinos y a su intento de “purificar” el cuerpo
nacional judío eliminando el cuerpo palestino, considerado un contaminante
biopolítico. Así es como la lógica de la violencia sexual inherente al
régimen sionista nutre los ataques históricos y actuales contra los cuerpos
y las vidas de la población palestina.

De este modo, nuestra lucha por la soberanía indígena dentro del activismo
anticolonial como feministas busca necesariamente la protección de la
seguridad física de las mujeres palestinas y de su sexualidad, su familia y
su derecho a la vida en comunidad. Es una lucha contra el aparato militar y
colonial sionista hipermasculino que contempla a las mujeres palestinas como
una amenaza racial cuyos cuerpos han de ser violados y destruidos en tanto
que enemigos internos y “reproductores de palestinos”. Esta lógica es
inseparable de la lógica colonial de eliminación.

Como feministas palestinas preocupadas por la seguridad de los cuerpos y las
vidas de las mujeres, por la supervivencia de nuestro pueblo y por las
futuras generaciones, llamamos a las feministas locales e internacionales a
unirse a nuestra lucha, desafiar la cultura de impunidad colonial y alzar
sus voces contra los continuos crímenes de Estado israelíes.

Notas

1/ Esta cita está tomada de una discusión en grupo con mujeres palestinas
celebrada en Jerusalén en 2014.

2/ En la década de 1950, Ben Gurion, el primer jefe de gobierno de Israel,
declaró que la cuestión de la fertilidad de las mujeres era una prioridad
nacional, señalando que “el aumento de la natalidad judía es una necesidad
vital para la existencia de Israel” y que “una mujer judía que no tenga por
lo menos cuatro niños está defraudando a la misión judía”. Véase Sharoni, S.
(1995). Gender and the Israeli-Palestinian Conflict: the Politics of Women’s
Resistance. Syracuse University Press. Véase también Davis, U. y Lehn, W.
(1983), “And the Fund Still Lives: The Role of the Jewish International Fund
in the Determination of Israel’s Land Policies”, Journal of Palestine
Studies, vol. 7 (4), p. 3, en pp. 4-6 (1978).

3/ Aunque centremos nuestro análisis en las mujeres palestinas, queremos
denunciar también el uso por el Estado sionista de la violencia sexual como
táctica para afrontar la “amenaza demográfica” contra los cuerpos de algunas
mujeres judías, incluidas las mujeres judías negras (de la comunidad etíope)
y de entornos depauperados. Mientras intenta reducir la tasa de natalidad de
las mujeres judías negras y/o pobres, una práctica que consideramos asociada
al proyecto racial de reducir la reproducción y la vida de los palestinos,
Israel ha tratado al mismo tiempo de incrementar la natalidad de las judías
europeas mediante prácticas modernas como la compra de óvulos para la
clonación reproductiva humana a mujeres pobres procedentes de Europa
Oriental. Además, el Estado de Israel ha sugerido que la ley que prohíbe la
clonación reproductiva humana (de 1999) ha expirado y muchos médicos,
políticos e investigadores sociales israelíes apoyan esta práctica como
estrategia complementaria para manetener la ventaja demográfica judía en el
territorio de Palestina.

4/ Además de los mensajes y declaraciones contra las madres palestinas,
chicas y mujeres judías animaban a los hombres que prestaban servicio en las
fuerzas de ocupación israelíes enviándoles fotografías de ellas semidesnudas
o pornográficas como expresión de cariño y apoyo (véase
http://www.pitria.com/israeli-girls...).

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