Uruguay/ a Ruben lo mató la policía: armas con balas que no dejan marcas [Eliana Gilet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 2 22:05:31 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 2 de octubre 2015

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A l’encontre – La Breche

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Uruguay

Crímenes de Estado

El caso de “gatillo fácil” en Peñarol

Esa bala

Agentes de la Policía fraguaron el parte policial en el que informaron sobre
la muerte de un muchacho desarmado en el barrio Peñarol, al que acusaron de
haber cometido un robo. La evidencia que le quedó en el cuerpo no pudo ser
usada porque la Policía tiene armas que no marcan las balas que disparan y
que no permiten identificar al tirador. Cómo fueron los hechos es aún una
incertidumbre. El caso tiene más preguntas que respuestas, pero una certeza:
Ruben Martínez Mieres fue una víctima del gatillo fácil. 

Eliana Gilet

Brecha, Montevideo, 2-10-2015

http://brecha.com.uy/

A Ruben lo mató la Policía en la madrugada del 12 de julio. (ver
Correspondencia de Prensa, 31-7-2015) Corría, desarmado, alejándose de una
patrulla que lo tiroteaba entre los pasajes del barrio Maldonado, a pasos de
la vía que sale de la Estación Peñarol. Desde entonces la justicia investiga
lo sucedido, sin haber procesado a ninguno de los agentes. No porque hubiese
dudas de que fue asesinado por una bala policial, sino porque no fue posible
identificar de cuál de las seis armas incautadas había salido el tiro. ¿Por
qué? Porque las armas que utiliza el grueso de la Policía no dejan marcas en
las balas que disparan, y por eso es imposible identificar a quienes
accionan el gatillo.

La información surgió de un careo entre los indagados, solicitado a pedido
de Carlos Reyes, fiscal de séptimo turno actuante en la causa, a raíz de lo
confuso del relato del parte policial labrado esa noche. El careo se hizo el
viernes 18 de setiembre, y además de los cuatro policías investigados (hubo
más participantes esa noche) prestaron declaración al menos dos de los
peritos actuantes.

La técnica forense que realizó la autopsia del cuerpo de Ruben sostuvo que
la bala que le entró por la espalda, casi a la altura de los omóplatos
(causándole una “herida transfixiante cardíaca”), le atravesó el corazón, y
que por tanto el muchacho murió instantáneamente, o casi. Este dato es
importante, ya que esa herida no pudo haberle permitido seguir corriendo una
vez que se la hicieron. La bala le quedó alojada en el cuerpo y su relieve
le abultaba el pecho. Una vez que fue extraída de su cuerpo se suponía que
iba a ser una pieza clave para aclarar el caso. Pero la bala no pudo ser
identificada. Las pistolas semiautomáticas Glock nueve milímetros no estrían
los proyectiles que dispararan, y son así funcionales al anonimato de
quienes las usan. Esta información fue aportada en el careo por el perito en
balística que analizó las armas, el proyectil extraído y la única vaina que
se encontró en el lugar donde apareció el cuerpo muerto de Ruben. En esa
instancia se le consultó al perito si esta era una característica puntual de
las armas involucradas en el caso, o era genérica en las armas de la Policía
uruguaya. “Genérica”, contestó. Este hecho fue confirmado a Brecha por
fuentes judiciales y policiales.

Tres de las armas incautadas en la noche del 12 de julio mostraban
evidencias de haber sido disparadas.

La (falsa) versión policial. La sorpresa en el careo la causaron las propias
voces de los policías indagados. La División de Asuntos Internos del
Ministerio del Interior hizo llegar a la jueza del caso, Graciela Eustachio,
un disco que contiene los audios registrados por el Centro de Comando
Unificado (Ccu) del móvil Líder 4, de Urpm (ex Radio Patrulla), que actuó
esa noche. “De dicha grabación surge que el contenido del parte policial no
se ajusta a la verdad de los hechos, siendo confeccionado de forma tal para
evadir responsabilidad al proponer P E P P –agente de primera de 33 años–
que ‘se omita que él efectuó un disparo’, ya que F N M F, de la Seccional 8ª
(agente de primera de 34 años), ‘no lo había visto disparar’”, sostiene el
informe enviado por Asuntos Internos –al que accedió este semanario– junto
al disco con los audios.

