Venezuela/ economía: ajuste por defecto [Temir Porras]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 13 16:04:03 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 13 de octubre 2015

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A l’encontre – La Breche

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Venezuela

Ajuste por defecto

¿Cuáles son las premisas y las políticas rectoras para asegurar un objetivo
de crecimiento económico, en qué sectores y con qué actores?

Temir Porras 

noriminuto.com, Caracas

http://www.notiminuto.com/

Uno de los principales enigmas de la política venezolana, es por qué el
Estado parece haber renunciado en estos últimos meses a su papel de
conductor del proceso económico venezolano. Esto es sin duda una gran
paradoja para un Estado que no ha renunciado a ser el más importante actor
de la economía venezolana, pero que efectivamente ha tendido a convertirse
en exclusivamente eso, un actor, que por más importante que sea no logra
dirigir el proceso en el cual se encuentra inmerso.

Sin ánimos de ofender a nadie, las instancias encargadas de la dirección
económica y financiera de la Nación, tienden hoy a comportarse como unos
gigantescos departamentos de Administración y Tesorería. Es decir, que no
cumplen su papel de rectores de las políticas económicas y financieras del
Estado, aunque concentran todas las decisiones que involucren manejo de
recursos en el ámbito público. Si existe una jefatura económica en el
gabinete, ésta lo es menos para elaboración y ejecución de una estrategia,
que para decidir si se destinan tantos recursos a la importación de pollo o
a la liquidación de importaciones de medicamentos. Luego, que esa
importación de pollo o de medicamentos cumpla una función económica
determinada, se venda al precio deseado y a través de los canales de
distribución adecuados, deja de ser un asunto de política económica para
convertirse en un problema de los organismos de fiscalización y seguridad.

Incluso asumiendo que esta forma de proceder está motivada por un imperativo
de justicia y de protección del derechos de los venezolanos al acceso a los
alimentos o los medicamentos, la realidad nos ha enseñado que esta
estrategia sólo funciona, y de manera imperfecta, a la escala de las redes
de distribución del Estado (Mercal, PDVAL, etc), pero no para regir el
comercio de bienes y servicios a nivel de la sociedad entera. El objetivo
político es justo, es necesario y acorde a los preceptos humanistas del
chavismo bolivariano. Pero un objetivo no es sino la parte final, la punta
visible del Iceberg, de una política pública. Fijar el objetivo deseado no
exime de pensar cómo alcanzarlo efectivamente, y no únicamente a través de
medios coercitivos. He ahí la diferencia de naturaleza entre un estrategia
de política económica y una simple y llana administración de recursos.

¿Cuáles son las premisas y las políticas rectoras para asegurar un objetivo
de crecimiento económico, en qué sectores y con qué actores? ¿Qué estrategia
económica tener frente a la inflación, y cómo llevarla a niveles que
consideremos adecuados? ¿Cómo crear condiciones para incrementar la
producción nacional de bienes y servicios? ¿Cómo alentar el espíritu
emprendedor del pueblo venezolano, especialmente en las formas de
organización productiva solidarias? Estas no parecen ser las cuestiones que
ocupan el tiempo de los equipos encargados de la política económica, porque
la estrategia económica consiste en afirmar: de los recursos que tenga el
Estado (de la renta petrolera), se utilizará lo que sea necesario para
comprar alimentos, medicamentos, hacer viviendas, escuelas, entregar
canaimitas, etc. ¿Cómo generamos los recursos para garantizar esos derechos?
¿Cómo producimos en Venezuela esos alimentos, medicamentos, materiales de
construcción o computadoras? Eso parece ser harina de otro costal…

A lo largo del último año, la hipótesis que más a menudo se ha formulado
para explicar que no se haya tomado ninguna decisión significativa en
materia económica, consiste en afirmar que el gobierno ha querido evitar el
costo político de un ajuste macroeconómico. Dicho de otra manera, en un año
electoral, el gobierno bolivariano habría decidido no incrementar los
precios de la gasolina o ajustar el tipo de cambio, entre otros, para no
tener que asumir el costo político negativo que estas medidas podrían
implicar. Pero el hecho más desconcertante es que, francamente, cuando
miramos el año en retrospectiva, el ajuste macroeconómico se ha venido
produciendo por inercia, independientemente de la indecisión del gobierno, y
en cierta medida ante el vacío que ha dejado la ausencia de estrategia
económica gubernamental. Con la excepción de los precios de la gasolina y
los servicios públicos que provee directamente el Estado, todo lo demás se
ha “ajustado” por la vía más brutal, que es la de la fuerza especulativa del
mercado. Los productos de la canasta básica tienen oficialmente un precio
“justo”, pero igual se revenden ilegalmente a precio “de mercado” sin ningún
tipo de control ni transparencia. Y los precios de los bienes y servicios
que no integran la canasta básica, es decir la inmensa mayoría, son objeto
de una “ajuste” especulativo permanente, que es función de las expectativas
irracionales de inflación que se terminan imponiendo cuales matrices de
opinión, ante la ausencia de indicadores oficiales, o el silencio de voceros
autorizados acerca de las perspectivas y las expectativas de mediano y corto
plazo. Si nadie hace nada, si nadie dice nada, el mercado al final del día
hace desastres.

