Brasil/Río de Janeiro/ Vila Autódromo: crónica de su resistencia olímpica [Ana María Pomi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 1 14:05:54 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

1° de abril 2016

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Brasil

Vila Autódromo resurge de los escombros

Resistencia olímpica

Los Juegos Olímpicos de este invierno son la excusa para que en Río continúe
el proceso de gentrificación iniciado de cara al Mundial de fútbol de 2014.
Barrios enteros están siendo arrasados, entre ellos Vila Autódromo, para dar
lugar a espacios de súper lujo. Pero parte de sus habitantes se niegan a
irse. La siguiente crónica habla de su resistencia.

Ana María Pomi, desde Río de Janeiro

Brecha, Montevideo, 1-4-2016

http://brecha.com.uy/

Las ruinas de lo que fue el barrio Vila Autódromo remiten a un terremoto. La
presencia, las 24 horas del día, de un pelotón de la guardia municipal,
evoca la guerra. Son restos de casas, despojos de hogares que alguna vez
abrigaron familias de pescadores y trabajadoras, pedazos de vidas demolidas
entre unos pocos arbustos que permanecen en pie. Como las 50 familias que no
se doblegan pese a las topadoras, los chantajes, las presiones, el dinero
ofrecido de manera casi obscena e incluso la violenta represión que se valió
de palos, balas de goma y gases lacrimógenos para acabar con la comunidad.

Hace un par de semanas fue demolido uno de los emblemas del barrio: la sede
de la asociación de vecinos, epicentro de la lucha de cuatro décadas contra
los intentos de las autoridades, curvadas al poder económico, de evitar que
el barrio alcance condiciones de vida dignas.

“La asociación cayó, pero nosotros no. Estamos firmes y fuertes, vamos a
continuar en la lucha y no vamos a desistir. Pueden derribar mi casa, pero
no van a conseguir derribarme a mí, ni sacarme de la Vila Autódromo. Yo no
renuncio a mi derecho de permanecer en esta comunidad”, dijo a Brecha una de
las líderes de la comunidad, Maria Penha, recuperada ya de la fractura de
mandíbula que sufrió en julio durante uno de los enfrentamientos con el
batallón de la Guardia Municipal.

Penha habló durante un evento que tuvo lugar el sábado 27 de febrero, en el
que las 50 familias que se niegan a salir presentaron una nueva versión del
Plan Popular de Vila Autódromo, un proyecto de urbanización que han venido
adecuando a las exigencias de las autoridades y que fue elaborado junto a
dos universidades públicas.

Arquitectos, urbanistas, profesores universitarios y movimientos sociales
acompañaron el acto en el que fueron demarcados los terrenos según el nuevo
proyecto, que contempla viviendas, una guardería pública, un centro
cultural, una nueva sede para la asociación de vecinos, una huerta con
especies en extinción, y otras instalaciones consideradas importantes por
los vecinos, que participaron activamente de la elaboración del plan. Cabe
resaltar que el proyecto contempla las obras vecinas a la comunidad,
previstas por la alcaldía para organizar los Juegos Olímpicos, lo que rebate
el último pretexto del poder público para demoler a la barriada.

“Este plan es un instrumento de lucha. Lo estamos afirmando y reafirmando
desde 2013, cuando junto con los vecinos comenzamos a construir el plan en
base a cómo a ellos les gustaría que el barrio se transformase. Es una
bandera para recordarle a Eduardo Paes (alcalde de Rio) que es posible que
Vila Autódromo permanezca donde está y que va a permanecer”, dijo la
arquitecta, investigadora y profesora de la Universidad Federal Fluminense
Regina Bienenstein, una de las impulsoras del proyecto de urbanización.

Una antigua historia de exclusión

La omisión del poder público respecto al barrio, al que en cuatro décadas no
otorgó servicios básicos mínimos, contradice la lógica y la ley. En 1992,
los terrenos fueron loteados y cada familia recibió una concesión real de
uso, un recurso que, si bien no les otorga un título de propiedad, les
garantiza la tenencia de los terrenos durante 99 años, con posibilidad de
prórroga por otros 99.

En 2005, dos años antes de los Juegos Panamericanos de Rio, el lugar que
ocupa la comunidad fue declarado área de especial interés social para
vivienda. Sin lograr avances en la urbanización, las familias al menos
habían logrado garantizarse la permanencia. O al menos eso creían. A partir
de 2009, cuando Rio fue elegida para recibir los primeros Juegos Olímpicos
de Sudamérica, la situación se volvió crítica.

