México/ después de la noche de Iguala: el colapso de cierta "izquierda" [Manuel Aguilar Mora]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Mayo 5 00:04:15 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 5 de mayo 2015

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A l’encontre – La Breche

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México

Después de la noche de Iguala

El colapso de cierta “izquierda”

Manuel Aguilar Mora *

México DF, 4-5-2015

Los acontecimientos relacionados a la masacre de seis personas (tres
normalistas) y las 43 desapariciones de los normalistas de Ayotzinapa en la
noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del 2014 en Iguala son el
más reciente y profundo hito de la historia política de México que ya tiene
y seguirá teniendo próximamente repercusiones fundamentales. Algunas de
ellas impactan ya e impactarán con fuerza más adelante en el espacio
gelatinoso de eso que se llama “la izquierda mexicana” o incluso aún mejor
“las izquierdas mexicanas”. Lo son por el funesto protagonismo que ha tenido
en estos trágicos y nefastos acontecimientos el Partido de la Revolución
Democrática (PRD), durante los últimos 25 años la porosa formación política
considerada por el mundo oficial y una buena parte de las fuerzas de
oposición verdadera como el representante de “la izquierda mexicana”. El PRD
constituyó junto con el gobierno de Peña Nieto y su partido el PRI, el trío
de las instituciones principales del Estado mexicano que la vox populi llamó
con certeza el responsable de las atrocidades cometidas esa noche en Iguala.
El gobernador de Guerrero Ángel Aguirre Rivero y el alcalde de Iguala José
Luis Abarca, estos dos personajes centrales directamente involucrados al
nivel estatal en la masacre, eran dos de los más relevantes miembros del PRD
en ese estado. A su vez la posición de la dirección nacional del PRD, cuyo
núcleo lo constituyen los miembros de la tendencia llamada de los Chuchos
(Jesús Ortega ex senador, Jesús Zambrano ex presidente nacional perredista,
Graco Ramírez ex senador y  gobernador de Morelos, etc.) que precisamente en
esos días elegía a su nueva dirección encabezada por el ex senador  Carlos
Navarrete, quien defendió hasta el último momento de modo ignominioso al
gobernador Aguirre cómplice principal de tales atrocidades, fue el remate de
una conducta aberrante e impresentable de este partido que con su conducta
arrojó a los abismos su ya de por sí vapuleadísimo prestigio ante la opinión
pública. Siguieron de inmediato las defecciones de personajes de las cumbres
partidarias (el propio fundador, tres veces su candidato presidencial y
durante muchos años “su líder moral” Cuauhtémoc Cárdenas presentó su
renuncia poco después, sin hacer no obstante ninguna declaración mínimamente
autocrítica) y en sus bases comenzó a darse la retirada hormiga de miles de
militantes y simpatizantes perredistas que han comenzado un proceso de
vaciamiento que está dejando al PRD casi como un cascarón burocrático
sostenido con los recursos millonarios del INE que ciertamente no le
faltarán.

Estremecimiento de izquierda

Las consecuencias no se han hecho esperar y es perentorio realizar un primer
balance pues éstas son de gran calado. Hemos venido realizando desde hace
más de dos años en diversos artículos el esfuerzo de ir pulsando los
vericuetos políticos de la restauración priista y siempre hemos tratado de
incluir un apartado del papel que en esta situación ha desempeñado la
“izquierda” perredista cada vez más sistémica y conciliadora.(1) No obstante
lo anterior debemos reconocer que los acontecimientos de Iguala nos han
dejado estupefactos pues han desbordado nuestras más sombrías previsiones
sobre la evolución cada vez más conciliadora y derechista del instituto
político que durante más de dos décadas fue la insignia y el cuadro
aglutinador del amplio espectro del progresismo clasemediero (burgués y
pequeño burgués) y de una parte de fuerzas populares con verdaderos impulsos
de oposición radical.

Ciertamente esta labor crítica se ha comenzado a hacer, en textos más o
menos parciales, más o menos superficiales, pero siempre con el afán de
lograr comprender lo mejor posible el colapso colosal experimentado por el
PRD en 2014. En los medios han abundado los comentarios de todo tipo al
respecto. Quisiéramos agregar nuestro comentario crítico que se eslabone con
la serie de ensayos mencionados en donde desde hace más de dos años hemos
pulsado lo más cuidadosamente posible la escena política directamente
anterior y posterior a la restauración priista de 2012.

La reciente aparición de la revista Memoria que en su nueva época publica un
Dossier titulado precisamente “¿Adónde van las izquierdas mexicanas?” con
los textos de varios personajes destacados de la vida política de dichas
“izquierdas mexicanas”, nos da la oportunidad de enfocar el candente tema.
(2) La “crisis de las izquierdas” a raíz de los acontecimientos de Iguala se
percibe en estas páginas como un verdadero estremecimiento. No es para
menos. Veamos.

Las contribuciones y las entrevistas a los autores y autoras incluidas dan
un panorama bastante certero de la situación prevaleciente ante todo en
cierta izquierda, a saber, la de sectores intelectuales que pertenecieron o
fueron cercanos al PRD algunos de los cuales ahora se inclinan hacia el ya
debidamente “registrado” como partido en el INE, Movimiento de Regeneración
Nacional (Morena) fundado y dirigido por el dos veces candidato presidencial
del PRD (en 2006 y en 2012), Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien desde
hoy está en plena campaña para ser designado por tercera ocasión el
candidato a la presidencia de la República ahora del nuevo partido en 2018.
En efecto, se trata de personajes que constatan en forma unánime que con lo
sucedido en el último año y medio, a partir del Pacto por México y
culminando con los atroces acontecimientos de Iguala ha concluido un ciclo
de la izquierda mexicana. Tal y como lo dice uno de los entrevistados,
Enrique Dussel: “Al PRD hay que decirle que en paz descanse, que ya hizo
bastante mal para seguirse llamando de izquierda”. (3)

Los diagnósticos que comentamos coinciden en señalar el fracaso del PRD como
un verdadero partido de izquierda. No hay dudas en tales diagnósticos, son
tajantes y cortantes, muy entendibles de parte de estos personajes que
durante años contribuyeron con sus no pocos talentos a fortalecer y promover
la causa perredista que hoy ven prácticamente colapsada sin redención
posible. Por ejemplo Enrique Semo, quien incluso fue miembro del gobierno
perredista encabezado por López Obrador en el Distrito Federal en 2000-2006,
sostiene que el PRD “resultó ser un partido igual a los demás” (4). Dussel,
aún más drástico, considera que “sufrirá una crisis muy grave si no es que
desaparecerá en las próximas elecciones de junio” (5).

