Asia/ el último destino del turismo sexual [Laura Secorun Palet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ene 12 00:10:31 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

12 de enero 2016

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Asia

El último destino del turismo sexual

Laura Secorun Palet *

Ozy 

http://www.ozy.com/

Traducción de Lucas Antón – Sin Permiso

http://www.sinpermiso.info/

A Mark, un jubilado de Londres, de 65 años, le llevó algo de tiempo
comprender por qué tantos hombres blancos pasaban el tiempo solos en el bar
de aire tristón de su hotel de Vientiane, en Laos, cuando estuvo de turismo
en 2013. Entonces se fijó en todas las jóvenes del lugar que deambulaban por
los alrededores. Y fue en ese momento cuando Mark se dio cuenta de que, a
diferencia de él, aquellos tipos no habían ido a Laos por sus imponentes
templos del siglo XVI o sus espectaculares cascadas.

El turismo está dando un tórrido giro en Laos y este país, antaño aislado,
tiene un montón de rivales que se extienden entre Myanmar y Bangladesh.
Aunque ninguno de estos países contienden exactamente por el dudoso título
de capital del turismo sexual, todos están descubriendo oportunidades a su
manera, ahora que el gobierno de Tailandia está tomando medidas enérgicas
contra una industria del sexo de fama mundial. Tentados por la promesa
económica del turismo, pero faltos de los recursos para impedir el tráfico
sexual y otros abusos, muchos de estos países se encuentran en un terreno
difícil, dicen los expertos. Myanmar, por ejemplo, negó recientemente la
entrada a varios agresores sexuales a la infancia, pero muchos otros
consiguen entrar fácilmente.

“Para algunos delincuentes sexuales, descubrir nuevos destinos y lugareños
desprevenidos forma parte de su atractivo”, afirma Karen Flanagan, que
gestiona la unidad de protección infantil de Save the Children. Desde luego,
no hay más que pasar unos minutos en los rincones más sórdidos de Internet
para comprobar que el sector registra nuevos territorios. “Birmania es el
nuevo sabor del mes”, escribe un hombre que se autodenomina Alejandro.
“Parece que todo el mundo quiere un trozo de la [nueva] tarta”, coincide
Pak2F. “¡Creo que las mujeres de Laos son estupendas!”, dice Sam.

El telón de fondo de esto es el rápido crecimiento del turismo en estos
países. Si parte de la emoción del turismo sexual consiste en “descubrir
nuevos destinos”, estos países del sudeste asiático, antes cerrados al
mundo, se ajustan al perfil. Hace sólo unos pocos años, apenas sí había
quien pudiera conseguir un visado de turista para Myanmar; este año el país
espera recibir más de tres millones de turistas. En el Laos comunista, los
visitantes extranjeros generan ya el 12% del Producto Interior Bruto, de
acuerdo con el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, y aunque Bangladesh
nunca ha estado tan aislado como cualquiera de estos países, está hoy
invirtiendo enormemente en turismo: su aportación a la economía se ha
cuadruplicado desde 2012.

Y no nos equivoquemos: aunque cuando no aparezca en las cuentas, el comercio
sexual puede representar una parte vital de la economía. A mediados de los
años 90, mucho antes de llegar a su apogeo, el turismo sexual llegaba a
aportar hasta 27.000 millones al PIB de Tailandia, de acuerdo con la
Organización Internacional del Trabajo (OIT). No todo iba a las prostitutas,
por supuesto; también beneficiaba a hoteles, polis corruptos, agencias de
turismo, bares al aire libre, saunas, cabarets y, por supuesto, clínicas de
salud (en Bangkok, un 19 % de las trabajadoras sexuales por cuenta propia
tenían VIH en 2007). Hoy, algunos de los nuevos turistas sexuales son bien
conscientes de su papel en la economía. Un joven norteamericano que visitaba
las Filipinas y se gastó 50 dólares por noche para estar con una chica hacía
que sonara como si se comportara como un agente de bienestar social, puesto
que “el sexo es consentido y no hay abusos, tráfico de personas o drogas”.

Pero en muchos de estos nuevos destinos, el tráfico de personas, las drogas
y los abusos están a menudo presentes, igual que la explotación infantil y
las enfermedades de transmisión sexual (ETS). En Tailandia empezaron a
aplicarse medidas enérgicas a causa principalmente de la preocupación por la
salud pública y sólo cuando las ETS alcanzaron proporciones descomunales. El
turismo presenta hoy nuevos desafíos. Hasta iniciativas de buenas
intenciones, como el “volunturismo” y el turismo de orfanatos, “presentan un
nuevo riesgo de explotación sexual para niños vulnerables”, afirma Dorine
van der Keur, experta en turismo y abusos sexuales en la organización no
lucrativa ECPAT International. Mientras tanto, Internet está haciendo más
fácil esquivar a la policía. En una página repleta de imágenes de supuestas
prostitutas de Bangladesh, pregunta “Jono”: “¿Cuánto cuesta una prostituta
callejera en Dhaka 2015?” y un lugareño emprendedor con el nombre de
“Playboy Dark spider” se ofrece a arreglarlo con una acompañante por 60
dólares.

El gobierno de estos países en desarrollo tiene poca capacidad para
localizar a gente como Jono. Los ministerios de Turismo no responden a las
peticiones de declaraciones, pero los expertos dicen que aplicar leyes
contra la prostitución ya resulta bastante difícil; terminar con las redes
de tráfico sería un sueño. De modo que ¿cómo pueden estos destinos
promisorios recoger los beneficios del turismo sin sufrir los costes,
humanos y de otro tipo, de la explotación? Hay quienes creen que la mejor
opción no estribaría en medidas severas como las de Tailandia sino en
legalizar el comercio sexual y controlarlo de modo estricto, como hacen
Amsterdam y Singapur. Dejar el comercio sexual entre tinieblas hace posible
que prospere, de acuerdo con Phil Robertson, subdirector del departamento
para Asia de Human Rights Watch. Y con el comercio sexual en la penumbra,
“los gobiernos de la región no hacen otra cosa que asegurarse de que les
resulte más difícil a las trabajadoras sexuales reivindicar sus derechos”,
añade.  

Pero ni siquiera la legalización aborda la raíz del problema: la demanda.
Esa es la razón por la que muchas organizaciones benéficas insisten que la
prevención es la única solución a largo plazo. Y a ojos de Flanagan y Save
the Children, la salvación sólo llegará enseñando a los hombres a respetar
en todo el mundo a las mujeres. “De lo contrario, el problema irá saltando
de un país a otro”, dice Flanagan. 

* Periodista barcelonesa de la revista digital norteamericana Ozy.

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