América del Sur/ al ritmo de la renta de la tierra: cambio de ciclo político y crisis mundial [Juan Kornblihtt]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 20 00:04:48 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

20 de febrero 2016

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América del Sur

El cambio de ciclo político en América del Sur como expresión de la crisis
mundial

Al ritmo de la renta de la tierra 

Juan Kornblihtt *

Brecha, Montevideo, 19-2-2016

http://brecha.com.uy/

Durante los últimos años América del Sur vivió casi en su conjunto una
década de crecimiento de la mano de un cambio en la forma de intervención
estatal. Con muchos matices entre los países, se pasó de políticas
neoliberales a diferentes grados de desarrollo de políticas sociales,
proteccionismo y estímulo a la industria local. Ya sea desde los gobiernos
más moderados, que señalan la austeridad y la responsabilidad fiscal como
virtud, hasta los más radicalizados, que dicen desafiar al capitalismo desde
un nuevo socialismo o desde una lógica donde prima el consumo por sobre el
lucro, o aquellos que se contentan con llamarse nacionales y populares y
apostar a políticas keynesianas, todos coinciden en atribuir al accionar
estatal la clave del crecimiento de los últimos años. Más aun, cuando la
bonanza de los últimos años coin­cide con las crisis en Estados Unidos y en
Europa, marcadas por las quiebras del sistema financiero, la baja salarial y
las políticas de austeridad.

Vanagloriarse de la centralidad de la política distributiva estatal como
factor de crecimiento tiene su contracara en que en los últimos años
comienza a frenarse el crecimiento, e incluso en algunos países están en
recesión. El argumento de que el Estado era el factótum de los buenos años
se convierte en su contrario. Los políticos y economistas promercado les
comienzan a ganar la batalla a los estatistas. En algunos casos con recambio
del personal gobernante, en otros mediante el ingreso de economistas que
comienzan a ejecutar políticas de ajuste y de liberalización parcial del
comercio exterior. Las explicaciones son variadas, aunque apuntan a la idea
de dos proyectos contrapuestos en disputa. Pero lo que esta perspectiva no
explica es que la posibilidad de intervención estatal fue de la mano de la
suba de los precios de las materias primas, mientras que la caída trae
aparejada un cambio en las políticas. Lejos de una tensión entre dos modelos
en disputa, lo que se observa es la otra cara de la misma moneda.

El Estado y la renta de la tierra. La región en su conjunto tiene un peso
marginal en las exportaciones de mercancías manufacturadas, mientras que los
commodities dominan el sector externo. A pesar de lo que señalan muchos
sectores de izquierda y nacionalistas, lejos de haber un intercambio
desigual favorable a los países que exportan manufacturas, las llamadas
“materias primas” son mercancías producidas en condiciones no reproducibles
por el trabajo humano. La productividad del trabajo es mayor en la
producción agrícola, ganadera, minera y petrolera de los diferentes países,
y esas condiciones no pueden ser replicadas. Esto lleva a que la
rentabilidad de los capitales que operan en dichos sectores sea mayor a la
rentabilidad del capital industrial, como lo muestran numerosos estudios que
surgieron bajo el impulso de los trabajos del investigador Juan Iñigo
Carrera.

Esta rentabilidad superior a la media, tal como lo señalaron autores como
Marx y Ricardo, es una riqueza que no es proporcional al capital invertido
en el sector (como ocurre con las ganancias extraordinarias de las empresas
innovadoras), sino que es una sustracción al resto de los capitales que
pagan más caras las materias primas por la propiedad monopólica sobre una
porción del planeta. La exportación de materias primas se convierte así en
un ingreso extraordinario para los países de la región. Durante la posguerra
y hasta el reciente boom de los dos mil, el llamado deterioro de los
términos de intercambio generó la apariencia de que la región se basaba en
el desarrollo industrial o en las finanzas. Sin embargo, aunque con un peso
menor, la renta de la tierra fue el sostén del capital industrial no sólo
nacional sino de las multinacionales. La mayor parte de ellas llegaron a la
región en la llamada “industrialización por sustitución de importaciones”
(Isi) gracias a políticas de protección y estímulo industrial. De esa forma
pudieron apropiarse de renta de la tierra para acumular con una rentabilidad
igual o superior a la de sus casas matrices, pero con una tecnología muy
inferior. Ese es el secreto de cómo se financió el proteccionismo y los
subsidios durante el período de la Isi y es lo que impulsó las políticas
expansivas actuales. Cuando la renta cayó, en los años setenta, ese ingreso
fue remplazado con deudas externas y rebajas salariales. Deudas que sólo se
pudieron pagar en forma neta en los últimos años con la suba de los precios
de los commodities.

