Guatemala/ el donosaurio y la calle: crónica de un momento político luminoso [Ana Cofiño]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 11 13:57:58 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 11 de setiembre 2015

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A l’encontre – La Breche

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Guatemala

 

Crónicas de un momento político luminoso

El dinosaurio y la calle 

En Guatemala la protesta social nunca fue totalmente silenciada, ni siquiera
durante las dictaduras más sanguinarias. Las manifestaciones de los últimos
meses reactivaron un protagonismo ciudadano perdido desde los ochenta y son
la base para creer que “el ciclo de la desgracia” y la impunidad comienzan a
ser rotos.

Ana Cofiño *

Brecha, Montevideo, 11-9-2015

http://brecha.com.uy/

Que Otto Pérez Molina, un ex militar directamente involucrado en la
violencia institucional que arrasó con centenares de aldeas indígenas,
resultara electo presidente en 2012 no significó que el miedo nos
paralizara, al contrario, la acumulación de insatisfacciones aumentó en el
primer año del gobierno de mano dura, ante hechos como la matanza de ocho
personas por un comando antimotines cuando protestaban por los altos costos
del servicio de energía eléctrica.

Marchas campesinas reclamando soluciones para los antiguos problemas de la
distribución de la tierra, consultas populares y comunitarias en torno a la
minería de metales y las hidroeléctricas, luchas a favor de los derechos
humanos y por la memoria, siguieron ocurriendo pese a una presencia militar
que fue en aumento, al igual que los niveles de corrupción. Los desalojos
violentos, por parte del ejército y la policía, de poblaciones que se oponen
a que les impongan un modelo de desarrollo destructor de su entorno y sus
comunidades fueron agregándole leña al fuego de múltiples conflictos
sociales. Si a eso le sumamos el descaro y la prepotencia con que la llamada
“pareja presidencial” y sus secuaces atracaron al Estado, es comprensible
todo lo que surgió a partir del destape que hizo la Comisión Internacional
Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), al ofrecer pruebas claras de las
operaciones fraudulentas de La línea, una estructura criminal incrustada en
la Secretaría de Administración Tributaria y Aduanas, con ramificaciones en
otras instituciones del Estado.

La indignación fue cundiendo y se hizo viral en las redes sociales. Cada día
salían a luz más vínculos entre los delincuentes y los funcionarios de
gobierno, socios de negocios sucios que afectaban a la ciudadanía. Las
llamadas interceptadas por el Ministerio Público implicaban a “la doña” y
“el número uno”, cabos que no fue difícil atar a figuras del más alto nivel.
Así salió a luz el caso del Instituto del Seguro Social, donde entre otros
desmanes se contrató a una empresa que prestaba servicios de diálisis en
condiciones deficientes, lo que causó la muerte de 14 pacientes.

Así las cosas, varias organizaciones sociales, jóvenes que nunca habían
participado en política o que jamás habían manifestado, gente de diverso
origen y posición se unieron y convocaron a través de las redes sociales,
utilizando los hash tags #RenunciaYa, #JusticiaYa, #EstoApenasEmpieza y
muchísimos más, a una concentración masiva que llenó la plaza central el 25
de abril. Los de siempre nos juntamos en un parque cercano desde donde
salimos acompañados por un camión que llevaba una pancarta que decía “Se
robaron mil millones de quetzales”, tambores y silbatos, cada quien con sus
banderas hechas a mano, unidos por sentimientos que no se habían expresado
con tanta potencia desde los años ochenta.

Los de siempre más muchos 

La llegada a aquella plaza inundada de gente que se unía a cantar un himno
nacional tan largo que nadie se lo sabe, que afirmaba haber perdido el
miedo, que sacó a las calles nuevamente a desaparecidas y desaparecidos, que
reivindicó los derechos humanos, que señaló las causas estructurales del
empobrecimiento de las mayorías, fue demasiado para nuestros golpeados
corazones. Las lágrimas y los abrazos se multiplicaban en encuentros que no
acabábamos de creer. Sentíamos que tantos años de apatía y temores llegaban
a su fin. El sueño de la revolución volvió a asomarse a las calles.

Si algo fue notorio de estas movilizaciones que sábado a sábado se fueron
sucediendo desde abril hasta setiembre fue la creatividad: la poesía, la
música, las performances, la pintura usadas como herramientas políticas
colectivas. Al calor de las luchas surgieron espacios de reflexión, cada día
había foros, debates, conferencias; decenas de artículos de periodismo
investigativo; asambleas en los barrios; encuentros entre grupos con
reclamos diversos. Un poeta convocó a darnos abrazos y besos colectivos,
hubo bailes en la plaza, se hicieron las pancartas más imaginativas y
ocurrentes de todos los tiempos. La risa, el humor y la esperanza iluminaron
un panorama que hasta entonces no parecía tener remedio, con la ausencia de
liderazgos democráticos, con la violencia como sombra cotidiana, sin
perspectivas claras para el futuro. Y lo más maravilloso es que en los
departamentos, en las ciudades de otros países también había gente uniéndose
a la protesta, soñando con que Guatemala volviera a tener la posibilidad de
salir del pantano en que la habían sumido.

