Siria/ conquista de Palmira: el Estado Islámico avanza, el régimen a la defensiva [Bertold du Ryon - Pascal Fenaux]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jun 4 15:01:42 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 4 de junio 2015

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

 <http://www.alencontre.org/> www.alencontre.org

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Siria

Conquista de Palmira

El Estado Islámico avanza, el régimen a la defensiva

Bertold du Ryon

El Anticapitalista, Francia

http://npa2009.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

La ciudad de Palmira, Tadmor en árabe, capital de distrito que alberga una
muy célebre ciudad antigua, acaba de ser conquistada por los yihadistas del
Estado Islámico. Políticamente, esto podría convenir a la dictadura de
Bachar Al Assad. Pero militarmente constituye una dura derrota.

A nivel propagandístico, constituye una verdadera ganga para el régimen. La
opinión pública planetaria teme una catástrofe cultural, en la medida en que
los yihadistas podrían saquear los tesoros culturales de la ciudad antigua.
Es horrible constatar que esa amenaza parece conmover más al mundo que la
suerte de millones de refugiados y refugiadas sirios, de los 200 000 muertos
y muertas y 13 000 personas torturadas hasta la muerte (en cuatro años),
aunque sea legítimo preocuparse por un patrimonio histórico de la
humanidad….

Por otra parte, Palmira albergaba un campo de prisioneros, el más
tristemente célebre centro de tortura de Siria, donde algunos detenidos
permanecían desde hace decenios. Ahora en manos de Daesh [Acrónimo en árabe
de Estado Islámico], hay un nuevo peligro para los presos políticos no
yihadistas.

El lunes 25 de mayo, el régimen sirio ha efectuado al menos 15 ataques
aéreos sobre la ciudad de Palmira, habiendo matado al menos a cuatro civiles
y teniendo por objetivo de los ataques el sector del hospital. El mismo día,
Daesh ha llevado a cabo también masacres. El Observatorio Sirio de Derechos
Humanos (OSDH), con base en Londres, pero conectado a fuentes de información
en Siria, evoca los nombres de al menos 217 personas “ejecutadas” por los
verdugos del Estado Islámico. Entre ellos, soldados del régimen, pero
también al menos 67 civiles, entre ellos 14 niños…

Presiones sobre Bachar Al-Assad

Hasta ahora, el régimen baasista ha tolerado, incluso promovido, la
emergencia de Daesh (a quien compraba aún en 2015 petróleo producido en los
territorios bajo su control). A ojos de la dictadura, es preferible aparecer
como opuesto a un enemigo así más que como opuesto a un movimiento popular
contra la dictadura. Sin embargo, la caída de Palmira no debería convenirle,
pues a partir de esa ciudad, hay un eje de carreteras que permite avanzar
directamente hacia la gran autopista Norte-Sur que une Damasco con Homs y
Alepo.

En realidad, el régimen está todavía más a la defensiva ahora que hace
algunos meses. Esto se explica por la ofensiva militar desencadenada en la
primavera de 2015 por una nueva coalición militar, denominada Djaich
al-Fatah (Ejército de la conquista). Esta coalición reagrupa en particular a
salafistas (que constituyen su fuerza principal), el Frente Al-Nusra (hasta
ahora cerca de la red de Al Qaeda, pero que sufre presiones para tomar sus
distancias respecto a ella), y grupos islamo-nacionalistas. Se encuentra en
competencia hostil con Daesh.

Los éxitos militares de la nueva coalición están ligados a su vez a una
nueva política de varias potencias regionales: Turquía, Arabia Saudita y
Qatar. Desde el cambio acontecido en el trono de Arabia Saudita el pasado
mes de enero, el reino se ha acercado más a las otras dos potencias
regionales con vistas a un apoyo común a ciertos grupos rebeldes de Siria.
El lobby prorégimen sirio, muy activo en Francia, utiliza toda esta
actualidad para intentar obtener un acercamiento con el sanguinario régimen
de al-Assad. Así, en un comunicado publicado el 25 de mayo, el diputado
Jacques Myard (UMP) escribe: “¿Porqué continuar exigiendo (…) la salida de
Bachar al-Assad, cuando lucha contra Daesh?”. La prosa de este diputado muy
de derechas es en estos momentos repetida en varias páginas web
neoestalinistas de los márgenes del PCF, que defienden encarnizadamente al
régimen sirio. Un antiguo aliado de la URSS no puede equivocarse…

