Italia/ de nuevo sobre la historia de Rifondazione (Franco Turigliatto)

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 25 12:16:21 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 25 de setiembre 2015

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A l’encontre – La Brèche

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Italia

 

De nuevo sobre la historia de Rifondazione

 

Franco Turigliatto *

https://www.ensemble-fdg.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

http://www.vientosur.info/

 

 

En Italia se discute mucho sobre la experiencia de Syriza en Grecia y de
Podemos en España, de sus éxitos políticos y electorales; mucha gente desea
en nuestro país la construcción de un reagrupamiento político que supere las
divisiones infinitas de la izquierda italiana, hoy muy minoritaria, para
hacer frente a las luchas políticas y sociales y hacer creíble una
alternativa de izquierdas y de clase.

 

Una formación que tuviera características semejantes a Syriza ha existido ya
en Italia y se llamaba Rifondazione, pero tras altos y bajos y diferentes
situaciones, el proyecto inicial nacido a comienzos de los años noventa
-construir un partido de alternativa y una refundación del pensamiento y de
la praxis comunistas- no se ha realizado. Creado en 1991, el Partido de la
Refundación Comunista (PRC) unió a fuerzas importantes, la gran mayoría de
las corrientes y de las familias políticas de la izquierda y tuvo un papel
central durante más de 15 años en los acontecimientos políticos y sociales
del país.

 

En 2006, el PRC se alió con el gobierno de centro izquierda de Prodi. Fausto
Bertinotti, secretario del PRC, se convirtió en presidente de la Cámara de
diputados de 2006 a 2008 que vio la caída de Prodi. Se desencadenó entonces
el inicio de un proceso de crisis que iba a traducirse en el estallido del
PRC. Este artículo quiere dar elementos de balance de esta historia.

 

El nacimiento del PRC y la esperanza de un nuevo comienzo

 

Rifondazione Comunista fue, en primer lugar, fruto de una ruptura en el seno
del Partido Comunista Italiano (PCI), que fue el Partido Comunista más
grande de Occidente, con un millón y medio de miembros, resultados
electorales de alrededor del 25% (y dos veces el 30%), gobernando regiones y
ciudades de gran importancia y dirigiendo el sindicato CGIL (Confederación
General Italiana del Trabajo) la mayor organización sindical del país.
Teniendo como origen la Tercera Internacional estalinista, adoptó también,
tras la Segunda Guerra Mundial, rasgos socialdemócratas. Estos dos aspectos
estaban bien encarnados en su dirigente histórico Palmiro Togliatti, muerto
en 1964; para indicar su modelo se habla corrientemente de "togliattismo".

 

En el corazón de los años setenta y de las luchas obreras, el PCI apoyó un
gobierno de unidad nacional con la burguesía que abrió la vía al retroceso y
a la derrota del movimiento obrero. Hacia finales de los años ochenta, se
formaron en su seno algunas corrientes políticas de izquierda. La decisión
de la mayoría del partido, dirigida por el secretario Achille Occhetto, de
cambiar el nombre del partido y de orientarse cada vez más hacia la
Internacional Socialista, empujó a las dos corrientes de oposición en el
congreso de 1991 a rechazar la transformación del PCI en PDS (Partido
Democrático de Izquierda) y a crear el PRC.

 

La primera corriente estaba dirigida por el jefe histórico de la izquierda
del partido, Pietro Ingrao (aunque en el último momento decidiera quedarse
en el PDS), por algunos sindicalistas, como Sergio Garavini, y por
militantes que en los años precedentes habían emprendido la experiencia de
la revista Il Manifesto; una corriente atenta a los movimientos sociales y a
las luchas obreras, crítica hacia el estalinismo y la URSS e igualmente
crítica del sistema capitalista. La segunda corriente era mucho más pequeña,
pero mejor organizada, animada por otro dirigente histórico, Armando
Cossutta, más ligado a la experiencia soviética, crítico de la aceptación de
la OTAN por el PCI y de sus decisiones oportunistas. Este último se
convirtió en el presidente y Garavini en el secretario general. En 1994,
éste fue reemplazado por Fausto Bertinotti que iba a dirigir el partido
hasta 2008.

 

A estas dos componentes se añadió la principal organización de la nueva
izquierda radical de los años setenta, Democrazia Proletaria, en cuyo seno
desde hacía dos años estaban también presentes los militantes de la IVª
Internacional.

 

El nacimiento de este nuevo partido tuvo un amplio eco en el país y vio un
despertar de esperanza y de militantismo por parte de numerosos cuadros de
los años setenta y ochenta que habían abandonado el activismo. Varios
militantes de la otra organización de la izquierda revolucionaria de los
años setenta, Lotta Continua (que posteriormente se había disuelto),
decidieron participar en esta nueva experiencia.

 

El primer año del partido estuvo marcado por una gran euforia política, la
renovación de un fuerte militantismo, momentos elevados de participación en
un clima de caos político, sin que los aparatos, aunque presentes, lograran
controlar la situación.

