Debates/ el Brexit, la crisis y la pesadilla de Polanyi [Ruy Braga]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ago 22 15:32:19 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

22 de agosto 2016

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Debates

El Brexit, la crisis y la pesadilla de Polanyi

Ruy Braga *

Blog da Boitempo, 8-7-2016

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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

El voto británico del día 23 de junio superó todos los contratiempos
anteriores enfrentados por la Unión Europea a sus iniciativas. Grecia,
Irlanda, Holanda, Francia, Suecia o Dinamarca, ninguna derrota anterior
puede ser comparada al Brexit. El voto británico prácticamente acabó con el
proyecto de integración europeo. Al final, el Reino Unido no solo el segundo
mayor país de Europa, sino, también, la principal plaza financiera del
continente. Los sismos serán sentidos por todos lados: de Escocia a
Cataluña, pasando, principalmente, por Italia. 

Sin la presencia de los ingleses, la Unión Europea quedó parecida a un pacto
franco-germano tejido para imponer la austeridad financiera y profundizar la
explotación de la fuerza de trabajo de los países del Sur y del Este del
continente. La sensación de colapso inminente del proyecto europeo dejada en
el aire por los británicos se alimenta sobre todo, de la encrucijada en la
cual el continente se metió cuando decidió que para garantir la estabilidad
do euro cualquier sacrificio era válido, inclusive destruir el Estado
Social.

En gran medida, la victoria del Leave (Irse) fue interpretada como el
resultado de la combinación del activismo de los “euroecépticos” en el
interior del Partido Conservador con el crecimiento del UKIP (Partido por la
independencia del Reino Unido). Es importante agregar que el
conservadorismo, en este caso, posee un doble sentido: preservar el Reino
Unido de los efectos socialmente venenosos traídos por la crisis de los
refugiados -“retomar el control de las fronteras”, conforme a la expresión
usada por los partidarios del UKIP-, pero, también, defender a la isla del
desmanche neoliberal del Estado social practicado por Bruselas, no nos
olvidemos de los millares de electores del Partido Laborista oriundos de la
clase trabajadora que también votaron a favor del Leave.

En síntesis, el Brexit es un fenómeno ambivalente capaz de revelar las
contradicciones no apenas del capitalismo europeo, sino, en cierta medida,
de la propia globalización capitalista de las últimas cuatro décadas. Así
tal vez un volver atrás en el tiempo y a una época en que tanto el fascismo
como el Estado social estaban siendo formados, nos ayude a reflexionar mejor
sobre esta complejidad. La popular comparación entre la crisis de 2008 con
la crisis de 1929 nos lleva a la transición de los liberales años de 1920 a
la “revolucionaria” década de 1930.

A los ojos de Karl Polanyi (1886-1964), por ejemplo, uno de los principales
analistas del período, el fascismo, el socialismo soviético y el fordismo
estadunidense fueron respuestas de la sociedad al terremoto social producido
por la tentativa utópica del liberalismo de establecer un sistema de mercado
auto-regulado en las décadas anteriores: “La historia de la civilización
consistió, en su mayor parte, en tentativas de proteger a la sociedad contra
la devastación provocada por la economía de mercado”.(1)

De la misma forma que Polanyi percibió el avance descontrolado de la
mercantilización sobre las mercaderías “ficticias”, esto es, el trabajo, la
tierra y el dinero, como la gran amenaza a la reproducción de la humanidad,
el también identificó en el contra-movimiento de la sociedad a los avances
del mercado el antídoto para el envenenamiento del cuerpo social. Para
Polanyi, las reacciones regresivas, como los diferentes fascismos europeos,
por ejemplo, serían progresivamente sustituidas por el Estado social
democrático. Al fin y al cabo, la incompatibilidad entre la mercantilización
y el contra-movimiento destruiría la utopía de un sistema auto-regulado por
las fuerzas abstractas del mercado: “En retrospección, nuestra época tendrá
el crédito de haber visto el fin del mercado auto-regulable”.(2)

Alegre engaño. Sabemos cómo el advenimiento del neoliberalismo en los años
1980 y la globalización financiera de los años 1990 transformaron el sueño
polanyiano en una verdadera pesadilla. En verdad, la función principal del
intervencionismo estatal identificada por el sociólogo húngaro, esto es, la
de revertir la aniquilación de la productividad del suelo y de los
productores traída por la fijación del precio de la tierra y del trabajo,
tuvo sus bases sociales solapadas por el debilitamiento de la regulación
estatal traída por la combinación del neoliberalismo con la globalización
económica. 