Como se aprecia la crítica es devastadora. Teniendo en cuenta el hecho antes
mencionado que todos los participantes en el Dossier fueron miembros o
simpatizantes del PRD en sus actuales conclusiones es imposible no
considerar si no hay en ellas subyacentes ciertos rasgos de autocrítica. En
tal situación crítica que no retrocede un ápice ante la nefasta realidad que
ha emergido a raíz de los acontecimientos del 2014, es obvio que surja la
pregunta: la debacle del PRD ¿se trata de un hecho que cayó abrupta e
inesperadamente? De ningún modo es la respuesta que parece surgir de las
consideraciones de los autores y autoras. Por ejemplo, Imanol Ordorika
señala que se trata de una situación que ha llegado a su “descomposición
absoluta”. (6) Una “descomposición absoluta” entendemos que presupone un
proceso de descomposición rápido o paulatino pero en todo caso un proceso
que antes de llegar al grado de lo “absoluto” se desplazó en terrenos
“relativos”. ¿Cuáles, sería dable preguntar, fueron los grados de
descomposición “relativos” anteriores al “absoluto”? Para esta pregunta no
se señalan respuestas contundentes. Ciertamente los participantes en el
Dossier no pueden omitir lo más evidente que destaca en la actividad del PRD
o sea su caudillismo y electoralismo. Un caudillismo que durante sus
primeros años se concentró en la figura de Cuauhtémoc Cárdenas y después en
la de AMLO. Y el electoralismo producto de su inserción hasta el fondo de la
ignominia en los laberintos del IFE y ahora del INE. Éstas son
indudablemente causas muy importantes que han contribuido al desastre del
PRD como “partido de izquierda”, lo cual es pertinente y correcto señalar.
Pero el esfuerzo por ir a las causas más profundas y hacer el balance
político a fondo de tamaño desastre se queda corto ante la envergadura de la
empresa. Enrique Semo, quien destacó como uno de los intelectuales más
conocidos del desaparecido Partido comunista mexicano (PCM), llega a afirmar
que no es lo mejor para aquilatar la situación en que se encuentra la
izquierda “culpar a la derecha de lo sucedido”. (7) En efecto hay que
buscar, ante todo, entre la propia izquierda las causas de la tremenda
crisis perredista. Pero ¿cuáles son esas causas profundas? Al respecto Semo
no avanza ninguna respuesta de peso.

Para Imanol Ordorika el panorama que presentan hoy “las fuerzas
progresistas” es desolador: “están desorganizadas y desarticuladas, carecen
de proyectos y no representan una o varias alternativas”. (8). Así pues,
nuevamente se nos presenta un panorama desolador, en donde reina un
sentimiento de decepción que como leit motif atraviesa toda la serie de
textos que componen el Dossier.

Origen es destino

De los participantes en el Dossier es Guillermo Almeyra quien concluye con
el veredicto más radical al señalar que el resultado de la crisis perredista
ha sido que “no existe una izquierda […..]. En México los obreros combaten
contra el muro. No tienen otra opción a la barbarie que la resistencia, la
autoorganización, la audacia.” (9)

Ante tal tragedia política e ideológica de dimensiones verdaderamente
nacionales que también constata crudamente Elvira Concheiro quien sin rodeos
la define como “una de las derrotas más severas en el rosario de derrotas de
la izquierda” en los últimos 25 años (10) es evidente, decimos nosotros, que
es necesario para explicarla y sacar las lecciones pertinentes para hoy y
para el futuro. Es ineludible recurrir a la historia de lo que ha sido la
izquierda mexicana. Sin embargo, los autores y autoras sólo rozan la
dimensión de esta cuestión que incluso llegan a considerar como meramente
“anecdótica”. Y esta actitud es predominante entre los actuales y los
recientemente ex miembros perredistas. Por ejemplo, con motivo del 26
aniversario de la fundación del PRD, algunos de sus fundadores constataron
que el PRD “no tiene futuro” pero al mismo tiempo declararon que “lo que es
ahora el PRD no tiene nada que ver con lo que le dio origen”. (La jornada, 3
de mayo, 2015, p. 11).Y, sin embargo, su nacimiento, los antecedentes de sus
progenitores son elementos clave para entender la trayectoria que ha
culminado con la catástrofe que significa su actual descalabro colosal.

El desfondamiento del partido que durante 25 años monopolizó el “espacio de
la izquierda” en el país, que con la excepción de pequeños grupos
revolucionarios independientes y por completo marginales, fue aceptado como
tal por los sectores políticos activos en el mundo oficial y en los amplios
sectores llamados “progresistas” por igual, representa una situación con
muchas lecciones para la política de liberación y de emancipación de los
trabajadores de México y podríamos agregar de otros países de Latinoamérica.

El PRD fue integrado por la corriente neocardenista rupturista del PRI, la
cual siempre mantuvo el liderazgo hegemónico en la organización, así como
por los partidos de la vieja izquierda de origen estalinista y maoísta e
incluso de girones de la extrema izquierda castrista y guevarista y hasta
trotskista. El PRD nació de ese matrimonio de conveniencia de antiguos
“nacionalistas revolucionarios” que rompieron con el PRI en su giro
neoliberal (encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo,
Ifigenia Martínez y a quienes su unió posteriormente López Obrador) y, en
especial, de una cierta izquierda socialista proveniente del tronco de la
tradición estalinista cada vez más huérfana ante la crisis y posterior caída
de la Unión Soviética y de todo el antiguo mal llamado “campo socialista”.