 

Hay que subrayar dos elementos: la escisión en el PCI fue producto de un
acto simbólico -el rechazo a abandonar la denominación de comunista-, pero
sin elaboración de un programa alternativo, cuando las opciones moderadas de
los decenios precedentes habrían debido conducir bastante antes a los
sectores de la izquierda del mismo a la ruptura, como venían empujando a
hacerlo organizaciones radicales exteriores al partido. El carácter
simbólico de la ruptura limitó el aspecto programático innovador de la
escisión. Al mismo tiempo, ciertos sectores eran conscientes de que el
futuro del PRC no podía ser solo una supuesta “continuidad comunista", que
habría sido "traicionada" por la cúspide del partido.

 

Estaba fuertemente presente el sentimiento de un nuevo comienzo
indispensable, la necesidad de reescribir todo y de reconstruir. De ahí la
discusión importante y desordenada del primer congreso de diciembre de 1991,
que vio más de 4 000 enmiendas al texto propuesto, enmiendas provenientes de
la base del nuevo partido y que no pudieron ser tratadas; el debate se
concentró en el nombre del partido, pero los "continuistas", que querían
retomar el nombre del PCI fueron derrotados por una coalición que sostenía
el concepto y el nombre de la "refundación". Mucha gente pensaba que había
que retomar en su raíz el proyecto de la transformación social y del
comunismo. Sin embargo el debate mostró que los contenidos políticos y
programáticos de la ruptura no estaban en absoluto claros. De hecho, como la
evocación de la palabra “comunismo” disimulaba la incertidumbre sobre los
contenidos y sobre la estrategia, no fue fácil pasar de la esperanza a los
hechos.

 

Había entonces un ardor político similar al encontrado, tantos años después,
en Grecia y en España con el movimiento de los Indignados y el nacimiento de
Podemos. Hay sin embargo que subrayar diferencias estructurales que dependen
en primer lugar de momentos históricos distintos.

 

En 1991, se estaba ya en medio de la ofensiva neoliberal, pero ésta se
situaba aún lejos de la violencia explosiva de la crisis comenzada en 2007 y
de las políticas de austeridad posteriores. Además, si la configuración del
movimiento obrero y de la izquierda se estaba transformando, las estructuras
tradicionales de la clase obrera, aunque debilitadas, aguantaban aún. Los
afiliados al nuevo partido eran en general militantes o miembros de los
sindicatos; la fractura entre la "izquierda" y amplios sectores sociales no
había tenido aún lugar y el proceso se situaba en una dinámica que tendía a
reorientar las fuerzas del movimiento obrero y a relanzar las luchas en una
perspectiva antisistema. Las luchas de los años setenta e incluso de los
ochenta estaban lejos, pero seguían bien presentes en las experiencias y los
recuerdos directos de quienes querían reconstruir una alternativa a las
políticas de las clases dominantes.

 

Rifondazione se situó en una continuidad organizativa con el viejo partido,
pero también con un fuerte aporte de fuerzas nuevas (hasta 2008, el número
de afiliados fluctuó alrededor de los 100 000), un grupo parlamentario
significativo, miles de células de base en todo el país. Sin embargo el
importante turn over de los afiliados (hasta el 30% cada año) mostraba que
el PRC tenía dificultades para enraizarse en la sociedad de forma estable y
estructurada. El partido atraía más por su imagen (sobre todo en la segunda
fase de Bertinotti) que por su capacidad para implantarse socialmente. No
logró jamás ser una fuerza decisiva en el interior de las organizaciones
sindicales y no llegó jamás a dirigir con sus cuadros un sindicato. Esta
situación de debilidad estructural no le permitió casi nunca intervenir con
una eficacia suficiente en los acontecimientos sociales, aunque jugara un
papel de primer plano en la vida política.

 

Además, la introducción de un sistema electoral uninominal, que iba a
reemplazar el sistema proporcional tradicional, constituyó un elemento
completamente imprevisto para el PRC, que muy rápidamente se encontró
sacudido en cada cita electoral, empujado a aliarse a las fuerzas de un
centro izquierda frente al que quería representar una alternativa política
/1.

 

El contexto social de los primeros años

 

Rifondazione vivió sus primeros años en un clima particularmente agitado,
con el fondo internacional de la desagregación de la URSS y de primera
guerra del Golfo en la que Italia tomó parte de forma activa. En el
interior, las políticas de austeridad se concretaron en 1992 con una fuerte
puesta en cuestión de conquistas sociales, y con los sindicatos aceptando
someterse a la lógica patronal /2.