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Palmira: bajo las palmeras, la rabia

Pascal Fenaux Cetri

Cetri, Bélgica

http://www.cetri.be/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

La emoción con la que la “comunidad internacional” está reaccionando ante la
toma de Palmira por el Estado Islámico (EI) remite a un etnocentrismo
pavloviano ya mostrado en otras ocasiones. Cuando se trata de Medio Oriente,
en su gran mayoría, los dirigentes políticos, los intelectuales
autoproclamados y los militantes europeos, tanto de derechas como de
izquierdas, no les importan los “musulmanes” o “árabes” de carne y hueso. Lo
que logra movilizarles como un solo hombre es la preservación del patrimonio
antiguo y, sobre todo, preislámico y preárabe. “Su” sangre, “sus” piedras,
pueden quedarse con ellas. Con tal de que no se toquen “nuestra” sangre y
“nuestras” piedras.

Este 21 de mayo de 2015, apoderándose de la milenaria ciudad siria de
Palmira, el Estado Islámico ha sacado de su hastío a todo lo que hay en el
Occidente cristiano de hacedores de opinión, plañideras profesionales y
arqueólogos, en algunos casos patentados por el régimen baasista sirio.
¡Diablos!, es que se trata de una ciudad no solo estratégica sino también de
un lugar arqueológico que da fe de las civilizaciones preislámicas que allí
se sucedieron: cananea, aramea, asiria, griega seleúcida, romana, persa
sasánida y finalmente la bizantina.

Cómo no quedarse estupefacto ante el hecho de que, en los informes y
reportajes consagrados a esta nueva y dramática conquista del Estado
Islámico, el legado arqueológico arabo-islámico de Palmira sea raramente
evocado. Cerca de catorce siglos de civilizaciones omeya, abasida, ayubida,
mameluca y otomana son ignorados. No hay entonces que extrañarse de que la
gente en nuestras latitudes no conozca más que el nombre griego de Palmira y
no su denominación autóctona, una denominación semítica que ha permanecido
prácticamente sin cambios durante cuatro milenios. Tadmôr en cananeo,
Tadmôrtâ en arameo y Tadmor en árabe.

“Tadmor… Tadmor…” Para millones de sirios, solo la evocación de este nombre
provoca estremecimiento. Desde la llegada al poder del partido Baas en 1963
y desde el control del clan Assad sobre el régimen en 1971, Tadmor es
sinónimo de infierno sobre la tierra. Situada en pleno desierto, apartada de
las zonas pobladas de la llanura costera, del rift sirio-palestino y de la
frontera turca, Tadmor abriga desde hace un siglo una prisión en su origen
construida por el ocupante francés. Esta prisión se convirtió bajo el
régimen baasista en un complejo concentracionario en el que, desde hace
medio siglo, decenas de miles de presos políticos o supuestos presos
políticos (comunistas, islamistas, nacionalistas, militantes de los derechos
humanos, etc) han sido torturados, a veces hasta la muerte, o ejecutados,
individual o masivamente (
https://www.amnesty.org/fr/documents/MDE24/014/2001/fr/). Todo esto a corta
distancia de los yacimientos arqueológicos de “Palmira”, destino turístico
occidental y divino maná de divisas para el régimen.

La apoteosis del horror se alcanzó el 27 de junio de 1980, tras una
tentativa fallida de asesinato contra el presidente Hafez al-Assad. Miembros
de las unidades de las “Brigadas de defensa” /1, de Rifaat al-Assad, tío del
actual presidente, tomaron el centro penitenciario y ejecutaron allí sin
ningún proceso a cerca de un millar de detenidos. Cerrado cuando Bachar
al-Assad llegó al poder en 2001, el campo de Tadmor fue puesto de nuevo en
funcionamiento tras el desencadenamiento de la revuelta siria en febrero de
2011.

No es la primera vez que, desde el desencadenamiento de la revuelta siria,
su represión indiscriminada por el régimen baasista y el auge del Estado
Islámmico, las opiniones públicas occidentales comulgan colectiva y
mediáticamente sobre un lapsus mórbido: “Su sangre (árabe) no vale lo que
nuestras piedras”.