Este origen, nada anecdótico en absoluto, marcó con su sello indeleble al
PRD: fue un origen que se remontaba a la fusión durante su auge en el
gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) de la vieja tradición del
“nacionalismo revolucionario” surgido de las corrientes burguesas
triunfantes de la Revolución mexicana con el estalinismo que precisamente en
esos mismos años promovió un giro derechista en los partidos comunistas para
que se orientaran en la “lucha antifascista” a coaligarse con sectores
“burgueses democráticos” en los “frentes populares”. Este hecho, la
constitución de un frente pluriclasista, con hegemonía burguesa, determinó
en gran medida el rumbo político de muchos países europeos y
latinoamericanos y tuvo en México consecuencias decisivas a partir de
entonces. Se dio así la alianza dentro del Partido de la Revolución Mexicana
(PRM), antecedente directo del PRI, entre la corriente cardenista y la
estalinista dirigida por Vicente Lombardo Toledano, fundador y primer
dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la
organización proletaria más importante surgida en México en 1936. Con esta
operación el gobierno cardenista logró la corporativización del movimiento
obrero organizado vía el partido oficial, la cual diez años después va a
culminar en el charrismo priista, convirtiéndose en uno de los pilares
principales de la larga estabilidad del capitalismo en México.

El movimiento estalinista mexicano, integrado por el poderoso grupo
alrededor de Lombardo Toledano y por el PCM, fiel seguidor de la línea
estalinista, asesorado por los dirigentes comunistas de la Internacional
Comunista (Browder, Blas Roca, etc.), consideró que el PRM representaba “la
forma peculiar que en México adoptaba la política del Frente Popular” según
lo afirmaba Hernán Laborde, secretario general del PCM hasta 1940. La
corriente lombardista se integró naturalmente en el PRM y el PCM intentó
hacerlo igualmente. Pero Lázaro Cárdenas lo impidió, permaneciendo así el
PCM como un aliado malquerido del partido oficial tanto en 1940 cuando apoyó
la candidatura presidencial de Manuel Ávila Camacho como en 1946 cuando
apoyó la de Miguel Alemán Valdés. La “guerra fría” rompió la alianza de
facto con el PRI, pero no la vocación conciliadora y frentepopulista de las
dos corrientes estalinistas principales en México que dominaron el espacio
amplio y pluriclasista de la “izquierdas mexicanas” durante más de tres
décadas. Lombardo Toledano expulsado de la CTM por sus sucesores Fidel
Velázquez y socios que así mal le pagaron todo el apoyo que les había dado
desde siempre, no se unió al PCM y emprendió la construcción en 1949 del
Partido Popular (nombre al cual a partir de 1961añadió el de Socialista),
partido de masas en especial campesinas, que se convirtió desde 1958 con su
apoyo a la candidatura de Adolfo López Mateos en un servil cómplice y hasta
esquirol del gobierno priista (Lombardo Toledano apoyó a los gobiernos de
López Mateos y al de Díaz Ordaz con motivo de las represiones cometidas
contra el movimiento ferrocarrilero de Demetrio Vallejo por el primero en
1959 y contra el movimiento estudiantil-popular en Tlatelolco ordenada por
el segundo el 2 de octubre de 1968). (11) Por lo que toca al PCM,
desangrándose continuamente con purgas constantes que comenzaron en 1940 con
motivo de la gran purga de ese año provocada por la intervención de los
gangsters de Stalin encargados de la liquidación de León Trotsky reclutando
cómplices para su mortífera misión dentro del propio PCM y siguieron a los
largo de los años cuarenta y cincuenta, impidiendo que el partido lograra
convertirse en un verdadero partido proletario con influencia de masas.
Circunstancia que condujo a uno de sus miembros críticos más inteligentes,
José Revueltas, a declararlo como “un partido históricamente inexistente”.

Fracaso y lecciones

Pero 40 años después, con la ruptura neocardenista, aunque moribundo, el
estalinismo conservaba intacto su espíritu conciliador y seguidista e
irónicamente fue el “registro” electoral del PCM conseguido con las luchas y
sacrificios de tantos militantes fieles y honestos que formaron durante
décadas sus filas, el que Arnoldo Martínez Verdugo, líder principal del PCM,
puso a disposición de la dirección ex priista de Cuauhtémoc Cárdenas para
conseguir el reconocimiento oficial del nuevo partido, el PRD surgido con
motivo de la crisis del fraude electoral de 1988. A partir de entonces
durante los cinco lustros siguientes el sistema político contó con una
izquierda sistémica que lo aceitó y posibilitó imponer la estrategia
neoliberal sin que la resistencia popular, que la hubo y con creces,
encabezada por esa dirección conciliadora perredista pudiera conseguir
detenerla y mucho menos vencerla.

Los acontecimientos de Iguala en septiembre del 2014 han cerrado el ciclo
abierto en 1988. El colapso de la política del PRD de hecho lo ha puesto en
una situación límite. Su papel de contenedor y de freno de las
movilizaciones populares antigobiernistas radicales ha sido desnudado. Sus
días de auge han quedado atrás. ¿Cuál será la nueva etapa que se está
abriendo?

Para algunos (como Armando Bartra, Enrique Semo y Enrique Dussel) la
alternativa es Morena pero otros no son tan optimistas con el liderazgo
caudillesco de López Obrador. (12) El balance de las conclusiones que sacan
los participantes del Dossier apunta a un auténtico impacto paralizante, a
una situación de verdadera dificultad en el delineamiento de las
perspectivas. Semo, por ejemplo, descarta por completo “la posibilidad de
una revolución socialista”. (13) Para ellos se trata de una crisis en la
que, después de haber creído y esperado que la reanudación de la alianza
entre la vieja corriente “nacionalista revolucionaria” con la izquierda
socialista, sellada en 1989 con la fundación del PRD, abriría nuevos
horizontes, hoy día, 25 años después, ante la debacle perredista les parecen
cerrados por completo los caminos de la revolución.

En uno de los ensayos integrantes del Dossier, Massimo Modonesi define con
la fórmula gramsciana la situación existente: “una izquierda subalterna que
no acaba de morir y una izquierda antagónica que no termina de nacer”. (14)
La izquierda “subalterna” (el término académico elegante para denominar a
las organizaciones conciliadoras y colaboracionistas como el PRD) está
moribunda pero a diferencia de la situación prevaleciente hace 25 años no se
ve todavía qué la va a sustituir. El mismo Modonesi hace más de diez años
también declaró moribunda a la izquierda socialista en un libro que escribió
sobre la crisis de 1988-89. (15) Pero en ese momento muchos pensaban que el
PRD, “el partido del 6 de julio” con cientos de miles de seguidores del 6 de
julio”, era “el partido de la esperanza”. Modonesi, por ejemplo, también
consideraba que la nueva etapa perredista que sucedía a la etapa por él
considerada vieja y superada de la “izquierda socialista” era portadora de
la oportunidad de un gran futuro. Hoy este pronóstico se ha demostrado por
completo infundado. (16) Prevalece una situación en que el panorama que se
avizora es sombrío, nada esperanzador. Ante la muerte anunciada del PRD no
hay augurios optimistas. Al contrario, hay más bien un sentimiento de
desesperación entre estos sectores que fueron perredistas o simpatizantes
perredistas. Por ejemplo, Dussel confrontado por esta realidad tan cruda se
apresura a poner sus esperanzas desmesuradas en Morena, lo cual lo lleva a
declarar desesperado, “si éste [Morena] fracasa no hay más nada”. (17)