 

Los acuerdos entre sindicatos, patronos y gobierno de 1992-1993 provocaron
una muy poderosa revuelta de los trabajadores; con el movimiento llamado de
los "bulloni" que rechazaban con fuerza la política de las direcciones
sindicales, en primer lugar la de la CGIL. El PRC, a pesar del gran
compromiso de los militantes en el movimiento, quedó paralizado y
subordinado a las burocracias de izquierda del aparato sindical que buscaron
un compromiso con las direcciones centrales y que capitularon. Además, la
clase obrera conoció, a causa de las derrotas y de las reestructuraciones,
un debilitamiento significativo en las grandes concentraciones de fábricas,
motores de la movilización obrera.

 

Hay que tener en cuenta todo esto para explicar que el nacimiento y el
desarrollo de Rifondazione tuvieron lugar en un contexto difícil, pero en el
que todo era aún posible; esta era la visión de los miles de militantes que
se sumaban al PRC. Rifondazione tomó la medida de esta resistencia social,
llegando hasta posicionarse como "corazón de la oposición".

 

En cambio, le será mucho más difícil pasar a la reconstrucción, es decir, a
un proyecto coherente de desarrollo del partido y del movimiento de masas.
Tanto que cada vez que se acercaban las elecciones, los dirigentes y los
militantes de base olvidaban ser ese "corazón de la oposición" y se ponían a
discutir sobre alianzas electorales.

 

Los repetidos cambios de dirección y las alianzas con el centro izquierda

 

Tras haberse situado en la oposición durante más de dos años, en las
elecciones políticas de 1994, Rifondazione participó en la Alianza de los
Progresistas guiada por el secretario del PDS Ochetto. El partido obtuvo un
buen resultado electoral, pero la alianza fue derrotada por el nuevo jefe de
la derecha, Berlusconi; el "peligro" representado por la entrada en el
gobierno se vio conjurado por ello. Pocos años después, como consecuencia de
la crisis del primer gobierno Berlusconi, se produjo el nacimiento de un
gobierno de coalición presidido por Dini, un exministro de Berlusconi.
Rifondazione conoció entonces una primera escisión de derechas, por parte de
algunos de sus fundadores que, contra las decisiones de la mayoría, quería
apoyar a este gobierno.

 

En 1996 el PRC cambia de nuevo de dirección y establece una alianza sólida
con la coalición El Olivo, dirigida por Romano Prodi, que gana las
elecciones; en esta ocasión, Rifondazione obtiene el máximo de votos de su
historia (alrededor del 8,7%, es decir, tres millones doscientos mil votos)
/3.

 

El PRC entra por tanto en la mayoría, presionando al gobierno sobre la
necesidad de un programa de reformas, comenzando por la reducción del tiempo
de trabajo, con mantenimiento de salario, para responder al paro; sin
embargo al mismo tiempo apoya el proyecto europeo, el nacimiento del euro y
las primeras medidas de precarización del mercado de trabajo.

 

Tras duros enfrentamientos en la mayoría sobre la consigna de “cambio o
ruptura”, Rifondazione sale de la coalición esperando obtener el consenso
sobre esta opción radical. Pero el partido conoce una escisión muy penosa,
dirigida por uno de los fundadores, Cossutta, que crea una formación
nostálgica del viejo PCI, el Partido de los Comunistas Italianos (PdCI). Las
elecciones europeas de 1999 penalizan a Rifondazione que no obtiene más que
un decepcionante 4%, mientras que el PdCI muestra que existe con el 2%.

 

En las elecciones regionales de 2000, el PRC se alía de nuevo con el centro
izquierda y obtiene buenos resultados, pero sigue en la oposición a nivel
nacional. En las elecciones políticas de 2001 se presenta solo; renuncia a
presentar sus candidatos para la parte uninominal, participando solo en el
reparto proporcional (25% de los electos) y vuelve a tener un buen resultado
(más del 5%) con alrededor de 1 900 000 votos, pero obtiene pocos
parlamentarios (una quincena).

 

Se abre entonces un período de radicalidad más fuerte, que comienza con el
apoyo al movimiento altermundialista. Pero las elecciones de 2006 ven un
nuevo giro de 180º: una nueva alianza con el centro izquierda y la
participación en el gobierno Prodi 2 para -según se afirma- garantizar “la
compensación de las clases populares y obreras y una gran reforma social”.
Obtiene 2,2 millones de votos en la Cámara y 2,5 millones de votos en el
Senado. Pero la experiencia gubernamental se revela rápidamente catastrófica
/4. Volveremos sobre ello.

 

Rifondazione ha logrado obtener los mejores resultados electorales cuando ha
podido asociar dos elementos: tener detrás de sí un período de oposición y
de lucha y al mismo tiempo probar que era unitario y presentarse como el ala
izquierda del centro izquierda. Esta política corresponde bien al nivel
medio de conciencia de la mayoría de los electores de izquierdas. La
exigencia de unidad es muy fuerte pues, enfrente, se encuentra siempre la
derecha guiada por un Berlusconi que actúa como revulsivo. La preponderancia
del antiberlusconismo impidió que amplios sectores del pueblo de izquierdas
realizaran un balance de las políticas llevadas a cabo por las fuerzas
políticas del centro izquierda.