Por eso, es totalmente imposible que el Brexit represente una alternativa a
esta monstruosidad imperialista que es la Unión Europea. Solamente un
contra-movimiento en escala global sería capaz de hacer frente a los
desafíos levantados por el neoliberalismo y por la financiarización. ¿En
tanto, donde buscarlos? ¿Cuáles características contemporáneas?
Evidentemente, no existen respuestas simples para estas preguntas. No
obstante, si las conclusiones a la cuales Karl Polanyi arribó en la década
de 1940 estaban erradas, parte considerable de su diagnóstico crítico
respecto de la mercantilización es todavía útil. 

En especial, la tesis según la cual el contra-movimiento se propone a
enfrentar la mercantilización de los factores de producción, es decir, el
trabajo y la tierra. De hecho, si hay una lección a ser aprendida con la
actual crisis es que las inquietudes sociales de “de tipo polanyiano”, o
sea, las reacciones de los subalternos contra los efectos de la
mercantilización del trabajo y de la tierra son más actuales que nunca. El
problema es que no hay garantías de que esas reacciones asumirán una
dimensión progresista. Mucho menos que serán capaces de crear un
contra-movimiento a escala global. 

Algunos resultados de la retomada del activismo político de los subalternos,
tanto en Europa como en el Sur global, son, sin dudas, promisoria. Pero,
ellos son todavía muy frágiles e inmaduros. En el Sur de Europa, por
ejemplo, la región más atacada por la austeridad, Podemos sufrió
recientemente un importante revés electoral. Y, a pesar de la victoria
política progresista que fue la formación del gobierno socialista de António
Costa, es evidente que no puede haber una solución estable para el Estado
social portugués en los marcos de la austeridad impuesta por Bruselas.(3)

Además, Portugal es un buen ejemplo del pozo sin salida y hacia dónde la
política nacionalista conduce fatalmente a los trabajadores. Si la crisis
económica iniciada en 2008 afectó a Europa en 2009, fue el precariado
portugués, antes que los indignados españoles, que primero se movilizó
contra las medidas de austeridad impuestas por Bruselas. 4) A partir de
sucesivas ondas de protestas, el movimiento de los precarios fue capaz de
desafiar la pasividad tanto de gobiernos como de sindicatos, asegurando,
finalmente, el apoyo electoral que viabilizó un gobierno anti-austeridad. 

Mientras tanto, al revés de Podemos en España, además de la trágica solución
griega sumada a la desorganización de la izquierda en Italia, dejó a los
combativos portugueses sin el debido amparo a sus iniciativas de restaurar
la protección laboral y contener la sangría financiera del país. En
Portugal, la inquietud polanyiana con la mercantilización del trabajo fue
suficiente para formar un gobierno. Pero insuficiente para encontrar una
solución para el Estado social en el país. 

Cuando analizamos el flujo de la crisis de 2008, percibimos que en
diferentes países y regiones del globo un padrón semejante se ha revelado:
para dónde va la crisis, la rebeldía del precariado va detrás. Después de la
deceleración china, el superciclo de los commodities llegó a su fin,
golpeando duramente la economía sud-africana, por ejemplo. En reacción, es
posible identificar una verdadera “rebelión de los pobres”, para usar la
expresión de Peter Alexander, orientada por la lucha contra la
mercantilización de la tierra y de los servicios públicos, sumada a la
revuelta contra el endeudamiento de las familias trabajadoras pobres en el
país.(5) De hecho, la popularidad de los políticos del ANC (Congreso
Nacional Africano) se encuentra en el nivel bajo.

Todavía así, incluso con el aumento inédito para el período pos-apartheid de
los niveles de movilización política del precariado, no hay solución
alternativa al neoliberalismo en gestación. O sea, no hay incluso un esbozo
de gestación de un contra-movimiento a la globalización en el horizonte
sud-africano. Además, en este caso, sería hasta problemático hablar de
defensa del Estado social, pues, ante la realidad de la crisis económica y
de aumento del desempleo, los datos etnográficos aportan hacia una verdadera
implosión de cualquier esperanza en la ciudadanía salarial. No es casual que
los eventos de violencia xenofóbica se hayan multiplicado en el país desde
2009. 

Aunque en razón de las medidas económicas adoptadas por los gobiernos de
Lula y de Dilma Rousseff, la crisis que cerró el superciclo de los
commodities haya llegado con un cierto atraso al Brasil, en menos de tres
años experimentamos una sincronización alucinante de los ritmos brasileros
en relación a los demás países del Sur de Europa y del Sur global. Desde
junio de 2013, el país pasó a vivir una intensificación de la movilización
del precariado, en especial, de los sectores más jóvenes, presente tanto en
grandes protestas en las calles, cuanto en la multiplicación del número de
huelgas. 

