Terrorismos/ decapitación por espada: ¿existen diferencias entre el Estado Islámico y Arabia Saudita? [Iñigo Sáenz de Ugarte]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 9 15:54:30 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

9 de enero 2016

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Terrorismos

¿Existen diferencias entre el EI y Arabia Saudita?

La decapitación por espada                      

La petromonarquía es uno de los principales aliados de Estados Unidos en
Oriente Medio; el EI (Estado Islámico) uno de sus principales enemigos. Las
diferencias se terminan allí.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Brecha, Montevideo, 8-1-2016

http://brecha.com.uy/

¿Puede compararse la aplicación de la pena de muerte por un Estado con las
ejecuciones de un grupo insurgente que utiliza el terror para controlar a la
población civil?

Muchos países, cada vez menos, cuentan con la pena capital en su sistema de
justicia. ¿En qué se distingue Arabia Saudita? En primer lugar, por la forma
de aplicar las sentencias. La decapitación por espada en un lugar público es
el sistema elegido. La realiza un verdugo profesional, lo que no siempre
garantiza la muerte por un solo tajo. El EI –y también en algunas ocasiones
el Frente Al Nusra– emplea el mismo método. Su estilo es más bárbaro, pero
la intención es la misma que en Arabia Saudita: cortar de raíz cualquier
desviación de las conductas sociales impuestas y de su interpretación del
islam. También se lleva a cabo en un lugar público para que sirva de aviso
terrorífico al resto de la población.

¿Qué delitos se castigan con la muerte? En la justicia saudita, por ejemplo,
el adulterio, la traición, las relaciones sexuales entre homosexuales, el
tráfico de drogas, la apostasía o la “brujería” (sic) pueden acabar con el
reo en el patíbulo. Todas esas transgresiones suponen el mismo destino en el
territorio controlado por el EI.

Un Estado siempre garantiza más derechos a un acusado que un grupo
terrorista. Pero en el sistema saudita las organizaciones de derechos
humanos han denunciado en numerosas ocasiones que los enjuiciados carecen de
los derechos más elementales tanto en la investigación del delito como en la
celebración de la vista. Tienen limitado el derecho a presentar testigos en
su favor, y el tribunal tiende a suscribir por defecto el criterio del
fiscal. Cuando el acusado es un trabajador inmigrante, sus esperanzas de
salir indemne son escasas, en especial si no habla árabe y no le traducen
los procedimientos judiciales.

El aumento del número de ejecuciones en Arabia Saudita ha originado algunos
titulares, según los cuales en ese reino los ajusticiamientos han doblado
este año a los realizados por el EI en Siria e Irak. Eso es improbable,
entre otras cosas porque no conocemos todos los que se producen en zonas
controladas por los yihadistas.

Pero los datos saudíes son estremecedores por sí solos. Este año han sido
ejecutadas 151 personas, la mayor cifra de los últimos 20 años. Esto ocurre
poco después del relevo en la corona, lo que se interpreta como un intento
de la monarquía de reforzar sus credenciales ante el establishment religioso
en este tiempo de transición.

En los últimos días Amnistía Internacional ha dado la voz de alarma ante la
posibilidad de que sean ejecutadas muy pronto más de 50 personas por delitos
supuestamente relacionados con el terrorismo. El dato no está confirmado
debido al secretismo habitual en Arabia Saudita en estos temas, y porque es
habitual que los medios sólo informen de las sentencias cuando son
aplicadas. Amnistía teme que muchos de estos reos sean activistas políticos
chiitas de la región de Awamiya.

Entre ellos está el poeta palestino Ash­raf Fayad, condenado a muerte por
apostasía a raíz de la denuncia de un vecino que en un primer juicio fue
rechazada. La acusación consiguió que otro juez reanudara el caso [véase
contratapa de Roberto López Belloso en Brecha, 27-XI-15].

La principal diferencia entre la visión religiosa saudita y la yihadista del
EI y otros grupos similares viene simplemente del contexto de cada país o
conflicto. Los yihadistas del EI pretenden derrocar a gobiernos para
instaurar su “califato”, los religiosos wahabíes están aliados con la
dinastía saudita desde los orígenes del Estado para imponer su visión de la
religión en ese país. Obviamente, los wahabíes nunca aceptarían un califato
extranjero, que supone un liderazgo religioso sobre el Estado saudita.

Al igual que otros grupos insurgentes y que el Ejército sirio, el EI ha
cometido múltiples crímenes de guerra en Siria, así como en Irak. Centenares
de prisioneros iraquíes han sido fusilados. Los soldados sirios capturados
han sufrido el mismo destino.

En Yemen, la Fuerza Aérea saudita ha cometido otros crímenes de guerra,
según las organizaciones de derechos humanos, en la campaña de bombardeos
sobre Yemen. La ofensiva sobre las milicias chiitas huzíes –no contra Al
Qaeda, que controla buena parte de la deshabitada zona oriental del país– no
ha conseguido eliminar a estos grupos y ha terminado convirtiéndose en una
sucesión de bombardeos indiscriminados sobre zonas civiles.

Las agencias de la Onu calculan que 5.700 personas han muerto desde que esta
guerra comenzó hace ocho meses. De ellos, 2.577 son civiles, y de estos
últimos 637 son niños. Las milicias huzíes son responsables de centenares de
estas muertes, pero la mayoría ha caído en los bombardeos de los saudíes y
sus aliados.

La Oficina de Asuntos Humanitarios de la Onu afirmó en setiembre que el 60
por ciento de las bajas civiles se produjo en ataques aéreos. Otro informe
del Acnur elevó ese porcentaje a dos tercios.

Los saudíes mantienen además un bloqueo de las costas de Yemen para impedir
la llegada de suministros, lo que ha dejado sin alimentos a la mayor parte
de la población del país más pobre de Oriente Medio.

La gran diferencia entre Arabia Saudita y el EI proviene de las relaciones
radicalmente diferentes que mantienen con Occidente. La monarquía feudal de
Riad es aliada estratégica de Estados Unidos desde los años cuarenta, como
también de Europa occidental. Los contratos de armamento y las obras civiles
en el país saudí son fuente de innumerables beneficios comerciales para
norteamericanos y europeos.

Recientemente, Washington autorizó al Pentágono a exportar munición avanzada
por valor de 1.200 millones de dólares, con la que Arabia Saudita repondrá
la utilizada en Yemen. Al mismo tiempo entrega a los saudíes información en
la que se valora el alcance y progresos de los bombardeos. Ni Estados Unidos
ni Arabia Saudita han firmado el tratado internacional de 2008 contra las
bombas de racimo, por lo que hay que suponer que esos proyectiles han
formado parte de los envíos.

El apoyo militar británico a los saudíes, incluida la venta de 200 misiles
Paveway IV, ha alcanzado tal nivel que los consejeros legales del Ministerio
de Relaciones Exteriores no descartan que algún día el país deba enfrentarse
a una acusación ante el Tribunal Penal Internacional por el suministro de
estas armas para su destino en ataques deliberados contra la población
civil.

Pero al final, para los gobiernos occidentales Arabia Saudita es un aliado
político, estratégico y económico en Oriente Medio, el EI un grupo
terrorista que pretende formar un gobierno en Siria e Irak que será, si no
lo es ya, una amenaza directa para muchos gobiernos de la zona y
occidentales. La ideología que inspira al Estado saudita es tan destructiva
como la de los grupos yihadistas, pero con los primeros hacemos negocios.

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