 

En las elecciones de 2008 se realizó la formación de una lista llamada
Arcoiris que unió a Rifundazione, el PdCI, los Verdes y otras fuerzas, que
sufrió una derrota estrepitosa no superando la barrera del 4%. Por primera
vez en la historia de la posguerra, la izquierda no logró que resultara
elegido ningún representante en el Parlamento. La derrota fue dramática: en
este caso, en lugar de recoger a derecha e izquierda, Rifondazione perdió el
apoyo de quienes pensaban que el partido había ido demasiado lejos y de que
quienes juzgaban que había cedido a las posiciones moderadas. Amplios
sectores del electorado de izquierdas se abstuvieron.

 

La estructura profunda del PRC y la herencia del pasado

 

Estos cambios incesantes nunca han sido discutidos en serio. Esto se traduce
en una tensión permanente en el partido y una subordinación a las decisiones
del secretario: ningún partido puede construirse seriamente de forma
duradera con ese método.

 

Se hace evidente que el grupo dirigente, aunque formado por diversas
componentes, no rompió jamás estratégicamente con el DS y luego con el PD y
siguió creyendo encontrarse en el seno de esa familia política. La ruptura
con el centro izquierda no respondió jamás a una visión estratégica, tenía
solo como objetivo obtener consensos en los sectores más radicales de los
movimientos y una correlación de fuerzas útil en las negociaciones con el
centro izquierda. Esto en función de las posiciones teorizadas desde siempre
en el seno del PCI, en particular por Lucio Magri, uno de los fundadores de
Rifondazione: la necesidad de encontrar con la burguesía y con sus partidos
compromisos que el movimiento obrero debe dinamizar, es decir llevar sobre
la marcha a un nivel más elevado y más favorable. Las grandes luchas y
conquistas de los años sesenta y setenta podían alimentar esta ilusión. Los
acontecimientos de los años noventa, con la recuperación del control por las
fuerzas burguesas y la patronal, habrían debido borrarla. A pesar de todo,
hoy esa idea sigue extendida en amplios sectores de la izquierda.

 

Otro elemento está ligado a la realidad profunda del partido: incluso en
período de oposición, se tejen alianzas con el centro izquierda, en las
regiones, en las provincias, en los ayuntamientos, en las grandes ciudades,
lo que permite obtener miles de consejeros, así como numerosos adjuntos; se
participa así en la gestión local de las políticas de austeridad, posición
que se justifica siempre con el argumento de que a nivel local se pueden
obtener resultados parciales y reducir la gravedad de esas medidas.

 

Esto crea un medio social estrechamente ligado a las instituciones; la
esperanza de una carrera política e institucional toca a numerosas personas
e impregna la vida de la organización, incluso cuando a nivel general se
llevan a cabo campañas sociales radicales. Esto implica que el centro de
gravedad del partido no se desplazará jamás socialmente.

 

Un posible big bang refundador

 

Sin embargo, habría podido producirse en los primeros años un big bang
refundador del partido, cuando todo estaba en discusión y el país estaba aún
atravesado por movimientos obreros significativos con una red densa de
delegados en las fábricas y lugares de trabajo, muchos de ellos afiliados o
simpatizantes del PRC, que no aceptaban pasivamente las posiciones de la
burocracia, tomaban iniciativas de lucha y defendían propuestas
alternativas.

 

Rifondazione sostuvo activamente todos esos movimientos y se inscribía en
ellos pero no los dirigía, salvo en pequeña medida, con sus cuadros.

 

Estábamos entonces en el punto más elevado de distancia entre una base
sindical aún militante y el aparato burocrático del sindicato; se entrevió
incluso la posibilidad de una escisión masiva de la CGIL y la construcción
de otra federación sindical, amplia y fuerte, sobre posiciones de clase. Su
ausencia provocará, entre otras cosas, la formación de sindicatos de base,
muy combativos, pero dirigidos por corrientes a veces sectarias, cuya esfera
de acción permanecía limitada a algunos sectores o situaciones.

 

Pero el partido como tal no logró enfrentarse a la complejidad de esos nudos
sociales y sindicales, ni siquiera para discutir el tema; su funcionamiento,
sus estructuras, las preocupaciones de sus cuadros estaban en otras partes,
ligadas a la gestión política cotidiana, es decir, a las instituciones. Por
otra parte, las fuerzas provenientes de la extrema izquierda no lograron ser
eficaces en sus propuestas políticas de renovación, debido a su debilidad o
a causa de su orientación; así, el grupo dirigente proveniente de Democrazia
Proletaria optó por integrarse desde 1995 en la mayoría de Bertinotti.

 

Un partido que se pretendía anticapitalista, militante, de masas, que tenía
la ambición de refundar el proyecto comunista para superar el capitalismo, y
que por ese motivo había roto con el PDS, habría debido cumplir una serie de
acciones correspondientes a su nuevo nombre.