En la medida en que el golpe palaciego de Temer apunta a radicalizar la
mercantilización del trabajo, de la tierra y del dinero, iniciada,
digámoslo, por los gobiernos petistas, eliminando derechos laborales y
profundizando la expoliación social por la banca, la movilización del
precariado tiende a intensificarse. Aunque la formación del Frente Pueblo
Sin Miedo -sin dudas, la principal iniciativa política protagonizada por
sectores que representan al precariado brasileiro- traiga algún aliento al
panorama brasilero, ella es todavía muy frágil para liderar una alternativa
al neoliberalismo temerario. 

Una lección que debemos sacar de la crisis actual es que no hay alternativas
al neoliberalismo que eviten la internacionalización de las movilizaciones
del precariado global. Y esto no ocurrirá espontáneamente como el concepto
polanyiano de contra-movimiento insinúa. Se trata de un proceso de creación
política que, necesariamente, implica la superación de los límites impuestos
por el Estado-nación. Por eso es tan necesario reinventar la práctica
política de los sindicatos y de los partidos ligados a la clase trabajadora.


Sea en Inglaterra, en Portugal, en África de Sur o en el Brasil, las fuerzas
sociales progresistas no conseguirán ir más allá del horizonte dominado por
los respectivos Estados nacionales. De allí la miseria de las elaboraciones
estratégicas que han prevalecido en los sectores de la izquierda, en Europa
o en el Sur global. ¿Además, para que serviría un debate estratégico cuando
alcanzar el control del aparato del Estado por medios de elecciones se tornó
el único camino?. ¿O incluso cuando conservar el control del aparato
sindical para influenciar a los gobiernos nacionales en cuestiones ligadas a
la creación de empleos es algo  universalmente aceptado?

Cuando la crisis económica global nos recuerda en su permanencia que no
existen soluciones nacionales para las contradicciones del capitalismo, se
hace necesario reinventar el proyecto internacionalista de los trabajadores.
Al final, por más que el precariado consiga movilizarse políticamente en
escala global, este proyecto no surgirá de manera espontánea del interior de
sus filas. El optimismo polanyiano en el contra-movimiento al liberalismo
merece ser sustituido por la fórmula gramsciana: “pesimismo de la
inteligencia, optimismo de la voluntad”. 

* Profesor del Departamento de Sociología de la USP (Universidad de San
Pablo) y ex-director del Centro de Estudios de los Derechos de la Ciudadanía
(Cenedic) de la USP. Autor, entre otros libros, de “Por uma sociologia
pública” (Alameda, 2009), en colaboración con Michael Burawoy; “A nostalgia
do fordismo: modernização e crise na teoria da sociedade salarial” (Xama,
2003); “A política do precariado, do populismo a hegemonía lulista”,
Boitempo, 2012; y “Por que gritamos golpe? Para entender o impeachment e a
crise política no Brasil” (Boitempo, 2016). 

Notas

1) Karl Polanyi. A grande transformação. Rio de Janeiro, Campos, 2000, p.
58. Edición en castellano: La gran transformación, Crítica del liberalismo
económico. Las ediciones de la Piqueta, Madrid, 1989.

2) Idem, ibid., p. 173.

3) La crisis financiera actual del país, por ejemplo, ha recordado
tristemente a todos los que portugueses que tienen cuentas corrientes, que
simplemente no existen garantías suficientes para sus depósitos y ahorros.
Además, la propia desnacionalización de los bancos portugueses es una prueba
de las limitaciones nacionales en términos de compromisos pactados. 

4) El día 12 de Marzo de 2011, se realizó una enorme protesta en las redes
sociales sin ninguna vinculación a partidos políticos o sindicatos que
reunió el mayor número de manifestantes en las calles de las ciudades
portuguesas desde la Revolución de los Claveles el día 25 de Abril de 1974.
Cerca de 500 mil personas participaron en las manifestaciones de la
“Geração à rasca” reivindicando mejores condiciones de trabajo y el fin de
la precariedad laboral. (Nota del traductor: la expresión “Geração à rasca”
no tiene una traducción literal al castellano, en este caso se refiere a los
miles de portugueses que aunque perfectamente preparados para la vida
laboral no encuentran mejor porvenir que la emigración o la precariedad).

5) Protestas y levantamientos en comunidades pobres se multiplicaron,
sumándose a un histórico ciclo huelguista protagonizado por sectores
tradicionales de los obreros sud-africanos, como los mineros, por ejemplo.
El activismo de los subalternos presionó a los sindicatos y a la coalición
dominante al punto de generar rupturas inesperadas, como la salida del
NUMSA, el todo-poderoso sindicato de los metalúrgicos da África Sul, del
COSATU, la principal federación sindical do país.

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