Junto a la comunidad sería erguido, como de hecho lo fue, el Parque
Olímpico, una lujosa mini ciudad que será la principal sede de los Juegos
Olímpicos con sus imponentes arenas, un espectacular centro de prensa y
alojamientos de alto padrón para los atletas. Esto obligaba a construir
viaductos y pasarelas, ampliar las avenidas que circundan el barrio, y,
sobre todo, daba impulso a un antiguo sueño de las elites cariocas: que el
barrio Jacarepaguá, en el que se localiza la Vila Autódromo y hace frontera
con la exclusivísima Barra da Tijuca, se convierta en zona de lujo.

La Vila Autódromo fue quedando exprimida entre un enorme cantero de obras,
la laguna Jacarepaguá, que la limita en uno de sus lados, la avenida de las
Américas, que la delimita por otro, y los deseos de que desaparezca, que
nunca cejaron.

Fue así que la barriada quedó de repente “atravesada” en los planes –y los
planos– del alcalde Paes y empresarios inmobiliarios que invirtieron
fortunas en sus campañas políticas, que lucrarán con las obras olímpicas y
que son además los dueños de buena parte de Barra da Tijuca.

El lugar donde se asienta la comunidad queda justo donde se construirán
pasarelas que conectarán la Villa de los Atletas –que se convertirá en un
lujoso condominio al término de los juegos– con las reparadas avenidas y los
nuevos sistemas de transporte implantados para el evento deportivo.

La presión para que los vecinos dejaran la villa fue orquestada desde varios
frentes. Una y otra vez, los trabajos en las obras linderas ocasionaban la
rotura de los caños de agua instalados por los vecinos, dejándolos horas o
días sin agua. Lo mismo sucedía con el suministro de electricidad.

Paralelamente, la alcaldía hizo una oferta para que se fueran. Ofreció
dinero a modo de indemnización o un apartamento en un complejo de viviendas
populares a un quilómetro de allí. Para vender el proyecto, funcionarios
municipales fueron enviados a golpear puerta por puerta y convencer a los
vecinos a que aceptaran una u otra oferta.

“Acá no va a quedar nadie. Ninguna casa, nada. Es mejor aceptar ahora,
negociar con la alcaldía, después, se corre el riesgo de quedarse sin nada”,
era el speach repetido hasta el cansancio. Paes dijo públicamente, sin
embargo, más de una vez, que sólo saldría de allí quien quisiera. Pero lo
que proclamó con el micrófono en la boca lo borró en 2015 con la lapicera en
la mano. En marzo de ese año, firmó un decreto que determinó la
expropiación, urgente y sin necesidad de llegar a un acuerdo con sus
ocupantes, de 58 viviendas que, según se alegó, ocupan un espacio de
“utilidad pública”.

“Esta Justicia nuestra está corrompida. No se hace justicia para pobres”,
dijo a Brecha Altair Antunes, presidente de la asociación de vecinos. “Las
tierras públicas son tierras de todos. Y según nuestra legislación, la
tierra pública ocupada debe privilegiar a quien está ocupando. Entonces,
legalmente tenemos todos los instrumentos, Brasil es muy rico en
instrumentos que podrían garantizarle el derecho a vivienda, el derecho a la
ciudad a todas las personas.”

Dinero y miedo

Ante el avance de las obras que fueron “comiéndose el barrio por los
bordes”, como definió Antunes, y el temor a quedarse sin nada, se sumó la
tentación del dinero. A muchas familias que no resolvieron negociar
inmediatamente con la alcaldía, pero que no estaban seguras de que la lucha
por permanecer llegaría a buen puerto, les fueron ofrecidas sumas que en su
vida hubieran soñado tener. “Desde finales de 2013 comenzamos a conversar
con Paes, con los técnicos de la universidad y con la Defensoría Pública. Y
se llegó a lo que se está viendo ahí: un escenario que parece Palestina, y
las personas acabaron casi todas yéndose de acá. Son pocos los que aún
resisten. Y esto no ocurrió porque hayamos desistido de la lucha. Comenzaron
a pagar valores muy altos, algo que jamás vi en mi vida. ¿Y cómo le digo yo
a un padre de familia que toda la vida ganó dos salarios mínimos que no
acepte? Decírselo puedo, pero no lo va a entender. Un ciudadano que no está
preparado para la lucha, que no fue preparado de niño, en la escuela, para
saber luchar por sus derechos… no hay manera”, dijo Antunes.

