Grecia/ Alexis Tsipras: el transformismo como instrumento para derrotar al sujeto popular [Manuel Monereo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 19 12:34:00 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 19 de setiembre 2015

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A l’encontre – La Breche

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Grecia

Alexis Tsipras: el transformismo como instrumento para derrotar al sujeto
popular

Cuando uno acepta resignarse a gobernar con el programa del adversario lo
único que logra es desalentar cualquier experiencia alternativa y abonar la
tesis de que sólo hay una política posible, dice Manuel Monereo en esta
columna, publicada en vísperas de las nuevas elecciones griegas del domingo.


Manuel Monereo *

Brecha, Montevideo, 18-9-2015

http://brecha.com.uy/

Ellos, los que mandan, nunca se equivocan. Aciertan casi siempre. Su
especialidad es cooptar, integrar, domar a los rebeldes para asegurar que el
poder de los que mandan de verdad y no se presentan a las elecciones se
perpetúe y se reproduzca. El transformismo es eso: instrumento para ampliar
la clase política dominante con los rebeldes, con los revolucionarios,
asumiendo algunas de sus reivindicaciones a cambio de neutralizar y dividir
a las clases subalternas. La clave es esta: para conseguir que el sujeto
popular sea no sólo vencido sino derrotado, es necesario cooptar a sus
jefes, a sus dirigentes. Con ello se bloquea la esperanza, se promueve el
pesimismo y se demuestra que, al final, todos son iguales, todos tienen un
precio y que no hay alternativa a lo existente. La organización planificada
de la resignación. Con Alexis Tsipras no ha sido fácil. Era un reformista
sincero y, además, un europeísta convencido, de los que pensaban que se
podrían conseguir concesiones de los socios europeos; que a estos se les
podría convencer de que las políticas de austeridad no solo eran injustas
sino profundamente ineficaces y que para poder pagar la deuda se debería
incentivar un conjunto de políticas diferentes que relanzaran la economía,
que solucionaran la catástrofe humanitaria que vivía el país y que hicieran
compatible la soberanía popular con la pertenencia a la UE. El ex ministro
de Finanzas Yanis Varoufakis ha sido la cara y los ojos de esta estrategia
negociadora que él, en algún momento, ha definido como kantiana, es decir,
basada en la razón y en la búsqueda del interés común.

La historia es conocida. Hoy sabemos que esa estrategia ha sido un rotundo
fracaso: no se consiguió nunca dividir a los estados europeos más poderosos
y el dominio alemán fue claro y definitorio desde el comienzo. Todo esto lo
sabemos por el propio Varoufakis, que ha ido relatando este auténtico “vía
crucis” que nunca implicó realmente una negociación y que, desde el primer
momento, fue un chantaje en toda regla del tipo “lo tomas o lo dejas” y,
mientras, la presión sostenida y permanente del Banco Central Europeo
agotando la liquidez y las instituciones europeas negando los créditos.

Dieciocho contra uno. Así ha sido este proceso, que tenía tres objetivos
fundamentales. El primero, combatir el malísimo precedente griego en un
sentido claro y rotundo: los países endeudados del sur no pueden tener otras
políticas económicas que las dictadas por la troika. En segundo lugar,
apoyar firmemente a los gobiernos de la derecha y de la socialdemocracia
que, de una u otra manera, en uno u otro momento, se plegaron a las
políticas impuestas por el Estado alemán; estos partidos siguen siendo
absolutamente necesarios para garantizar las políticas neoliberales
dominantes y bajo ningún concepto se les puede dejar caer, máxime cuando
emergen fuerzas alternativas, de eso que la UE y los gobiernos de turno
llaman populismo. El tercero, el mensaje real que se manda a las
poblaciones, sobre todo del sur, es que esta UE, sus políticas y sus
relaciones reales de poder, no tienen alternativa. Lo que queda es la
estrategia del miedo: o se aceptan estas políticas o se producirá el caos y
la catástrofe económica y social de la salida del euro.