Por supuesto que me refiero estrictamente a la política económica. Porque el
despliegue logístico del Estado para luchar contra las distorsiones del
mercado por vías no económicas, como el cierre de la frontera o los
controles administrativos, puede llegar a ser tanto más impresionante que
contrasta precisamente con la absoluta inercia en el frente de la política
económica.

Lo mismo ha sucedido con el mercado cambiario y la cotización del Bolívar
frente al Dólar. Al no existir ningún mercado ni indicador oficial confiable
ni accesible para las operaciones cambiarias, se termina imponiendo la
locura especulativa de una cuenta de twitter y un puñado de casas de cambio
en Cúcuta. Y lamentablemente, aunque sus cotizaciones no tengan ningún
basamento económico serio, se imponen por defecto como indicadores de
referencia que tienen un impacto en la fijación de precios y en la
inflación. Argumentar que la inmensa mayoría de las importaciones, que son
las de productos básicos como alimentos y medicamentos, se transan a tasa de
6,30 Bolívares por Dólar es no entender nada a la naturaleza del problema, y
en cualquier caso no contribuye a resolverlo. Porque de lo contrario no
experimentaríamos los elevados niveles de inflación que todos percibimos en
nuestra actividad económica diaria. De hecho, que el Estado recurra a la
expansión monetaria, es decir a la emisión de dinero para financiar sus
políticas, es un reconocimiento tácito de que la tasa a la cual cambia sus
dólares en el Banco Central está totalmente desfasada con respecto a la
realidad. Como también es un reconocimiento tácito de los altos índices de
inflación, que terminan afectando al Estado de la misma manera que a cada
uno de nosotros, con la notable diferencia que los ciudadanos no pueden
imprimir sus propios billetes, y al no poderlo hacer recurren, cuando
pueden, al ajuste especulativo de precios.

Por interesante que resulte conocer cuáles fueron los motivos del equipo de
dirección económica para renunciar a conducir una estrategia económica
mientras que el mercado realizaba un brutal ajuste especulativo, debo
confesar que no he logrado dar, y no por falta de interlocutores, con una
respuesta convincente y satisfactoria. Además, siempre cabe suponer que esto
no sea el resultado de una decisión deliberada, sino la imprevisible
resultante de una gran suma de pequeñas indefiniciones. Entre otras razones,
porque es un muy mal cálculo suponer que el ajuste tendrá menos
consecuencias políticas para el gobierno, por el simple hecho de que se haya
producido por inercia, y no por decisiones políticas explícitas.

En cualquier caso, lo que resulta más claro de percibir es la enseñanza de
que la ausencia de política, la inacción y el silencio, especialmente en
materia económica, es siempre la peor opción. Como ya lo dije alguna vez en
el pasado, no tener política económica es lo único peor que tener una
política económica errada.

Y a diferencia de lo que piensen algunos, yo considero que nunca es
demasiado tarde para tomar buenas decisiones en esta materia. En los últimos
dos años, no son pocas las propuestas e ideas que han circulado sobre la
estrategia económica a seguir. A pesar de que cada quien tenga sus
preferencias o sensibilidades, tiendo a pensar que, cualquiera que sea la
estrategia que termine privilegiando el gobierno bolivariano, recibirá por
lo menos el reconocimiento de que ha asumido con liderazgo y de manera
activa la búsqueda de soluciones a uno de los problemas más importantes que
afecta a la sociedad venezolana. Si hay algo que sabe reconocer y
recompensar el pueblo chavista, es que su liderazgo no esquive los
problemas, sino que le plantee estrategias y objetivos claros, y actúe
firmemente en consecuencia.

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