En efecto, el panorama que se avizoraba en México antes de septiembre del
2014 no era nada esperanzador. Se delineaba como un año de rupturas clave
producidas por los acontecimientos que se iniciaron a raíz del Pacto por
México que le dio, con la complicidad del PAN y el PRD, a la restauración
priista que representa el gobierno de Peña Nieto, la fuerza necesaria para
imponer una serie de (contra) reformas por completo en detrimento de los
intereses populares.

El quiebre de la noche de Iguala

Todo ello confirmó los márgenes tan estrechos de la operación de la
“transición democrática” del año 2000. Pero ha sido la masacre de Iguala y
sus consecuencias la que vino a confirmar de la peor manera esa restauración
priista nefasta, pero también sus limitaciones. De hecho ha significado la
apertura de una nueva etapa de la política mexicana. La completa
insensibilidad mostrada por el gobierno de Peña ante el clamor popular
interno y las numerosas críticas y denuncias internacionales de que se ha
hecho merecedor, aunada con el encubrimiento de las acciones de las fuerzas
represivas, en especial del ejército, representan un hito que marca al
régimen con los peores atributos. Estamos presenciando no sólo el fracaso de
la “transición democrática” sino la reinstalación de un priismo avasallador:
control del INE, fortalecimiento desmesurado de sus subordinados como el
Partido Verde, el abastecimiento de armamento para el ejército en cantidades
multimillonarias que superan incluso los niveles logrados con la iniciativa
Mérida durante el gobierno de Calderón, la eliminación de las voces críticas
en los medio (¡el despido de Carmen Aristegui!), la colocación de
magistrados incondicionales como Medina Mora en la Suprema Corte de
Justicia, el anuncio de un drástico recorte del presupuesto para 2016 son un
rosario de medidas que apuntan al endurecimiento de un gobierno que se
acerca cada vez más a la situación de franca dictadura de un partido único
de facto.

Es evidente que ante este panorama, en la etapa que se abre para las fuerzas
de oposición verdaderamente de izquierda se debe sacar las lecciones para no
repetir más de lo mismo de este camino hacia el suicidio político. Por eso
Morena que tantas señales apuntan que se orienta hacia una redición de un
PRD bis, de ninguna forma es la alternativa para el surgimiento de un nuevo
liderazgo acorde con los tiempos que se anuncian. Su liderazgo
antidemocrático, su persistente electoralismo, así como su provincialismo,
atraso ideológico e incapacidad de sacar las conclusiones correctas de la
coyuntura que atravesamos son todos factores contraindicados para el
surgimiento de la(s) nueva(s) alternativa(s) que la situación actual
urgentemente demanda.

Su líder incuestionable, López Obrador, se comportó del modo más crudo y
oportunista ante la tragedia de Ayotzinapa dando una muestra patente que en
Morena se repite más de lo mismo. Su discrepancia ante la política de boicot
electoral de los familiares de los normalistas desaparecidos, en su visita a
Guerrero de marzo del 2015, convocándolos a subordinar su lucha
extraparlamentaria vital a los intereses mezquinos electorales de su partido
en el estado, prometiéndoles puestos gubernamentales en el caso de una
posible victoria, de por sí siendo una actitud prepotente, culminó con un
verdadero insulto a su lucha cuando la considero como una postura que le
hacía el juego a los gobernantes priistas. Estas posturas reseñadas
ampliamente en los medios durante marzo y abril pasados no hacen sino
mostrar el cobre real de AMLO y su línea básicamente electoralista. Las
ilusiones de tantos militantes de buena fe que se adhieren y confían en
Morena no están bien fundadas y sólo les anuncian nuevos tropiezos y
decepciones.

Apostar como hace López Obrador a que el gobierno de Peña Nieto respetará
las reglas democráticas en la arena electoral es una concepción, por lo
menos, de una ingenuidad rayana en la ceguera. La construcción del polo de
fuerzas opositoras al curso mortífero de la oligarquía gobernante del
capitalismo dependiente mexicano, no se dará en los próximos tiempos en la
arena electoral. Ese polo de poder que desafíe a la rosca de intereses
mafiosos de la cúpula gubernamental con los grandes capitales nacionales y
transnacionales sólo surgirá de abajo, de los combates de huelgas, paros,
manifestaciones, tomas y diversas acciones que potencien la fuerza de las
masas de trabajadores y sus aliados oprimidos y explotados del campo y la
ciudad. La tarea de organización desde las bases, con liderazgos autónomos
surgidos directamente de ellas en la diversas regiones y en sindicatos,
escuelas, barriadas, asociaciones civiles y auténticos partidos obreros,
revolucionarios, socialistas, puestos en pie por su lucha y lealtad a las
causas populares y no debido a los “registros” del INE, que se doten de un
programa que recoja las demandas más sentidas en el seno de las grandes
masas (de salario, de empleos suficientes y formales, de educación para los
jóvenes, de sistemas de salud dignos dotados de los medicamentos y los
instrumentos adecuados, de viviendas decorosas, de sistema de transportes
colectivos eficientes, de seguridad y procuración de justicia transparente y
honesta, de respeto a los derechos humanos y democráticos elementales entre
otras) y luche por la instauración de un verdadero gobierno que represente a
los intereses de los trabajadores, los campesinos, los indígenas, las
mujeres y la juventud con total independencia de la burguesía y de sus
partidos.