El 24 de julio de 2014, inmediatamente después de haber tomado el control de
Mosul (la antigua Nínive), milicianos del Estado Islámico dinamitaban la
tumba del profeta Jonás. Desde hace muchos siglos, este santuario islámico
-como muchos otros santuarios proféticos del Creciente fértil, era
considerado como el lugar de la sepultura de uno de los doce Profetas
“menores” reconocidos conjuntamente por los tres monoteísmos abrahámicos: la
Miqra (judía), el Nuevo Testamento (cristiano) y el Corán (islámico). Hasta
su destrucción por Daesh, la tumba de Jonás fue también un destino de
peregrinación para todo lo que Medio Oriente tiene como grupos
etnoconfesionales: los árabes (sunitas, chítas y cristianos), los kurdos
(sunitas y chiítas), los arameos (cristianos), los turkmenos o azeríes
(sunitas y chiítas) y finalmente los judíos (orientales y “kurdos”).

Pero, hasta ahora, los europeos parecen más interesados y conmocionados por
una violencia “daeshista” metódica, cínica y lucrativamente puesta en escena
en contra de las antigüedades y minorías orientales (no árabes y no
musulmanas) que por la violencia fría, pero muy discreta y “limpia”
desplegada por el régimen baasista contra sus opositores, sin distinción.

Desde hace más de cuatro años, la “máquina industrial de muerte” del régimen
de los Assad se ha movilizado plenamente contra sus propios ciudadanos, pero
también contra su herencia cultural (hay que pensar en la suerte de ciudades
como Alepo, Hama y Homs) árabe y no árabe, islámica y no islámica, etc.

En Siria, tras cuatro años de un ciclo de revuelta popular no armada, de
represión indiscriminada y masiva, de insurrección armada, de guerra civil y
de ingerencia extranjera (Hezbolá, Irán, yihadistas sunitas, petromonarcas
del Golfo, etc.) el balance es estremecedor: 210 000 muertos (de ellos 75
000 civiles), 130 000 “desapariciones” (en las fosas baasistas), 5 millones
de desplazados y desplazadas en el interior de Siria y 3,5 millones de
refugiados fuera de las fronteras sirias… Hay que recordar que, en 2011, la
población siria estaba estimada en unos 23 millones de personas.

Los árabes y los musulmanes no son los últimos en vivir un calvario bajo el
yugo del régimen baasista y del Estado Islámico. Pero además, de la mano,
estas “máquinas de guerra” conjugan sus esfuerzos para aniquilar lo que
queda aún de un Medio Oriente multisecular, multiétnico y multiconfesional.
Ciertamente, este Medio Oriente estaba lejos de ser idílico, pero tenía al
menos el mérito de ser una realidad cultural. El mérito de existir.
Sencillamente.

Arrasando emplazamientos históricos inmemoriales, destruyendo toda huella de
un pasado plural (aunque a menudo conflictivo) y asesinando a cualquiera que
encarne el pluralismo, la memoria, los derechos cívicos y la justicia, estas
dos monstruosidades “políticas” están a punto de erradicar todo germen de
futuro para el mundo árabomusulmán y sus minorías.

Europa conoció un proceso suicida similar durante las Cruzadas, las guerras
confesionales (1566-1648), las dos guerras mundiales y las guerras
yugoeslavas. Pero nuestras sociedades “ilustradas” y “postmodernas”
sufriendo manifiestamente de un problema de sordera, hacen rimar Historia
con Amnesia más que con Memoria.

La gran mayoría de nuestros dirigentes europeos, de nuestros “intelectuales”
y de nuestros militantes “antiimperialistas” (tanto de extrema derecha como
de extrema izquierda) se desentienden de las personas “musulmanas” y
“árabes” de carne y hueso. Salvo cuando se trata de palestinos agotados por
cuarenta y ocho años de ocupación y de colonización israelíes o amontonados
en campos de refugiados sobrepoblados en los territorios palestinos ocupados
por Israel o en países vecinos como… Siria.

¿Por qué pues la opinión pública occidental debería preocuparse de las
viejas piedras “islámicas” o “árabes”? Plantear la pregunta es responderla…

Notas

1/  ´Las mismas que iban a participar en la masacre de Hama en febrero de
1982, masacre cuyo balance está estimado en un mínimo de 20 000 muertes por
Robert Fisk, un periodista británico sin embargo poco sospechoso de
hostilidad hacia el régimen baasista.

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