Todos se ponen nerviosos en la mañana del viernes 18. Las voces, algo
alejadas, traman una historia oficial inverosímil en la que las esquinas se
mezclan, las horas no se explicitan, los oficiales se bajan de los autos y
se cambian de patrulla.

La versión policial de los hechos –según el parte al que accedió Brecha–
comienza con “un taxista” que avisa al móvil 5 de la Seccional 8ª que hubo
un robo en un carro de panchos en Aparicio Saravia y Coronel Raíz. Los dos
agentes de ese móvil declaran haber detenido a dos personas a algunas
cuadras de ahí, en Lope de Vega y Goethe, pero que uno de ellos salió
corriendo hacia la vía. F N M F, acompañante del móvil de la Seccional 8ª,
lo corrió y le disparó. Al pedido de ayuda que hizo el chofer del móvil 5
acuden cuatro patrullas más con dos agentes cada una: hay al menos diez
policías siguiendo “un dato” aportado por un taxista anónimo. Uno de ellos
narró en el parte que las cosas robadas (una heladera sin puertas, una tele
14 pulgadas, una válvula de garrafa y un rollo de cable) las encontró una
cuadra más arriba, en Lope de Vega y Saravia. No existen otros testigos del
“robo” ni denuncia alguna en el momento en que se produjo la persecución que
derivó en la muerte de Ruben.

Los agentes más comprometidos, de acuerdo a la investigación judicial, son P
E P P, el oficial ayudante R D R S –de 26 años–, y el agente de la Seccional
8ª F N M F. Según su propia versión, P E P P realizó “un solo disparo
intimidatorio al piso”, tras el que “encuentran” el cuerpo de Ruben tirado
en una cuneta, sobre la calle Hudson.

La verdad que falta. En el careo, P E P P, de la Urpm, y F N M F, de la
Seccional 8ª, se echan el fardo mutuamente. El primero acusa al de la octava
de ser quien corría y disparaba, mientras sostiene que él hizo un solo
disparo, en el lugar en donde se encontró la vaina. ¿Cómo sabe dónde se
encontró la vaina?, le pregunta la jueza en el careo. “Fue donde yo
disparé”, responde el de 33, tautológicamente.

Como el audio era confuso, el fiscal Reyes ordenó que Asuntos Internos se
encargue de transcribirlo e identificar las voces de los agentes. Consultado
por este semanario, se excusó de hacer declaraciones hasta que no tenga la
información completa de esta pieza clave en el caso.

Julio Moro, abogado de la familia de Ruben, dijo a Brecha que a la luz de la
nueva evidencia aportada “los procesamientos tienen que ser inminentes”: que
al menos uno de los policías sea acusado de homicidio culposo y que, por
haber falseado los hechos, se acuse de encubrimiento al menos a dos de los
otros agentes. Con este nuevo panorama, Moro se apresta a citar al
Ministerio del Interior a una instancia de conciliación que evite la
necesidad de entablarle un juicio civil.

Las preguntas sobre lo sucedido siguen siendo muchas y las principales dudas
las aporta la información policial. Ruben fue ingresado a la morgue con otro
nombre (véase Brecha, 30-VII-15), el del hermano del otro detenido (a quien
la justicia liberó no encontrándolo culpable de delito alguno). Ambos fueron
acusados por la Policía de un robo del que no consiguieron testigos y cuya
denuncia se hizo casi una semana más tarde; y por último, el certificado de
muerte de Ruben apunta que murió en la esquina de Lope de Vega y Goethe,
cuando su cuerpo estaba en la calle Hudson. Entre uno y otro punto hay que
cruzar Casavalle, rodear el cuartel de la Brigada de Comunicaciones número 1
del Ejército, atravesar la vía del tren, meterse por el barrio Maldonado
–que se extiende en el bajo del terreno y en el que no hay calles
perpendiculares– hasta que aparece Hudson.

El abogado insistió en que de fondo hay un problema de “racismo” y
discriminación, que se evidencia en la forma en que los agentes decían estar
“persiguiendo a unos pichis”. Hasta donde este semanario pudo averiguar,
ninguno de ellos ha sufrido consecuencias administrativas: no han sido
trasladados ni separados de sus cargos.

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