Lo que fracasó en el PRD hoy se aprecia con claridad. Se trató de un partido
que surgió desde un principio con una dirección hegemónica burguesa
representada como hemos dicho por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo,
López Obrador y demás que venían del PRI, todos ellos políticos más o menos
representativos del antiguo “nacionalismo revolucionario” de la época del
viejo Cárdenas. Con la fusión con una gran parte de las corrientes de la
izquierda socialista existentes en los años ochenta del siglo pasado, el PRD
asimiló y liquidó al mismo tiempo en el trayecto el difícil y largo proceso
de construcción de dichas organizaciones socialistas clasistas que habían
superado represiones y muchos otros obstáculos en las importantes luchas de
los años sesenta y setenta. El PRD, con su dirección burguesa muy pronto se
colocó, no sin antes haber sido reprimidos durante el gobierno de Salinas de
Gortari cientos de sus activistas más radicales, en especial en Guerrero y
Michoacán, como uno de los partidos pilares del reacomodo del sistema
gubernamental que estaba surgiendo en los años noventa y principios del
siglo XXI con motivo de la aguda crisis priista desencadenada en los años
ochenta con motivo de su giro neoliberal. Así el PRD comenzó a ser el
destino de muchos políticos descontentos provenientes del propio PRI. A
partir de 1997, con motivo de la llegada de Cárdenas a la jefatura del
gobierno del Distrito Federal, el puesto político más importante después del
presidente de la República, el PRD se convirtió en el tercer partido del
poder capitalista en México. (18)

Los límites de la “democratización” burguesa del sistema partidario se
demostraron insuperables durante los fraudes que la cúpula priista, con la
complicidad del PAN, cometió contra el PRD en las elecciones presidenciales,
ante todo del 2006 pero también en las del 2012. La restauración del PRI
este último año, con la cauda de consecuencias arriba mencionadas, es la
contundente demostración de la naturaleza fraudulenta de la “transición
democrática” del año 2000. De esta manera atravesamos en estos días la
gestación de un régimen híbrido en que a la restauración del viejo PRI se
están añadiendo nuevos y ominosos atavíos en especial castrenses.

Hacia la nueva etapa

Es por eso que los familiares de los desaparecidos normalistas de Ayotzinapa
han levantado la voz de protesta y se han negado a participar en la farsa
electoral de junio próximo. ¿Cómo darle el voto a cualquiera de los
partidos, incluido Morena, cuyos candidatos electos anteriormente y los que
serán electos en junio son los cómplices de los verdugos de sus hijos? ¿Cómo
aceptar la situación intolerable que nos oprime y explota a la abrumadora
mayoría de los mexicanos y que está sancionada en la cúspide con la
presidencia de Peña Nieto, su partido y todos los demás partidos aliados
cómplices tanto los mayores (PAN y PRD) como los satélites: el Verde, el
Panal, etc., etc.? Su rechazo y convocatoria a boicotear las elecciones es
una medida digna de apoyarse y representa la toma de consciencia de avanzada
de un sector minoritario ciertamente hoy en día pero que anuncia los tiempos
por venir en los cuales será la gran mayoría de la población quien dirá la
última y decisiva palabra contra el actual ignominioso sistema imperante.

La experiencia del surgimiento y trayectoria perredista tiene grandes
enseñanzas para la construcción de un auténtico movimiento revolucionario en
México. Los movimientos de masas populares, los procesos de lucha de los
trabajadores son la fuerza  esencial, decisiva en el combate por un México
nuevo, independiente, democrático, igualitario e internacionalista. Pero su
triunfo sólo se garantiza con un programa socialista encarnado en una
organización que encabece una dirección verdaderamente revolucionaria y
socialista. Esto es, sin una o varias organizaciones enraizadas en los
sectores de trabajadores y sus aliados en los grupos populares más oprimidos
y explotados que reivindiquen un programa independiente revolucionario de la
burguesía y sus partidos, el movimiento masivo más prometedor fracasará en
su objetivo de constituirse como un poder capaz de derrotar al actual
gobierno.

México no es una isla, a pesar del etnocentrismo tan agudo de su tradición
política. México es parte consustancial del subcontinente latinoamericano,
algo que el neoliberalismo y la política imperialista aceptada por los
gobernantes de todos los partidos mexicanos “registrados” han hecho todo lo
posible por subestimar o de plano negar. En el mundo globalizado de hoy ya
no hay soluciones “nacionales”. El nacionalismo es una ideología que la
evolución misma de la economía y la sociedad actuales al nivel planetario ha
vuelto obsoleto y sólo sirve de instrumento para que las élites
reaccionarias afiancen su dominación y para mantener a las masas populares
con las vendas doctrinarias de la mezquindad nacionalista sobre los ojos de
su consciencia.

La crisis mexicana capitalista es parte de la crisis mayor que se da en toda
América Latina, en sus diversos países y de otras maneras y por diferentes
motivos. También hoy en las corrientes de izquierda socialdemocratizantes
latinoamericanas que tuvieron un auge hace dos décadas y lograron hacerse de
los gobiernos de varios países suramericanos, corrientes reformistas y
colaboracionistas, pluriclasistas, contenedoras de los movimientos
populares, están experimentando momentos críticos. El ejemplo más
contundente de la crisis de estas formaciones de izquierda moderada,
negociadora, modernizante e integrada por completo dentro del establishment
burgués es sin duda el del gobierno del  Partido de los Trabajadores (PT) de
Brasil, encabezado por Dilma Roussef, se encamina a un fin nada glorioso.
Allí finalmente, a pesar de ciertos programas asistencialistas de los
primeros años del gobierno del presidente anterior, Luis Inacio Lula, el PT
no logró, ni de lejos, enrumbarse en un curso realmente antineoliberal (o
sea verdaderamente anticapitalista) y hoy se confronta con una gigantesca
protesta popular, hábilmente dirigida por sus opositores de derecha que
tiene a la presidenta del “partido de los trabajadores” en las cuerdas.