El flujo de la renta de la tierra surge de una ganancia extraordinaria que
pagan los consumidores de materias primas (en su mayor parte extranjeros, en
el caso de nuestros países) y que puede ser apropiada debido al monopolio
sobre condiciones naturales no reproducibles. Los dueños de la tierra
aparecen entonces como quienes tienen el derecho de apropiarse de esa
riqueza. Sin embargo, el capital busca recuperar eso que perdió. Cuando la
renta es muy alta, incluso la mediación del Estado puede ser total y éste
convertirse en forma directa en el terrateniente, como ocurre con el
petróleo en Venezuela, por ejemplo, o a través de impuestos específicos a la
exportación, como ocurre en Argentina. En esos casos el accionar estatal
aparece más explícito y su justificación ideológica se exacerba. Otro
mecanismo menos evidente es la apropiación de renta a través del tipo de
cambio. El abaratamiento del dólar en términos de la moneda local (o la
sobrevaluación de la moneda local) implica que el sector exportador recibe
menos unidades de la moneda local por cada dólar, mientras que los
importadores y quienes sacan el capital fuera del país pueden comprarlo más
barato. El extremo de la moneda sobrevaluada durante los dos mil fue
Venezuela, pero el dólar también estuvo barato en Chile, Argentina, Brasil y
Uruguay, por ejemplo. Con la caída de los precios de las materias primas
sostener esa sobrevaluación se hace cada vez más difícil. La búsqueda de
créditos externos aparece como la alternativa, pero ante la continuidad en
el bajón de los precios de las materias primas la devaluación se vuelve
ineludible en toda la región. De la política expansiva se pasa a la
austeridad y el ajuste.

La crisis mundial detrás del sube y baja. Como vemos, el alza y caída de los
precios de las materias primas es lo que marca el ciclo de la economía en
América del Sur y las posibilidades expansivas del accionar estatal. Con
diferencias que remiten a las características del capital en cada país y a
cómo se configura la acción política de los trabajadores, en toda la región
el crecimiento fue impulsado por la suba de la renta de la tierra. Muchos
creyeron que gracias a las políticas oficiales América del Sur estaba
blindada ante la crisis mundial. Pero la misma suba de la renta se puede
explicar por esa crisis. El precio de las materias primas aumentó por la
expansión china, que a su vez está sostenida no sólo por los bajos salarios
que paga sino por la demanda de Estados Unidos y Europa, principales
destinos de sus exportaciones. Estos países lograron mantener el consumo
pese a la crisis, gracias a una fuerte emisión monetaria que permitió la
expansión del crédito en diferentes formas. El capital financiero actuó así
sosteniendo la producción, pero generó una escalada inflacionaria en los
precios de los commodities junto con una creciente demanda china no
sostenible en el largo plazo. En los últimos tres años esto se puso en
evidencia y el freno chino llevó a una caída en las perspectivas de la
demanda de materias primas. Como señalamos, el auge de América del Sur tuvo
al Estado como mediador de la apropiación de una renta creciente. Esa
apariencia progresiva de una política que podía conciliar aumento de la
rentabilidad del capital con mejora salarial se acabó. El giro a la derecha
corresponde a la forma ideológica que toma la contracción económica. La
esperanza de que el mercado solucione lo que el Estado distorsionó puede
haber ganado cierto consenso y no haber necesitado de dictaduras en la
región, como en otras oportunidades, pero no significa que sea correcto. La
crisis no es una crisis de la forma en que interviene el Estado sino del
capital en su conjunto. Una perspectiva superadora de las falsas
alternativas que aparecen en juego debe comenzar por reconocer este problema
y abordar la discusión de qué sector tiene la potencialidad de hacer una
transformación de fondo. Los capitalistas grandes y chicos, nacionales y
extranjeros, que se apropiaron de la renta sin cambiar nada de fondo, hoy
llaman a los trabajadores a ajustarse para que ellos no pierdan tanto.
Incluso los buscan de aliados en su inevitable disputa interna por ver quién
sobrevive a la crisis. Frente a la ine­vitable necesidad de luchar para
evitar la caída de sus ingresos, los trabajadores tienen la posibilidad de
enfrentar la destrucción de capital que provoca una crisis sin caer en
apoyar a uno u otro sector, sino sobre la base de comprender las causas de
la crisis a nivel regional para plantearse una alternativa propia.
Alternativa que al tener causas comunes sólo puede realizarse mediante una
acción común a nivel continental. 

* Historiador del Conicet (Argentina) y docente de la Uba y la Ungs.

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