El diputado de izquierda Chico Alemcar, del opositor Partido Socialismo y
Libertad, enmarcó la situación de Vila Autódromo en un contexto de exclusión
global: “La Vila Autódromo representa el choque entre dos visiones de
ciudad: la que expulsa y empuja a los pobres a los cinturones periféricos, y
la que respeta el derecho a la vivienda y la vida de las personas. Las
fuerzas excluyentes son muy grandes, y muchas veces actúan al amparo de la
justicia, que es una justicia de clase. Por otro lado tenemos una
resistencia admirable y heroica de los vecinos, aún pobres, que no ceden al
poder del dinero ni a las ofertas millonarias que han recibido para irse.
Acá se pretende construir un área de lujo muy importante para la ciudad
artificial que Rio quiere mostrarle al mundo. Algo muy lindo es la unión de
la academia, las comunidades y los movimientos sociales para formular un
proyecto de urbanización que ha ganado premios internacionales. Pero el
poder podrido no cede, no retrocede”, indicó.

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La voz de los muros que ya no están

Los escasos muros aún erguidos dan voz a la “revolta” (indignación
insurgente).

“No todos tenemos un precio.”

“Nuestra pobreza infecciosa asusta. La Barra y las élites son las que nos
quieren fuera.”

“Las Olimpíadas pasan, la Justicia queda… sucia.”

“Tenemos derecho a vivir aquí. Falta saber si aún existe moral en la
Justicia o si es allí donde comienza la corrupción.”

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Delirios de grandeza

La Barra da Tijuca es un barrio relativamente nuevo, que sobresale entre
construcciones antiguas y clásicas favelas. Tiene el rostro de una Miami
carioca, con edificios modernos en los que predomina el vidrio espejado.
Enormes centros comerciales, agencias bancarias y lujosos condominios han
brotado como hongos en los últimos años, dándole a la región un perfil de
clase media ascendente. Llama la atención, en el frente de uno de los
shopping, una réplica enana de la estatua de la Libertad.

Diez millones de metros cuadrados de esa Barra da Tijuca próspera y fría
pertenecen al magnate brasileño Carlos Carvalho, dueño de la constructora
Carvalho Hosken y el décimo tercer brasileño más rico de Brasil, según
Bloomberg.

Dentro de sus dominios está la Villa de los Atletas, un lugar con 31
edificios que albergan 3.604 apartamentos y cuyo verdadero y sugestivo
nombre es Ilha Pura (Isla Pura). Después de los juegos, cada uno de esos
apartamentos será vendido en el marco de un millonario emprendimiento
inmobiliario que el empresario de 91 años define así: “La Isla Pura tendrá
los jardines del rey. Vamos a transformar a todo el mundo en rey. Estamos
comenzando a crear las bases para que una nueva ciudad se desarrolle en
condiciones satisfactorias para los habitantes”.

Su empresa es responsable además de la construcción de todo el parque
olímpico junto a dos de las más importantes constructoras del país:
Odebrecht y Andrade Gutierrez, cuyos presidentes y altos ejecutivos están
presos por sus nexos con el escándalo de corrupción en Petrobras.

Carvalho no tiene dudas, ni razones para tenerlas, de que los Juegos
Olímpicos, tal como dijo el alcalde Paes, dejarán un legado, al menos a sus
bolsillos. Y lo admite: “Para la empresa, el proyecto olímpico fue óptimo.
Tanto es así que nos empeñamos mucho”.

Es que de los diez millones de metros cuadrados de la Barra que le
pertenecen, los cuatro millones de metros cuadrados que todavía están sin
edificar serán beneficiados por los tres ramales de autobuses de tránsito
rápido que están siendo construidos para agilizar el tránsito y la movilidad
urbana durante los juegos.

Los tres nuevos corredores rápidos de ómnibus (Transolímpica, Transcarioca y
Transoeste), una nueva red de saneamiento, el gas por cañería que comenzará
a llegar, la pavimentación de las calles, el agua y la luz, todo pago con
dinero público, valorizarán esas tierras y beneficiarán a su dueño.

“La principal dificultad que había para el desarrollo de la región era la
falta de servicios de infraestructura y los Juegos Olímpicos trajeron eso.
Fue un salto de miles de millones de dólares”, celebró, en entrevista al
diario inglés The Guardian.

Para alcanzar el sueño de ver a Barra da Tijuca y Jacarepaguá convertidas en
el nuevo centro de la ciudad, al margen de las bellezas naturales que
ofrecen las playas y las montañas de la zona sur, y la arquitectura colonial
del centro histórico, el “nuevo Rio de Janeiro” tiene que ser “una ciudad de
elite y de buen gusto, con viviendas nobles y no viviendas para pobres”.

“¿Cómo uno va a poner pobres allí? Ellos tienen que vivir cerca porque
prestan servicios y ganan dinero con quien puede (pagar), pero usted sólo
tiene que poner allí a quien puede, si no arruina todo, tira el dinero”,
afirmó el magnate a la cadena Bbc.

En su opinión, atender “el lado social” del legado de los juegos es “tener
la inteligencia de generar confort para aquellos que pueden usufructuar de
él”.

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