Abstención activa

Las integrantes de la asociación feminista La Cuerda habíamos iniciado desde
meses atrás un proceso de reflexión y discusión para posicionarnos ante las
elecciones que debían realizarse este año. En medio de la lluvia de
propuestas, que iban desde lo más radical hasta lo más conservador, nos
definimos finalmente por el abstencionismo, como una posición ética frente a
un sistema corrompido que desde hace mucho tiempo se ha pedido reformar. En
esas estábamos un día en la oficina pensando cómo trasmitir ese mensaje,
mientras lavábamos los platos del almuerzo, cuando entre todas acuñamos la
frase “En estas condiciones no queremos elecciones”. Rápidamente la
materializamos en una manta amarilla gigante que se volvió una de las
consignas más importantes para quienes coincidíamos en considerar que el
proceso electoral era una farsa si continuaba sobre la base de una ley y
unos procedimientos anacrónicos, excluyentes y viciados.

Los acontecimientos llevaban un ritmo muy acelerado, y la incertidumbre
permeaba el ambiente. Pedíamos la renuncia del presidente y de la vice, pero
también de sus ministros, de todas las personas implicadas en la corrupción,
exigíamos que los empresarios involucrados fueran señalados, proponíamos que
se pospusiera el proceso electoral para llevar a cabo reformas y crear
condiciones democráticas para llevarlas a cabo y así iniciar un proceso de
transformaciones profundas que con el tiempo trajeran la tan anhelada
justicia al país.

Y otra sacudida nos sacaba de nuevo con más energía a la plaza: uno de los
ríos más grandes, La Pasión, fue contaminado por una plantación de palma
aceitera. Miles de peces, crustáceos y especies de fauna y flora local
morían sin que se pudiera detener ese desastre que afectaba a las
poblaciones ribereñas que viven de lo que el río provee. Una tragedia que
demostró con creces las denuncias que los movimientos hemos hecho acerca de
los daños que estas operaciones agroindustriales provocan. La manifestación
de ese sábado tuvo un tinte ecologista, en el sentido de que la gente pedía
que se detuviera la operación de empresas que provocan daños irreparables y
que operan contraviniendo los estándares de protección ambiental.

A todo esto, los grupos conservadores que han ostentado el poder a lo largo
de la historia, así como la embajada estadounidense, iban imponiendo sus
criterios en negociaciones a las que no fuimos invitadas. Y eso provocó
indignación, dudas, rechazo, pero también la sensación de estar viviendo
otra vez lo que pasó en 1954, cuando la intervención de la Cia puso fin a
una revolución que pretendía traer la modernización al país.

Además de las protestas de los sábados en la rebautizada Plaza de la
Dignidad, hubo plantones frente al Congreso, comunicados dirigidos al
Tribunal Supremo Electoral, plataformas políticas consensuadas por
organizaciones, asambleas populares y hasta huelgas de hambre. Se daban
pasos en la dirección de impulsar transformaciones, al tiempo que se seguía
exigiendo la renuncia, el juicio y castigo a los responsables del gran
atraco al Estado. La renuncia, captura y enjuiciamiento de la pareja
presidencial fue un triunfo ampliamente celebrado. Sentíamos que dábamos
grandes saltos y que la esperanza podía dar mejores frutos. Pero como se
repitió hasta el cansancio, parafraseando al escritor Augusto Monterroso, el
dinosaurio seguía allí, y no se pudo detener las tan cuestionadas
elecciones.

El sábado 5 por la noche se organizó una marcha fúnebre que daba por muerto
al tan manoseado Estado de derecho. De luto riguroso marchamos por las
calles del centro de la capital coreando otra de las consignas inventadas
para el momento: “Es preciso romper el ciclo de nuestra desgracia, estas
elecciones no son democracia”. Así amanecimos el domingo, con unas
elecciones impuestas en las que votar por un cómico sin gracia, racista,
fundamentalista, respaldado por la Asociación de Veteranos Militares que
impulsó la guerra anticomunista, se convirtió en una manera de rechazar a
otro candidato que ha saltado de partido en partido para lograr hacerse de
la presidencia con apoyo de grupos de narcotraficantes.

Termino esta crónica todavía con la incertidumbre de lo que pueda pasar en
los próximos días. La segunda vuelta electoral puede obligarnos a elegir
entre la silla eléctrica y la guillotina. Puede ser también que una mujer
sea contendiente, todavía no han terminado de dar los resultados que lo
confirmen. Lo que sí es cierto y que todavía resuena en las calles es que
esto apenas empieza.

* Antropóloga y militante feminista guatemalteca. Exclusivo para Brecha.

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