Argentina/ kirchneristas progresistas... y de los otros [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ene 11 00:51:56 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

11 de enero 2016

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Argentina

Kirchneristas progresistas... y de los otros

Pablo Stefanoni *

Perfil, Buenos Aires, 10-1-2016

http://www.perfil.com/

La triple fuga y sus coletazos posteriores dejaron ver, de manera
descarnada, la penetración del delito en el Estado. Era algo ya sabido, pero
la forma de la “huida”, con la complicidad de miembros del Servicio
Penitenciario y la protección posterior por parte de sectores de la policía,
ilustra un entramado de vínculos entre policía y delito que nos habla de la
manera de hacer política en la provincia de Buenos Aires (y no sólo allí).
Es cierto, como se dijo, que el de María Eugenia Vidal fue un voto
anti-Morsa, y aunque corporizado en Aníbal Fernández, justa o injustamente,
el término “Morsa” se volvió una suerte de sinónimo de política mafiosa. El
periodista Carlos Gabetta escribió en este diario, y en un libro, que la
encrucijada argentina era república o país mafioso. Sin duda, no es la única
encrucijada, pero es un dilema que el progresismo en su versión kirchnerista
se negó a ver.

Más allá de la coyuntura, todo esto remite a un problema más general: el
llamado “kirchnerismo” fue una suerte de alianza entre sectores progresistas
de las clases medias (muchos de ellos provenientes de decepciones políticas
previas o de sectores juveniles que despertaron a la política tras la crisis
de 2001) y el peronismo tradicional. El kirchnerismo fue, como dijo Carlos
Altamirano –parafraseando a John William Cook– una suerte de “hecho maldito
del progresismo”, al menos para el que no quiso sumarse. Otra vez el
peronismo podía agarrarse de esas banderas.

Y sumarse a él significó una transacción, como siempre ocurre en la política
real. En este caso, para impulsar una idea más incluyente de la política y
la economía –demos eso por hecho–, habría sido necesario aceptar la opacidad
del kirchnerismo en materia de corrupción. Aníbal es el signo de eso. Desde
el patrimonio de Cristina, sus vínculos con Lázaro Báez, hasta toda una base
política –y de financiamiento– atravesada por el delito (y ahí entra el tema
de la efedrina y la campaña “Cristina 2007”). Esa transacción política y
moral –“si no aceptamos esto, en nombre del realismo, vendrá la derecha”–
está en el núcleo de esa constelación llamada kirchnerismo. Y ahí está,
probablemente, una de sus debilidades ideológicas más profundas. Porque al
final vino la derecha, y lo que quedó como herencia combina discursos de
justicia social con un Estado atravesado por todo tipo de cloacas de la
democracia.

Daniel Scioli significaba una negociación con esos grupos desde el peronismo
clásico. El macrismo promete acabar con ellos, pero, como se vio en la
Provincia, no tiene el personal para dar batalla e intentó esta especie de
pacto con el viejo sistema (Casal, Granados) que –en palabras de Margarita
Stolbizer, combinó ingenuidad y continuismo– terminó estallando como una
bomba. Además, el macrismo plantea otro problema: el de la potencial
carencia de autonomía del Estado respecto del mundo empresarial, como se ve
con la Ley de Medios.

El kirchnerismo terminó combinando honestos y sofisticados intelectuales
como Horacio González, y el espacio de Carta Abierta, con los fondos más
bajos de la política. Cuando Patricia Bullrich se vestía con campera de jean
y era peronista de izquierda, solía responder a la izquierda no peronista
diciendo, más o menos: “Ustedes no entienden el peronismo; el peronismo es
un movimiento que incluye a los buenos y los malos”. Y el kirchnerismo
reactualizó eso, después de que el menemismo hubiera dejado fuera a los
“buenos”.

El problema de presentar el clivaje como república (a secas) frente a país
mafioso es que una oposición tampoco muy republicana pudo apropiarse de ese
significante y ganar las elecciones. Pero eso no quita que desde el espacio
progresista deba buscarse una especie de equilibrio entre las necesidades de
la realpolitik y las de una reforma “intelectual y moral” –como reclamaba
Gramsci– de la política argentina. Esto es importante, no tanto para evaluar
el kirchnerismo como historia sino en el momento de construir una oposición
progresista al actual gobierno de centroderecha.

*Jefe de redacción de Nueva Sociedad.

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