 

En primer lugar, expresar plenamente la alternativa estratégica y política,
por tanto en la acción cotidiana, a las fuerzas procapitalistas del centro
izquierda, construyendo esta alternativa en el plano social. En segundo
lugar, saldar cuentas con las viejas reminiscencias estalinistas, pero sobre
todo con la vulgata “togliattiana”, rompiendo toda subordinación al mito del
socialismo real, reconstruyendo la idea de proyecto socialista y libertario,
lo que por otra parte el nombre del diario del partido, Liberación, habría
debido sugerir. En tercer lugar, habría sido necesario poner realmente en el
centro la intervención en la clase obrera y en los movimientos de masas, con
el objetivo de favorecer la autoorganización de estos últimos; la historia
de la clase obrera italiana proporcionaba experiencias fundamentales: los
consejos de fábrica posteriores a la Primera Guerra y las reflexiones de
Antonio Gramsci, los acontecimientos que siguieron a la Segunda Guerra
Mundial y sobre todo el movimiento de los consejos de los años setenta, en
los que habían tomado parte numerosos cuadros de Rifondazione y al que se
rendía a menudo un homenaje nostálgico; esto habría significado también un
compromiso diferente para conquistar la dirección y la renovación de las
organizaciones sindicales. En cuarto lugar, habría sido necesaria una
revolución cultural y organizativa total en el funcionamiento del partido,
una democratización profunda y una reorientación de las prioridades de los
grupos dirigentes.

 

Todas estas posibilidades surgieron, en uno u otro momento, sin inscribirse
en una orientación mayoritaria. ¿Se habría traducido esto en el crecimiento
electoral tan esperado, prometido por los sondeos electorales y regularmente
desmentido por los hechos? No se puede afirmar con certeza. En cambio es
seguro que antes que la elección del trabajo paciente pero decidido, atento
a reconstruir la hegemonía alrededor de un proyecto anticapitalista, se
prefirió el atajo electoral o la búsqueda del acontecimiento clave (¿cuántos
conejos sacó Bertinotti de su chistera durante las reuniones de la
dirección?) que habría debido cambiar las correlaciones de fuerzas y la
historia. Sin éxito.

 

La lucha de clases ofrece una segunda oportunidad

 

Al comienzo del nuevo siglo, el nacimiento del movimiento contra la
globalización capitalista ofreció una segunda posibilidad.

 

El partido adquirió por primera vez, gracias a su giro de izquierdas de esos
últimos años, una cierta fuerza y credibilidad entre la juventud y disponía
de una organización de juventud bien presente en el movimiento
altermundialista y en las dramáticas jornadas de Génova contra el Grupo de
los ocho (G8) en 2001. Dos años más tarde se desarrollará contra la guerra
un movimiento de masas nunca visto. El sindicato de los metalúrgicos
(FIOM/CGIL) -el sindicato sectorial más importante de Italia- había decidido
poner fin a las políticas de compromiso con la patronal y comenzado una
estación de luchas y de movilizaciones. La CGIL, atacada por el gobierno de
derechas de Berlusconi- fue llevada a organizar en 2002 una de las mayores
manifestaciones (3 millones de manifestantes en Roma) para defender el
Estatuto de los Trabajadores, la ley que garantiza los derechos de los
asalariados.

 

Para poner obstáculos a la corriente más tradicional y continuista con el
viejo PCI, que sin embargo se había separado de Cossutta al que había
apoyado hasta entonces /5, Bertinotti decidió abrir una discusión teórica
partiendo de la hipótesis de que la historia ofrece de nuevo en términos
inmediatos el dilema socialismo o barbarie. Ponía de nuevo en el centro a
los movimientos sociales. Ponía igualmente en discusión el concepto
tradicional de imperialismo bajo la influencia de las ideas de Antonio Negri
(ver Imperio -https://es.wikipedia.org/wiki/Imper..., ndr- escrito con
Michel Hardt), compartidas en particular por el sector joven del partido que
trabajaba ya en estrecho contacto con las fuerzas anarquizantes de los
centros sociales /6.

 

Bertinotti insistía en la necesidad de superar definitivamente el
estalinismo y su herencia cultural; pero la reflexión quedó en la superficie
y ninguna de las componentes del partido, salvo las corrientes que se
referían de diferentes formas al trotskismo, sometió a la crítica lo que es
el nudo político de la historia italiana, el “togliattismo”.

 

Bertinotti recuperó la categoría de revolución, pero al mismo tiempo
introdujo la crítica al concepto de la toma del poder, desarrollando luego
la teoría de la no violencia, con el objetivo no solo de ligarse a los
sectores pacifistas del movimiento, sino también, como se verá, para
acercarse a las fuerzas de centro izquierda. Lo que habría podido ser la
apertura de una profunda discusión política y teórica se quedó en algo muy
ecléctico y en la superficie de los debates del partido, que siguieron
dominados por debates tácticos y enfrentamientos internos, con el objetivo
de construir una corriente homogénea en torno al secretario.