Crisis profunda, incertidumbre profunda y pelea de facciones. Si alguien
llega de afuera, y precisa de un retrato rápido o una definición de Brasil
en este momento, esas pocas palabras son las precisas […] Una novedad, tal
vez, es el hecho de que los oficialistas y petistas de primera hora, que
creían o fingían creer en el “corazón valiente” de Dilma en la última
corrida electoral, están cada vez más sin piso para negar lo que se puede
estar insinuando como el derrite de la “hegemonía lulista”. Fin da la farra
con los recursos abundantes que venía más allá del mar, fin de las
posibilidades de conciliación de clases. No hay más, por tanto, ocultar el
grado de rendición que alcanzó un “gobierno de los trabajadores”, cuando la
corrupción en una de la mayores empresas públicas salta a los ojos [...] De
hecho, estos son reveses que no constituyen sorpresa para quién observó con
alguna dosis de realismo las contradicciones impresas en el modelo de
desarrollo de los últimos 12 años, con un gobierno que se equilibra entre
dos puntas inconciliables […] La crisis del petismo/lulismo, con la
consecuente reorganización de la sociedad brasilera, apunta, sin dudas, para
el escenario actual de crisis política e institucional, pero también para un
cambio de calidad en la lucha política. Un reposicionamiento y eventual
unificación de la izquierda progresista está en el orden del día. Así como
ya está en curso una reorganización de sectores expresivos de la población a
la derecha, que corre paralelamente a la unificación de sectores dominantes,
con vistas a humillar a la presidenta. Sangrarla hasta el fin, someterla al
proceso de impeachment o inducir su renuncia están en el horizonte de esos
sectores, y no hay posibilidad de prever lo que está por delante, lo que
mucho dependerá del grado de desaceleración económica. No se pierda de
vista, en tanto, que, de un lado de la cuadra histórica, está la derecha
escrachada, conservadora, fascista y golpista, que fue el día 15 de marzo
(más no solamente ella), que jamás practicó la moralidad en la instituciones
públicas, ni con la ética de la representación política. De otro lado, por
su vez, está un partido que juntamente con la CUT, organizó las
manifestaciones del día 13 de marzo y, justamente por denominarse “de los
Trabajadores”, practicó una de las mayores imposturas históricas para un
partido que nació progresista al lado de los trabajadores y a la izquierda
del espectro político: usurpó la bandera de la derecha, corrompió el sistema
de representación política, fragilizó en buena parte a la izquierda y
desestabilizó el país. (19)

Pero lo más preocupante es, no obstante, lo que pasa en Venezuela en donde
un poderoso movimiento popular con evidentes rasgos revolucionarios se viene
desarrollando desde hace más de una década, pero su conducción nacionalista
y, en última instancia, también burguesa, está llevándolo a un curso que, si
no se detiene a tiempo, se precipitará a una segura catástrofe. La caída
estrepitosa de los precios del petróleo en 2014 ha sido la causa de una
crisis económica que ha impactado al gobierno bolivariano de Nicolás Maduro,
el sucesor de Hugo Chávez pero sin su talento y capacidad. Ciertamente la
legítima y justa denuncia y repudio de la injerencionista política del
imperialismo de EUA no debería de enceguecernos ante los métodos
burocráticos y nada democráticos de lo que sin ningún fundamento real se
autodefine como “el socialismo del siglo XXI en Venezuela”, cuando en
realidad en un proceso de una parcial modernización social y económica del
país ha surgido lo que se conoce como la “boliburguesía”, una clase que al
amparo del gobierno chavista y ahora del de Maduro es la clase nacional
dominante de un sistema por completo capitalista. Los trabajadores
venezolanos tienen todo el derecho de ir más allá de los límites que les ha
impuesto un gobierno en crisis, para así erguirse ellos mismos como los
auténticos defensores de la amenazada soberanía nacional y protagonizar el
avance hacia la instauración de una república de los trabajadores de la
ciudad y el campo que verdaderamente enrumbe  a Venezuela hacia el
socialismo.

A continuación reproducimos un largo extracto de una declaración del Partido
Socialismo y Libertad de Venezuela en el cual se expone ante nosotros el
doble discurso hipócrita del gobierno de Nicolás Maduro que convoca a la
solidaridad internacional con el pueblo venezolano ante las amenazas
provenientes de Washington (las cuales Obama finalmente retiró ante la
oleada de repudio de los gobiernos latinoamericanos a dichas medidas) sin
que su gobierno en nada sea consecuente con una verdadera política
antiimperialista.

“No es con acciones mediáticas, ni con la recolección de firmas sin ningún
efecto concreto, ni discursos grandilocuentes, que podemos enfrentar al
imperialismo norteamericano. La única forma de enfrentar el intervencionismo
imperialista es con la movilización obrera y popular de los trabajadores y
el pueblo venezolano, exigiendo que el gobierno tome medidas contundentes
contra los intereses imperialistas. El gobierno de Nicolás Maduro llama a
firmar una carta vacía, donde no se toman medidas concretas contra el
imperialismo. Mientras tanto, no solo sigue enviando petróleo a los Estados
Unidos, si no que aumenta los despachos del mismo. El pasado mes de febrero
la venta de petróleo a Estados Unidos se incrementó en un 8% con respecto al
mes de enero. Por otra parte, hace pocas semanas, el gobierno a través de
Cencoex, otorgó 400 millones de dólares a las empresas automotrices, varias
de ellas gringas. No contento con esto, el gobierno de Maduro acaba de
firmar una “alianza estratégica” con la transnacional norteamericana Ford
Motor. Igualmente, el pasado año el gobierno venezolano firmó acuerdos con
tres de las más grandes empresas de servicios petroleros norteamericanas, la
tristemente célebre Halliburton, principal beneficiaria de la invasión a
Irak, Weatherford y Schlumberger. Con esta última, hace pocas semanas, el
gobierno firmó una extensión de la línea de crédito aprobada en el 2014.
Igualmente, en la actualidad se estaría negociando en Wall Street un canje
de oro de las reservas internacionales venezolanas para obtener divisas, con
un descuento de 7% con respecto al precio internacional del oro. Todo lo
antes dicho nos lleva a afirmar que el gobierno de Maduro no está tomando
ninguna medida real y concreta para enfrentar la injerencia imperialista. La
recolección de firmas es solo un show mediático para tratar de recomponer su
base social, altamente descontenta debido a las penurias que sufren,
producto de la crisis económica que azota al pueblo y a los trabajadores
venezolanos. Al tiempo que sirve de cortina de humo para distraer la
atención de la crisis social y económica, y seguir aplicando el plan de
ajuste contra el pueblo. La única forma de enfrentar al imperialismo es no
otorgándole dólares a las transnacionales norteamericanas, ni firmando
acuerdos con ellas, ni comprándole aluminio a Alcoa […] Estamos contra las
empresas mixtas en el sector petrolero, que vulneran nuestra soberanía, para
que nuestra industria sea 100% estatal sin empresas mixtas ni
transnacionales; eliminando el tratado contra la doble tributación con EEUU;
no pagando la deuda externa a los bancos transnacionales, y expulsando a las
empresas imperialistas de nuestro territorio. Los socialistas
revolucionarios si firmaríamos y apoyaríamos a fondo una carta y un conjunto
de medidas antiimperialistas como las enumeradas previamente. Promoveríamos
una campana nacional e internacional de repudio a la injerencia
imperialista, apoyándonos en los sindicatos y organizaciones populares”.
(20).