En muchos sentidos, el caso griego es bastante excepcional. Grecia es un
viejo-joven país con una honda tradición político cultural, con una fuerte
identidad como pueblo y con un gran sentido patriótico. Se había ido
produciendo en estos años una simbiosis, una nueva relación entre la defensa
de los derechos sociales, la independencia nacional y la unidad de una gran
parte del pueblo en torno al apoyo a las clases trabajadoras, a los pobres y
a los jóvenes que estaban viviendo una grave regresión en sus condiciones de
vida y de trabajo. Todo esto terminó identificándose con dos nombres: Syriza
y Tsipras. El ejemplo más claro de esto fue la victoria en el referéndum en
un país, no se debería olvidar, que estaba viviendo un “corralito”, con
amenazas constantes de las “autoridades europeas” y con unos medios de
comunicación masivamente partidarios del Sí.

Que al final fuese Tsipras el eslabón más débil de la cadena obliga a pensar
las cosas a fondo. Primero, la enorme capacidad de presión de la troika, en
un sentido muy preciso y que se olvida con mucha frecuencia: lo que existe
es una alianza estratégica entre las instituciones europeas y los poderes
económicos dominantes de cada país que el Estado alemán garantiza. Para
decirlo con mayor precisión: las clases económicamente dominantes están de
acuerdo con esta Europa y con el papel que se asigna a sus países en la
división del trabajo que se está definiendo en y desde la crisis. En segundo
lugar, lo que Tsipras y la derecha de Syriza expresan es una posición
ideológica que no siempre se consigue identificar y que, al final, se ha
convertido en una enorme debilidad. Me refiero a eso que se ha llamado
europeísmo. Reformismo socialdemócrata y europeísmo han estado íntimamente
relacionados. Se podría decir que la bandera del europeísmo sirvió para
camuflar la crisis del proyecto socialdemócrata sobre tres ideas básicas:
que la UE era la única construcción posible de Europa; que la UE es un bien
en sí, independientemente del conflicto social y de la distribución del
poder entre estados y clases; y que el Estado-nación se había convertido en
una antigualla que necesariamente había que superar en el proceso de
integración europea.

Para Tsipras era inimaginable una Grecia fuera del euro, fuera de las
instituciones de la UE, aunque eso significase la ruina económica de su
país, continuar con la degradación de las condiciones sociales de la mayoría
de la población y la aceptación de que el Estado griego es, de hecho, un
protectorado de los países acreedores.

La troika ha conseguido claramente sus objetivos. Las políticas que ha
venido realizando Tsipras y su gobierno tras su capitulación (así lo ha
definido Varoufakis) nos impiden ser optimistas. La hoja de ruta aprobada
por las instituciones europeas la está cumpliendo Tsipras a rajatabla, y a
veces da la sensación de que se realiza con el “furor del converso”. Hay
datos que nos llevan a pensar que el asunto irá a peor. Tsipras sabía mejor
que nadie que no estaba garantizada su mayoría en el próximo congreso de
Syriza. La convocatoria a nuevas elecciones que realizó no tiene nada de
heroico. Sabedor de que las cosas en su partido estaban difíciles para él,
las convocó para conseguir tres cosas a la vez: garantizarse las siglas,
propiciar la ruptura de Syriza huyendo del debate democrático y del posible
cuestionamiento de su liderazgo y, por último, buscar el respaldo popular
antes de que se empiecen a notar los efectos económicos y sociales de las
políticas de austeridad impuestas por la troika y aceptadas por la mayoría
del parlamento griego.

Seguramente Tsipras ganará [el domingo próximo], pero su partido habrá ya
cambiado de naturaleza y el movimiento popular y democrático se dividirá por
mucho tiempo. Nada será igual. Reconstruir desde abajo la alternativa
después de la derrota requerirá tiempo, inteligencia y un compromiso moral
especialmente fuerte. Tsipras ahora se muestra como valiente, responsable y
realista, y a los otros, sus amigos y camaradas de ayer, los presenta como
populistas, maximalistas y euroescépticos. Los que mandan ganan una vez más.
¿Aprenderemos en cabeza ajena? La vida dirá. 

* “Mala conciencia” de la izquierda española, Monereo es militante de
Izquierda Unida pero cercano al líder de Podemos, Pablo Iglesias. En las
últimas semanas se ha distanciado de este último, por el apoyo que Iglesias
ha dado en las elecciones griegas a Alexis Tsipras. Esta columna fue
publicada en el blog del autor.

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