 

Sin embargo, Rifondazione fue la única fuerza política participante en el
gran movimiento de Génova 2001 (la contracumbre al G8, ndr). Los sindicatos
de base están presentes, pero también la FIOM (Federazione Impiegati Operai
Metallurgici). Las potencialidades son grandes: es posible intentar unir a
los diferentes movimientos sociales contra la globalización, contra la
guerra, y contra las condiciones precarias de los jóvenes, mientras que el
movimiento obrero organizado y activo encuentra de nuevo la voz para
defender salario y empleo y ve en su seno, aunque de forma limitada, una
nueva generación militante. Rifondazione apoya a la FIOM, pero es importante
la desconfianza entre los dos grupos dirigentes. Además, Bertinotti teme la
competencia política del secretario de la CGIL, Cofferati.

 

Rifondazione está en el movimiento como partido; es el reconocimiento
positivo de su diversidad, pero también un límite porque el partido no
impulsa el desarrollo de las estructuras de autoorganización del movimiento
que serían sin embargo indispensables para procurarle la continuidad
necesaria y construir la unidad entre sus diferentes formas sociales. Según
la opinión dominante, los movimientos estaban ya vivos y bien estructurados.
Como mucho, Rifondazione debía limitarse proporcionales una representación
institucional.

 

Al contrario, en ese momento crucial, era necesario un partido que ayudara
verdaderamente a los movimientos a desarrollarse, a la vez que propusiera
discutir sobre una “Refundación de la Refundación”, sobre un proceso
constituyente abierto y democrático que pudiera fundir las nuevas fuerzas
vivas de los jóvenes con las fuerzas dinámicas del “viejo” movimiento
obrero. Es en cualquier caso lo que propuso, sin éxito, en el seno de la
dirección la corriente política a la que pertenezco /7.

 

El PRC rechazó la nueva “constituyente social y anticapitalista”, pero
rechazó, también, una proposición reformista, la de un reagrupamiento de
todas las fuerzas de izquierdas. Según esta orientación, defendida entonces
por el periódico Il Manifesto, un reagrupamiento así podría alcanzar el 13%
en las elecciones y sería capaz de influir sobre el centro izquierda.

 

Bertinotti se quedó a medio camino, hablando de una “alianza político
social”, que debería estar compuesta por Rifondazione y por las fuerzas del
movimiento. Es de hecho una problemática de “autosuficiencia política” y de
instrumentalización de los movimientos que no puede llevar más que a un
callejón sin salida. Será seguida por la última “gran operación” de
Bertinotti: la alianza con Prodi en 2006.

 

La crisis de 2006-2008

 

Sin embargo, por el momento, el PRC sigue en sintonía con los movimientos.
En 2003, toma una iniciativa importante: la batalla alrededor de un
referéndum para la extensión a los asalariados de las pequeñas empresas de
las protecciones del artículo18 del Estatuto de los Trabajadores que prevé
la reintegración en el puesto de trabajo del empleado injustamente
despedido. Es una campaña de masas que comenzó con la recogida de las firmas
necesarias y que obligó a la propia CGIL, en el último momento, a apoyar
esta proposición. Todas las fuerzas del centro derecha y del centro
izquierda se opusieron a ello con fuerza, llamando a no participar en la
votación a fin de que no fuera alcanzada la participación del 51% exigida
por la ley para que el resultado del referéndum fuera válido.

 

Como consecuencia, la tasa de participación fue solo del 25%, pero más de
diez millones de ciudadanos y ciudadanas apoyaron la proposición del PRC.
Esta derrota era en realidad una victoria para un partido que, por primera
vez, había llegado a un público tan amplio, construyendo alianzas con
diversos actores sindicales y sociales. Una nueva “refundación” se hacía de
nuevo posible.

 

No fue esa la decisión de Bertinotti y del grupo dirigente que, en dos días,
decidieron volver hacia el centro izquierda, explicando que este último “es
ya permeable a los llamamientos de los movimientos y tenemos por tanto la
posibilidad de influenciar y de hacernos los garantes de una nueva Gran
Reforma”.

 

La discusión en el partido fue violenta. Concluyó en el congreso de Venecia
(2005) con una mayoría que permaneció por debajo del 60% gestionando el
congreso de forma autoritaria y excluyendo a las minorías de los lugares de
poder reales en la dirección /8. Las minorías estaban divididas entre ellas
(así, la corriente Grassi, la más importante, se opuso a esta nueva alianza
no por razones estratégicas sino a causa de una evaluación a la vez táctica
y política) y no lograron construir una alternativa válida a la mayoría.

