Brasil/ una sociedad fragmentada en la espectativa del día siguiente [Hamilton Octavio de Souza]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Abr 7 16:27:32 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

7 de abril 2016

Boletín Informativo

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Brasil

Fragmentado en expectativa del día siguiente

Hamilton Octavio de Souza *

Correio da Cidadania, 6-4-2016

http://www.correiocidadania.com.br/

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

La sociedad brasilera está cortada, está fragmentada. No existen apenas dos
grandes grupos en disputa radicalizada por el Palacio de Planalto. Existen
innumerables propuestas para enfrentar la crisis política defendidas por
distintos segmentos de la sociedad en la prensa, en el parlamento, en las
entidades de clase y en las calles. Ellas tratan del impeachment, de la
renuncia, de la casación y de otros temas también. La defensa actual del
“Estado Democrático de Derecho” no excluye ni la convocatoria a elecciones
generales o la realización de una Asamblea Constituyente exclusiva para la
reforma política del sistema representativo. En fin, la crisis política está
abierta y sin resolución a la vista, a pesar de las urgentes demandas de la
gravísima crisis económica.

Independientemente de que el Congreso Nacional venga a decidir sobre el
actual proceso de impeachment de la presidenta de la República, la sociedad
brasilera continuará en la expectativa sobre lo que va a ocurrir en el día
siguiente. Si el plenario de la Cámara (de diputados) aprueba la
admisibilidad del impeachment, el proceso sigue en el Senado, lo que implica
algunos meses más de fuerte tensión social y suspenso. Si el plenario de la
Cámara rechaza la actual propuesta, están en fila por lo menos diez
propuestas de impeachment, inclusive la de la Orden de Abogados de Brasil. Y
nada impide que gane fuerza la acción de casación de la dupla Dilma-Temer en
trámite en el TSE (Tribunal Supremo Electoral) o la propuesta de convocar a
elecciones generales este año, lo que tiene simpatía entre gubernistas y en
las oposiciones de derecha y de izquierda.

Nada de eso, sin embargo, garantiza que un gobierno con Dilma, Temer u otro
en la línea de sucesión constitucional tenga condiciones de gobernabilidad,
con mayoría en el Congreso Nacional, con respeto en las entidades de clase
de los trabajadores y de los empresarios, con simpatía de las clases medias
y de varias corrientes que actúan en la sociedad.

Cualquier gobierno precisará de dos condiciones básicas para funcionar
mínimamente: 1) Contar con la articulación política capaz de inspirar
confianza suficiente para contener la radicalización y la guerra
generalizada de los varios segmentos la sociedad; ; 2) disponer una
propuesta de enfrentamiento de la crisis económica que agrade al mismo
tiempo a las clases trabajadoras y a los diversos grupos empresariales, que
retome el desarrollo con rápida generación de empleos, contenga la sangría
de los cofres públicos e invierta pesado en las áreas sociales (salud,
educación, habitación y transportes públicos).

Esa salida de conciliación no interesa ni al capital ni a los trabajadores,
ni a la derecha ni a la izquierda, ni a los gubernistas ni a las
oposiciones. Pero, en la actual coyuntura de polarización y de gran
confusión ideológica, la imposición de cualquier fracción no será suficiente
para superar la fragmentación y continuará la ausencia de sustentabilidad
del gobierno, si no suma grupos y corrientes en una propuesta con razonable
articulación. Incluso porque la fragmentación actual no está definida por la
lucha de clases clásica, entre trabajo versus capital, trabajadores versus
empresarios o empleados versus patrones. Tampoco hay una lucha entre
proyectos distintos para la sociedad entre la izquierda socialista versus la
derecha capitalista.

Lo que divide a la sociedad brasilera hoy está en los marcos del
capitalismo, a lo máximo entre visiones sobre cómo superar la crisis del
neoliberalismo en la economía globalizada, sea con medidas más ortodoxas,
sea con medidas heterodoxas, sea con austeridad, sea con neo-desarrollismo,
sea con corte en la inversión y en el superávit primario, sea con cortes en
los programas sociales. Por eso mismo la fragmentación de fuerzas se esparce
en la sociedad de forma enmarañada, al punto de dividir las fracciones del
capital y las fracciones de los trabajadores entre ese o aquel alineamiento
político.

Difícilmente un gobierno sin respaldo social tendrá condiciones de llevar
adelante algún programa para revertir el bajo nivel de actividad económica,
que ha generado desempleo, reducido el consumo, disminuido la recaudación
tributaria, obligado al Estado a cortar gastos e inversiones. Un gobierno
sin credibilidad difícilmente conseguirá revertir la caída de las
inversiones privadas y la acelerada evasión de capitales. Apoyo y
credibilidad son presupuestos para la superación de la crisis política y el
inicio de atacar la crisis económica.

Un gobierno débil, despojado de apoyo social, no conseguirá ni siquiera
estimular al país para salir de la recesión, para proyectar el ingreso en un
nuevo ciclo virtuoso de crecimiento. Menos todavía tendrá condiciones de
desarrollar un programa progresista que confronte directamente con los
mecanismos de mayor acumulación y concentración del capital. ¿Cómo reducir
drásticamente la tasa de intereses e interrumpir la sangría de la deuda
pública sin entrar en conflicto con los bancos y con los especuladores
financiero? ¿De la misma forma, cómo hacer una amplia reforma agraria para
asentar millones de familias en el campo sin entrar en conflicto con el
latifundio y el poderoso agronegocio?

Por eso mismo, la lucha de los trabajadores, independientemente del
desenlace de la actual crisis política, debe ser siempre la afirmación de
una agenda propia, autónoma, alternativa a las propuestas de los partidos y
las corporaciones que defienden los intereses del capital. No interesa a los
trabajadores ni la profundización de la actual crisis económica, ni la
articulación de un gobierno que continúe echando en las espaldas de los
trabajadores y el pueblo lo equívocos de un modelo que generó desempleo,
rebajó salarios, destruyó conquistas y derechos sindicales, arruinó los
servicios públicos, en fin, colocó al país como rehén del capital nacional e
internacional.

Los trabajadores sólo van a impedir mayores retrocesos en las condiciones de
vida y de trabajo, si consiguen construir una mayor unidad clasista, si
logran actuar de forma combativa, sin entrar en el juego de las fuerzas
vinculadas a los grupos dominantes de varios partidos del oficialismo y de
la oposición. El cuadro general está muy embarrullado. Por eso mismo los
trabajadores precisan tener su programa independientemente de cual sea el
desenlace de la crisis. Este es el desafío.

* Periodista y profesor.

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