Así puede apreciarse que, en condiciones peculiares en cada país, también en
Brasil y en Venezuela, líneas políticas conducidas por equipos
gubernamentales provenientes de coaliciones y partidos pluriclasistas y
colaboracionistas, no permiten el avance de las luchas emancipadoras y
liberacionistas de las masas trabajadoras y sus aliados populares oprimidos.
Los gobiernos y los partidos burgueses con políticas que convocan a las
clases populares a su apoyo para realizar acciones asistencialistas y con
algunos rasgos reformistas acaban capitulando ante los grandes capitalistas
internacionales y nacionales en las cuestiones de política económica
fundamentales, convirtiéndose así en una de las causas más importantes de
las crisis que actualmente experimentan los pueblos del subcontinente:
pobreza, desempleo, inseguridad, etc.

De hecho, ciertamente el propio destino de Cuba depende en gran medida
también del curso que tomen en América Latina los combates populares contra
el continuado poderío de las élites burguesas proimperialistas en América
Latina. Sólo la ruptura de otras naciones del subcontinente con el consenso
de Washington, sólo la lucha anticapitalista consecuente de los pueblos
latinoamericanos permitirá que Cuba no se adentre aún más en el curso de una
restauración capitalista la cual los acontecimientos recientes pueden
detonar y acelerar con espectacular énfasis y que, al contrario, unida con
otras naciones de tierra firme el pueblo de la isla combativa reanude y
profundice su evolución no capitalista hacia un sistema genuinamente
socialista.

Son las luchas desde abajo, el despertar de los explotados y oprimidos los
que pondrán los fundamentos de una real política revolucionaria
anticapitalista y socialista que reoriente definitivamente la política de
los pueblos y que los conduzca en los próximos años por el camino de su
liberación nacional y emancipación social. Ello será posible con el
surgimiento de una masa de trabajadores consciente de sus derechos, de su
papel como explotados y oprimidos en la sociedad actual y del prometedor
futuro que tiene su lucha independiente, democrática e internacionalista por
la construcción de un nuevo sistema basado en la solidaridad y la libertad
construido en conjunto por los trabajadores de América Latina, Estados
Unidos y Canadá.

Atisbos de estos nuevos tiempos ya los estamos viendo hoy en México,
precisamente cuando se cumplieron seis meses después de la noche de Iguala
en el despertar de los jornaleros del valle de San Quintín en Baja
California Norte, quienes con sus huelgas y movilizaciones en México y en
Estados Unidos han hecho saber al mundo entero que México es el país con la
mayor caída en el ingreso salarial, según un estudio de la OCDE. Es también
el país en el sótano en todos los índices de bienestar social existentes en
los países miembros de esta organización, con las jornadas laborales más
largas y menos productivas. La lucha de los jornaleros de San Quintín ha
denunciado ante la opinión pública las condiciones de trabajo impuestas por
los capitalistas nacionales y estadounidenses, condiciones que no tienen
nada que envidiar a las de semiesclavitud existentes hace cien años en los
tiempos de la dictadura de Porfirio Díaz, contra las cuales se levantó la
Revolución mexicana de 1910.(21)

Los familiares de los normalistas desaparecidos y las decenas de
organizaciones de trabajadores, estudiantes y campesinos solidarias con
ellos se reunieron en la normal de Ayotzinapa el fin de semana del 10 al 12
de abril en su IIa Asamblea Nacional para delinear el plan de acción del
combate por la presentación de los 43. Se discutieron las condiciones de las
acciones del boicot electoral de las elecciones de junio en los diversos
estados de la República. E incluso se comenzó a preparar la organización de
las manifestaciones que en todo México y en el mundo se realizarán con
motivo del primer aniversario de la noche del 26 de septiembre para que
constaten Peña Nieto y su gobierno que está muy lejos de haber perdón ni
olvido por parte de estos abnegados familiares y de los miles y miles de
hombres y mujeres solidarios con su combate en México y en el mundo entero.

El verdadero camino de la emancipación de los trabajadores y de la
liberación de los pueblos de México y América Latina de la tutela
imperialista, de la que es parte la lucha del pueblo mexicano, sólo puede
efectuarse a través de la autoorganización del pueblo trabajador, explotado
y oprimido bajo un liderazgo intransigentemente independiente de cualquier
tutela política burguesa que enarbole un proyecto que no sea conciliador
sino revolucionario, no electorero sino forjado en las luchas callejeras, no
caudillesco sino democrático, no nacionalista sino internacionalista. En
síntesis el proyecto anticapitalista, rupturista y  revolucionario que
libere a nuestros pueblos de la tutela imperialista y los impulse a la forja
de una federación de naciones socialistas de América Latina. Ese es el
programa que las futuras generaciones revolucionarias latinoamericanas y
mexicanas están destinadas a realizar para conseguir verdaderamente el
bienestar y la felicidad de nuestros pueblos.

* Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS).

Notas

(1)   Algunos de estos textos incluyen los siguientes publicados en
diferentes números de Unidad Socialista, órgano de la Liga de Unidad
Socialista (LUS): “Los primeros meses de la restauración priista”, no.57,
agosto-septiembre 2013; “1988-2013: 25 años de crisis política permanente:
¿hacia el estallido?”, no. 58, marzo-abril 2014; “La cruda verdad del
obradorismo”, suplemento, agosto, 2014; “Hacia un gobierno de los
trabajadores y un Congreso Constituyente”,  no.59, diciembre 2014-enero
2015. Todos estos materiales y otros más han aparecido también en
publicaciones digitales como Correspondencia de Prensa, boletín informativo,
Madera, periódico clandestino, Enlace Socialista y Rebelión.

(2) Dossier “¿Adónde van las izquierdas mexicanas?”, Memoria, núm. 253, año
2015-1.

(3) Enrique Dussel, “La izquierda que tenemos y la que necesitamos”,
entrevista en Memoria, op. cit., p.26. Junto a la entrevista de Dussel en
esta sección de entrevistas del Dossier mencionado en la nota 1 se incluyen
otras con Enrique Semo e Imanol Ordorika que citaremos más abajo. No hay en
el texto el nombre (o nombres) del entrevistador(a).