 

En 2006, la lección de un número elevado de parlamentarios (41 en la Cámara
y 27 en el Senado) creó una inmensa euforia y embarulló aún más los
espíritus de los dirigentes del PRC que no comprendieron que el trayecto
hacia el infierno había comenzado.

 

El gobierno Prodi fue el de la austeridad y de la aplicación de las normas
europeas; aprobará leyes financieras muy duras, confirmará en la práctica
todas las medidas del gobierno precedente que sin embargo había prometido
derogar (a partir de las leyes sobre la precarización del trabajo),
retirará, de acuerdo con los Estados Unidos, las tropas de Irak, pero
aumentará la presencia militar italiana en Afganistán y en muchos otros
países. Rifondazione aceptó avalar todos estos recortes envenenados, sin
lograr reaccionar a esta sumisión política a Democratici di Sinistra (DS)
que entre tanto se haabían unificado con La Margherita, un sector de la
vieja Democracia Cristiana, creando un nuevo partido, el Partido Democrático
(PD), que tiene por modelo los demócratas estadounidenses.

 

El PRC no contempla en absoluto la eventualidad de una ruptura y rechaza la
proposición de un congreso extraordinario para decidir sobre el tema.
Continúa sosteniendo a Prodi, cuando incluso la nueva dirección del PD, con
su secretario Walter Veltroni, llegó a la conclusión de que el gobierno no
podría aguantar en tales condiciones /9. De hecho, todo acabó mal para el
gobierno, que no disponía de una mayoría parlamentaria real y se vio
obligado a dimitir a comienzos de 2008. La dura derrota electoral que siguió
provocó una crisis aguda del PRC, con arreglos de cuentas internos y la
ruptura de la mayoría (abandonando Bertinotti la dirección), que llevó a un
congreso durante el cual se produjo una escisión prácticamente por la mitad.

 

Además, la esperanza de corrientes de izquierda a fin de que a partir de la
crisis política del PRC pudiera al menos crearse una fuerte organización
revolucionaria no salió adelante /10.

 

La derrota fue la de la clase obrera que salió desorientada y desmoralizada
del fracaso conjugado del centro izquierda y de Rifondazione; la
desmoralización de los sectores militantes que se habían implicado en el
proyecto político y organizativo fue también enorme.

 

Las dinámicas centrífugas son inevitables, hasta el punto de que el
movimiento unitario realizado a comienzos de los años 1990 se descompuso y
de que el partido se rompió en mil pedazos.

 

Fue el duro precio del fracaso de un proyecto y de las derrotas sociales y
políticas: frustración, rabia, desilusión atraviesan el mundo del trabajo y
los movimientos sociales tras la experiencia del gobierno Prodi. La
izquierda es cada vez menos creíble, y en las elecciones de 2013 una muy
amplia proporción de los electores, incluyendo votantes de izquierda,
pusieron sus esperanzas en una fuerza interclasista: el Movimiento 5
Estrellas de Grillo.

 

¿Un nuevo inicio?

 

El PRC (cuyo secretario general es Paolo Ferrero) continúa existiendo, pero
no es la misma entidad política y organizativa que en el pasado (más allá de
los afiliados que son aún numerosos y de la abnegación de algunos miles de
militantes). El peso político, la credibilidad y la eficacia de su acción
son de calidad diferente. Sus resultados electorales, dejando aparte algunas
excepciones, son flojos. La línea política es muy pragmática; de una parte
plantea al partido como fuerza de oposición, pero al mismo tiempo gestiona
aún con el PD alianzas en algunas regiones o alcaldías. Está esencialmente
animado por dirigentes de la vieja Democrazia Proletaria, a los que se ha
sumado lo que queda de la corriente dirigida por Grassi de la que ya hemos
hablado. La adhesión mantenida al Partido de la Izquierda Europea representa
un punto de apoyo importante.

 

El otro fragmento nacido de la escisión de 2008 es Sinistra Ecologia Libertá
(SEL) cuyo principal dirigente es el presidente de la región Puglia, Nichi
Vendola; dispone de una renta electoral de alrededor del 3% obtenida gracias
a una relación de alianza y de dependencia respecto al PD, con el que
esperaba llagar al gobierno si este último hubiera ganado las elecciones de
2013 (en varias regiones SEL está ya en el gobierno con el PD). Como se
sabe, la ausencia de una mayoría en el Senado ha llevado al PD a aliarse con
fuerzas de centro derecha; por ello el SEL ha debido elegir el camino de la
oposición, pagando sin embargo el precio de una escisión hacia el PD de su
grupo parlamentario.

 

Durante las elecciones europeas del año 2014, fue el movimiento de las
luchas del pueblo griego el que acudió en ayuda de las fuerzas de la
izquierda italiana, débiles y divididas. La intervención del líder de Syriza
permitió la formación de una lista unitaria, la lista “Otra Europa con
Tsipras”, animada por una serie de intelectuales, y a favor de la cual
Rifondazione se implicó inmediatamente, SEL también participó. Se superó el
mínimo del 4% y obtuvo tres diputados (una de ellos pertenece a
Rifondazione).

 

¿Es un nuevo comienzo? Es difícil pensarlo solo a partir de este resultado.

 

El planteamiento de estas fuerzas es una vez más sobre todo electoral; hasta
ahora no se ha hecho ningún balance serio de la historia pasada, lo que
sería necesario, no por amor a la autocrítica sino para comprender el porqué
de la derrota. La capacidad de una iniciativa fuerte y unitaria para apoyar
los movimientos de los trabajadores, que este año ha conocido una
recuperación parcial pero significativa, parece aún muy alejada.

 

Todos están estupefactos ante los éxitos de Syriza y de Podemos, todos
querrían imitarlos pero ¿cómo? ¿desde dónde comenzar? Todos están a la
búsqueda del big bang perdido.

 

De todas formas, se ha reabierto una discusión sobre lo que hay que hacer y
qué sujeto político alternativo construir: se trabaja para apoyar la lucha
del pueblo griego y se discute sobre la forma de retomar una acción a nivel
europeo, internacionalista.

 

Todo esto es ciertamente confuso, muy dependiente de las ideas del pasado, a
la búsqueda de una novedad aún más incierta, y las maniobras politiqueras no
faltan, igual que hay aún mucha gente que piensa en nuevas convergencias con
el PD: una absurda tendencia a la repetición.

 

Lo positivo es que se ha vuelto a discutir, que existen voluntades
unitarias; cosas que pueden abrir un futuro, pero no ellas solas. Solo si al
mismo tiempo el movimiento de la clase obrera y los movimientos sociales
producen nuevas luchas y fuerzas militantes nuevas y jóvenes. Y si quienes
quieren recomponer una fuerza alternativa saben estar en su corazón. 

 

* Dirigente de Sinistra Anticapitalista (Izquierda Anticapitalista), el
autor ha militado en el PRC desde 1991 y en 1996 fue miembro de la dirección
nacional, responsable de la construcción del partido en las grandes
fábricas. Fue expulsado en febrero de 2007 porque como parlamentario no
respetó la disciplina de partido votando contra la intervención militar
italiana en Afganistán. El artículo publicado fue en el número 25 de la
revista Contretemps (Francia) del primer trimestre de 2015.

 

Notas

 

1/ El PRC se aliará nacionalmente tres veces con estas fuerzas burguesas:
1994, 1996 y 2006.

2/ El 31 de julio de 1992, un acuerdo entre sindicatos, gobierno y patronal
puso fin a un mecanismo de escala móvil que ajustaba automáticamente, al
menos en parte, los salarios con la inflación; el 23 de julio de 1993 un
nuevo acuerdo, llamado de concertación, preveía que las reivindicaciones
obreras debían permanecer en el interior de las compatibilidades
capitalistas y de las decisiones del gobierno: durante el decenio que siguió
este acuerdo provocó un deterioro continuo de los niveles salariales, el
crecimiento del paro y del trabajo precario.

3/ En 1992, el PRC obtuvo 5,6 % ; en 1994, 6,05 % ; en 1996, 8,57 % ; en
2001, 5,03 % ; en 2006, 5,84 %.

4/ Es útil recordar que Prodi fue Presidente de la Comisión Europea entre
1999 y 2004.

5/ Se trata de la corriente guiada por Claudio Grassi centrada alrededor de
la revista L´Ernesto que propone una visión “campista” de la política
mundial.

6/ Las juventudes comunistas fueron en particular atraídas por sus ideas y
por el movimiento llamado de los “desobedientes” de los centros sociales.
Cundo comprendieron la ausencia total de perspectiva política llevada por
estos sectores, se volverán los mayores defensores de la “alianza para
gobernar”. Muchos de ellos optarán por hacer carrera en las instituciones,
volviéndose cada vez más moderados.

7/ Se trata de la corriente Sinistra Critica ligada a la LCR francesa y a la
IV Internacional.

8/ Para garantizar esta opción, el papel del sector de los dirigentes de la
ex Democrazia Proletaria fue decisivo; este sector está dirigido por Paolo
Ferrero que tres años más tarde romperá con Bertinotti y se convertirá en el
actual secretario de Rifondazione.

9/ La Democracia Cristiana fue el partido principal de la burguesía italiana
en la posguerra. El PDS, salido del viejo PCI en 1991, cambió luego de
nombre, pasando a ser Demócratas de Izquierda para fundirse luego con La
Margherita en 2007 y dar nacimiento al PD.

10/ Dos componentes trotskistas ya habían salido. Una de ellas, que tiene
como dirigente a Marco Ferrando, lo hizo en el momento de la propuesta de
una nueva alianza con el centro izquierda, la otra Sinistra Critica en 2007,
al constatar que el partido no era capaz de reaccionar al desastre provocado
por su participación en el gobierno.

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