(4) Enrique Semo,entrevista, idem, p.24.

(5) Enrique Dussel, entrevista, idem, p.27

(6) Imanol Ordorika, entrevista,  idem, p.29.

(7) Enrique Semo, entrevista,  loc. cit.

(8) Imanol Ordorika, entrevista, loc. cit.

(9) Guillermo Almeyra, “Una izquierda que no existe en el Estado que no es”,
Memoria, op. cit. p.22.

(10) Elvira Concheiro, “La izquierda frente a sus derrotas”, Memoria, op.
cit. p.6.

(11) Existe una amplísima bibliografía sobre este periodo de la historia del
movimiento obrero y de la izquierda comunista en los 30 años que van del
gobierno de Cárdenas al gobierno de López Mateos. Señalamos algunos. Arturo
Anguiano, El Estado y la política obrera del cardenismo, México, Era, 1975.
Arturo Anguiano, Guadalupe Pacheco y Rogelio Vizcaíno, México y la izquierda
mexicana, México, Juan Pablos, 1976. Estos dos libros son indispensables
para la comprensión del cardenismo y su relación con el movimiento obrero y
las dos vertientes de la izquierda mexicana, la estalinista y la trotskista.
Víctor Manuel Durand,  La ruptura de la nación. Historia del movimiento
obrero mexicano desde 1938 hasta 1952, México, UNAM, 1986. Esta es una
notable investigación histórica del papel del lombardismo en esas décadas
cruciales de su protagonismo político de primera línea. Barry Carr, La
izquierda mexicana a través del sigloXX , México, Era, 198. Véanse los
capítulos del III a VI inclusive.  Este libro es el más consultado sobre el
tema de la izquierda mexicana en el siglo XX. También en varios de mis
libros trató estos temas, v. gr. Manuel Aguilar Mora, El escándalo del
Estado. Una teoría del poder político en México, México, Fontamara, 2000,
pp. 235 ss.

(12) Semo y Dussel en sus respectivas entrevistas citadas son explícitos en
señalar a la alternativa de AMLO como la nueva esperanza de México. Por su
parte, Bartra ha expresado en diversas ocasiones, en discursos, en panfletos
y en libros su adhesión a la causa de AMLO. En cambio, Imanol Ordorika en su
entrevista no escatima incisivas y fuertes críticas al liderazgo de AMLO.

(13) “Esa izquierda [los sucesores del PCM fundamentalmente] vio en la
candidatura de Cárdenas, que tuvo inmediatamente un gran efecto en buena
parte por su nombre, una oportunidad para salir de la derrota y por lo tanto
se sumaron”. Enrique Semo, op. cit., p.24

(14) Massimo Modonesi, “Entre la izquierda subalterna que no acaba de morir
y la izquierda antagonista que no acaba de nacer”, Memoria, op. cit. p.12.

(15) Massimo Modonesi, La crisis de la izquierda socialista mexicana,
México, Juan Pablos, 2003.

(16) Para Modonesi lo acontecido con la izquierda socialista en 1988 se
comparaba metafóricamente con el proceso de una flor marchita que al volver
a tierra deja una semilla que anuncia un porvenir indeterminado, la
posibilidad de otra flor. Ibídem, p.20. Pero la corriente histórica
fundamental de la “izquierda socialista” que se unió al neocardenismo de
Cuauhtémoc Cárdenas no llevaba en su seno ninguna “semilla” redentora. En su
abrumadora mayoría eran organizaciones provenientes del tronco de la
tradición estalinista dominante en la izquierda durante décadas constituida
por el PCM, sus derivaciones y diversas escisiones, cuya vocación
conciliadora y de alianzas con “los sectores democráticos de la burguesía”
las había llevado a una crisis terminal que se selló con su liquidación al
integrarse al PRD. Eran ramas secas de la planta agonizante del estalinismo
que sólo podían culminar su destino liquidándose al unirse y subordinarse
finalmente del todo a dichos sectores burgueses “progresistas”. Sobre la
crisis terminal del PCM véase el devastador libro de un miembro de ese
partido, testigo y protagonista de los hechos que describe, Enrique Condés
Lara, Los últimos años del Partido Comunista Mexicano (1969-1981), Puebla,
BUAP, 1990. Interesantemente este libro no figura en la larga lista
bibliográfica del libro de Modonesi.

(17) Enrique Dussel, entrevista, op. cit., p.28.

(18) “Este crecimiento del partido a base de afiliación de priistas suscitó
críticas y polémicas a su interior […] se desdibujaba el perfil cualitativo
del PRD: su identidad opositora. […] Manipulación del padrón, acarreo,
falsificación de actas y otros manejos ilegales mancillaron un proceso que
se quería democrático y participativo. El escándalo público de un partido
opositor que incurría en las mismas prácticas que denunciaba obligó a anular
las elecciones internas […] El descrédito cimbró al PRD haciendo visibles
proceso de degeneración interna”. Massimo Modonesi, El Partido de la
Revolución Democrática, col. Para entender, México, Nostra Ediciones, 2008.
Así el mismo Modonesi constataba un lustro después de publicado su libro
sobre “la crisis de la izquierda socialista” cuán infundadas habían sido sus
ilusiones esperanzadoras sobre el futuro del PRD.

(19) “Brasil: Crisis e incertidumbres”, Editorial de Correio da Cidadania,
http//correiodacidadaniacom.br, consultado 12 de abril 2015.

(20) “Por qué los revolucionarios no suscribimos la carta de Maduro?”,
Partido Socialismo y Libertad, Caracas, 11.04.2015, http/web.la clase.info,
consultado el 12 de abril de 2015.

(20) La lucha reciente de los miles de jornaleros de San Quintín, Baja
California que tiene antecedentes desde el año 2013 irrumpió en los medios
de comunicación de masa a partir de principios de marzo cuando los
jornaleros, agotadas las negociaciones con los patrones de la Driscol, la
transnacional dueña de los campos de fresa en Baja California y en
California en donde trabajan miles de jornaleros, se negó a aceptar la
demanda original de una alza de salario de 250 pesos diarios, decidieron
bloquear la carretera transpeninsular. Desde entonces esta lucha con todos
sus avatares de marchas en México y Estados Unidos, conflictos con la
policía y negociaciones en el Distrito Federal con el gobierno federal y con
el gobierno del DF, ocupa las páginas de las publicaciones y los contenidos
de los noticieros televisivos.

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